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el circo paranormal
Uno de los rasgos más curiosos
de las revistas que se dedican a
lo paranormal es, sin duda, su
clara ambivalencia hacia la cien-
cia oficial y, por tanto, hacia los
científicos. Por un lado, no pier-
den la ocasión de denostar la po-
ca amplitud de miras de éstos,
su miedo al qué dirán, o su perti-
naz resistencia a aceptar la exis-
tencia de fenómenos paranorma-
les, extraterrestres y conspiracio-
nes de todo tipo, por no hablar
de su colaboración con militares,
ocultación de la verdad, etcéte-
ra. Pero, por otro, resulta noto-
ria la reverencia que profesan ha-
cia los científicos, universidades,
y títulos en general. Siempre, cla-
ro está, que avalen
o mediante
un complejo ejercicio de tergiver-
sación pueda interpretarse que
lo hacen
sus investigaciones.
Es muy frecuente que, en artí-
culos que relatan prodigiosas in-
vestigaciones, veamos cómo los
análisis fueron realizados por
eminentes científicos
desgracia-
damente, es muy raro ver un
nombre
en una prestigiosa uni-
versidad
¿cuál?
o sorprenden-
tes afirmaciones se respalden en
haber sido realizadas por hom-
bres de ciencia. No deja de tener
gracia que, tras acusar a los
científicos de aceptar el princi-
pio de autoridad, las estrellas de
lo paranormal caigan precisa-
mente en ese mismo error,
avalando un testimonio o inves-
tigación si tiene detrás a un pi-
loto
sobre todo, si es militar; por
otro lado, conspiradores en la
sombra por excelencia
, un físi-
co, un médico, un ingeniero, et-
cétera.
El artículo “La parapsicología
cuántica: nace una nueva disci-
plina”
1
es, sin duda, un claro
ejemplo de este doblepensar
2
acerca de la ciencia. Según el au-
tor, Moisés Garrido, un gran nú-
mero de científicos, a los que no
preocupa el qué dirán, busca una
unión entre los recientes des-
cubrimientos de la ciencia, so-
el escéptico
(Otoño 1998)
31
bre todo la física, y la naturaleza
de los fenómenos paranormales.
Tras una introducción que
pretende justificar la validez del
artículo, Garrido entra en hari-
na con un jugoso aperitivo; una
parrafada avalada, nada menos,
que por Albert Einstein. El au-
tor sostiene que la famosa ecua-
ción E = mc
2
significa
3
que “la
masa se transforma en energía
al alcanzar el cuadrado de la ve-
locidad de la luz” (sic). Por cier-
to, quisiera saber qué tiene esto
que ver con la mecánica cuánti-
ca. Si es que el autor ha conse-
guido unificar la relatividad con
la mecánica cuántica, tiene un
Nobel esperándole.
Esta estremecedora introduc-
ción nos da una idea del nivel
del resto del artículo. Por lo que
se ve, Garrido no tiene ni idea de
física, no sabe leer una ecuación
elemental y tiene una absoluta
falta de vergüenza. A continua-
ción, el hecho de que el tiempo
es relativo y puede dilatarse o
contraerse en función de la velo-
cidad del observador es interpre-
tado por el autor como que Eins-
tein postuló la posibilidad de
trasladarse mentalmente (!) en el
tiempo. Es decir, con esto no sólo
se resuelve de un plumazo la po-
sibilidad de un viaje en el tiem-
po, sino que incluso podemos
hacerlo mentalmente. Me pre-
gunto si existe el riesgo de que
mi cabeza viaje espontáneamen-
te en el tiempo y deje mi cuerpo
decapitado. La verdad, la posibi-
lidad resulta aterradora.
En otro párrafo, descubrimos
algo sumamente tranquilizador:
los fenómenos paranormales han
demostrado que el tiempo es una
magnitud relativa. Lo que no di-
ce, claro está, es cómo.
