Dentro de los pomposamente llamados “misterios de la
ciencia”, uno de los campos más propicios para las bro-
mas y los fraudes es el de la ufología. A pesar de que
gran parte de las observaciones de fenómenos u objetos
no identificados no han sido invenciones, sino más bien
simples confusiones y malas interpretaciones motivadas
por las creencias y la influencia de los clichés cultura-
les de nuestra sociedad, los interesados y estudiosos de
esta creencia social no han dejado de plantear la au-
téntica incidencia de los fraudes y todo tipo de engaños
entre esta “casuística”.
El autor de este artículo desea destacar que la dis-
tinción entre “fraudes” y “no fraudes” no implica que
entre los segundos haya extraterrestres, ni siquiera fe-
nómenos extraños o poco conocidos por la ciencia, sino
sólo testimonios de personas que dicen haber observa-
do algo que no supieron identificar y a lo que, automá-
ticamente, asignaron características que llevaron a
describirlos según el difundido icono del platillo volan-
te u ovni.
Repito que la ufología es propicia para el engaño,
tanto testimonial como fotográfico, y que unos fraudes
quedan olvidados rápidamente y no tienen trascenden-
cia social ni siquiera en el mundillo de la ufología, mien-
tras otros causan todo un terremoto en esa zona de are-
nas movedizas que es la ufología de feria, como un
ufólogo escéptico, con razón, la denominó.
Voy a pasar revista y a dar mi visión de unas pocas his-
torias ufológicas con total independencia y libertad in-
telectual, sin sentirme amarrado a ninguna fidelidad
—más allá de las que la amistad y el trabajo serio me han
procurado—, sin participar jamás del circo ufológico como
defensor de su causa; al contrario, como iluso portador
de una utopía negativa: la de la explicación total, abso-
luta y definitiva de cada uno de los
“casos ovni” con los que me he
ido tropezando, licuación
completa de un mito basado
en la media verdad, las “men-
tes abiertas” y los galileos re-
divivos, las patrañas de una
buena porción de “investigado-
res”, la observación, quizá, de ciertos fenómenos de la
naturaleza poco frecuentes y una arraigada creencia cua-
si-religiosa en visitas de seres extraterrestres a nuestro
planeta.
Los extraterrestres, de una forma u otra, son com-
pañeros de viaje de la cultura humana, unas veces más
alejados, otras más cercanos. Se han metido en nuestros
dormitorios, sirvieron de materia de discusión a Aristó-
teles y Demócrito, nos han ofrecido ingenuas orienta-
ciones a través de contactados que bebieron en fuentes
ocultistas decimonónicas, convirtieron a Giordano Bru-
no en un pluralista socarrado, sirvieron a Kant para di-
vagar sobre ilustrados alienígenas o destruyen de un
bombazo la Casa Blanca en una película propagandís-
tica norteamericana. Siempre entre nosotros. Un refle-
jo de nosotros. ¡Para este largo viaje no nos hacían fal-
ta las alforjas ufológicas!
LA GUERRA DE ORSON WELLES
Puede parecer inapropiado que comience mi revisión de
algunas tomaduras de pelo ufológicas con un suceso
que ocurrió en 1938, cuando según los hagiógrafos de
la ufología ésta no había comenzado. Pero la conocida
emisión radiofónica de Orson Welles demuestra que en
la mentalidad de los occidentales de 1938 la existencia
de extraterrestres era una posibilidad real, una creencia
latente. En caso contrario nadie habría prestado
atención a la increíble ocurrencia de ese por-
tentoso narrador cinematográfico. La intención
de Welles no era gastar una broma a los ufólogos
—de hecho no los había entonces, aunque sí al-
guna especie de “padre ideológico” de los mis-
mos, como Raymond Palmer— sino revitalizar un
programa radiofónico falto de audiencia.
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Unos fraudes quedan olvidados
rápidamente; otros causan todo un
terremoto en esa zona de arenas
movedizas que es la ufología de feria
Bromas
útiles
RICARDO CAMPO PÉREZ
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TION
¿Cómo es posible que miles de americanos picaran
el anzuelo lanzado por Orson aquella tarde? Como he co-
mentado, la idea de lo extraterrestre no era nueva en
1938 y tampoco la de naves voladoras tripuladas.
Ambas cosas formaban parte ya de la iconografía aérea
colectiva de los norteamericanos. Quizá el antecedente
más cercano sea el de las observaciones de las naves aé-
reas de 1896 y 1897 a lo largo de toda la Unión Ame-
ricana. Se suele citar esta interesante colección de ob-
servaciones de naves de origen desconocido en los cielos
como un precursor de la paranoia ufológica que se de-
sataría medio siglo más tarde. La ambigüedad del cie-
lo nocturno, la emoción del público por el supuesto lo-
gro aeronáutico, más los fraudes de la prensa (aunque
no existía la radio comercial ni la televisión sí existía ya
el telégrafo y las noticias, que junto con los engaños, co-
rrían rápidamente a la velocidad de la luz de un lado a
otro del país), contribuyeron a que el americano que
quería ver naves aéreas las viera
1
. Se parece mucho a lo
que ocurriría cincuenta años después en todo Occidente.
