Un (ahora) amigo me acaba de hacer llegar el siguiente texto que escribió y nunca publicó sobre la experiencia y sensaciones que le depararon aquellos días de octubre de 2011, en el mini-congreso que celebramos en L'Alfàs del Pi. Podéis revisitar algunos enlaces aquí mismo:
Crónica del congreso "Escépticos 2011: Antes del fin del mundo"
La Declaración de L'Alfàs
El vídeo de promoción
Para los "arqueólogos" esta fue la web que montamos para su gestión:
http://www.escepticos.es/congreso2011/congreso-2011.html
El caso es que, como decía, mi amigo Héctor (aka Ender) estaba "haciendo limpieza" y se ha encontrado con este texto que me ha hecho llegar.
¿Que queréis que os diga?: por cosas como esta vale la pena liarse y organizar eventos como aquel.
Os dejo con su "confesión" ;):
Yo era un magufo, sin más, años ha.
Ahora soy (creo) un escéptico, o estoy en camino de serlo.
Expondré unos hecho acaecidos el fin de semana pasado, en el que me encontré como por arte de ilusionismo en el centro de toda una jauría de animales sedientos de sangre magufa. Como aún recuerdo con viveza mis orígenes no pude más que temer que olieran mi miedo, que detectaran mis resquicios de irracionalidad, y se me lanzaran directos a la yugular para sorber sin piedad aquellos reductos enfermizos de falsas creencias los cuales sin duda marcaron mi infancia.
Fuí valiente, mucho. Vagué en solitario por las calles de un municipio alicantino al que le acaricia el mar con inquietud hacia un destino concreto pero incierto fijado meses atrás por alguien a quién desconocía. ¿Qué me llevó hasta allí? No lo sé, pero intuyo que cierta curiosidad hacia gente que pregonaba a los cuatro vientos que eran diferentes pero iguales, gente a los que les llamaban cerrados de mente pero ellos se esforzaban por hacer ver que es todo lo contrario, gente pedante en un principio pero llanos, accesibles, amigables, interesantes, lógicos... lo que yo siempre quise ser y me esfuerzo por ello a cada minuto que pasa.
Me senté el primero en la cena. Parecía ansioso por entablar conversación con los otros 38 comensales... aunque creo que lo dominé bien y en principio no se me notó.
La noche transcurrió sushi tras sushi,cerveza tras cerveza, cerveza tras cerveza y cerveza tras cerveza. Me enteré al día siguiente que algunos de esos compañeros de tropelías eran los protagonistas de las charlas. Me ilusionó el haberme ido de cañas con astrofísicos, filósofos, psicólogos y haber mantenido el tipo en las conversaciones... yo... un tío que no terminó el instituto por pura perrería. No me dio en absoluto la impresión de que fueran condescendientes conmigo (o igual lo fueron y yo no me enteré, habría que experimentar). Esa “gente lista” eran muchísimo más llanos que la mayoría de la gente que conozco con sus verdades absolutas, su cinismo, su falta de lógica y su poca (o nula en muchos casos) inteligencia emocional.
Estoy espeso. Los recuerdos de esa noche y el día siguiente se amontonan en mi cerebro oxidado después de tantos años de no memorizar un solo dato más allá de los que a mi me interesan y resultó ser que esos datos que yo tenía por inútiles hay otras personas que hacen de ellos su pasión, su trabajo, su ocio. ¡Qué envidia exponer datos que unos siente como propios! ¡Qué suerte poder enseñar a niños y adolescentes cómo funciona una estrella! ¡Qué placer el disfrutar enseñando ciencia! ¡Qué disfrute el gritar a los cuatro vientos nuestra conexión con el cosmos!
Las charlas fueron magistrales. Las amistades fugaces pero intuyo que algunas cristalizarán a través de la red. La impresión general para una persona como yo, poco acostumbrada a ese tipo de eventos es que ojalá los hubiera todos los fines de semana, y me hizo feliz que toda esa gente expusiera sus ideas desde una perspectiva acorde con la realidad. Me emocionó estar entre tanta gente que se reía con lo que yo me reía, que le molestaba lo que a mí y que se apasionaba con lo que a mi me apasiona. Existía una especie de conexión mística (¡¡¡maguuufo, maguuufo!!!) entre todas las personas que había en la sala. La curiosidad salía por las ventanas. Una luz fluorescente formada por la energía de cerebros pensando y funcionando hacía resplandecer el centro social. Sin duda detectaron toda esa actividad en alguna galaxia muy, muy lejana.
Necesitaré un par de semanas para digerir todas esas emociones.
Yo era un magufo, sin más, años ha.
Ahora soy (creo) un arpío, o estoy en camino de serlo.