el circo paranormal
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( Primavera 1999)
el escéptico
Y, no sin emoción, montó su cu-
trescopio en la ventana del deci-
mocuarto piso que da al Oeste, y
con toda la familia gozó, y bien
que gozó, del inusitado pa-
norama. En la imagen invertida
del newtoniano, Venus a la iz-
quierda, y a su lado el siempre
majestuoso Júpiter, luciendo
sus bandas oscuras en posición
vertical. Sobre el gran planeta,
tres de los satélites galileanos:
uno en lo más alto, y dos empa-
rejados entre éste y el planeta;
bajo él, el cuarto satélite. Una
composición equilibrada, majes-
tuosa, en la que sólo faltaba el
monolito negro que nos trans-
portase a estados alterados de
conciencia.
Pero no había monolito, y la
conciencia alterada estaba ahí
fuera, en los que en lugar de uti-
lizar la razón tras rascarse la ca-
beza, prefirieron ver naves al
ataque, objetos que descendían
velozmente sobre nosotros o, lo
que me resulta más terrorífico,
un avión parado en medio de la
noche.
Y es que los 23-F no gana uno
para sustos. Aunque para sus-
tos, la verdad, me quedo con los
de este año.
JOSÉ MARÍA BELLO
Nueva Era en
blanco y negro
El género de credulidad es feme-
nino, aunque ésta esté repartida
por igual y generosamente entre
ambos sexos. No obstante, en
una cultura como la nuestra,
que ya en la cuna viste a unas de
rosa y a otros de azul, parece
que hay creencias, fábulas y su-
persticiones más propias de las
mujeres que de los hombres, y
viceversa. O, al menos, así nos lo
presentan los medios de comu-
nicación, pues basta con ver un
programa de televisión pensado
fundamentalmente para una
audiencia femenina o las revis-
tas para las mujeres para com-
probar el continuo e imparable
avance de las patochadas, ficcio-
nes fraudulentas e irracionalida-
des varias que abundan en el
esoterismo de boutique de la
Nueva Era.
Todo esto y más es lo que me
sugiere la lectura de Blanco y
Negro de la Mujer, el nuevo su-
plemento del fin de semana del
diario Abc. Este viejo, formal y
conservador periódico parece
haberse decidido a un cambio,
un aggiornamento que se decía
en mis años mozos, y para ello
se apuntó a la moda de lo
paranormal publicando en fascí-
culos coleccionables una infu-
mable serie dedicada a los lla-
mados fenómenos ocultos. Y ha-
ce unos meses, con la reestruc-
turación de los suplementos del
fin de semana, y cuando busca-
ba la sección de ciencia en el de
cultura
−
sección que ha pasado
a mejor vida: la ciencia no debe
ser ya cultura
−
, me encontré con
el desdoblamiento por sexos del
Blanco y Negro, especie de Biblia
de la burguesía española duran-
te la primera mitad de este siglo.
En portada, la primera en la
frente. Cito textualmente: El
secreto de la felicidad: ¿tiene su
casa un buen Feng Shui ? Para
aquéllos no versados en supers-
ticiones orientalistas ni en las
llamadas ciencias milenarias
chinas, esta leyenda de importa-
ción tiene que ver con la orienta-
ción de la vivienda, sus puertas
y ventanas, la decoración de la
misma y otras cuestiones de di-
seño arquitectónico y de interio-
res. Pero no piensen que detrás
de esta ciencia milenaria china
de la que todo el mundo habla,
tal y como la define pomposa-
mente la autora de este reporta-
je, está el buen sentido común
de buscar orientaciones según la
luz y la trayectoria aparente del
sol a fin de evitar calores en ve-
rano y tener nuestra vivienda
caldeada en invierno. Ni evitar
corrientes mediante puertas y
ventanas inadecuadamente dis-
tribuidas, ni crear ambientes de
mayor o menor intimidad. No. El
Feng Shui
−
viento y agua, según
traduce la reportera
−
se basa en
ERNESTO J. CARMENA