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en el que, sencillamente, se puede ser una
autoridad sin saber siquiera escribir. Es
decir, ante la competencia, se han puesto
la máscara de la racionalidad para rodear
sus dislates de un halo de verosimilitud.
Son ésos que reconocen que efectiva-
mente un supuesto dotado emplea trucos
de ilusionismo, pero que, como no le han
cazado todos los trucos y se ha hecho
inmensamente rico, algo hay; o que criti-
can el mercadeo del mundillo paranormal y
se dedican a hacer publicidad a cualquier
vendedor de talismanes o de remedios mi-
lagrosos en cuanto tienen la menor oportu-
nidad. Sujetos que se presentan ante quie-
nes no conocen sus artimañas como gente
de mente abierta y son, en realidad, la
avanzadilla de un sector de la irracionali-
dad que, enmascarándose así, persigue
distanciarse de los curanderos semianalfa-
betos o de los abducidos que aseguran ha-
ber vivido experiencias sexuales con medio
sistema solar y parte del resto de la galaxia.
Individuos con un doble discurso: absolu-
tamente irracional cuando tienen que con-
tentar a su público, al público de las revis-
tas esotéricas o esos programas de radio de
madrugada desde los que se embrutece a
la juventud; medida-
mente pseudocientífi-
co cuando se dirigen a
una audiencia más
amplia o tienen como
interlocutor a alguien
mejor preparado en el
mundo de la ciencia,
al que a veces suelen
embaucar con sus ha-
lagos. El escéptico, pe-
ro... de este tipo es,
por lo tanto, un embustero profesional que
carece de cualquier motivación intelectual
y cuyo móvil es el mismo que el de los
astrólogos y las brujitas del 906.
Hay escépticos fuera de ARP-Sociedad
para el Avance del Pensamiento Crítico, y
de ellos no sólo no hay que desconfiar, sino
todo lo contrario. Son gente que, simple-
mente, prefiere ir por su cuenta y que me-
rece todo nuestro respeto y desinteresado
apoyo. Pero, ¡ojo!, las apariencias engañan:
no todos los que dicen observar la realidad
desde una perspectiva escéptica lo hacen,
aunque así intenten venderse. Es más, hay
ojos críticos
escepticos, pero...
que pre-
tenden deslindar posturas racionales de
irracionales mediante análisis grafológicos
y disparates por el estilo. Son los nuevos
gurus del mentiroso mundo del misterio.
Y
o también soy escéptico, pero...”. Esta sentencia, a
cuyo pero suele seguir una larga retahíla de credu-
lidades, es una especie de etiqueta que permite dis-
tinguir a los auténticos escépticos de los disfrazados, una
señal de alarma que resuena en nuestros oídos cada vez
con mayor frecuencia y que delata a quienes gustan de
autocalificarse de escépticos para revestir sus disparates
y despropósitos de una cierta credibilidad frente a aqué-
llos que ponen en práctica el escepticismo científico a la
hora de encarar todos los asuntos susceptibles de tal tipo
de aproximación. Son escépticos a los que el pero desen-
mascara como a esos defensores de los derechos huma-
nos y de la libertad que, por ejemplo, afirman: “Yo estoy
en contra la pena de muerte, pero...”.
El escéptico, pero... es un tipo particular de cultivador
de disciplinas exóticas catalogado desde hace tiempo en el
mundillo pseudocientífico. Está el ufólogo escéptico res-
pecto a la parapsicología, pero no a las abducciones; el vi-
dente escéptico respecto a las aptitudes de sus colegas,
pero no a las suyas; el arqueólogo escéptico respecto a las
visitas extraterrestres en la antigüedad, pero no a los mi-
lagros; el médico escéptico respecto a los sanadores por la
fe, pero no a la homeopatía; el periodista esotérico escép-
tico respecto a lo que publiquen sus competidores, pero
no cuando es él el que se pone delante del micrófono o del
teclado; etcétera. La lista es tan inabarcable como la de
las pseudociencias y afirmaciones de lo paranormal, y,
aunque todas las variantes tienen en común que limitan
su credulidad a un
campo concreto, den-
tro de este grupo de
practicantes de lo pa-
ranormal cabe distin-
guir entre el creyente
sincero, honesto, y el
que se mueve por in-
tereses crematísticos;
sin duda, el más dañi-
no.
¿Cómo diferenciar
ambas variantes? En primer lugar, por su presencia en
los medios. El escéptico, pero... honesto no suele prodi-
garse mucho en prensa, radio y televisión. Y es que su
discurso carece, en general, de atractivo para los medios
de comunicación de masas: está repleto de jerga preten-
didamente cientítifica y resulta, es de justicia decirlo,
aburrido. Por el contrario, el pseudoescéptico que se
mueve por dinero participa activamente en el circuito de
las revistas esotéricas, los programas de radio y televi-
sión, y los ciclos de conferencias en los que el misterio
cotiza alto. El segundo rasero que permite clasificar a los
escépticos, pero... se basa en su actitud hacia el esceptici-
mo organizado, caracterizada por el respeto y hasta la co-
laboración entre los creyentes honestos, y por el despre-
cio y la descalificación entre los mercaderes. En puridad,
habría que decir que los auténticos escépticos, pero... son
los primeros. Los segundos sólo lo son en tanto en cuan-
to se han visto empujados a ello por la sobreabundancia
de expertos en cualquier cosa en el mundo del misterio,
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el escéptico (Invierno 1998-99)
Escépticos, pero...
editorial
El ‘escéptico, pero...’ que se prodiga
en los medios es un embustero
profesional que carece de cualquier
motivación intelectual y cuyo móvil
es el mismo que el de los astrólogos
y las brujitas del 906