Por fin, le toca el turno a la
mecánica cuántica. Siendo qui-
zá la parte de la física menos
comprendida, es un comodín
perfecto utilizado por todo tipo
de modernos, postmodernos y
progres para justificar cualquier
cosa, especialmente tonterías de
la llamada Nueva Era. Así, por
ejemplo, cita a Michael Talbott
(
según parece, físico), quien es-
cribió: “Si los bloques de cons-
trucción subatómicos de los ob-
jetos materiales no poseen las
características de los objetos ma-
teriales, ¿qué grado de realidad
tiene el mundo en el que vivi-
mos?”. Esta perla no resiste el
menor análisis. De hecho, resul-
ta sorprendente que su autor sea
físico.
¿Cuáles son esas caracterís-
ticas de los objetos materiales?
No son más que manifestaciones
de las interacciones entre molé-
culas, por tanto, átomos, y, por
tanto, partículas subatómicas.
Pero ¿podemos hablar del color
de un electrón, el olor de un
quark
4
o la textura de un neu-
trón? ¿Le ponemos neutrinos al
arroz en vez de quarks porque
estos últimos son muy duros?
Últimamente, parece estar de
moda cuestionar la realidad, y si
no que se lo pregunten a la re-
vista Social Text, galardonada
con el prestigioso
más bien, di-
vertido
premio Ig Nobel de Lite-
ratura
5
en 1996 “por publicar so-
bre temas de investigación que
no entienden, cuyo autor ha di-
cho que no tienen ningún signi-
ficado y que sostienen que la rea-
lidad no existe”.
Según Garrido, existe un pa-
ralelismo entre la naturaleza de
las partículas subatómicas y los
fenómenos paranormales. Otro
ejemplo de confusión con el ca-
rácter fantasmal de la mecánica
Parapsicología cuántica
Para Moisés Garrido,
E = mc
2
significa que
“la masa se transforma
en energía al alcanzar
el cuadrado de
la velocidad de la luz”
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cuántica. Sin embargo, en este
prodigioso salto lógico, el autor
olvida un hecho demoledor: la
mecánica cuántica explica el
funcionamiento del mundo a es-
cala subatómica, y sus predic-
ciones se confirman experimen-
talmente, mientras que los fenó-
menos paranormales se resisten
con pertinaz cabezonería al aná-
lisis. Aun así, el periodista cuen-
ta, con todo el desparpajo del
mundo, dando la sensación de
haber realizado un cuidadoso
estudio, cómo la telepatía
que
en un principio podría pensarse
que consiste en ondas electro-
magnéticas
no tiene nada que
ver con éstas, postulando las si-
guientes propiedades:
1. “La energía no disminuye
en función de la distancia”.
Esta inocente afirmación
viola nada menos que el
principio de conservación de
la energía (o bien da lugar a
sorprendentes propiedades).
2. “Trasciende los límites del
tiempo y del espacio”. Y por
si fuera poco, viaja a veloci-
dad infinita (o al menos
enorme).
Después de leer semejante
sarta de despropósitos, el lector
siente la tentación de completar
el artículo con un poco de física
de verdad. Por ejemplo, siguien-
do la información contenida en
el artículo, podemos definir un
nuevo tipo de fuerza
la quinta,
nada menos
, la fuerza pática.
32
(Otoño 1998)
el escéptico
Las partículas asociadas a la
interacción pática podrían llamar-
se patones, y del artículo pode-
mos deducir algunas de sus sor-
prendentes propiedades:
1. Los patones son listos, in-
teligentes. Asumiendo que el
principio de conservación de
la energía siga siendo válido
aunque probablemente
será refutado pronto en al-
guna prestigiosa publicación
pseudocientífica
, el hecho
de que “no se atenúe con la
distancia” implica necesaria-
mente que si un sujeto A
envía un mensaje telepático
a un sujeto B, todos y cada
uno de los patones alcanzan
al sujeto B, sin interactuar
con ninguna partícula/obje-
to en su camino. Por cierto,
se echa en falta un experi-
mento con el sujeto B en mo-
vimiento, o un experimento
en el que el sujeto A no sepa
dónde se encuentra el suje-
to B. ¿Serán los patones ca-
paces de encontrarle?
2. Si el principio de conserva-
ción de la energía no es váli-
do, entonces tenemos que
los patones se multiplican
espontáneamente a lo largo
de su viaje, de manera que,
independientemente de la
distancia entre el emisor y el
receptor, éste es alcanzado
por el mismo número de pa-
tones.
