EL ESCÉPTICO DIGITAL
Edición 2009 - Número 4 (230) - 4 de abril de 2009
Javier Armentia Fructuoso
Imaginen que mañana el periódico abriera la portada con una exclusiva con pruebas de que un gobierno mintió deliberadamente al público, ocultando algo que podría ser fundamental para el futuro de toda la humanidad. Imaginen que al día siguiente se demostrara que toda esa noticia era falsa y que simplemente en el periódico no se habían enterado de la realidad porque no habían mirado en Google, y desde luego estaba claro que no habían consultado fuentes autorizadas. Imaginen que al día siguiente el periódico no sólo no pidiera perdón ni diera explicación alguna, sino que esta vez el titular sorprendente incluyera una foto que revelaba un oculto secreto que se había hurtado al conocimiento público, y que el artículo implicara a las autoridades competentes de actuar, cuando menos, con desidia.
Pero piensen en que se destapara luego que esa foto era un montaje manipulado aunque el periódico, en sus trece, tampoco reconociera ningún error. Imaginen así una vez tras otra, que se demostraran investigaciones deficientes, manipulación de los datos y de las declaraciones, y muchas otras conductas de un tipo de periodismo que no es precisamente el que uno puede defender como periodismo veraz, responsable y comprometido.
Si eso pasara, no sería con mi silencio, nunca, aunque ello supusiera escribir la columna más triste de las que he hecho siempre con entera libertad y cariño en este DIARIO DE NOTICIAS. Pues bien, este periódico incluye desde hoy una colección de libros en los que se coloca ese tipo de práctica exagerada, desinformada y poco ética como poco, bajo el marchamo de periodismo de investigación, con unos misterios sin resolver que son puras ficciones interesadas. Y tengo que avisar de que es un error enorme, una afrenta al periodismo de verdad, algo que no debería venir con un diario que afirma que sus lectores somos los relevantes. Así de triste, esa colección llena de basura. ¿Somos lo que leemos? Espero que no.