n las discusiones so-
bre temas paranor-
males, se muestran a
menudo tres postu-
ras bien definidas. La de los
llamados cabras, es decir,
escépticos recalcitrantes; y
las de las dos variedades de
crédulos: los ovejas, o cré-
dulos relativistas, y los bo-
rregos, también conocidos
como crédulos militantes.
Así, en una discusión so-
bre psicofonías, un borre-
go dirá: Las psicofonías
son un hecho demostrado,
¿no las habéis oído por te-
levisión?, y añadirá que su
causa son espíritus parlan-
chines, energías psíquicas,
fuerzas inmateriales, esto,
lo otro y lo de más allá (so-
bre todo, lo último). Un ove-
ja adoptará una postura de
mente abierta: Las psicofonías son hechos
extraños pero reales, nuestra ciencia actual
no puede explicarlas, pero sin duda, en un
futuro no muy lejano el trabajo científico
de nuestros parapsicólogos nos dará una
explicación. El cabra tipo doméstico será
benevolente: Lo más seguro es que sean
malinterpretaciones de los ruidos de fon-
do, tal vez arrugas o deterioros de la cinta.
Sin embargo, el tipo montés sentenciará:
¡Burdas falsificaciones!.
Habitualmente, los creyentes en los fe-
nómenos paranormales, tanto ovejas como
borregos, defenderán sus argumentos acu-
sando a los cabras de tiránico dogmatismo.
Dirán que no se puede rechazar de plano
ningún hecho susceptible de ser investiga-
do y que es nuestro deber tomar una posi-
ción más flexible, que nos permita aceptar
nuevas teorías y descubrimientos por muy
asombrosos que sean. Ejemplos encontra-
mos en todas partes:
1. Pretenden que todo es falso, que no
hay nada y que es necesario ceñirse en
todo y para todo a la ciencia (aun sien-
do la ciencia del siglo XIX). Todo el mun-
do sabe que están obligatoriamente en
contra y sólo escuchan los que están
convencidos de antemano (...). ¿Por qué
no intentar un estudio objetivo de los
fenómenos verdaderos o supuestos, tra-
tar de extraer lo verdadero de lo falso y
hacer razonar a la gente a partir de en-
tonces, después de un estudio previo y
no antes? (...). Yo siempre he sido ene-
migo del fanatismo, de la santurrone-
ría y de la superstición. Y yo os juro
que ellos prostituyen a la diosa Razón
en curiosas circunstancias y muy a me-
nudo (...) la Razón es mucho más gran-
de que nuestros pequeños razonamien-
tos, y sabe admitir un hecho, aunque
el mismo parezca inconcebible para la
ciencia de hoy en día [Chauvin, 1973].
2. Existe un concepto ochocentista de
la ciencia que aún hoy está divulgadí-
simo, escepticismo de tipo macizo y ele-
mental (...). Si la ciencia quisiera des-
conocer esta vasta extensión, no haría
sino abandonarla a las más deplorables
interpretaciones extracientifícas, con
un daño irremediable para el progreso
del conocimiento humano [Talamonti,
1986].
3. Por el contrario pensamos que todos
aquellos que crean en la regla de la ra-
zón deberán examinar la investigación
de fenómenos paranormales con men-
talidad abierta, y ponerse a pensar en
la manera de ampliar los límites de
nuestras teorías presentes con el fin de
poder incluir estos fenómenos [Costa
de Beauregard y otros, 1980].
Así podríamos seguir dando ejemplos ad
nauseam, pues siempre se suple la falta de
argumentos sólidos con una imperiosa ne-
cesidad de mente abierta. Los cabras domés-
ticos generalmente se intimidan y temen ser
acusados de cerriles, reconociendo tácita-
mente hechos que en ningún caso están de-
mostrados. Es decir, se van a pastar a los
prados de discusión de los ovejas, donde se
encuentran hierbas menos ásperas, pero
más insípidas. Esta postura
−
advierte Isaac
Asimov
−
da como resultado el que muchos
científicos vacilan en atacar los diversos gé-
neros de insensateces que circulan por la
sociedad, por temor a hacer un mal papel y
parecer dogmáticos y de mente cerrada
[Asimov, 1982].
