Javier Armentia, astrofísico y Director del Planetario de Pamplona, escribió en 2014 estos artículos de respuesta a los horóscopos de los reyes, publicados en medios de comunicación. Hoy compartimos aquí estas reflexiones inteligentes y atinadas, y recomendamos el blog de Javier Armentia, Por la boca muere el pez.
MILENIO / DIARIO DE NOTICIAS - lunes 23 de junio de 2014
ES OFICIAL: ES VERANO
Ya pasó el día más largo del año y el Sol comienza poco a poco a declinar hacia el Sur, en un camino que a lo largo de los próximos seis meses irá haciendo que disminuya el día y aumente la duración de la noche. Aunque no nos parezca, con eso de los calores y demás. Hace unos años esto de las estaciones tenía hasta su anuncio oficial, ahora queda más perdido dentro de ese pandemonium de notas de prensa de organismos públicos y privados que conforman la realidad publicada. Lo que tenía su gracia, porque declarar oficialmente la entrada del verano es pretensión muy humana, quizá porque pretendemos que también esto de la naturaleza es cosa de opinión. O que las arbitrariedades humanas, por el contrario, son cosa de un cierto orden natural. Como la Monarquía o la sumisión de la hembra al varón que consagra en el primer caso la Constitución y en el segundo también la Iglesia.
Al hilo de esto, me acuerdo de que hace unos decenios sucedió que en uno de los más antiguos diarios monárquicos españoles se informó un día que un eclipse había cumplido su horario previsto, "según comunica el Observatorio Nacional de Madrid". Como si las revoluciones de los orbes celestes pudieran ser modificadas por el poder de un astrónomo, o necesitaran de una ley orgánica. Anteayer, en pleno ataque solsticial, otro diario monárquico y nacional decidió incluir entre los análisis del nuevo reinado un horóscopo de la real pareja. Imagino que ante la imposibilidad de decir nada interesante de algo que han convertido en tan consuetudinario como el tránsito aparente del Astro Rey tiraron de astrólogo. No consta que además un arúspice escrutara el vuelo de algunas aves, o se viviseccionara alguna alimaña para saber el destino adecuadamente. Pero la nota era oficial: seguimos siendo un país de borregos.
COSMOS / EL MUNDO . ES - lunes 23 de junio de 2014
LAS ESTRELLAS DE LA NUEVA PAREJA REAL
El horóscopo de la real pareja llega a ser noticia. A veces pensamos que los cielos nos pueden dar algún tipo de información útil, o al menos sorprendente, sobre un mundo que, sin embargo, tiene poco de esa caricatura que proporciona la creencia astrológica. Y ya hace miles de años nos lo avisaron, aunque aún no hayamos aprendido a ser escépticos.<
Carnéades (en griego era algo como Καρνεάδης) vivió hace más de dos mil doscientos años, y ejerció de filósofo en Atenas. Allí dirigió la Academa y se le atribuye precisamente la enorme capacidad de desarrollar argumentaciones que lejos del dogmatismo favorecen la duda. En aquella época, en el segundo siglo antes de nuestra era, estaba de moda en Grecia la astrología. Venía de Mesopotamia, donde la observación del cielo, de los movimientos y aspectos de los astros que se movían respecto de las estrellas fijas había permitido la elaboración de precisos calendarios, el desarrollo de sistemas de orientación, y toda una geometría que unía los cielos y la tierra. Era imposible no pensar que ese poderoso conocimiento nos daría también el poder de predecir los asuntos humanos.
La astrología nació casi necesariamente, y en la Grecia boyante y decadente se puso de moda. Nuestra vida estaba escrita en el cielo, y existía la mala estrella, los planetas propicios, el desastre (dis-aster) y los astrólogos disponían de su preciso mecanismo algebráico para leer lo que sucedía.
Pero a Carnéades las verdades eternas no le gustaban, le daba la sensación de que a lo más podemos llegar a considerar que algo será probable, o posible, que lo escrito no está grabado indeleble en los cielos, sino que el conocimiento debe ser sobre todo verosimil. Y el fatalismo le resultaba intolerable, al negar la libertad humana.
Así que como los astrólogos levantaban la carta natal de un niño recién llegado al mundo pretendiendo que ese diseño de las mecánicas celestes sería capaz de decir algo fundamental sobre cómo sería, qué le sucedería o cómo actuaría, Carnéades se opuso planteando tres cruciales objeciones, que han pasado a la historia porque nunca han podido ser adecuadamente respuestas por la creencia en la influencia de los astros.
- ¿Por qué tienen una vida tan diferente el príncipe recién nacido en el palacio y el hijo de la cocinera que nació esa misma noche en las cocinas del mismo palacio?