Como es sabido, la idea de hacer venir unos malva-
dos marcianos a la Tierra fue de Herbert Georg Wells,
que en 1898 había publicado en Londres La guerra de
los mundos. Esta novela hace uso de la destructiva lle-
gada de los habitantes del planeta rojo para criticar el
colonialismo de las potencias occidentales. La arrogan-
cia de los países que disponían de colonias se plasma-
ba en la administración de lejanas tierras como algo be-
neficioso para esos mismos países e incluso para los
propios colonizados, que accedían de esta manera al
“progreso”. Wells quiso mostrar un Occidente coloniza-
do por entidades poseedoras de una tecnología superior
a la conocida entonces
2
, momentáneo cambio de rol que
pareció quedar en esta-
do larvado hasta que al
cineasta norteamericano
se le ocurrió representar
la novela como si de una
crónica periodística se
tratara.
El sociólogo Hadley Cantril recogió testimonios
asombrosos en su famoso estudio sobre el pánico de-
satado como consecuencia de la emisión radiofónica
3
.
Uno de los oyentes estaba convencido de haber olido el
gas y sentido los rayos térmicos descritos por los perio-
distas, mientras que otro sufrió un desmayo a causa del
mismo gas inexistente. No queda ahí la cosa: durante la
transmisión varios individuos informaron a la policía de
las maniobras de los marcianos aterrizados en Nueva
Jersey (EEUU); otro observó el fuego descrito en la ra-
dio y algunos pudieron escuchar los disparos de las ar-
mas marcianas...
Más frecuentemente, el estímulo inicial es real y per-
fectamente conocido. En estas ocasiones la fabricación
de percepciones “anómalas” es un exquisito bocado
para los intérpretes de las creencias contemporáneas. El
detonante puede ser un fenómeno muy espectacular y
poco usual, aunque no es imprescindible. Los episodios
de lanzamiento de misiles, por ejemplo, han dado origen
a relatos si no tan impactantes como los de la ocurren-
cia orsoniana sí con el mismo aire de familia: el temor
y la total subjetividad de percepción humana. Veamos
algunos.
Miles de canarios pudieron divisar entre 1974 y
1979 una serie de cinco espectaculares fenómenos ori-
ginados por lanzamientos balísticos
4
. En cuanto a los
efectos subjetivos destacan los siguientes:
■ El 22 de noviembre de 1974, sobre las 19,30 h
—hora local—, fueron vistos ascender desde el horizonte
tres objetos circulares de luminosidad rojiza que provo-
caban brillantes círculos concéntricos.
También los habitantes del cercano archi-
piélago de Madeira pudieron contemplar los
efectos causados en la alta atmósfera por
los tres misiles Poseidón. En la prensa ma-
deirense (Jornal de Noticias, 23-11-1974)
puede leerse que “el impacto causado en-
tre la población fue muy intenso, la gente
se refugió en sus casas y hubo escenas in-
descriptibles, con frecuentes desmayos”.
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Uno de los oyentes de la emisión
radiofónica de Orson Welles estaba
convencido de haber olido el gas y
sentido los rayos térmicos de los
inexistentes extraterrestres
ARCHIVO
Orson Welles.
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■ El 22 de junio de 1976, alrededor de las 22,30 h,
un médico de la localidad grancanaria de Gáldar con-
fundía otra gran esfera de gases expulsados por otro mi-
sil Poseidón, con la nave en la que volaban dos extra-
terrestres de color rojo, aberrante percepción que acabó
convirtiéndose en uno de los clásicos de la amañada his-
toria ufológica española
5
.
■ El 5 de marzo de 1979 un punto luminoso fue vis-
to ascender desde el horizonte occidental hasta trans-
formarse en una enorme campana luminosa, producto
de los gases de la combustión que servía de impulso al
misil, también de tipo Poseidón. El fenómeno, como en
los otros casos similares, se desarrolló a unos mil kilóme-
tros al oeste de las costas canarias, circunstancia real-
mente difícil de percibir para los asombrados testigos.
Uno de ellos, que se encontraba muy cerca de la base
del Teide (Tenerife), sintió un zumbido penetrante que
hizo estremecer sus oídos, al mismo tiempo que unos
pinos cercanos al lugar movían sus ramas. Al testigo le
extrañó que se formaran unos remolinos de polvo en las
cercanías. Los tripulantes de un petrolero que se dirigía
a Santa Cruz desde Las Palmas percibieron “algún rui-
do que partía de aquel raro objeto” (El Día, 9-3-1979).
Un anciano de Tejeda (Gran Canaria) rompió a llorar de
emoción al ver el fenómeno, ya que sabía que Cristo
había dicho que cuando fuese el fin del mundo todos
los cristianos lo verían... (La Provincia, 3-3-1979).