Algunos miembros de ARP se sienten in-
capaces de salvar tal argumentación y, a
La Academia de Lagado
No podemos impedir
−
ni sería deseable
−
que un chiflado exponga sus
teorías, ni que un farsante se acerque al público, pero no permitamos
que ni chiflados ni farsantes
−
ni políticos
−
tomen las riendas del saber
LUIS ANGULO SUARDIAZ
36
(Otoño 1998) el escéptico
E
...Y el capricho prendió con
tanta fuerza entre la gente
que no hay una sola ciudad
en el reino sin una academia
semejante. En tales centros
los profesores ingenian
nuevas reglas y métodos de
agricultura y construcción, y
nuevos instrumentos
y herramientas para todos
los trabajos y artesanías, con
los cuales (según prometen)
un hombre hará la tarea de
diez y en una semana
construirán un palacio (...).
El único inconveniente es que
ninguno de estos proyectos se
ha perfeccionado todavía, y
en el ínterin, el campo yace
miserablemente baldío,
las casas en ruinas y la gente
sin alimentos ni vestidos.
Jonathan Swift
Los viajes de Gulliver
menudo, consideran que están rechazando
proposiciones de los pseudocientíficos de
forma intuitiva y sin bases sólidas en las
que apoyarse, y, claro, esta forma de ac-
tuar no es demasiado racional. Además,
tampoco puede ser compatible con uno de
los puntos mas importantes del ideario de
la asociación: ARP no rechaza los hechos
a priori, antes de investigarlos, sino que los
examina objetiva y cuidadosamente antes
de manifestarse al respecto. Lo que repre-
senta una muy alabable actitud de mente
abierta.
Un defensor de lo paranormal nos abru-
mará con nombres, fechas, estadísticas, fra-
ses
−
muchas de reputados científicos
−
, li-
bros, referencias, artículos, universidades,
laboratorios, institutos, etcétera, que acos-
tumbran, a su vez, responder mayormente
a malinterpretaciones, invenciones, false-
dades, autoengaños y ambigüedades. Aun-
que bien es cierto que a nadie le es posible
dominar con absoluta soltura todos los cam-
pos en los que se difunde la locura para-
normal, no suele ser difícil demostrar la in-
consistencia de las afirmaciones de la cien-
cia patológica. En primer lugar, observar la
cantidad de contradicciones que se pre-
sentan entre las proposiciones para-
normales y los conocimientos de la pérfida
ciencia oficial nos indicará en buena medi-
da con qué velocidad podemos rechazar las
primeras. Además, debemos tener en cuen-
ta, como nos señala Richard P. Feynman,
que somos lo suficientemente ingenuos, tor-
pes y tontos como para comprender que qui-
zá nos estén engañando. No es necesario
atesorar cinco o seis doctorados en cien-
cias para darnos cuenta de las contradic-
ciones entre ciencia y paraciencia: sincera-
mente, considero que el nivel de conoci-
miento de un estudiante de BUP es más que
suficiente en la mayoría de los casos. Re-
sumiendo, con un examen objetivo, cuida-
doso y exhaustivo de unos diez minutos, po-
demos rechazar la mayoría de las pseudo-
ciencias sin necesitar ningún tipo de expe-
rimentación. Como diría Wolfgang Pauli:
¡Esto está mal! Dummheit, tontería, ton-
tería. Unsinn, ¡falsch! Váyase a casa.
Volvamos a nuestros agrestes prados
dialécticos, y démosle la vuelta al argumen-
to. Cuando se afirma un fenómeno para-
normal, al mismo tiempo se están negando
a priori los
conocimien-
tos normales
y sólidamen-
te estableci-
dos
−
además
de insultan-
do la inteli-
gencia de los
científicos
−
.
Hay que tener la mente lo suficientemente
abierta como para no negar las evidencias
si no se tienen abundantísimas razones
para ello, simplemente la navaja de Occam.
el escéptico (Otoño 1998)
37
Quizás algún lector piense que no es tan
fácil rechazar así, a priori, lo paranormal,
incluso que me paso de dogmático y cerril,
y que tal y que cual. Bien, intentaré demos-
trar que no es cierto. En el numero 26 de
La Alternativa Racional, un lector, Xavier
Souto Suárez, escribía diciendo que desea-
ba conocer resultados de las investigacio-
nes de los escépticos sobre lo paranormal y
señalaba a las psicofonías como ejemplo in-
teresante desde el punto de vista de la ex-
perimentación [Souto Suárez, 1992]. Con-
cédanme diez minutos.
