El socio Víctor Javier Sanz Larrinaga acaba de publicar su tercer libro en la colección ¡vaya timo!. Después de desenmascarar la homeopatía y la acupuntura, ahora le toca el momento de las mal llamadas terapias espirituales.
Para el espiritualismo, como es obvio —escribe el autor—, las causas de las enfermedades son, en última instancia, de naturaleza espiritual. Desde este punto de vista, las causas que describe y estudia la medicina científica (virus, bacterias, disfunciones hormonales, alteraciones genéticas, etcétera) son simples comparsas. La causa real de la enfermedad, la fundamental, la que prepara el terreno, es de carácter espiritual. Esto explica, según los espiritualistas, que las terapias materialistas de la medicina científica (farmacología, genética, cirugía, etc.) nunca consigan curar de raíz la enfermedad, puesto que ella no es material en su origen. [...] Estas fantasías terapéuticas, propias del pensamiento precientífico, han vuelto a renacer en pleno siglo XXI en forma de 'medicinas alternativas y complementarias'. Todas las terapias descritas en este libro son un buen ejemplo.
Hace unos años —escribe Mario Bunge en su prólogo—, el autor de este libro descubrió que algunos de sus pacientes sufrían no sólo de alguno de los males habituales, sino también de una ilusión dañina: creían en la eficacia de una de las numerosas terapias ‘espirituales’ que se vienen fabricando y vendiendo desde los albores de la civilización. En tiempos pasados, las pseudomedicinas eran practicadas por chamanes o médicos-brujos, y los pseudomedicamentos eran vendidos en ferias por charlatanes que se enrollaban culebras en el cuello para llamar la atención de los paseantes. Eso sucedía antes. Desde entonces hemos progresado: hoy las terapias espirituales se encuentran también en universidades y en clínicas médicas prestigiosas. A mi mujer le recomendaron acupuntura en el famoso Royal Victoria Hospital de Montreal, y a mí me aconsejaron agüita homeopática en el recinto de una academia de medicina
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