Vale la pena recordar que uno de los “testigos” de la
invasión patrocinada por Orson Welles aseguró que “las
llamas que circundaban la nación eran las llamas del fin
del mundo”. De igual forma fenómenos mucho menos
impactantes como una conjunción planetaria también
han originado inverosímiles testimonios. Así, el de
unos vecinos de Murcia que el 24 de febrero de 1999
describieron una conjunción de Venus y Júpiter como
“una cosa suspendida en el cielo que bajaba a gran ve-
locidad”. Se pueden rescatar centenares de interpreta-
ciones como las citadas de entre toda la casuística de
los “ovnis”.
¿Dónde queda la supuesta infalibilidad de los testi-
gos de los ovnis, esa especie de oráculos en manos de
los tradicionales fabricantes de misterios? ¿Cómo inter-
pretar a la luz de los testimonios citados absolutamen-
te subjetivos la ingente cantidad de relatos de ovnis de
alta extrañeza? ¿Cuántos habrán tenido su origen en fe-
nómenos triviales exagerados o malinterpretados por tes-
tigos propensos o predispuestos?
Como es lógico, no todas las informaciones relacio-
nadas con los extraterrestres que se han divulgado han
tenido el mismo efecto. El episodio de Welles es un caso
extremo pero nos permite concluir que los medios de co-
municación influyen decisivamente en la percepción so-
cial de los individuos. Bien sea el caso de una lejana es-
tela en expansión de un misil que es interpretada como
una nave de origen desconocido, bien el de unos irrea-
les marcianos que nos están invadiendo, nuestra men-
te genera percepciones, adorna y exagera otras, apo-
yándose en nuestras creencias previas, nuestros deseos
y temores.
FABRICANDO OVNIS
El experimento pionero en España en el campo de la ge-
neración artificial de testimonios ufológicos es el Pro-
yecto Iván, comandado en 1978 entre otros por Félix
Ares de Blas, actual director del Museo Miramón Kut-
xaespacio de San Sebastián y veterano interesado en la
mitología de los platillos volantes
6
. El origen de esta bro-
ma estuvo en la curiosidad de un grupo de interesados
en el fenómeno de los ovnis por probar si podía gene-
rarse una oleada, o acumulación de noticias en un in-
tervalo de tiempo bien delimitado, de forma artificial y
premeditada, lo cual supondría una nueva faceta de la
indistinción ufológica: si el investigador serio siempre se
ha apercibido de que los casos no expli-
cados no poseen rasgos definitorios o
emergentes con respecto a los explica-
dos, ahora podríamos extender esta ca-
racterística a las oleadas. A pesar de la
indignación de los “ufólogos de campo”
—por usar esa engañosa y ridícula ter-
minología por ellos propuesta— el expe-
rimento fue un éxito, en particular la úl-
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¿Cómo interpretar a la luz de testimonios
absolutamente subjetivos
la ingente cantidad de relatos de
ovnis de alta extrañeza?
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tima fase del mismo, donde se escenificaría la fantás-
tica aparición de un ovni con toda la barba.
La primera etapa del proyecto, durante diciembre de
1978, fue sensibilizar a la opinión pública local irune-
sa mediante la inserción de notas en la prensa sobre
presuntas observaciones de ovnis. Una vez caldeado el
ambiente la oleada surgió como una epidemia desatada
por los falsos casos divulgados por el Colectivo: era po-
sible inducir una oleada “verdadera” a partir de otra fal-
sa. Primera prueba empírica, primer acierto.
A continuación los ufólogos confeccionaron un au-
téntico objeto volante no identificado mediante los fa-
ros de un coche y otras dos luces si-
milares, alimentadas por la batería del
vehículo. En realidad, no había más
que cuatro luces de coche y unos
flashes de una cámara fotográfica que
se encendían simultáneamente.
Gorostiaga, cerca de las Peñas de Aya
de Irún, fue el lugar elegido, la noche
del 4 de enero de 1979, con Luna
nueva. ¡Ahí es nada!: para algunos testigos el ovni au-
mentaba y disminuía de tamaño e incluso ¡”vieron” ate-
rrizar el aparato! La opinión generalizada en la localidad
guipuzcoana es que se trató de una nave extraterrestre
y según un electricista era imposible que se tratase de
un trucaje (en otros casos fraudulentos nos encontramos
con “cualificados dictámenes” similares al citado,
como el de un fotógrafo que concluyó que no había en-
gaño alguno en las fotos de unos papelitos de forma len-
ticular pegados en el cristal de una ventana por un niño
en junio de 1978 en Las Palmas de Gran Canaria...).
Otros interesantes testimonios se refieren a la localiza-
ción exacta del fenómeno, su dinámica y las coloracio-
nes que presentaba.
Todo ello permitió obtener importantes conclusiones
a tener en cuenta cuando leamos un testimonio sobre la
observación de un fenómeno extraño. Esta prevención o
duda básica significa un órdago a lo grande para la ufo-
logía comercial, que ha preferido ocultarlo al quedar en
evidencia las débiles bases argumentales en las que se
apoya el sucedáneo de investigación en el que habi-
tualmente se ocupa, pura figuración social que se
aprovecha de la ignorancia de los consumidores de
“misterios”.