‘Umsología’
o la investigación inútil
Antes de entrar en materia, tendremos que
definir qué es una psicofonía, y además, si
es apropiado aplicar tal nombre al fenóme-
no al que se refiere. Según Sinesio Darnell,
famoso umsólogo, una psicofonía es un fe-
nómeno paranormal en el que voces que no
son de origen acústico graban cintas
magnetofóni-
cas, son vo-
ces no audi-
bles directa-
mente por
nosotros, de
procedencia
desconocida
y que se com-
portan inteli-
gentemente [Darnell, 1989]. Fernando Ji-
ménez del Oso es más escueto: Puede lla-
marse psicofonía al registro en cinta mag-
nética de voces y sonidos cuyo origen y na-
Konstantin Raudive, estudioso y gran propagandista del Fe-
nómeno de las Voces Electrónicas (EVP), fallecido en 1974.
Hay que tener la mente
lo suficientemente abierta como para
no negar las evidencias si no se tienen
abundantísimas razones para ello
38
(Otoño 1998) el escéptico
turaleza escapan a la ciencia actual [Ji-
ménez del Oso, 1990]. Yo lo seré aún más:
son sonidos de supuesto origen desconocido
que están grabados en una cinta. Por tan-
to, considero inadecuado el nombre que se
aplica a dicho fenómeno, pues parece indi-
carnos directamente su supuesto origen:
psico se refiere a mente. Esto es lo que Henri
Broch define como efecto Felpudo [Broch,
1985], es decir, designar una cosa u objeto
con una palabra que remite a otra cosa, per-
mitiendo sacar implicaciones desmedidas
en relación con las que sería lícito sacar.
1
La
presencia de este efecto nos puede dar ya
un indicio de la naturaleza pseudocientífica
del asunto. Para evitar confusiones, a par-
tir de ahora llamaré a este fenómeno somni
(Sonido Magnetofónico No Identificado), cu-
ya equivalencia inglesa es Umso (Uniden-
tificated Magnetofonic Sound). Umsología y
umsólogo son términos derivados.
Otra cuestión que nos queda por saber
es cómo se obtiene
−
supuestamente
−
un
somni. Según los más reputados umsólo-
gos, el proceso es bastante sencillo. Una cin-
ta virgen, un magnetófono y un micrófono
son los elementos indispensables. Se debe
operar de la siguiente manera [Darnell,
1989]:
1. Introduzca la cinta en el aparato.
2. Busque un lugar tranquilo.
3. Ponga en funcionamiento el magnetó-
fono y el micrófono.
4. Permanezca en silencio unos minu-
tos (1, 2 ó 3).
5. Dé las gracias a los espíritus y pare
la grabación.
6. Rebobine la cinta y escuche atenta-
mente.
7. Tenga paciencia y lo demás se dará
por añadidura.
Este es el método para obtener los mejo-
res somnis, pero si te invade el prurito ri-
gorista, además puedes utilizar cámaras
anecoicas
−
habitaciones insonorizadas de
coste elevado y abundancia escasa
−
, jau-
las de Faraday
−
que impiden el paso de on-
das electromagnéticas
−
, osciloscopios, cam-
panas de vacío, emisores de ondas porta-
doras, controles de condiciones atmosféri-
cas y una buena botella de vino. No de-
sesperes, de este otro modo, son casi impo-
sibles de obtener, pero haberlas haylas.
Aclarados estos puntos, entremos en
materia. Fijémonos por ejemplo en el mi-
crófono
−
según los umsólogos, es indispen-
sable
−
: un micrófono es un dispositivo que
contiene un traductor o transductor que es
accionado por ondas sonoras y produce se-
ñales eléctricas esencialmente equivalentes.
Sin mayor complicación. Algo parecido a un
dispositivo que traduce el albanés al turco.
Para que un micrófono funcione, necesita
ser accionado por ondas sonoras y sólo por
ellas, como nuestro traductor, que sólo fun-
ciona cuando se le habla en albanés. Pues
bien, si el micrófono sólo actúa con ondas
sonoras y los somnis no son ondas sono-
ras, o al menos no del tipo que recoge el
micrófono (de un espectro similar al oído
humano), ¿para qué queremos este disposi-
tivo? ¿O es que la supuesta energía sómnica
se transmite por ondas que son y no son
ondas acústicas?. Desde luego, nuestro tra-
ductor se sorprendería mucho si le hablá-
semos en un albanés que no es albanés.
