El Escéptico Digital - Edición 2014 - Número 265
Carlos Javier Álvarez González
El atractivo de las leyendas sobre casas encantadas y fantasmas es innegable. Y La Laguna, con sus históricos y antiguos inmuebles, cuenta con algunas de ellas. Quizás la más famosa sea la del fantasma de Catalina en la Casa Lercaro, actual sede del Museo de Historia y Antropología de Tenerife, una joven que según la leyenda hace unos siglos se quitó la vida en su noche de bodas al intentar ser casada contra su voluntad. Desde hace años, se cuentan anécdotas sobre el fantasma de Catalina y toda una serie de poltergeist asociados con ella: ruidos inexplicables, cambios bruscos de temperatura, luces que se encienden, sonidos de pasos, puertas que se abren solas, guardas de seguridad que renuncian a sus puestos de trabajo, alteraciones electromagnéticas (sea eso lo que sea), voces, sensaciones de frío, etc. Como es lógico, estas supuestas experiencias y leyendas han sido aireadas y publicitadas por los periodistas e “investigadores” del misterio, creyentes o crédulos y tanto locales como nacionales, como es el caso del programa pseudocientífico y acrítico “Cuarto Milenio”. Se cuentan al público como ciertas y sin un ápice de crítica o duda por parte de estas personas que se ganan la vida divulgando misterios inexistentes. Todo ello a pesar de que existen dudas serias sobre la existencia real de esta chica, a partir de la investigación del propio personal del museo, o de la más que probable inexistencia de un pozo donde supuestamente cayó y que, sin poder demostrarse y haciendo alarde de una cara dura considerable, fue detectado por una supuesta médium el año pasado.
Con el fin de comprobar la existencia de todo este elenco de fenómenos al parecer inexplicables, y sobre todo analizar si los mismos, en el caso de experimentarse, tienen una explicación física, naturalista y “terrenal”, un equipo formado por cinco profesores e investigadores de varias facultades de la Universidad de La Laguna y del Instituto Astrofísico de Canarias, casi todos miembros de ARP-SAPC, decidimos pasar parte de la noche en las dependencias del Palacio Lercaro. Este proyecto lo llevábamos barajando hace años, porque el buen rato y la diversión (o el miedo en estado puro) estaban asegurados. Durante más de tres horas, se obtuvieron numerosas fotografías de las estancias del palacio, analizamos los posibles ruidos anómalos percibidos, se registraron posibles cambios de temperatura de forma continua y estancia por estancia, e incluso dejamos grabadoras en varias habitaciones de la casa durante periodos de tiempo largos con el fin de captar posibles “psicofonías”, esos sonidos supuestamente atribuidos por los defensores de lo oculto a entes sobrenaturales. Se analizaron pormenorizadamente todas las estancias de la casa, particularmente la cocina; se hizo un recorrido a oscuras por toda la casa; se permaneció en silencio y atentos durante intervalos largos de tiempo; además, se visitaron concienzudamente los subterráneos y el jardín, donde supuestamente está el famoso pozo.
La conclusión fue contundente: sin rastro del fantasma de Catalina. Tampoco registramos ningún fenómeno que no pudiera atribuirse fácilmente a causas naturales. Algunos ejemplos son los siguientes: 1. Los únicos cambios de temperatura registrados fueron, como es lógico, en aquellas zonas con corrientes de aire, como la entrada de la famosa cocina, flanqueada por dos puertas una enfrente de la otra y que dan al patio. 2. En la segunda planta se encuentran numerosas vitrinas del museo, con estructuras frágiles y cristales que vibran, sobre viejas vigas de madera que conforman el suelo y que se mueven a la menor presión. El conjunto hace que los pasos de una persona o cualquier movimiento sean transmitidos a varios metros de distancia, produciendo un fenómeno curioso, como si alguien estuviera caminando lejos de donde nos encontramos. Esto lo comprobamos repetidamente. 3. Los estores, y debido al viento que se cuela por las rendijas, golpean con las paredes, produciendo ruidos lógicos. 4. Las vitrinas, próximas entre sí, producen reflejos de luces muy curiosos, sobre todo cuando se está a oscuras o con poca luz como las de linternas. 5. Tanto las voces que fueron grabadas como las percibidas por nosotros fueron las lógicas de personas que pasaban por las dos calles a las que da la casa. 5. Todos los sonidos grabados y percibidos correspondieron a los esperables en cualquier casa antigua como el crujir de las maderas o el viento colándose por rendijas. 6. Tampoco se encontró ninguna presencia fantasmal o extraña en las más de 150 fotos que hicimos. 7. La teleplastia tipo cara de Bélmez que un periodista local del misterio encontró en la cocina era francamente mala como pareidolia (ver más abajo): las tengo mejores en los azulejos de mi baño.
