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(Junio 1998) el escéptico
n el país del que inventen ellos, sentencia nacida
de esa amargura de Unamuno, pero utilizada a me-
nudo torticeramente para justificar todo tipo de des-
manes y mantener un statu quo en el que la cien-
cia no es parte de la cultura, sino algo a modo de
excrecencia o tumor maligno que podría separar a Espa-
ña del papel de bastión de un Occidente retrógrado, la
lucha por la libertad de pensamiento, por la libertad de
crítica, por un sentido humanista sin ataduras a dogmas
o convenciones ha sido, y sigue siendo, cosa de pocos. El
que esos pocos hayan sido, o sean, importantes luces del
pensamiento de poco ha ido valiendo. Apostar por la ra-
zón, por la discusión no
amordazada por las pre-
concepciones o fes reli-
giosas, lo sabemos, no ha
sido precisamente de in-
terés general. Sería pro-
lijo analizar las razones
de todo tipo que han per-
mitido que nuestro país
haya olvidado esta pata
del taburete cultural, la
de la cultura científica.
Pero ese cúmulo de cau-
sas históricas, políticas,
religiosas o económicas
han conformado el mar-
co en donde actuamos.
No nos gusta, eviden-
temente, y por eso inten-
tamos cambiar algo el
mundo. Dejar constancia
de nuestra apuesta por el
conocimiento científico,
de nuestro apoyo a la ra-
zón, a lo razonable, supone así una cierta obligación éti-
ca. Especialmente cuando, además, en la percepción que
la sociedad tiene de la ciencia se mezclan conceptos erró-
neos, falsedades o creencias sin base alguna que poco a
poco han ido no sólo comiendo el escasísimo terreno de
que dispone la ciencia, sino formando una especie de mu-
cosidad que cubre todo lo demás.
Hace trece años, un conjunto nada homogéneo de per-
sonas interesadas en este proceso de acrítica aceptación
de lo paranormal
−
por llamarlo de alguna manera
−
formó
un grupo, Alternativa Racional a las Pseudociencias (ARP),
como foro de discusión y denuncia de estas prácticas. En
el fondo y en la forma, ARP suponía una apuesta por el
avance del conocimiento científico, una convicción de que
Una nueva era
E
JAVIER ARMENTIA
no hay que tirar la toalla ni dejar que los
iluminados campen a sus anchas. En este
último año, la labor de ARP se ha visto re-
novada con nuevas aportaciones, de profe-
sionales y aficionados de muchos campos
de la actividad intelectual. Ello ha sido po-
sible gracias a la popularización de esa nue-
va ágora que supone Internet. Y ha sido ca-
paz de prender una nueva mecha en esta
apuesta por la cultura científica: una ver-
dadera explosión que ha traído consigo, a
modo de refundación, un nuevo plantea-
miento de nuestra apues-
ta. Así, hace bien poco, de
ARP ha nacido un nuevo
colectivo, ARP - Sociedad
para el Avance del Pen-
samiento Crítico.
Estamos convencidos
de que no sólo es un cam-
bio de nombre, sino una
labor aún más ambicio-
sa, en la que son bienve-
nidas todas las manos
que quieran trabajar.
Igualmente, de lo que na-
ció como un pequeño bo-
letín informativo, y traba-
josamente se convirtió en
una sencilla publicación
de referencia sobre el
pensamiento crítico y es-
céptico, nace ahora EL
ESCÉPTICO, una revista
que no esconde su
militancia, y que por ello
se va haciendo completamente necesaria.
Esperamos que, en el cambio, todos ga-
nemos algo, sin dejarnos nada ni a nadie
en la mudanza. Pero no debemos olvidar
que está casi todo por hacer. Y por ello, para
ello, necesitamos vuestra ayuda. Sé que, a
pesar de estas palabras sin duda demasia-
do épicas, os animaréis a trabajar con no-
sotros.
Javier Armentia es director del Planetario de
Pamplona y presidente de ARP - Sociedad para
el Avance del Pensamiento Crítico.