Nos fijamos ahora en la tecla de graba-
ción (Rec). Ésta coloca sobre la cinta mag-
nética la cabeza grabadora, que es un dis-
positivo que pasa las señales eléctricas a la
cinta por medio de campos magnéticos va-
riables, quedando las partículas de ésta
imantadas por medio de un código esen-
cialmente equivalente a las señales eléctri-
cas. Es decir, un dispositivo que nos pasa
del turco oral al turco escrito: papel, lápiz y
conjunto de símbolos. Se obtienen somnis
con jaulas de Faraday, así que la energía
sómnica tampoco es de tipo electromagnéti-
co. Entonces, ¿por qué utilizamos el Rec?
Accionar la tecla grabadora puede introdu-
cir errores en el experimento. Si la graba-
ción no se hace por medio de este dispositi-
vo, ¿por qué no quitarlo? Desgraciadamen-
te parece ser que tanto el micrófono como
la cabeza grabadora son indispensables.
Bueno, está bien, tendremos que aguantar
estas dos posibles fuentes de error.
Y el motor, ¿qué me dicen del motor?
Nunca se sabe cuándo se produce este elu-
sivo fenómeno, ningún aparato es capaz de
captar la energía sómnica (exceptuando los
modestos magnetófonos). Así que no sabe-
mos cuando se magnetiza la cinta, ¿será
tal vez cuando pasa por la cabeza grabado-
ra?, ¿será antes?, ¿será después? Chi lo sà?
Pero curiosamente el fenómeno precisa que
el motor esté en marcha, introduciendo así
un nuevo riesgo de error. Volviendo a la ana-
logía de los idiomas, además del traductor
de albanés, el lápiz, el papel y el código, ne-
cesitamos un dispositivo que mueva el lá-
piz sobre el papel, o viceversa, a pesar de
que ni el traductor traduce ni el lápiz pinta,
pero de repente
−
voilà!
−
el papel aparece es-
1
El nombre de felpudo proviene de la idea de
que si en un felpudo pone Limpiese los pies, no
debemos sacar la conclusión de que hay que
quitarse los zapatos y los calcetines para lim-
piarse los pies. Basta con restregar un poco los
zapatos.
Para observar las psicofonías, tenemos
que utilizar una serie de dispositivos
preparados para funcionar de forma
normal, pero, y esto es lo importante,
tales dispositivos no deben funcionar
de forma normal
el escéptico (Otoño 1998)
39
crito. Aplausos, por favor.
Razonando de igual manera: ¿es necesa-
rio introducir la cinta en el magnetófono?,
¿hay que quitar el precinto de la cinta?, ¿es
necesario conectar el aparato a la red?, ¿se-
ría más científico hacer la investigación den-
tro de un búnker de cemento?, ¿se hacen
los experimentos con luz o sin luz?, ¿el ex-
perimentador debe estar presente o no?...
Resumiendo, para observar este fenóme-
no, tenemos que utilizar una serie de dis-
positivos preparados para funcionar de for-
ma normal, pero, y esto es lo importante,
tales dispositivos no deben funcionar de
forma normal. Es decir, tenemos un traduc-
tor de albanés oral a turco oral, con un dis-
positivo que lo pasa a turco escrito, otro que
lo lee a viva voz y un nuevo traductor en
este caso del turco al albanés. Sin embar-
go, para desencadenar el fenómeno al tra-
ductor albanés le hablamos en sueco. Más
absurdo, imposible.
Pero no sólo esto, aún hay más. Es evi-
dente que, para que algo se grabe, algo debe
ocurrir. En el planteamiento de la experien-
cia sómnica, se descarta cualquier tipo de
energía conocida.
2
Los efectos sómnicos se
deben producir por una energía desconoci-
da, que tiene algunas características inin-
teligibles para la ciencia actual. Esta ener-
gía o fuerza no depende ni del tiempo
−
po-
demos grabar hechos producidos en el pa-
sado
−
ni de la distancia
−
el alejamiento no
la afecta en absoluto
−
. No se puede poner
en forma matemática y se comporta de for-
ma diferente dependiendo del parapsicólogo
con el que hablemos. Los investigadores de
lo paranormal utilizan osciloscopios,
contadores geiger, termómetros, etcétera,
que muchas veces dan resultados positi-
vos
−
pregunten al padre Pilón
−
, pero estos
efectos son, según la jerga pseudocientífica,
simples efectos concomitantes.
