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E L S I L L Ó N E S C É P T I C O
EL CÓDIGO DA VINCI: LA
INVESTIGACIÓN
Marie-France Etchegoin y Fré-
déric Lenoir
Editorial RBA, 251 páginas,
2005
Es una realidad innegable que El
código Da Vinci se ha convertido
en algo más que una simple nove-
la para pasar el rato. La ambigüe-
dad adoptada por su autor, Dan
Brown, muy al estilo de la de J. J.
Benítez en sus ‘Caballo de Troya’,
ha conseguido que el relato haya
sido asumido por millones de lec-
tores como una fuente histórica
fiable y documentada. Marie Fran-
ce Etchegoin, periodista de Le
Nouvel Observateur, y Frédéric
Lenoir, filósofo y sociólogo, des-
criben muy bien el resultado del
‘efecto Brown’ en el prefacio de su
libro El código Da Vinci: la inves-
tigación: “En París, un amigo, que
no era ningún chalado, nos explicó
con la mayor seriedad que la Igle-
sia había quemado miles de
manuscritos molestos. ‘Dan
Brown dice la verdad’, afirmaba.
Otro nos aseguraba que Leonardo
Da Vinci había pertenecido, efecti-
vamente, a una secta. Una maestra,
considerada persona razonable,
aseguró en una cena que la pirámi-
de del Louvre tenía sin duda un
sentido oculto, diabólico incluso.
(...) Todos se preguntaban si Leo-
nardo era, en efecto, un alquimista
y un desenterrador de cadáveres.
Si los templarios eran realmente
herejes”. Dan Brown ha desenca-
denado una marea pseudohistórica
que ha crecido alimentada por
cientos de lamentables imitadores
que se han sumado a los ya de por
sí esoteristas y ‘templariólogos’ de
siempre.
Etchegoin y Lenoir han saltado a la
palestra con este libro ejemplar de
respuesta escéptica a la pseudohis-
toria pura y dura, que no otra cosa
es la novela de Brown. El código
Da Vinci: la investigación es un
desmenuzamiento concienzudo —
no exento de algún que otro gaza-
pillo histórico perfectamente
obviable— de todos los supuestos
secretos desvelados por el autor
estadounidense en su best-seller,
del que se está rodando ahora
mismo una adaptación cinemato-
gráfica de presupuesto millonario.
Los dos investigadores franceses
han adoptado una técnica de expo-
sición muy sencilla y, sobre todo,
fácil de seguir. Primero reprodu-
cen las revelaciones de Brown,
con numerosas citas de la novela,
después explican de dónde han
salido y cuáles son sus fuentes y
autores originales para, por último,
refutarlas con todo lujo de detalles.
Lo que hace este libro especial-
mente valioso es que, a pesar de la
evidente labor de documentación
que lo respalda, no es un denso tra-
tado de historia desbordado por la
erudición y apto sólo para especia-
listas. Escrito en un tono ágil, muy
periodístico, en capítulos breves y
muy bien ordenados, su lectura es
fácil, atractiva y engancha desde la
primera página.
El código Da Vinci: la investiga-
ción es un esperanzador intento de
dejar las cosas en su sitio. Como
afirman bien claro Marie-France
Etchegoin y Frédéric Lenoir, “el
esoterismo puede producir lo
peor”. Y lo demuestran con creces.
Julio Arrieta
LA CONJURA DE LOS
MACHOS
Ambrosio García Leal
Colección Metatemas nº 87.
Tusquets Editores. 384 páginas.
Barcelona, 2005
E
L PORQUÉ DEL SEXO
Somos, los humanos, una rareza
evolutiva en numerosas cuestio-
nes: somos la única especie social
y cooperativa que adoptó la mono-
gamia como estrategia de aparea-
miento, o en la que las hembras
ocultan (incluso en general entre
ellas) su ciclo fértil, mientras que
la diferencia anatómica entre
Ed. T
usquet
s
Editrorial RBA
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sexos se ha acentuado, contando
con el órgano sexual masculino
más grande de nuestro entorno...