El exitoso experimento ufológico tuvo un colofón des-
ternillante cuando el periodista Juan José Benítez echó
mano de esta historia para desprestigiar a sus autores,
que habían defenestrado completamente el caso de las
falsas huellas de Gallarta de 1977
7
. La verdad es que
uno llega a dudar de la capacidad de hilar razonamien-
tos coherentes del inventor navarro cuando lee su réplica
a los definitivos comentarios de los ivanitas en el nú-
mero 50 de Mundo Desconocido: “¿Quién me garanti-
za que no están tratando de manipular igualmente el
caso Gallarta?”, aseguraba con indudable desparpajo el
novelista al ver cómo se venía abajo su aberrante inter-
pretación de las palabras del incalificable testigo de Ga-
llarta.
Pero parece que la implicación indirecta de Benítez
en el Proyecto Iván no quedó ahí. A pesar de que negó
haber acudido a entrevistar a los testigos de los ovnis
prefabricados, al año siguiente escribió en El mundo de
los ovnis: “Mis primeros pasos tras los ovnis en 1979
me llevaron a las tierras de Guipúzcoa. El 4 de ese mes
de enero, varios de estos objetos —silenciosos, lumi-
nosos y veloces como el viento— fueron observados por
los testigos de las Peñas de Aya, desde el faro de Fuen-
terrabía y desde la plaza de San Juan de Irún, así como
desde otras zonas de la población y alrededores. Fue
toda una oleada ovni [aquí acierta Benítez, sin duda].
Los objetos —según explicaron los cientos de testigos—
eran circulares y despedían luces rojas, verdes, blancas
y amarillas. En el caso de los cuatro jóvenes que se en-
contraban en Fuenterrabía [finaliza el más genuino “in-
vestigador de campo” de la ufología española] el ovni
terminó por ocultarse en el Cantábrico, a la altura apro-
ximada de Hendaya”
8
.
Que el lector extraiga sus propias conclusiones sobre
la infatigable ufología de campo y playa.
BASES DE OVNIS EN LA TIERRA
Otro hilarante episodio que, con el paso de los años, dio
pie a jugosas enseñanzas es el de la novela Bases de ov-
nis en la Tierra, firmada con el seudónimo Douglas
O´Brien por el periodista zaragozano Javier Esteban, me-
recido e implacable fustigador de cuantos Indiana Jones
de lo “anómalo” se ponen a su alcance.
La obra
9
trata de las correrías autobiográficas de un
agente secreto de la CIA que trata de evitar que se co-
nozca la verdad ocultada por los gobiernos a la pobla-
ción sobre los platillos volantes. Según declaró el pro-
pio autor “desde el momento de la publicación de la
novela, hasta fechas bien recientes, tuve que aguantar
el acoso de los que investigan tonterías y soportar la pu-
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El “ovni” del Proyecto Iván aumentaba
y disminuía de tamaño e incluso
¡vieron aterrizar el “aparato”!
blicación de artículos en los que se me reclamaba que
confesase la verdad”. Estamos ante una de las mayores
tomaduras de pelo de la historia al irracionalismo sen-
sacionalista: se extendió en el tiempo durante más de
quince años y casi todos los líderes de lo ufológico-pa-
ranormal en España picaron el anzuelo. Tanto lo picaron
que alguno lo hizo suyo y lo regurgitó, plagiando las in-
venciones de Esteban.
Otros, como Bruno Cardeñosa, se dedicaron a escri-
bir resentidos artículos una vez que Esteban destapó
que todo se trató de una monumental farsa
10
, donde
además de acusar a nuestro periodista especula con la
calumniosa posibilidad de que Vicente-Juan Ballester
Olmos y Joan Plana fueran dos de esos ufólogos paga-
dos por las autoridades para “desacreditar” el fenóme-
no ovni. Para debunkizar cada una de las afirmaciones
de Cardeñosa necesitaríamos un espacio del que no dis-
ponemos aquí, pero baste decir que se trató de un pa-
ranoico ataque contra el sentido común, con el torpe y
rudimentario estilo de aquellos que pretenden deformar
la realidad a su conveniencia.
Esteban se pasó una década y pico toreando a los
ufólogos de campo de nuestro país. En una ocasión se
presentó ante Juan José Benítez como espía del go-
bierno americano; en otra como escéptico ante Carde-
ñosa, cosa que éste, con su habitual buen juicio, no cre-
yó aun siendo cierto. La doble jugada de Esteban fue
notoria: se hizo pasar por espía que era presionado por
sus superiores que a la vez deseaba entrar en ARP (Al-
ternativa Racional a las Pseudociencias) para “realizar
la labor que tengo que hacer”, todo ello para mantener
vivas las enormes tragaderas del ufólogo zaragozano y
perpetuar el engaño, como podemos leer en su panfle-
to publicado en Más Allá. Cardeñosa finaliza su artícu-
lo afirmando que “quizá nunca sabremos si Esteban
Aller es un farsante, o un verdadero ‘topo infiltrado’ y tal
vez la publicación de este reportaje le motive a contar
la verdad”. Pero la verdad ya la había contado Javier Es-
teban un año antes de que Bruno publicase su artícu-
lo-rabieta: todo quedó al descubierto en 1996 en un his-
tórico artículo publicado en la revista La Alternativa
Racional
11
.