También podemos utilizar otros criterios
que nos permiten rechazar las psicofonías:
1. Criterio de practicidad. Toda teoría
científica aumenta nuestro conoci-
miento de la Naturaleza: nos permite
realizar predicciones, nos abre nuevos
campos de experimentación, tiene apli-
caciones prácticas, consolida teorías
anteriores e incluso refuta otras. Pues
bien, ¿para qué sirve una psicofonía?,
¿explica algo?, ¿podemos prever algo
con ellas?, ¿nos indican cómo es el
mundo?
2. Criterio de falsificación. En la cien-
cia normal, si se descubre a alguien ha-
ciendo trampas, es muy difícil que cual-
quier resultado de ese alguien se dé por
bueno. Es más, el campo de investiga-
ción en el que trabaje se verá muy afec-
tado por estar bajo sospecha. Conoce-
mos gran cantidad de falsificaciones en
el mundo de las psicofonías. ¿Son sólo
estas falsas?, ¿debemos considerar las
otras verdaderas hasta que se demues-
tre lo contrario? En el modo de actuar
de la ciencia, la tarea de la demostra-
ción recae en el que afirma, y cuanto
más extraña sea la afirmación más cla-
ra debe ser la demostración. Espe-
cialmente en el mundo de la parapsi-
cología, el investigador es culpable
mientras no demuestre lo contrario.
3. Criterio de reducción del efecto.
Cuanto mayores sean los controles, me-
nores son los efectos. ¿Llegará el mo-
mento en que colocando los controles
necesarios desaparezcan los efectos?
Curiosamente, las mejores y más
excitantes psicofonías se obtienen
cuando los controles son más laxos.
Serían necesarios, además, controles
independientes, pues generalmente si
un investigador cree en sus propias teo-
rías con fe ciega, los experimentos pue-
den resultar más acordes con sus es-
peranzas que con la realidad.
4. Criterio de reproductibilidad azaro-
sa. Las psicofonías, como muchos otros
fenómenos paranormales, se producen
siempre por puro azar. En la ciencia
oficial, los móviles se mueven, los
reactivos reaccionan, las radiaciones
radian, los cultivos crecen... cuando el
experimentador pone los medios nece-
sarios. Un umsólogo puede poner to-
dos estos medios y el efecto se dará
cuando le dé la gana... al efecto. Este
problema conlleva una reproductibili-
dad básicamente nula.
El parapsicólogo español Pedro Amorós en su laboratorio, ati-
borrado de cintas de presuntas psicofonías.
Foto tomada de http://www.ctv.es/USERS/seip.
2
La palabra energía es muy utilizada por los
pseudocientíficos en su sentido más amplio. Para
un parapsicólogo, es ese algo que permite ex-
plicar todo: mover objetos con la mente, trans-
mitir pensamientos, conocer el futuro, recono-
cer vidas pasadas, sanar enfermedades, etcéte-
ra.
5. Criterio de formalización matemá-
tica. Como hemos visto, no podemos
deducir ningún tipo de ley en el len-
guaje básico de las ciencias, las mate-
máticas, ni siquiera en forma estadísti-
ca. No es un problema sólo de la um-
sología. Por lo general, ninguna pseu-
dociencia ha dado hasta la fecha algu-
na ley de interés.
6. Criterio de supercoherencia. Las
psicofonías son siempre muy coheren-
tes con los lugares donde supuestamen-
te se producen. En el palacio de Linares,
las psicofonías respaldaban al 100%
una leyenda sobre el palacio. Sin em-
bargo, según los herederos del marqués
de Linares, esta leyenda es absoluta-
mente falsa. Las voces del más allá nos
hablan de un mundo supranatural que
coincide con las teorías de parapsi-
cólogos y espiritistas. ¿Será por esto que
sólo ellos son capaces de grabarlas?
Creo que esto da una idea bastante
aproximada del absurdo que representa la
umsología. Llegado a este punto, considero
que dedicar tiempo y dinero a una investi-
gación sobre este asunto es estúpidamente
inútil.
‘Psicoestilografía’ e
inteligencia gatuna
Tal vez Xavier Souto Suárez siga pensando
que exagero y que es necesario, a pesar de
todo, una investigación experimental. Pue-
de tener razón, una mente abierta no debe
descartarla nunca. ¿En todos los casos?
