Edición 2010 - Número 6 (239) - 5 de junio de 2010
Javier Armentia Fructuoso
(Artículo publicado originalmente en Diario de Noticias - Milenio y extraído de la bitácora Por la boca muere el pez)
Hace unos meses comentaba lo de las timopulseras holográficas: tenemos tal incultura que nos cuelan el tocomocho en cuanto mencionan cosas como las energías naturales, el equilibrio universal y zarandajas pseudocientíficas. Está claro que si en un anuncio aparece un tío con gafas y bata blanca, el producto adquiere aura de respetabilidad y que si los famosos exhiben una marca, la misma se vende más. Los viejos mecanismos siguen funcionando. Ahora las asociaciones de consumidores se suman a la denuncia de estos productos milagreros. Ya era hora, y ojalá tengan suerte. Aplicando la ley con firmeza todos esos productos de los que se afirman maravillosos resultados para nuestro bienestar deberían retirarse de los escaparates, en tanto en cuanto no demuestren que sus promesas son verdaderas y que su publicidad no es engañosa.
Cierto: nos quedaríamos sin la mitad de esos productos que incluso ponen "de venta en farmacias". Sería un alivio, sobre todo cuando uno se entera de que casi toda la homeopatía que se sigue vendiendo con el aval de esas farmacias y de los colegios médicos está en situación cuando menos irregular y la Agencia del Medicamento lo deja pasar simplemente porque es una cosa popular y de buen rollo. Leo el necesario libro “La homeopatía ¡vaya timo!”, del médico Victor J. Sanz y no entiendo cómo semejante patochada se sigue tomando por medicina. Y eso no es nada en comparación con quienes venden, en nuestra misma ciudad, terapias presuntamente energéticas que, dicen, curan el cáncer porque al fin y al cabo la medicina oficial no sabe nada. Y eso lo hacen, con irresponsabilidad manifiesta, médicos colegiados. Unos y otras venden productos milagro, terapias falsas, todo mientras la administración mira hacia otro lado, quizá porque con tanto vendendor de bálsamos de fierabrás la gente no llena las colas de la sanidad pública.