Los astrólogos nos han asegurado que ambos comparten cielo y horóscopo, pero su realidad social y económica será mucho más importante que ningún pretendido designio astral. Los nacidos con el rey Felipe o la reina Letizia saben que por muchas estrellas que compartan, nunca será su vida igual a la de aquellos. Todas las historias que se iniciaran el pasado jueves poco comparten con el nuevo reinado del monarca, por más que la astrología escriba una idéntica carta natal de esos sucesos.
Es cierto que algunos estudios han mostrado que no es lo mismo nacer antes del verano que antes del invierno en las regiones de latitudes templadas donde hay cambios climáticos y de luz de tipo estacional. El niño nacido de cara al buen tiempo pasará más tiempo en sus primeros meses de vida fuera de casa, en un entorno más rico que, acaso, podría afectar algo a su desarrollo, al menos comparándolo con uno que nació antes del invierno. Pero el orden dentro de la familia, ser el primero o el último de varios hermanos, está mucho más relacionado con diversas dimensiones de la personalidad, y eso no tiene nada que ver con la hora o el día de nacimiento.
- ¿Por qué se parecen más dos tracios entre si aunque nazcan en diferentes días, o dos judíos, que un tracio y un judío nacidos el mismo día en Atenas?
Carnéades no sabía de genética, pero todos sabemos que en parte nuestro destino está escrito por pertenecer a un grupo social y étnico. Chris Murray, doctor en medicina, coordina el Instituto de Métrica y Evaluación Sanitaria en la Universidad de Washington y dirigió un estudio que mostraba que uno de los factores que mejor predice la esperanza de vida es... ¡el código postal!. ¿No eran los genes los primeros en determinar la propensión a enfermedades? Sin duda, pero algo mucho más mundano como el lugar donde viven tus padres opera más allá de todas las tendencias, y desde luego de las pretendidas influencias astrales. En un mundo competitivo, como mostraba el estudio científico en la esperanza de vida en EEUU, los ricos atesoran no solo mejores condiciones de vida, acceso a los bienes, la salud y la educación, además de un mejor futuro laboral, sino que también acaban viviendo más que la gente de los barrios obreros. Por más que Marte se situara en el mismo aspecto en la casa natal de todos los nacidos ese día.
Realmente las dos primeras preguntas de Carnéades muestran que, por mucho que se quieran inventar influencias astrales, los genes, la cultura y la economía marcan más el devenir de los asuntos humanos. Le podremos echar la culpa al cielo, pero es más que nada para despistar.
Había una tercera objeción del sofista:
- ¿Tenían todos los que murieron en aquella batalla el mismo horóscopo avisando de su muerte?
La idea de que podemos conocer el destino interpretando una "fotografía" del cielo, una representación que además no tiene nada que ver ni con las distancias ni con los movimientos reales de los astros (los que podrían afectar realmente en sus influencias físicas) y que responde a una visión geocentrista de un Universo que ahora conocemos completamente opuesto a la idea antigua de lo divino y perfecto resultaba ya hace dos mil años absurda, repugnaba al intelecto. Sin embargo, la fuerza de una buena idea que promete algo tan sutil como dar una recomendación, o una pista, y basándose en algo que parece tan perfecto como es el cielo estrellado, explica por qué por mucho que se haya criticado desde la razón, y se haya combatido desde el dogma, la astrología siga siendo tan popular hoy día como para llegar a la primera página de los medios digitales (incluido este) a la hora de hacer un pretendido análisis de cómo será el nuevo reinado del monarca español.
Es cierto que se ha escrito tanto y sobre aspectos tan poco relevantes que encontrarse una carta astral de cómo son los nuevos reyes es casi inevitable. En el Planetario suelo preguntar a los adolescentes si conocen el signo del zodiaco que corresponde, según la astrología, al día de su nacimiento. Casi todos lo saben, e incluso muchos saben el orden de las doce figuras de los animales mitológicos, y hasta algunas características asociadas al carácter de los nacidos en esa época. Casi nadie, por el contrario, sabe localizar las estrellas de la constelación correspondiente en el cielo, y menos aún que, para colmo, el Sol no estaba en la constelación de su signo zodiacal, sino más de 30 grados más allá.
En ningún libro de texto, ni en los programas oficiales, está toda esa gramática astrológica que dominan los españoles. Ningún profesor tuvo que convencerles de que aprendieran ese listado ordenado tan farragoso como absurdo, y desde luego muchísimo más inútil que la lista de preposiciones o las excepciones de algunas reglas gramaticales. Sin embargo, a lo largo de los siglos, transmitimos este conocimiento estúpido e imposible dándole respetabilidad.&
No es raro, por lo tanto, que si hablamos de qué extensor de pestañas usó la Reina, acabemos permitiendo que nos cuenten cosas obvias e imaginarias sobre la real pareja, como si algo así pudiera estar "escrito en el cielo".
Nota:
Recomiendo una revisión crítica de la astrología, de la mano del astrónomo y periodista científico Miguel Ángel Sabadell en las páginas de ARP Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico: "¿Está escrito en las estrellas?"