Pongamos un ejemplo. El autor de este ar-
tículo fue en su día un distinguido parapsi-
cólogo con títulos de varias universidades
americanas y europeas
−
disculpen que no
las incluya aquí por falta de espacio y exce-
so de modestia
−
. Durante mis investigacio-
nes, descubrí un fenómeno paranormal de
gran importancia,
que bauticé con el
nombre de efecto
Ludovico, en honor
a su descubridor, o
sea yo.
Las primeras
manifestaciones
fueron del todo ca-
suales. Estuve un
día, hasta bien en-
trada la noche, tra-
bajando en mi labo-
ratorio inmerso en
temas tan apasio-
nantes como la cá-
bala, invocaciones
espiritistas y mate-
rializaciones ecto-
plásmicas. Al ter-
minar mis experi-
mentos, ya cansa-
do, salí del labora-
torio, cerrando la puerta con llave, pero de-
jando en su interior mi cuaderno de notas
y un bolígrafo. A la mañana siguiente, des-
cubrí un fenómeno extrañísimo, alguien o
algo había escrito en mi cuaderno: Visión
extensa más fórmula con un cuerpo negro
menos dificultades colapsando la fusión con
el metro.
Les aseguro que era imposible que na-
die entrara en el laboratorio. Yo era el úni-
co que tenía la llave de su puerta, y yo no
había escrito eso. Sólo podían ser seres su-
pranaturales venidos del más allá, o tal vez
una energía desconocida para la ciencia
actual. Además, el mensaje me dio la clave
para solucionar los problemas que tenía el
día anterior. Podría haberlo dejado así, pe-
ro, como en realidad soy un escéptico y ca-
si siempre utilizo la metodología científica,
me puse a investigar. Durante los meses
sucesivos, al salir de mi laboratorio dejaba
sobre la mesa hojas limpias y material para
escribir. Tras un laborioso trabajo de reco-
lección y catalogación, éstos son los resul-
tados:
1. Los mensajes que se refieren al pasa-
do están escritos en castellano antiguo
y con pluma.
2. Los que se refieren al presente se es-
criben con bolígrafo y dicen cosas como
¿qué pasa tronco? o como mola tu bu-
ga.
3. Hay también espíritus infantiles que
pintan con rotuladores y hacen gracio-
sos dibujillos.
4. Algunos mensajes están en idiomas
extranjeros, de los cuales he podido tra-
ducir algunos.
5. Otros son francamente indescifrables,
al estar escritos en lenguas extra-
terrestres, como es el caso: XX
6. Los mensajes son más abundantes en
las noches de luna llena y cuando las
conjunciones astrológicas son propi-
cias.
El rigor científico con el que trabajo se
extiende también al material, que es de gran
altura tecnológica. El papel es reciclado de
gran calidad, las plumas y bolígrafos son
de diseño alemán y, además, utilizo un so-
fisticado ordenador para recoger los datos
y redactar informes. Cualquiera que lo de-
see puede ver los papeles de mis psicoesti-
lografías, junto con un certificado de una
universidad estadounidense que demues-
tra que la caligrafía de los papeles no es la
mía, otro certificado de una universidad de
Perú que testifica que algunos mensajes es-
tán escritos en perfecto quechua
−
idioma
que desconozco
−
, así como un certificado
notarial que confirma que las falsificacio-
nes de los certificados anteriores son tan
buenas como los auténticos.
Invito a las mentes abiertas que sean in-
munes a los vicios de la ciencia oficial a que
repitan mis trabajos para demostrar si mis
descubrimientos son falsos o si en realidad
abren un nuevo campo en el mundo de lo
40
(Otoño 1998) el escéptico
Portada de un disco compacto con su-
puestas voces de ultratumba que la re-
vista Enigmas distribuyó en abril pa-
sado.
el escéptico (Otoño 1998)
41
paranormal. No tengo explicación para tan
extraño fenómeno: tal vez sea una energía
de psicoquinesis, o tal vez un efecto desco-
nocido de la mecánica cuántica (materia es-
ta última en la cual soy un experto). La cien-
cia no lo sabe aún, pero tendremos que se-
guir investigando. Se podría pedir una sub-
vención a alguna universidad para patro-
cinar este tipo de estudios. Lamentablemen-
te, la dogmática ciencia oficial impide in-
sidiosamente que me den los fondos nece-
sarios para trabajar en este tema. Tema que
posiblemente cambie el destino de la hu-
manidad.