Entre los humanos el sexo consti-
tuye una actividad llena de mati-
ces y de placeres (llegando las
mujeres a experimentar orgasmos
comparables a los de los varones)
que nos diferencian de los demás
primates, incluso los más cerca-
nos, que muestran una notable
sobriedad sexual (excepción hecha
de los bonobos, por ejemplo).
Multitud de características mues-
tran que el sexo es, en la especie
humana, algo tan distintivo como
la marcha bípeda o el tamaño de
nuestro cerebro.
¿A qué se debe todo ello? El libro
La Conjura de los Machos, del
biólogo Ambrosio García Leal,
presenta de manera admirable el
complejo rompecabezas de la
sexualidad humana a la luz de la
ciencia. Gran parte de los miste-
rios de la sexualidad humana pue-
den ser entendidos gracias a la
capacidad de adaptación de nues-
tra especie. En eso no somos úni-
cos: las diferentes estrategias
sexuales de muchas otras especies
nos pueden servir para entender
las nuestras, aunque sin llegar a
pretender una extrema sociobiolo-
gía, una exageración en la que la
única explicación de todo venga
de lo “innato”. Cita en su introduc-
ción el autor a Ramón Margalef, y
a lo que él denominaba “lo barro-
co de la naturaleza” para mostrar
que además de la herencia tene-
mos que considerar “lo adquiri-
do”, las interacciones del entorno,
el modo de vida, para explicar casi
cualquier característica fisiológica
o de conducta de una especie.
Como la nuestra.
Podemos imaginar el escándalo
que los primeros libros de Freud
debieron provocar hace un siglo:
decir en una sociedad con una
moral victoriana que el sexo es el
principal motor de las motivacio-
nes humanas debía ser algo más de
lo que podían aceptar. Quien lo
decía tenía una poderosa teoría
que parecía explicar —y curar—
enfermedades mentales de las que
en ese momento se sabía muy
poco y eso implicaba que había
que tomárselo en serio. Tan en
serio se tomó que aún hoy en día
el psicoanálisis es una terapia
extendida, a pesar de las dudas
sobre su eficacia. Su mayor pro-
blema es, aunque sea paradójico,
lo que parecía su mayor virtud: su
capacidad para explicar todo.
Tanto explica que al final no expli-
ca nada. Las intuiciones de Freud
tienen un escaso —o nulo— sus-
trato científico y experimental.
Todo lo contrario que la sociobio-
logía. Basándose en que todo
comportamiento procede de una
larga evolución y que debe servir a
algún propósito, consiguió un
rotundo éxito al proponer modelos
que lograban explicar el altruismo
que se observa en muchas especies
—sobre todo en los insectos socia-
les—. ¿Cómo puede ser adaptati-
vo el sacrificarse por un hermano?
Porque este comparte la mitad de
los genes contigo. Salvar a tres
hermanos es más ventajoso que
salvarse a uno mismo.
Pero la rigurosidad científica de la
sociobiología no le ha impedido
convertirse en el origen de la ava-
lancha de libros como Los hom-
bres son de Marte, las mujeres son
de Venus (de John Gray) o Por qué
los hombres no escuchan y las
mujeres no entienden los mapas
(de Barbara y Allan Pease). Libros
que con una caradura sin prece-
dentes explican sin ningún tipo de
verosimilitud toda la gama de
comportamientos modernos. ¿Por
qué las mujeres no entienden los
mapas? Porque como no iban a
cazar, no tienen una mente espa-
cial. ¿Por qué a los hombres les
gusta dormir del lado de la puerta?