Increíblemente, los fantasiosos sucesos del libro de
Esteban fueron fagocitados y digeridos sin problema por
Benítez, que llegó a escribir que había obtenido la in-
formación de sus contactos en las esferas militares nor-
teamericanas. Entre otras referencias baste recordar la
que publicó El Heraldo de Aragón en agosto de 1983.
En este disparatado artículo nos informa sobre el acci-
dente de un avión P-3 norteamericano en la isla cana-
ria de El Hierro el 11 de diciembre de 1977 (Benítez,
al igual que el canario Francisco Padrón, reproduce el
gazapo de Esteban al situar el suceso en 1978) que ha-
bría sido atacado por un ovni. Por supuesto el suceso
fue debido a causas humanas más la conjunción de fac-
tores meteorológicos y tecnológicos
12
. Un auténtico ex-
pediente X canario...
UNA “ALERTA OVNI” HISTÓRICA
En los años setenta y ochenta del siglo XX, el mito de los
platillos volantes estaba vivo en nuestro país,
mucho más que ahora, que se reduce a noticias
de relleno en las páginas de revistas que han
quedado convertidas en productos nuevaeristas
y de difusión de insensateces neo-vondänike-
neanas. Las observaciones eran frecuentes y los
medios de comunicación se hacían eco con una
dedicación impensable hoy en día.
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Javier Esteban se pasó una
década y pico toreando a los
ufólogos de campo de nuestro país
J.
ESTEBAN
Portada de la novela Bases de ovnis en la Tierra.
Una de las manifestaciones
sociales del mito eran las “aler-
tas ovni”, concentraciones mul-
titudinarias de creyentes —y al-
gún escéptico con espíritu de
antropólogo— que acudían a la
llamada de un contactado o de la
publicidad de una emisora de ra-
dio. La alerta ovni más impor-
tante de las que se celebraron en
España fue la que tuvo lugar el
24 de junio de 1989 en el Parque Nacional del Teide
(Tenerife), en el mirador de La Ruleta.
La organización puso a disposición de las personas
interesadas en acudir un servicio gratuito de guaguas —
autobuses— desde la Plaza de España en Santa Cruz de
Tenerife hasta el Parque Nacional, que, unido a la gran
cantidad de coches particulares, produjo largas carava-
nas en las carreteras de acceso. De hecho, las guaguas
de la organización estuvieron detenidas alrededor de una
hora en el cruce de Arafo, hasta que las fuerzas poli-
ciales les permitieron continuar hacia el volcánico pai-
saje ya colapsado. Cuando llegamos al lugar, alrededor
de las 11 de la noche, se habían reunido unas 10.000
personas a la llamada de los organizadores (¿o de los
ET?).
Previamente al acto, el ambiente se había calenta-
do adecuadamente a través de numerosas inserciones
publicitarias a página completa en la prensa local, así
como por medio de intervenciones radiofónicas en las
que destacados personajes de la subcultura de lo para-
normal, tanto canarios como peninsulares, daban su vi-
sión del acto.
El promotor fue el programa radiofónico Espacio en
Blanco, que todavía hoy presenta Miguel Blanco, uno de
esos camaleones del misterio que ante los más abe-
rrantes ejemplos televisivos de la irracionalidad se dis-
fraza de escéptico y pocas horas después intenta que los
oyentes de su emisión radiofónica traguen carros y ca-
rretas misteriosos. El contacto en la isla del programa
era el ocultólogo local Francisco Padrón, que no tuvo in-
conveniente en afirmar en un artículo periodístico que
se trata de “... una gran reunión en el Parque Nacional
con el fin de aprovechar esa energía telúrica y, tras un
ejercicio de relajación, emitirla con ideas positivas de
paz y armonía, proyectándola hacia todo el planeta”. De
paso, “se aprovechará este acto para invitar a los tripu-
lantes de las naves extraterrestres a que efectúen una
aparición y que se unan a esta manifestación de buena
voluntad”
13
.
Se les invita y ni siquiera tienen el detalle de decir
que no iban a aparecer; un poco maleducados estos ex-
traterrestres... Las Cañadas del Teide es lugar predilec-
to para los aficionados a los misterios y a las energías no
mensurables. Padrón informaba a sus lectores en el mis-
mo artículo de las cosas que pueden pasar en el bello
paisaje: “Especialistas en cuestiones esotéricas o para-
normales y en receptividad vibracional cosmo-telúrica
han afirmado que en la zona existe una energía especial.
Y como enclave misterioso también aquí ocurren he-
chos sorprendentes: luces que aparecen y desapare-
cen, seres gigantescos o, por el contrario, bajitos y
cabezones que tiran piedras a los testigos, ruidos de
potentes turbinas que se escuchan a altas horas de
la madrugada, música que no se sabe de dónde se
emite, discos metálicos o luminosos que se detienen
en lo alto de un grupo de personas o de coches, que
lanzan un rayo cegador, un jeep que persigue, sin
darle alcance, a una esfera luminosa que brinca ante
ellos...”.
