Edición 2010 - Número 7 (240) - 3 de julio de 2010
Antoni Escrig Vidal
EL ROBOT ENAMORADO
Una historia de la Inteligencia Artificial
Félix Ares
Editorial Ariel, S.A. Barcelona, 2008.
Cuando hablamos del término robot, el pensamiento popular no coincide con la realidad circundante. Muchos piensan que estamos a un paso de construir máquinas como las mostradas en diversos seriales cinematográficos como los exitosos Star Wars y Terminator. Así mismo, el desconocimiento entre el gran público respecto al estado actual de la Inteligencia Artificial (el mismísimo Kubrick creyó equivocadamente que a principios de este siglo veríamos artilugios pensantes como el HAL de su obra maestra 2001) es aún mayor. Por esto, es de agradecer la aparición de un libro como el presente, que se dispone a coger el toro del analfabetismo tecnológico por los cuernos.
El autor, Félix Ares, prácticamente no necesita presentación. Ingeniero Superior en Telecomunicaciones y Doctor en Informática, se dedica profesionalmente a la enseñanza universitaria en el área de Arquitectura y Tecnología de Computadores, habiendo colaborado en diversos proyectos para la NASA y el CSIC. No cabe olvidar tampoco su actual presidencia de la, desgraciadamente cada vez más necesaria, asociación escéptica ARP-SAPC.
Tras una desarmante introducción en la que hace un dinámico repaso a la historia de la Automática, el autor sienta las bases de lo que será la tónica general del libro: interesantes anécdotas personales que se integran en perfecta simbiosis con la trama tecnocientífica de la obra. A modo de ejemplo, describiremos la anécdota real que da origen al título del libro. En un centro de cálculo con ordenadores IBM sucedía un hecho muy extraño. Cada vez que una guapa mujer entraba en la sala, el robot que controlaba las cintas dejaba de funcionar correctamente, mostrando un comportamiento totalmente caótico, como si estuviera enamorado de ella. No revelaremos aquí la solución del enigma. Sólo señalaremos que, obviamente, entra de lleno en el plano natural.
A continuación, se detiene en los algoritmos genéticos (programas que reproducen los mecanismos evolutivos, como mutaciones y selección, para resolver diversos problemas), haciendo especial hincapié en que en ciertas aplicaciones, léase el diseño de antenas, pueden ofrecer mejores resultados que otros métodos clásicos.
Otra interesante aplicación tratada de la I.A. basada en la naturaleza, son los algoritmos-hormiga. Si las hormigas encuentran el camino más corto a una fuente de comida siguiendo el rastro de feromonas, los ingenieros han utilizado feromonas electrónicas en la determinación del mejor camino para acceder a un determinado contenido en la vasta Internet. Aquí aparece el concepto de emergencia, en el que a partir de reglas muy sencillas emerge un comportamiento, o digámoslo ya, una inteligencia, mucho más compleja.
La comparación entre máquinas jugadoras de ajedrez y sistemas automáticos de traducción de idiomas son un claro ejemplo de cómo las previsiones no siempre se cumplen. Se creía equivocadamente que la implementación práctica de los segundos era asunto trivial respecto los primeros. El tiempo ha demostrado que los traductores aún no son perfectos y que los programas de ajedrez están al nivel de los grandes maestros.
La segunda parte del libro intenta definir qué es la inteligencia, remarcando el hecho que a medida que se creaban máquinas “inteligentes” el concepto de inteligencia cambiaba, siendo cada vez más general. Encontramos aquí un extenso capítulo, de fuerte contenido biológico, dedicado a cómo se originó la inteligencia a partir de una molécula autorreproductora. E intenta responder a esta pregunta mediante la ayuda inestimable que ofrece la selección natural, viendo que las emociones y la lógica van ligadas y el cerebro se ha desarrollado favoreciendo la supervivencia del organismo.
Una vez analizada las inteligencias naturales, llega la hora de las artificiales en la tercera parte. Y empieza por el verdadero punto de partida: la serie de conferencias realizadas en el Darmouth College en el verano de 1956. En ella se reunieron una serie de expertos, entre ellos McCarthy que acuñó el término Inteligencia Artificial, que constituían los heraldos de dos maneras de plantear la IA. Una intentaba reproducir artificialmente las neuronas y que, con varios altibajos, ha llegado a nuestros días con notorio éxito en aplicaciones de búsqueda de patrones, reconocimiento de formas, etc; mientras que la otra buscaba reproducir un comportamiento inteligente sin importar cómo están construidas estas máquinas. De este último enfoque es la parte dedicada a los sistemas expertos, programas capaces de sustituir a un experto de una rama determinada (por ejemplo de diagnóstico de enfermedades de la sangre), donde Félix Ares muestra una conversación que mantuvo con Dr. Abuse, un programa que simula un psicoanalista.
En la última parte encontramos diversas aplicaciones actuales de la IA, siendo de especial interés el capítulo Cyborgs entre nosotros donde se muestran distintas aplicaciones de la cibernética en la medicina: marcapasos, retinas artificiales, implantes cocleares y sistemas que convierten las órdenes del cerebro en movimiento son los reyes de la función. Finalmente, apunta la posibilidad, cada vez más real, de conseguir implantes cerebrales.
La I.A. general (es decir, con cierta capacidad de generalizar) aún continúa generando disparidad de opiniones entre los expertos. Por una parte, existen los que consideran que es factible a largo plazo (más de 50 años), los que apuestan por el corto plazo y los que la consideran del todo imposible. Aquí el autor muestra las distintas argumentaciones, tomando partido por la más optimista.
Para finalizar, un único pero que no invalida el excelente resultado final. Servidor habría agradecido una mayor presencia de la Lógica Difusa en este apasionante viaje a través de la historia de la Inteligencia Artificial. Una pasión que se nota también la posee el autor por la materia y, que en una original pirueta alquímica logra lo más difícil, transmitirla íntegramente al lector interesado. Un lector que, en el caso que tenga ciertos conocimientos de la materia, aún puede disfrutar plenamente de las innumerables y sabrosas anécdotas que trufan esta pequeña joya divulgativa.