Los endebles fundamentos de la homeopatía
La homeopatía es una disciplina pseudocientífica que está muy lejos de poder ser considerada antigua, tradicional, o cualquier cosa similar. No obstante, tampoco es algo nuevo, y sus orígenes se remontan a hace poco más de dos siglos. Es sin embargo en los últimos años cuando ha ganado cierto favor social. Podemos adquirir medicamentos homeopáticos en las farmacias, licenciados en medicina la utilizan para tratar a sus pacientes e incluso algunas universidades se fijan en ella a la hora de ofrecer cursos formativos. Algunos la denominan “medicina alternativa”, si bien podríamos llamarla tranquilamente “pseudomedicina“. Afortunadamente para quien quiera estar informado, existen muchas fuentes en las que se advierte contra ella. Sin embargo yo querría dar otro enfoque en este artículo, intentando mostrar por qué la homeopatía no puede funcionar en base a nuestros conocimientos sobre las leyes físicas.
¿En qué se diferencian los tratamientos homeopáticos respecto de los de la medicina convencional o incluso de la medicina basada en productos naturales? En realidad, todas pretenden curar al paciente mediante métodos químicos. Cuando tomamos un medicamento o nos bebemos una infusión de manzanilla, estamos ingiriendo substancias que tendrán un efecto sobre nuestro organismo, ayudándonos a combatir la dolencia. A estas substancias se las conoce como principios activos. La homeopatía también los utiliza, sólo que siguiendo un criterio un tanto extraño: las substancias que nos ayudarán a curarnos son las mismas que pueden generarnos síntomas similares a los de la enfermedad. Ciertamente no existe ninguna justificación científica para esta idea tan peregrina a la que los homeópatas denominan “principio de similitud”, y deberíamos esperar que el consumo de medicamentos homeopáticos, lejos de curarnos, empeorase nuestro estado. Sin embargo esto no ocurre, puesto que realmente al tomar un medicamento homeopático no estamos ingiriendo tales substancias.