Así, como lo han leído, sin quitar ni poner ni una
coma ni una tilde. Estos disparatados rumores, cul-
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En la alerta ovni de Las Cañadas del Teide en
1989 los que esperaban la “receptividad
vibracional cosmo-telúrica” se encontraron con
un gran globo sonda y una magnífica linterna de
señales de color rojo-naranja
COR
TESÍA F
.
ANOMALÍA
Instantánea de la alerta ovni de Las Cañadas del
Teide el 24 de junio de 1989.
tivados durante años en los irracionales ambientes
misteriófilos canarios, son los que probablemente mu-
chos de los asistentes a la alerta ovni querían confirmar
esa noche.
El conductor de Espacio en Blanco tampoco tenía
pelos en la lengua: “Contactados de todo el mundo coin-
ciden en los mismos mensajes y todos dicen que algo
está a punto de ocurrir. Es como si de repente la última
parte del plan (sic) se hubiera despertado y muchos
coinciden que tiene algo que ver con el día de hoy. Los
mensajes coinciden en que es necesario crear una con-
centración de personas para que den una prueba irre-
futable de que están entre nosotros...”
14
.
Según el “experto” canario no se divisó ningún ovni
aquella noche pero en una información enviada junto con
Javier Sierra a la revista Cuadernos de Ufología y publi-
cada en septiembre de ese mismo año “... en el entor-
no de las islas sí se produjeron algunas observaciones”
15
.
Probablemente hubo, como suele ser habitual, opi-
niones para todos los gustos, pero, para este autor, la
alerta fue un fracaso a pesar de los 20.000 vatios de luz
y los 10.000 de sonido empleados en un montaje que
pretendía recordar al de una fantasiosa película de Ste-
ven Spielberg.
Yo esperaba la bajada de las naves extraterrestres
pero lo único que bajó allí fue la temperatura, que ron-
daba los 0 grados (ni frío ni calor, que diría un bromis-
ta) e “imaginé” algo más que una descomunal tomadura
de pelo a los miles de personas que acudieron por par-
te de los organizadores. Para otros, seguramente, sig-
nificó toda una experiencia de comunicación, un acto
colectivo de identificación con los seres del espacio a
través de los años luz que nos separan. Algunos también
debieron ver ovnis, aunque quizá se trató de los aviones
que sobrevolaron la isla durante la alerta y que provo-
caban murmullos entre los asistentes; quien se atrevía
a apuntar esta posibilidad —me señalo a mí mismo—
era mirado como si de un aguafiestas se tratara; o, tal
vez, los bromistas que, cerca del cráter del Teide, se de-
dicaban a apuntar con linternas hacia la multitud con-
gregada propiciara el anhelado cambio de conciencia...
O quizá se trató de Lluís Tomàs Roig, que trabajaba
en aquélla época en el Instituto de Astrofísica de Cana-
rias y que junto con dos compañeros se encontraba con-
templando desde el observatorio de Izaña la larga cola
de vehículos que se dirigía a Las Cañadas, al mismo tiem-
po que se preguntaban por la poderosa razón que movía
a tanta gente a pasar una noche en vela. “Para algunos
—nos relató Tomàs Roig— se trataba de pasar el rato, ce-
nando y bebiendo con los amigos, pero para muchos, se
trataba de algo muy serio: ¡Entrar en contacto con los ex-
traterrestres! No podían quedar defraudados. Había que
hacer algo”. La experiencia de Tomàs Roig y sus colegas,
en hilarante línea ivaniana, ha permanecido oculta has-
ta este momento. Muchos kilómetros de investigación de
campo he tenido que recorrer para que finalmente mi con-
fidente me aportara todos los detalles. Tuve que reunir-
me con varios soplones del Ejército y otros pocos
del CESID para que, todos a una, presionaran al
autor que pergeñó esta puesta en escena.
En una reunión secreta, Lluís Tomàs Roig
confesó que había en el observatorio del Teide
material sobrante de las prospecciones para
determinar si Izaña era el lugar ideal para ins-
talar los telescopios solares. Disponían de un
gran globo-sonda, de una enorme cometa, botellas de
hidrógeno y pintura fluorescente. “Ah!, y una magnífi-
ca linterna de señales de color rojo-naranja”, agregó
nuestro informante. ¡Un tesoro para McGiver y para estos
solares guasones! En un abrir y cerrar de ojos planearon
y confeccionaron el “ovni”. Pintaron parte del globo,
introdujeron en él la linterna y utilizaron el largo cable
de recogida de la cometa para mantener el globo bajo
control. Cargaron todo el material en un Land Rover jun-
to con la botella de hidrógeno y se dirigieron a Las
Cañadas.
