A través de El BOE nuestro de cada día (https://civio.es/el-boe-nuestro-de-cada-dia/ ) nos enteramos de que ha quedado inscrita en el Registro de Fundaciones la fundación ABIO. Entre sus fines, según consta en la base de datos de fundaciones del Ministerio de Justicia (http://fundosbuscador.mjusticia.gob.es/fundosbuscador/DetalleFundacion.action?idFundacion=17652&index=1&lang=es_es ), se encuentran “la promoción y fomento de las medicinas naturales, entendidas tales como aquellas que prescinden del uso de compuestos químicos sintéticos, y especialmente, las medicinas basadas en la consideración de la persona como ser vivo, la capacidad del ser humano para la autocuración, las energías sutiles y los remedios sencillos.”
En la mencionada página de Civio, la periodista Eva Belmonte explica que una entidad requiere, para ser reconocida como fundación (con los beneficios fiscales que ello implica), que sus fines sean considerados de “interés general”, una definición que la Ley de Fundaciones admite que es amplia. “Pero, ¿quién decide si los fines de una entidad son o no de interés general? Lo hace el Protectorado de fundaciones (https://www.msssi.gob.es/fundaciones/protectorado/home.htm ), un organismo dependiente del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, que debe emitir un informe sobre si ese requisito se cumple o no”, informa Belmonte.
Así pues, un organismo gubernamental español está dando indirectamente respaldo a que se promueva el prescindir de fármacos, la autocuración, las “energías sutiles” y los “remedios sencillos”, así como la idea de que las medicinas “no naturales” no consideran “a la persona como ser vivo”. ABIO podrá esgrimir su carácter de fundación y, por tanto, el interés general de sus actividades, para solicitar subvenciones o también, se nos ocurre, para buscar la colaboración de entidades públicas para cursos y charlas en los que divulgar su visión de las medicinas naturales.
Según el artículo 43 de la Constitución Española, los poderes públicos son responsables de tutelar la salud pública y fomentar la educación sanitaria. El de ABIO es solo un caso pero viene a mostrar cómo la pseudociencia no encuentra obstáculos para alcanzar unos beneficios y una respetabilidad que, en nuestra opinión, no debería tener.