hasta el escritor Sánchez Dragó (afirmando, entre otros
disparates, que la telepatía animal está comprobada
2
).
Nunca hemos visto a Eduard Punset mostrar una acti-
tud escéptica con esta clase de invitados. En ocasiones,
sus preguntas han parecido ligeramente suspicaces,
pero al final todo era armonía. “Me has convencido”, le
dice al geobiólogo, tras escuchar sus geomagnéticas
fantasías
3
.
Las reflexiones ocasionales de Punset, así como las
preguntas (a veces, surrealistas) a sus invitados, reve-
lan no sólo su credulidad hacia los fenómenos paranor-
males, sino su incapacidad para comprender lo más bási-
co en el funcionamiento de la ciencia y el método
científico. A pesar de su fascinación por la investiga-
ción y su apuesta por un futuro hiper-tecnológico, el
pensamiento de Punset es de tipo mágico. Un ejemplo:
tras afirmar rotundamente que la naturaleza muestra
inteligencia e intencionalidad en todas sus acciones, le
preguntó al sorprendido físico Jorge Wagensberg que
cuál era la intencionalidad de un tornado.
No entendemos, por todo esto, al presidente de la
Asociación Española de Científicos, cuando afirma
que “Redes es notablemente serio, apunta a temas de
sugestiva proyección en el futuro y pone en contacto hu-
mano con el investigador y con el hecho científico”. Y
continúa: “Todo esto es importante para la causa de la
ciencia
4
”. ¿Realmente beneficia a esta “causa” un
programa en el que los charlatanes son tratados como
científicos de vanguardia, dónde se otorga la misma cre-
dibilidad a un premio Nobel que al presidente de una
asociación de radiestesistas?
El programa de Punset seguirá siendo nefasto como
divulgador mientras no disponga de un director cientí-
ficamente competente y capacitado para el pensamien-
to crítico o, al menos, de una serie de asesores con cri-
terio racional y científico, que le ayuden a seleccionar
los contenidos. Quizá entonces su responsable merezca
este tipo de premios.
é
Ernesto Carmena
NOTAS
1. Carmena, Ernesto: ‘Enredados con Uri Geller’. El
Escéptico, nº 2.
2. Torres, Javier: ‘Eduardo Punset y su Programa Re-
des: TVE nos descubre el eslabón perdido en la ca-
dena de transmisión de la credulidad’. El Escéptico
Digital, nº 13, año 2001
3. Se puede acceder al contenido de algunos progra-
mas, así como al texto completo de sus entrevistas,
en la web de Redes: http://www.rtve.es/tve/b/redes
4. Asociación Española de Científicos. Acta Científica
y Tecnológica 4: 43-44, 2002.
A VUELTAS
CON EL
ARCA
A finales del verano de 2001, la popular fuente de noti-
cias de astronomía space.com anunció que un equipo de
investigadores se disponía a buscar el Arca de Noé con
la ayuda del más avanzado satélite comercial de pros-
pección fotográfica. Un año después, la noticia vuelve
a asomar la cabeza gracias a la puesta en funcionamiento
del Quick Bird 2, capaz de detectar y fotografiar desde
su órbita a 450 km del suelo objetos del tamaño de una
paella mediana.
La zona elegida para el estudio se encuentra en una
ladera inexplorada del monte Ararat, donde hace más
de sesenta años un avión espía de los EEUU desveló la
existencia de unas extrañas marcas en el terreno, a casi
5.000 metros sobre el nivel del mar. Desde entonces,
diversos expertos no han dejado de especular con la posi-
bilidad de que la “Anomalía del Ararat” sea en reali-
dad los restos del Arca de Noé.
Según el mito bíblico (Génesis, 6: 5-8), Noé, adver-
tido por Dios de la inminencia del Diluvio Universal,
construyó un gran barco en el que introdujo una pare-
ja de cada especie que poblaba la Tierra. Tras la baja-
da de las aguas, el Arca habría varado en el monte
Ararat, una agreste región del este de Turquía que ha
sido explorada infructuosamente en muchas ocasiones.
Desde 1991 esta zona caliente del conflicto con los kur-
dos permanece bajo estricto control del ejército turco.
Aunque el conocimiento científico nos ha permitido
descartar la literalidad de éste y otros mitos bíblicos,
no debemos olvidar que muchas leyendas tienen su ori-
gen en hechos reales. Hoy sabemos que a lo largo de la
historia de la humanidad el nivel de los mares ha subi-
do y bajado en función de la cantidad de agua que se
encontraba retenida en forma de hielo sobre los conti-
nentes. América o lo que hoy son las Islas Británicas
fueron colonizadas a pie, pues durante los últimos perío-
dos glaciales había tanta agua en forma de hielo que el
bajo nivel de los mares permitía caminar por lo que
actualmente son el Canal de la Mancha y el Estrecho
de Bering. Al final del último período glacial, a medida
que el hielo que cubría el planeta se iba derritiendo, las
aguas comenzaron a subir llegando a inundar exten-
sas planicies como la que ahora ocupa el Mar Rojo.