3. Los patones viajan más rá-
pido que la luz. Suponemos
que su velociad no será infi-
nita, pero, en cualquier caso,
tiene que ser enorme. Sirvan
como ejemplo los extraordi-
narios resultados de los ex-
perimentos de comunicación
extraterrestre realizados por
el grupo Aztlán. En ninguna
parte, se menciona que tu-
vieran que esperar mucho
tiempo para recibir las res-
puestas.
Queda una incógnita en todo
esto, y es cómo han medido la
intensidad de la acción telepáti-
ca y en qué unidades se mide.
Es a todas luces necesario defi-
nir una unidad de medida. ¿Po-
demos hablar de energía telepá-
tica? ¿Produce ésta trabajo o va-
gancia? Falta, también, que los
creadores de la teoría iluminen
nuestras mentes y nos describan
el patómetro, instrumento éste,
se deduce, de complicado y su-
mamente ingenioso diseño, ya
que, según el artículo de Garri-
do en Más Allá, la acción pática
no se atenúa con la distancia, y
de momento nadie ha refutado
el principio de conservación de
la energía. Por tanto, si los pato-
nes interactúan con el destinata-
rio y solamente con él, no pode-
mos hacer que Fulanita mande
un mensaje telepático a Menga-
nito y un intrumento situado
junto a éste mida la intensidad
del mensaje. Esto implicaría una
interacción de los patones con el
el circo paranormal
ERNESTO J. CARMENA
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patómetro, cosa prohibida por el
primer postulado de la interac-
ción pática.
En este caso, nos queda me-
dir algún efecto causado por el
mensaje en la mente del desti-
natario. Quizás el patómetro es
capaz de leer el pensamiento...
¿O será el patógrafo o patoscopio?
BORJA
MARCOS
1
Garrido, Moisés: “La parapsicología
cuántica: nace una nueva dimen-
sión”. Más Allá (Madrid), Nº 100
(Junio 1997).
2
Término acuñado por George Or-
well en su novela 1984. Doble-
pensar consiste en mantener una
ambivalencia hacia algo y poder
cambiar de una a otra idea se-
gún la conveniencia, pero sin ser
demasiado consciente de ello.
3
Consecuencia de la Teoría de la Re-
latividad, que indica que la masa
se puede transformar en energía,
y viceversa, y que al mismo tiem-
po permite calcular la cantidad
de energía que se obtiene de la
conversión de una unidad de
masa. Esto explica el poder des-
tructivo de una bomba atómica
4
Hablo del olor de un quark de for-
ma premeditada y alevosa. Los
quarks están divididos en sabo-
res, y, aunque esta terminología
ha sido escogido de forma arbi-
traria, alguien podría argumen-
tar que efectivamente tienen sa-
bor. Que yo sepa, nadie ha pro-
bado uno, ni he visto nunca una
receta de cocina.
5
Los Ig Nobel son unos galardones
destinados a premiar hechos que
no pueden o no deben ser repro-
ducidos.
Enredados con
Uri Geller
“Tú eras un pionero y ahora
esto es ciencia, ciencia pura”.
(Eduardo Punset a Uri Geller.)
Si existiera un concurso de cre-
dulidad televisiva, los responsa-
bles del programa Redes (en La
2 de TVE), se llevarían el primer
premio. El 12 de febrero, dicho
programa trataba sobre El poder
de la mente, título que de inme-
diato nos puso en estado de aler-
ta. Y con razón: la entrevista que
hicieron al terror de las cuberte-
rías, el psíquico doblador de cu-
el escéptico
(Otoño 1998)
33
charas Uri Geller, nos dejó pati-
difusos.
Qué entusiasmo el de Eduar-
do Punset, ex
ministro de Eco-
nomía y director de Redes, en-
trando en la casa de Uri. En un
instante, comienzan a conversar
sobre los viejos tiempos, cuando
Geller visitó España allá por
1975. En aquella época, cuenta
Punset, un realizador de su pro-
grama dejó dos cucharas sobre
la mesa tras ver a Geller en la
tele. A la mañana siguiente,
“No
te lo vas a creer, Uri”
−,
una de
las cucharas amaneció gelleriza-
da, es decir, doblada. Aquello nos
pareció delirante: se suponía que
Redes era un espacio dedicado
en parte a la divulgación cientí-
fica. Quedaba aún mucha entre-
vista, y nos preparamos para in-
tentar reír en lugar de llorar.