Como se ve, las psicoestilografías son
unos fenómenos paranormales de fácil ex-
perimentación. ¿Podría ARP rechazar a prio-
ri el efecto Ludovico sin antes experimentar
con él? No creo que los miembros de la aso-
ciación se lancen, poseídos por su espíritu
científico, a colocar hojas en blanco por las
habitaciones de sus casas para recibir men-
sajes del más allá; supongo que todo esto
les parecerá una sandez. Pero, ¿serán tan
lúcidos frente a otras chifladuras semejan-
tes, como las psicofonías? El debate esta
abierto.
Frente a los defensores de lo paranor-
mal, un escéptico suele quedar en inferiori-
dad. Demostrar la inexistencia de algo es
muy difícil, co-
mo mucho se
puede aumen-
tar la improba-
bilidad de su
e x i s t e n c i a .
Pero debemos
tener en cuen-
ta que la tarea
de demostrar
recae siempre en el que afirma. Si no fuera
así, podríamos llegar a afirmar cualquier
cosa. Por ejemplo, yo estoy convencido, y
además afirmo, que mis gatos son excelen-
tes matemáticos. Tienen la costumbre de
sentarse y descansar largo tiempo delante
de mis libros, hasta el punto de haber ab-
sorbido sus contenidos y ser capaces de
resolver ecuaciones diferenciales en deriva-
das parciales. Cuando les planteo un pro-
blema, lo miran largamente, bostezan con-
siderándolo trivial y dan la solución con un
pequeño maullido. Es una pena que no me
pueda comunicar con ellos, pues no com-
prendo bien su lenguaje. ¡Adelante, escép-
ticos, aprendan el lenguaje de los gatos y
nieguen mi afirmación!
Aunque alguno logre entender a los ga-
tos, y diga que no saben contestar a los pro-
blemas, siempre se puede aducir que ellos
ya no se interesan por estos temas.
En resumidas cuentas, para un parap-
sicólogo una negación a posteriori tiene tan-
ta validez como una negación a priori. Por
muchos resultados negativos que coleccio-
nemos los escépticos, en una investigación
siempre se puede tener a mano la famosa
regla 22 de la parapsicología: El escepticis-
mo destruye el sutil fenómeno paranormal.
Regla que, por cierto, es sólo válida para
esta ciencia.
La Nueva Academia
Swift publicó Los viajes de Gulliver en 1726.
El capítulo de la Academia de Lagado era
una caricatura cruel de algunas socieda-
des científicas de su época, más preocupa-
das por la especulación que por la investi-
gación [Swift, 1726]. Si el autor fuera nues-
tro contemporáneo, sin duda, la Academia
reflejaría cualquier pseudoinstituto de in-
vestigación paranormal.
El pasaje al que me refiero muy bien po-
dría quedar así: El primer hombre que vi
era de aspecto consumido. Traje, camisa y
piel eran todos del mismo color. Había tra-
bajado durante ocho años en un proyecto
para extraer de las pirámides energía cós-
mica, que, envasada en frascos hermética-
mente cerrados, sería sacada para calentar
el ambiente en días inclementes. Me supli-
có que le diera algo de dinero como incenti-
vo a su genio, teniendo en cuenta lo caras
que estaban las pirámides ese año. Penetré
en otra cámara, rogándome mi guía con un
susurro que no levantara la voz, pues el pro-
yectista se encontraba en estado de trance
y se tomaría
muy a mal una
interrupción.