Podemos imaginar que el recuerdo de aquel catastrófi-
co evento trasmitido oralmente durante muchas gene-
raciones pudo dar lugar a mitos como el del Diluvio
Universal y el Arca de la salvación.
Pero lo cierto es que en el peor de los casos y si todo
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el hielo del planeta se fundiera, el nivel del mar ascen-
dería sólo 80 metros, dejando sumergidas buena parte
de las ciudades costeras del planeta. De haber existido
el antecedente real del mito del Arca, sus restos podrían
estar a esa altura —equivalente al piso 25 de un ras-
cacielos— pero nunca a los 5.000 metros a los que se
encuentra la “Anomalía del Ararat”. A no ser, claro, que
alguien lo hubiese arrastrado allí para evitar que se lo
llevase la marea. Otra posibilidad sería que los movi-
mientos tectónicos hubiesen elevado el terreno hasta la
situación actual, pero la realidad es que los procesos
geológicos de este tipo son infinitamente más lentos.
La aparición de noticias como ésta sólo se explica por
la búsqueda de notoriedad de sus protagonistas y la fal-
ta de criterio de las agencias que las distribuyen y los
medios que las publican.
Aun así, hay que reconocer que el concepto del Arca
de Noé es tan sugerente que resulta difícil sustraerse a
su encanto. A modo de divertimento podemos compa-
rar las dimensiones de la “Anomalía del Ararat” (180
metros de largo por unas pocas decenas de ancho) con
las que tendría un barco capaz de albergar una mues-
tra de toda la vida del planeta. Conocemos unos dos
millones de especies, aunque posiblemente no sean más
que el 10% de todas las que existen. Tomando sólo el
millón de especies de insectos que conocemos y adju-
dicándole a cada una el tamaño medio de un mosquito,
necesitaríamos unos diez mil metros cuadrados, la super-
ficie de un campo de fútbol, para albergarlos a todos. Si
quisiéramos ampliar el pasaje a una pareja de cada espe-
cie (aunque el sexo es sólo una opción y en muchos casos
bastaría con un ejemplar) haría falta un kilómetro cua-
drado. Para que se hagan una idea, sólo es el doble de
la superficie del Estado Vaticano.
é
Marcos Pérez
EL MAPA DE VINLAND
UNA FALSIFICACIÓN
GENIAL
Investigadores británicos acaban de confirmar que el
Mapa de Vinland, un documento del siglo XV, consi-
derado como una de las pruebas de que los vikingos ha-
brían desembarcado en América del Norte antes de que
Cristóbal Colon llegase al continente americano y sobre
cuya autenticidad existían serias dudas, es en realidad
una falsificación que contiene un tipo de tinta que no
existía antes de 1923.
La publicación de este mapa —realizada en 1965
por la Universidad de Yale (EEUU)— provocó una au-
téntica sensación en su momento, pues su aparición su-
ponía retrotraer el descubrimiento de América al siglo
X y constituía la representación cartográfica más anti-
gua de Norteamérica.
El Mapa de Vinland figura a la izquierda de una car-
ta más larga que describe los periplos y travesías de los
vikingos, notablemente alejados de sus viajes a Mon-
golia. Se podían ver dibujados Hellulandia (Tierra Pe-
dregosa), Marklandia (Tierra de bosques) y Vinlandia
(Tierra de vides) que son ‘países’ en América del Nor-
te cuyo descubrimiento en torno al año 1000 se atribu-
yó a Leifr Eiriksson y a Bjarni Herjolfsson, dos vikin-
gos islandeses que residían en Groenlandia.
El valor de este documento, depositado en la bi-
blioteca de la Universidad de Yale, estaba estimado en
torno a los 20-25 millones de dólares.
“El Mapa de Vinland es uno de los mapas más im-
portantes del mundo” explicó Robin Clark, profesor de
química en el University College de Londres (Reino
el esc
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Página de National Geographic,
con referencia a los hallazgos de
Ballard en el mar Muerto.
Las causas del mito del diluvio
de Noé se han buscado también en
la posible inundación repentina
del Mar Negro hace miles de años.
PRIMER CONTACTO
NA
TIONALGEOGRAPHIC
.COM