Para vigilar la cueva. De nuevo el
mismo problema: explicar tanto no
es explicar nada. Aunque sean muy
populares, esos libros en los que se
pretende justificar en la actividad
cazadora de los primeros machos
humanos y la mayor dedicación a
la crianza de las primeras hembras
casi cualquier diferencia entre los
sexos, se olvidan del fenómeno
fundamental, que es una especie de
contrato establecido desde los pri-
meros humanos para optimizar la
explotación de los recursos, verda-
dera estrategia ganadora que per-
mitió la proliferación de nuestra
especie en la que una sexualidad
rica y desinhibida jugó un papel
mucho más rompedor que el sim-
ple de “lazo” monógamo.
Mientras estas actitudes se cir-
cunscriban a los best-sellers no
pasa nada. Más preocupante es el
hecho de que científicos más
serios caigan de vez en cuando en
los mismos errores. Sobre todo
cuando se habla del tema que
Freud colocaba en el centro de la
psicología humana: el sexo. En
este contexto, un título como La
Conjura de los Machos puede dar
la impresión de ser poco serio.
Nada más lejos de la realidad.
Al buscar una interpretación bioló-
gica del sexo humano se ha de huir
de ese extremismo, que ha sido,
históricamente, en especial duran-
te los últimos decenios, muy abun-
dante en la bibliografía. García
Leal se intenta separar de todo tipo
de explicaciones aparentemente
“redondas” que han tenido mucha
popularidad, mostrando que, en la
comparación con otras especies de
nuestro entorno filogenético, esas
Coordina: Alfonso López Borgoñoz
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aparentes razones son realmente
construcciones interesadas, a
menudo porque tendemos a inter-
pretar las conductas animales en
términos demasiado humanos y, al
revés, considerar que las conduc-
tas humanas son poco naturales.
Un ejemplo lo constituye la cues-
tión de la “guerra de los sexos”. Lo
cierto es que la humana es la única
especie en la que se tiene presente
la relación entre el acto sexual y la
procreación. Si pensamos en tér-
minos de qué sexo invierte más en
la procreación y posterior cuidado
de las crías (lo que se denomina
inversión parental) y considera-
mos que las estrategias evolutivas
harán que cada individuo pretenda
perpetuar sus genes en las siguien-
tes generaciones, la cuestión que
mencionábamos de la monogamia
humana se ha solido justificar en
una guerra en la que las que suelen
perder son las mujeres. El macho,
aparentemente, preferiría una poli-
ginia, que le da más capacidad de
extender su semilla. Sin embargo,
lo que asegura el éxito evolutivo
no es una mayor camada, sino que
esas crías consigan prosperar y
convertirse en adultos. De esta
manera, la hembra humana no es
simplemente explotada, sino que
utiliza la monogamia a su favor
para asegurar que el macho invier-
ta también energía y dedicación
que, en principio, podría quedar
relegada a ella.
Ninguna estrategia evolutiva que
tenga que ver con la reproducción
puede favorecer sólo a uno de los
sexos: o ganan los dos, o no se
podrá entender un equilibrio a
largo plazo. Posiblemente, los pri-
meros humanos establecieron
sociedades principalmente monó-
gamas debido a sus sistemas de
caza y recolección, y las hembras
encontraron estrategias adecuadas
para conseguir que la inversión
parental se repartiera. Se ha consi-
derado por muchos autores que la
disponibilidad de la hembra huma-
na a la práctica sexual sería un
resultado de esas estrategias: el
sexo mantendría junta a la pareja,
deslindando la función reproducto-
ra de su práctica. La realidad es
más compleja y las familias monó-
gamas estables de los humanos
conviven con el sexo extraconyu-
gal y cierto grado de poligamia,
como sucede también en algunas
especies de aves. La idea del
macho promiscuo por naturaleza y
la hembra monógama por naturale-
za, que utiliza el sexo para domes-
ticar a su pareja no se soporta real-
mente en los datos biológicos.
L
O SEXUAL Y LO SOCIAL
El libro de García Leal no preten-
de dar todas las respuestas al rom-
pecabezas sexual humano, y el
propio autor reconoce que en
muchos aspectos sólo podemos
acercarnos a hipótesis plausibles.