Ya de noche, se ocultaron entre unas retamas (arbus-
tos autóctonos del Parque Nacional) y procedieron a
inflar el globo. Naturalmente, entre las prisas, los ner-
vios, el temor a ser descubiertos y la falta de experien-
cia, la cosa no podía funcionar bien, pero durante algu-
nos minutos el extraño artefacto voló majestuoso por
encima de la reunión cósmica. “Oíamos algunos gritos
de gente extrañada. ¡Ahí están!, decían unos”, nos ase-
guró Tomàs Roig. En la carretera cercana un taxista fre-
nó en seco, lo que produjo un pequeño choque en cade-
na de cuatro coches... Viendo que la gente se dispersaba
y que algún grupo se dirigía rápidamente hacia el lugar
en el que se encontraban escondidos los astrónomos,
éstos cortaron el cable que sujetaba el globo y éste desa-
pareció en lo alto.
El astrónomo recuerda la experiencia como muy
emocionante y al mismo tiempo divertida. “Además,
ofrecimos a alguien precisamente lo que deseaba: ver
ovnis”, aseguró finalmente. ¿Fue ésta la respuesta a la
llamada cósmica efectuada por Blanco y Padrón?
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Dos mil personas contemplaron el
estupendo fraude del globo con luces
en Frontera (El Hierro) en 1995
EL GLOBO DE FRONTERA (EL HIERRO)
En este último episodio desconocemos la identidad de
los bromistas, pero sí se dispone, tras la correspondiente
investigación de campo —que no se diga y haciendo ho-
nor a mi apellido— del testimonio de una persona, Car-
melo Padrón, que observó cómo manipulaban el objeto
usado para el monumental fraude
16
.
El caso pudo haberse convertido en uno de los his-
tóricos de la ufología española: pocos son los sucesos
catalogados como “ovni” que contaron con 2.000 tes-
tigos, reunidos con motivo de una verbena popular la
noche del 12 de agosto de 1995 hasta las 2 de la maña-
na en la localidad de Frontera (El Hierro). Se trató de la
observación de una luz roja fija y cuatro o cinco blancas
alrededor que se encendían intermitentemente a gran
velocidad. El fenómeno permanecía prácticamente
estático, con ligeros balanceos, aunque según algunos
testimonios realizaba “movimientos imposibles para cual-
quier objeto conocido”.
Ya sabemos qué crédito hay que otorgar a estas afir-
maciones... Pero tras la espectacular aparición no se ocul-
taba otra cosa que una sencilla instalación eléctrica y unas
cuantas bombillas dispuestas para asombrar a la con-
currencia. Un testigo, Carmelo Padrón, tuvo la suerte de
descubrir a contraluz el globo del que colgaba el ovni pre-
fabricado cuyos manipuladores cortaron el cable que lo
mantenía atado a tierra cuando se apercibieron de que
habían sido descubiertos. En ese momento el artilugio
se elevó y desapareció, tal y como los testigos describieron
desde la parte inferior del barrio.
El análisis de las imágenes videográficas obtenidas
por un cámara de una televisión local tinerfeña despla-
zada a la isla no mostró elemento alguno de extrañeza;
sus características encajan con las que serían de espe-
rar en el caso de que se hubiese tratado de un sencillo
dispositivo eléctrico luminoso elevado por un globo.
Lógicamente esta explicación recibió críticas por par-
te de los adalides de lo enigmático, ofendidos ante la es-
trepitosa caída del suceso. Se pudo leer a algún ocultista
canario que “2.000 personas no pueden haber sido en-
gañadas” o que “todos los testigos eran unos tontos al
dejarse engañar por una broma de tal ca-
libre”, ejemplos de acartonada ironía, úl-
timo recurso ante la inexistencia de
pruebas que demuestren la extrañeza de
un fenómeno. Me gustaría saber cómo han
comprobado esos visitantes asiduos de los
“estados vibratorios paralelos” que todos
los testigos se tragaron la broma o cuán-
tos pensaron que estaban ante un fenó-
meno luminoso extraño y platillesco.
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COR
TESÍA R.
CAMPO
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Imagen de la calle de Frontera (El Hierro) donde se
celebró la verbena el 12 de agosto de 1995.
Al fondo, entre la bruma, el pico de Malpaso, sobre el que
aparentaba estar el “ovni” aunque en realidad el globo
con las luces que motivó la confusión se hallaba mucho
más bajo.
Dibujo del globo observado por
Carmelo Padrón, que motivó la
observación de El Hierro el 12 de agosto
de 1995.
Podemos estar seguros de que no todos los herreños
presentes en el lugar cayeron en la trampa. De hecho,
un año después de la observación aún circulaba en la
zona el rumor de que se había tratado de un engaño, po-
siblemente perpetrado por unos turistas alemanes que
se estaban alojando en un hotel cercano al lugar; muy
cerca de donde Carmelo Padrón pudo descubrir a los
manipuladores del artilugio luminoso.
Los propagandistas de Canarias como “tierra de mis-
terios” suelen estafar al extranjero asegurando que en
estas islas tienen lugar hechos misteriosos cada fin de
semana. Quizá los autores de la broma sabían de esta
absurda leyenda y decidieron hacer uso de ella para pa-
sar una divertida noche.
