Del blog de Yamato, El Fondo del Asunto:
http://yamato1.blogspot.com/2011/02/la-llamada-al-112.html
16 de febrero de 2011
La llamada al 112
Ocurrió el pasado cuatro de febrero. Mi amigo Guillermo y yo íbamos camino de Zaragoza, donde al día siguiente nos tomaríamos una terrible sobredosis de un sedante que finalmente nos produjo, como esperábamos, un sabor empalagoso en la boca (para que luego digan que la homeopatía no produce efectos adversos). Ya era prácticamente de noche, y acabábamos de tomar la Autovía Mudéjar desde Sagunto, cuando apareció frente a nosotros un coche situado en sentido contrario a la marcha, en nuestro carril izquierdo.
El vehículo se habia parado y estaba haciendo luces, así que al menos se había dado cuenta de la situación, pero no dejaba de ser un peligro. Así que mi compañero de viaje llamó inmediatamente al 112, hablando con un operador que le dijo que ya habían recibido varios avisos y que la Guardia Civil de Tráfico se encontraba en camino.
Puede parecer que aquello fue una anécdota sin importancia (hasta donde he podido averiguar no ocurrió ningún accidente, afortunadamente). Sin embargo, contagiado del espíritu de algunos de los comentaristas de este y otros blogs críticos con las pseudociencias en general y las pseudomedicinas en particular, creo que merece la pena hacer un análisis más detallado del incidente, y en concreto de la llamada al 112.
Para empezar, si recapitulamos lo sucedido nos daremos cuenta de que no nos pasó nada. Sí, vimos el coche y nos dio un buen susto, pero pudimos continuar el viaje sin más inconvenientes que el descubrimiento de que entre Teruel y Zaragoza la autovía no cuenta con ninguna área de servicio en la que tomarse un café o echar un pis. De modo que, ¿por qué llamó Guillermo al 112, si no tenía ningún interés personal en el asunto? ¿Estaría a sueldo de... no sé, las compañías de seguros del ramo del automóvil? Y no, no se rían: la pregunta es estúpida, por supuesto, pero también lo es la acusación de que criticamos a la homeopatía porque estamos a sueldo de las industrias farmacéuticas (de las no homeopáticas, claro; bueno, y de Merck tampoco), y basta con echar un vistazo a los comentarios de este o cualquier otro blog crítico para ver que es una afirmación bastante corriente.
Como lo es decir que la medicina "alopática" causa más víctimas que las "terapias alternativas" que criticamos. Lo cual es cierto, sí. Igual de cierto que el hecho de que la conducción en sentido reglamentario causa más víctimas que los conductores suicidas. Lo que ocurre es, sencillamente, que en ninguno de los dos casos son magnitudes comparables: hay muchos menos conductores circulando en sentido contrario que en sentido correcto, suelen recorrer menos kilómetros (porque se dan cuenta del error y logran dar la vuelta, porque interviene la Guardia Civil de Tráfico o, en fin, porque su recorrido acaba en accidente) y frecuentemente ocurren a horas y en lugares de escaso tráfico. Pero la cosa cambia si hacemos la comparación caso por caso: conducir en sentido contrario es muchísimo más peligroso que hacerlo en sentido correcto, al igual que confiar el tratamiento de una enfermedad real a una terapia ineficaz (y a veces hasta potencialmente nociva) es mucho más peligroso que acudir a otra con criterio científico.
También podríamos criticar al pobre Guillermo (vale, mañana te pago un café) por su falta de respeto a "otras formas de entender la circulación". Igual que muchos creyentes no soportan que tengamos la osadía de criticar "otras formas de entender la medicina", "la biología", "la existencia", "la ciencia" o lo que sea, sencillamente porque esas "otras formas" sean una completa majadería. O porque sean peligrosas: recuerden si no las reacciones de los antivacunas cuando alguien intenta explicarles que lo que hacen es un verdadero disparate. Por mucho que digan que lo hacen en nombre de "la libertad", como quizá podría también argumentar el anónimo conductor suicida.
Y, ya puestos, hasta podríamos decir que Guillermo no tiene ni puta idea de conducción, que es otra acusación la mar de socorrida en estas ocasiones, y que no necesita más explicación. La acusación, digo: los que la emplean jamás se rebajarán a explicarnos por qué opinan que no tenemos ni puta idea, probablemente porque si lo hicieran dejarían claro que, en realidad, los ignorantes son ellos. Descubrir que un vehículo circula por el carril contrario no requiere grandes conocimientos, la verdad, pero las críticas a las pseudociencias que podemos encontrar en muchas webs y blogs escépticas demuestran que sus autores suelen conocerlas más y mejor que los propios creyentes. Cosa que, bien pensada, tampoco resulta tan extraña, ¿verdad?
Se podría decir también que Guillermo intentaba ocultar lo que en realidad era el aterrizaje de una nave procedente de Ganímedes (sí, con el acento cambiado, que es el uso aceptado en ufología) achacándolo a un fenómeno mundano y trivial, como un coche en sentido contrario a la marcha. Y antes de reírse echen un vistazo a las críticas que recibe Juan Carlos Victorio cada vez que explica que si un testigo afirmó ver un ovni donde estaba en ese momento la luna llena, pero no vio la luna llena, probablemente lo que viera fuese... exacto, la luna lunera y cascabelera.
Y se podría decir, en fin, que la llamada de Guillermo, o mi relato de los hechos, o este blog o, en fin, la realidad misma que nos rodea, no es más que una parte de una elaborada trama montada por el gobierno extraterrestre reptiliano que domina el mundo y blablabla. De lo cual no les pongo enlaces a modo de ejemplo por respeto a su salud mental; la de los autores de los enlaces hace tiempo que dejó de existir.
Vamos, que se podrían decir muchas cosas. Y también se podría decir que Guillermo llamó al 112 por simple civismo, igual que él y yo, junto con varios cientos de personas de todo el mundo, nos tomamos una sobredosis homeopática simplemente porque queremos llamar la atención sobre el hecho de que la homeopatía es, en el mejor de los casos, un timo, y en el peor un timo que puede llegar a ser mortal. O que critiquemos a las pseudociencias y a las supersticiones sencillamente porque nos parece lo correcto, sin necesidad de buscarle al gato más pies de los que realmente tiene.
Dicho sea con todo el respeto que nos merecen quienes consideran que tanto la cantidad de pies que tiene un gato como cualquier otro dato objetivamente verificable que podamos imaginar es, en realidad, una cuestión opinable que hay que examinar con la mente abierta a nuevos paradigmas. O sea, ninguno.