En resumen, no pudimos registrar ni el más mínimo fenómeno anómalo. Y sí que encontramos explicaciones físicas y naturales a muchas de las experiencias y fenómenos narrados por visitantes y supuestos investigadores crédulos de lo oculto. Pero quizás lo más interesante de nuestra estancia en Lercaro, y en mi caso como psicólogo y neurocientífico, es lo que nos dicen dichas experiencias sobre cómo funciona el cerebro humano. Un ejemplo claro es el siguiente: debido a que se produjo un cambio en el servicio, tuvimos la oportunidad de conversar durante nuestra estancia con dos guardias de seguridad que llevaban años trabajando en el palacio y en horario nocturno en muchísimas ocasiones. Preguntados sobre sus experiencias allí, el primero afirmó tajantemente que no había experimentado nada extraño, y que todos los fenómenos se debían al crujir de las maderas y a otras explicaciones como las encontradas con nosotros. Además nos confirmó que no creía en historias de fantasmas. Sin embargo, el otro guarda sí daba crédito a las narraciones paranormales, decía que “algo había” y que había tenido sensaciones inexplicables. Lo que ilustran las vivencias y explicaciones de estos dos guardas, con la misma experiencia y en la misma casa, es una propiedad de nuestro cerebro, y que se conoce en Psicología como profecía autocumplida o sesgo confirmatorio: nuestras creencias y expectativas pueden llevarnos a ver, oír o sentir aquello en lo que creemos o esperamos. Tendemos a buscar (y encontrar) explicaciones que cuadran con nuestras creencias y desechar aquellas que no. Y esto ocurre sobre todo ante estímulos físicos o ambiguos. Nuestro cerebro, en virtud de la evolución biológica del mismo, y porque ha sido adaptativo para nuestra supervivencia, se empeña en dar explicación incluso a lo que no la tiene. Es lo que se denomina pareidolia en Psicología de la Percepción, y ocurre cuando vemos caras o formas con significado en nubes, en montañas, en piedras o en azulejos. Estos dos fenómenos científicos, pareidolia y sesgo confirmatorio, consideramos que explican las supuestas vivencias sobrenaturales de la Casa Lercaro, de otras casas encantadas así como de otras muchas experiencias de tipo paranormal.
Las leyendas y cuentos sobre fantasmas y entes sobrenaturales tienen mucho atractivo. Son interesantes desde una perspectiva antropológica o etnológica. Y nos parece legítimo que sean explotadas como atractivo turístico o histórico. Pero una cosa es eso y otra bien distinta es lo que hacen “investigadores” irresponsables y crédulos, sin ninguna formación científica, o los periodistas que viven de vender misterios y ocultismo: hacer creer que dichos cuentos son reales. Esto sí que nos parece preocupante, porque conlleva un fomento de la irracionalidad, de la superstición, de la credulidad y del oscurantismo en detrimento del espíritu crítico y el escepticismo, propios de la Ciencia. Y esta preocupación fue la que nos llevó a vivir esta experiencia en Lercaro, siempre con la mente abierta y alertas y proclives a encontrar alguna evidencia, por mínima que fuera, de actividad paranormal. El resultado no pudo ser más negativo. Para terminar, solo me resta destacar la amabilidad y el trato de la dirección del museo, de sus trabajadores y administración así como de los guardas de seguridad, quienes hicieron posible este trabajo de campo. Gracias a todos.