Era el habitan-
te más antiguo
de la Acade-
mia, y su acti-
vidad, desde
su llegada,
consistía en
intentar una comunicación en la que fue-
ran innecesarios los teléfonos, correos o te-
légrafos. Vi también a otro proyectista que
trataba de mover objetos con la mente para
poder ahorrar así los servicios de mudan-
zas. En otra habitación había un maestro
ciego de nacimiento, que tenía varios apren-
dices de su misma condición. Su actividad
era distinguir colores mediante el tacto, lo
llamaban percepción dermóptica. Fue real-
mente una desgracia mía el hallar en aque-
lla ocasión unos discípulos no muy aventa-
jados y ocurrió que hasta el propio profesor
se equivocara por lo general. En otro apo-
sento tuve la gran satisfacción de encon-
trar a un proyectista que había ideado un
nuevo sistema de diagnóstico médico. Ha-
cía girar un péndulo sobre un gran conjun-
to de tarjetas en las cuales se encontraban
escritas todas las enfermedades posibles, y
el péndulo indicaba la enfermedad aumen-
tando la velocidad; según el proyectista, este
sistema también tenía utilidad para bus-
car agua o materiales preciosos. Un ayu-
dante preparaba remedios a base de sus-
tancias tan diluidas que desaparecían del
preparado o utilizaba agujas que clavaba
por todo el cuerpo del paciente. Me maravi-
En la ciencia no existe la democracia,
y estamos obligados a aceptar
la tiranía de los hechos
y los razonamientos
llaron con otros sistemas alternativos como
la utilización de cristales de cuarzo, de pul-
seras metálicas magnetizadas o de apara-
tos que ionizaban el ambiente. Recorrí toda
la Academia y vi los mayores portentos. Pro-
yectistas que conocían el carácter de las
personas mirándoles tan sólo las manos,
otro que hacían combinaciones de letras y
números pronosticando el futuro, uno que
se dedicaba a escrutar el cielo para recibir
a los visitantes de las estrellas y otro que
estudiaba los movimientos de los astros
para designar al nuevo gobernante de la na-
ción...
Si se compara el texto original con éste,
la Nueva Academia de las Pseudociencias
parecerá tan cómica como la parodiada por
Swift. En definitiva, para rechazar la pseu-
dociencia, nos basta con un poco de senti-
do del humor y el absurdo saldrá a flote.
Más vale una carcajada que cien silogismos.
Generalmente, toda esta ciencia patoló-
gica se puede rechazar a priori, pues es pre-
cisamente ella la que transgrede todas las
reglas del pensamiento mínimamente lógi-
co. Aunque cueste decirlo, en la ciencia no
existe la democracia, y estamos obligados
a aceptar la tiranía de los hechos y los ra-
zonamientos. No podemos escudarnos tam-
poco en lo desconocido. Es cierto que aún
sabemos poco del universo que nos rodea,
pero mucho de lo que sabemos nos indica
qué caminos no conducen a ninguna par-
te. Es decir, no sabemos lo que es, pero
muchas veces sí sabemos lo que no es. La
ciencia se autodepura, afina sus modelos,
pero las revoluciones científicas no desman-
telan todo lo anterior; más bien lo comple-
tan. Mucho me temo que ni la próxima, ni
la siguiente, ni ninguna revolución dará la
razón a la parapsicología.
Cada día que pasa, la ciencia necesita
más dinero y esfuerzos para continuar su
camino, no desperdiciemos los fondos pú-
blicos
−
ni privados
−
en construir academias
pseudocientíficas. No podemos impedir
−
ni
sería deseable
−
que un chiflado exponga sus
teorías, ni que un farsante pueda acercar-
se hasta el público
−
tampoco conseguimos
que los políticos no mientan
−,
pero, por fa-
vor, no permitamos que ni los chiflados, ni
los farsantes
−
ni los políticos
−
tomen las
riendas del saber.
Permitan, para finalizar, una larga cita
de John A. Wheeler, reputado físico, direc-
tor del Centro de Física Teórica de la Uni-
versidad de Texas: ...¿Es seguro que cuan-
do se escribe tanto sobre cucharas dobla-
das, parapsicología, telepatía, triángulo de
las Bermudas, radiestesia, y cuando otros
escriben sobre etéreos cuantificados, bioac-
tocrónica, levitación y química oculta, de-
be haber alguna realidad detrás de estas
palabras?, ¿seguro que donde hay humo es
porque hay fuego? No, donde hay tanto hu-
mo no hay mas que humo. (...) No hay mal-
dita la cosa sobre la que no se pueda in-
vestigar. La investigación guiada por un mal
juicio constituye un agujero negro para el
buen dinero. Nadie puede evitar decir las
verdades del barquero a quien ha visto de-
fraudar 10.000 dólares a un buen amigo,
hacer polvo 100.000 dólares de una distin-
guida organización benéfica de investigación
y hacer desaparecer 1.000.000 dólares pro-
cedentes de los contribuyentes
−
todo en
aras de la investigación en materia de cien-
cia patológica
−
. (...) Ha llegado el momento
de que todo aquél que crea en la regla de la
razón le cante las cuarenta a la ciencia pa-
tológica y sus proveedores [Wheeler, 1979].
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(Otoño 1998) el escéptico
Luis Angulo Suardiaz es bioquímico.