A continuación, Geller afirma
que sus poderes son un don que
le ha dado Dios, pero que, por
otra parte, todo el mundo tiene
ese poder. Él, Geller, es un cata-
lizador, disparador o palanca,
que desata el poder de la gente.
Y cuando dice palanca no se re-
fiere a la forma estándar de aga-
rrar una cuchara con la mano y
presionar con el pulgar hasta
que se dobla cuando el público
no presta atención.
Punset y su equipo no pare-
cen haberse enterado de lo mu-
cho que ha llovido desde 1975,
cuando “masas de gente enlo-
quecidas” daban varias vueltas
a El Corte Inglés, haciendo cola
para ver a la supermente en ac-
ción. Hoy, hasta los crédulos
más cabezotas saben que los po-
deres de Uri son trucos de ilusio-
nismo que cualquier buen mago
puede hacer. Ese mismo año,
1975, James Randi reveló los
trucos de Uri en su libro The ma-
gic of Uri Geller
1
. Tres años más
tarde, Yasha Katz, sintiéndose
utilizado por Geller, acaba confe-
sando cómo le había ayudado a
engañar al público y a la pren-
sa. Pero Uri no es tonto. Sabe que
ha pasado el tiempo, y que en
ciertos lugares perdidos del
mundo
España, por ejemplo
mucha gente sigue pensando
que es una especie de super-
hombre del planeta Kripton.
Bien, sigamos con la palanca
¿Qué explicación tiene? Uri re-
curre al topicazo nuevaerense u-
tilizado por todo charlatán para
dar credibilidad a los más varia-
dos disparates. Atención: “Solo
usamos el 10% de nuestro cere-
bro”. Es una pena que casi to-
dos utilicemos el 100% de nues-
tro páncreas; de lo contrario,
¡quién sabe la magnitud de los
poderes paranormales añadidos
que podríamos disfrutar!
Pero, a continuación, Punset
reúne todo el escepticismo del
que es capaz. A Geller le han es-
tudiado importantes científicos,
pero ¿han llegado a alguna con-
clusión? “¿Sabemos algo más
que hace veinte años?”, le espe-
ta a Geller. Sí, señor Punset, sa-
bemos algo más que hace veinte
años. Sabemos cómo dobla Ge-
ller todo tipo de útiles de cocina,
y no precisamente con la mente.
Sabemos cómo sus compinches
le transmitían las respuestas
mediante códigos visuales cuan-
do se trataba de mostrar su per-
cepción extrasensorial o cómo
mandaba a su manager que lan-
zara objetos al aire para que pa-
reciese que se materializaban
junto a Uri... Pero Uri, blandien-
do un ejemplar de la prestigiosa
revista científica Nature, en el
que dedican 17 páginas a sus po-
deres
2
, afirma que puede encon-
trar oro y petróleo, y, por supues-
to, que no falte, curar a la gente.
Y Punset parece encantado de
tratar con semejante fenómeno.
A continuación viene el truco
del dibujito. Punset garantiza
que Uri no ha podido ver lo que
hay en el papel que lleva en el
bolsillo, porque “lo he hecho an-
tes de llegar a su casa”. Geller,
como siempre en estos casos, se
pone humilde. Va a intentar vi-
sualizarlo, pero muchas veces fa-
lla. Agarra rotulador y papel y se
pone a la tarea. “Mira, Eduardo,
me está saliendo un dibujo y es-
toy preocupado, porque es dema-
siado sencillo. Normalmente la
gente dibuja una flor, un árbol,
una casa o un barco, pero esto
no es realmente un dibujo, sino
una figura geométrica”. Casi
exactamente las mismas pala-
bras que pronunció en Crónicas
Marcianas, programa en el que
adivinó una simple línea en zig-
zag. En Caiga Quien Caiga, tam-
poco estuvieron muy pictóricos.
Curiosamente, las tres veces que
hemos visto a Geller hacer el tru-
co del dibujito en su última visi-
ta a España, se ha enfrentado a
el circo paranormal