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el escéptico (Junio 1998)
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un servicio público, sino todo lo
contrario: no dudan en recurrir
a la imbecilidad con tal de hacer
negocio. El nacimiento de
Millennium es buena muestra de
ello. Vía Digital es una sociedad
participada mayoritariamente
por Telefónica (35%), pero en
cuyo accionariado están presen-
tes RTVE (17%), TV3 (5%) Tele-
Madrid (4%) Canal 9 (2%) y
TVG(2%), cadenas que los espa-
ñoles soportan con sus impues-
tos y cuyos contenidos rozan en
muchos casos la telebasura, que,
como denunciaron el 28 de no-
viembre numerosas organizacio-
nes y particulares, es “una for-
ma de televisión caracterizada
por explotar el morbo, el sensa-
cionalismo y el escándalo como
palanzas de atracción la audien-
cia”.
La existencia de este nuevo
canal dedicado a la divulgación
de lo paranormal evidencia que
los gestores televisivos no tienen
ningún tipo de escrúpulos a la
hora de recurrir a un género
que, como advirtió el comenta-
rista político Federico Abascal al
día siguiente de hacerse público
el Manifiesto contra la ‘teleba-
sura’, produce, “por un lado, el
entontecimiento progresivo e
involuntario de un sector de la
población y, por otro, el enton-
tecimiento voluntario, desgana-
do y hasta irritado de otro sec-
tor”. Y, lo que en este caso es más
grave, Millennium nació mes y
medio después de que numero-
sas asociaciones de consumido-
res, vecinales, sindicales y otras
ARP incluida
, además de de-
cenas de intelectuales, suscribie-
ran el manifiesto antes citado
con la intención de “suscitar un
debate social que permita llegar
a proponer un código ético de re-
gulación de los contenidos tele-
visivos” para limitar al máximo
la difusíón de, entre otras cosas,
“mensajes esotéricos, milagreros
y paranormales, presentados de
forma acrítica y en el mismo pla-
no de realidad que los argumen-
tos científicos”.
Telefónica y sus socios públi-
cos y privados ya han emitido su
veredicto: mientras haya gente
que quiera consumir basura, Vía
Digital se la proporcionará. Así,
sin más. Poco importa que des-
de tribunas autorizadas se haya
apoyado la necesidad de poner
coto a la telebasura, que, acerta-
damente, el periódico El País (29
de Noviembre de 1997) calificó
de “producto perfecto de cierto
estilo de vida que se ha puesto
en boga. Y es reflejo exacto de
esa oscilación entre el
amarillismo periodístico, la
espectacularización de la infor-
mación, más o menos tergiver-
sada, y los intereses, torticeros
o legítimos, de quienes mueven
ese instrumento de poder [la te-
levisión]”. Lo de Vía Digital no es
que sea sorprendente
las tele-
visiones públicas españolas nun-
ca se han caracterizado por sus
principios deontológicos
−,
pero sí
indignante. Porque no sólo hace
oídos sordos a un sentir genera-
lizado entre los consumidores y
la intelectualidad, sino que fi-
nancia su embrutecedor proyec-
to con el dinero de todos los con-
tribuyentes. Y eso es una burla
al ciudadano por parte de los
máximos responsables de los
gobiernos que controlan los ca-
nales públicos que forman parte
del accionariado de la empresa
auspiciada por Telefónica.
Ante fenómenos como el de
Millennium, que se justifican ex-
clusivamente en hacer negocio al
precio que sea, sólo cabe mani-
festar desde estas páginas el más
absoluto rechazo. Y animar a to-
dos aquéllos que se sientan in-
sultados por Vía Digital y sus
socios a que se pongan en con-
tacto con ARP para articular una
respuesta contundente frente a
quienes, desde instituciones pú-
blicas, se presentan como defen-
sores del interés general y optan
por el negocio de la irracionali-
dad, del engaño.
ERNESTO J. CARMENA