Estoy seguro que Orson Welles, los componentes del
proyecto Iván, Javier Esteban, Lluís Tomàs Roig y los fa-
bricantes del super-ovni de caucho de El Hierro rieron
satisfechos cuando tuvieron conocimiento de los resul-
tados de sus ocurrencias, útiles bromas para saber a qué
atenernos ante informadores acríticos y ante testimonios
respetables pero de validez científica nula. ¿Podemos
esperar algo más del periodismo ufológico y de la mo-
nomanía de la “investigación de campo”?
é
NOTAS
1. Robert E. Bartholomew: “The Airship Hysteria of
1896-97”. The UFO Invasion. Prometheus Books,
Amherst, New York, 1997.
2. Miguel Herrero-Uceda: “H.G. Wells y la Guerra de los
mundos”, Claves de Razón Práctica, 89, enero/fe-
brero, 1999.
3. H. Cantril et. al. publicaron un estudio clásico sobre
esta experiencia: The Invasion from Mars. Un resu-
men de esta monografía puede consultarse en:
http://faculty.luther.edu/~johnsmar/CL46/cantril.htm.
4. Vicente-Juan Ballester Olmos y Ricardo Campo Pé-
rez: “¡Identificados! Los OVNIS de Canarias fueron
misiles Poseidón”, Revista de Aeronáutica y Astro-
náutica, 701, marzo 2001, Ministerio de Defensa,
Madrid. También en: Cuadernos de Ufología, 27, San-
tander, Fundación Anomalía, 2001, y en: http://www.
anomalia.org/misiles.htm.
5. Véase: http://perso.wanadoo.es/jjreina/divulga-
cion/100tifica/articulo/laverdad/laverdad.htm.
6.
Puede leerse la historia completa del Proyecto en:
Félix Ares de Blas: “Iván: historia de un proyecto”,
El Escéptico Digital, edición 2002, número 3, 28 de
abril de 2002.
7.
Colectivo Iván: “Ovnis en Gallarta”, Mundo Desco-
nocido, 49, julio 1980, pp. 62-70. Previamente Juan
José Benítez publicó un artículo en torno a las “hue-
llas de aterrizaje” en: J. J. Benítez: “Sí hubo OVNI
en Gallarta”, Mundo Desconocido, 45, marzo 1980,
pp. 61-67. Como respuesta a la réplica del Colecti-
vo, Benítez dio salida desde la otra dimensión a este
inefable artículo: J. J. Benítez: “Gallarta otra vez”,
Mundo Desconocido, 50, agosto 1980, p. 56-61.
8. Juan José Benítez: El mundo de los ovnis (2 Vol.). Edi-
ciones Riego, Madrid, 1980, p. 3.
9. Bases de OVNIs en la Tierra de Douglas O´Brien. Al-
varez Esbec, J. M., editor. Puede accederse al con-
tenido íntegro del libro desde http://www.magufo-
media.com/leer.php?id=150.
10. Bruno Cardeñosa: “Infiltrados: ufólogos a sueldo”,
Más Allá, 96, febrero 1997.
11. Javier Esteban: “La verdad está ahí fuera..., pero los
ufólogos no la ven”, La Alternativa Racional, 39, II,
1996. Esteban intervino algunos meses después en
el programa televisivo de Tele 5 Día a día, el 27 de
enero de 1997, en compañía del periodista escép-
tico Miguel Ángel Almodóvar. En esta oportunidad y
en un medio masivo relató los plagios de que fue ob-
jeto su libro y puso en evidencia la credibilidad de
los investigadores que lo tomaron por fuente de in-
formación contrastada, entre ellos Benítez y Carde-
ñosa. La revista Más Allá declinó la invitación del pro-
grama para participar en el debate: prefirieron mirar
para otro lado cuando se descubrió el bochornoso ri-
dículo en que habían caído.
12. Juan José Benítez: “Podrían provocar una guerra ató-
mica por error”. El Heraldo de Aragón, 21 de agos-
to de 1983. El ufólogo-esoterista-parapsicólogo ca-
nario Francisco Padrón no pudo resistirse a la
tentación de escribir sobre este accidente y la co-
rrespondiente invención de Esteban. El artículo, con
su habitual estilo macarrónico, lo publicó Diario de
Avisos (Santa Cruz de Tenerife) el 21 de febrero de
1988. Todo este material es accesible en Internet des-
de la web de Generación Escéptica: http://orbita.star-
media.com/genskeptic/archivo/ufo1a.html. Sobre el
accidente de la aeronave militar en la isla herreña vé-
ase: Ricardo Campo: “El avión que se estrelló en ov-
nilandia”. Cuadernos de Ufología, 22-23, 1998, pp.
42-46, Fundación Anomalía, Santander.
13. Diario de Avisos, 18-6-1989.
14. El Día, 24-6-1989.
15. Cuadernos de Ufología, 6, septiembre 1989, pp. 27-
8, Fundación Anomalía, Santander.
16. Ricardo Campo: “El ovni que acabó deshinchándose”,
Cuadernos de Ufología, 24, 1998, Fundación Ano-
malía.
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