En los diferentes capítulos, se
abordan -con una erudición
exhaustiva y con numerosos ejem-
plos de estudios realizados que no
ahogan, afortunadamente, al lec-
tor- diferentes cuestiones de la
sexualidad humana, a veces verda-
deras rarezas biológicas como los
orgasmos femeninos, el tamaño de
los pechos en ellas y de los penes
en ellos, así como los patrones
básicos de la belleza, la masturba-
ción, los impulsos bisexuales o las
prácticas homosexuales, la prosti-
tución e incluso se apuntan raíces
biológicas para la represión sexual
y la violencia de género.
Capítulo a capítulo el autor irá
revelando, con un rigor excepcio-
nal, la explicación de todas nues-
tras rarezas. En el primer capítulo,
¿Por qué existen los machos?, nos
tirará por tierra el mito de la guerra
de los sexos al que aludíamos: la
meta de los progenitores es el
éxito reproductivo, no engañarse
entre ellos. La mantis que devora
al macho después de la cópula no
es un monstruo. Es el macho el
que realiza la mejor inversión para
su descendencia: ofrecerse como
proteínas para sus hijos. En El
mito de la hembra monógama
veremos, entre otras cosas, que la
infidelidad no sólo beneficia al
macho que la practica. A una hem-
bra puede interesarle ligar sus
genes con un macho ‘promiscuo’
porque sus descendientes hereda-
rán el comportamiento y se repro-
ducirán más. En El comercio de la
carne leeremos el motivo del ‘con-
trato sexual’. Como su título indi-
ca: ¿Sirve para algo el orgasmo
femenino? explica varias hipótesis
para el origen del orgasmo femeni-
no. Los capítulos 5 y 6 La ley del
más bello y Y la mujer se hizo niña
nos ayudarán a comprender las
causas del dimorfismo sexual
entre hombre y mujer; en particu-
lar el por qué del tamaño de penes
y pechos. Con Un mono bisexual y
pederasta entenderemos los impul-
sos bisexuales humanos y con ¿Es
el hombre un lobo para la mujer?
las posibles causas de la violencia
doméstica. Que en las actuales cul-
turas de cazadores-recolectores
prácticamente no exista este tipo
de violencia parece sugerir que se
trata de una construcción cultural.
Por último, en ¿Retorno al Edén?
el autor nos explicará su visión de
la libertad sexual.
Muchas de las explicaciones,
como bien indica el autor en el
prólogo, se mueven en el terreno
de las hipótesis. Pero plausibles y
muy bien documentadas. Sólo en
el último capítulo el autor deja el
rigor de lado para expresar sus
opiniones personales, algunas más
polémicas que otras. Para mues-
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tra, un botón; que la única educa-
ción sexual que tengan los jóvenes
en las escuelas sea la prevención
de enfermedades es como si en un
curso de gastronomía sólo se
enseñara cómo no intoxicarse.
Ahora bien ¿a quién le correspon-
dería educar lúdicamente en el
sexo?
Es de agradecer que el autor, a lo
largo de todo su discurso, mantie-
ne un continuo balance entre lo
que puede aportar la biología y lo
que queda como construcción cul-
tural humana. El hecho de que sea-
mos conscientes del valor repro-
ductivo del sexo, aunque casi
siempre lo practiquemos sin pre-
tender precisamente expresar ese
valor, le lleva también a especular
sobre las razones de la libertad
sexual y cómo en la sociedad
actual hemos trastocado, posible-
mente por entender mal el equili-
brio entre ambas, una conducta
que llega a mercantilizarse, a pro-
vocar obsesiones “antisexuales”, o
a justificar lo políticamente
correcto donde no hacía falta. En
ningún lugar está escrito que por
ser diferentes unos y otras tenga-
mos diferentes derechos en una
sociedad libre.
Como valoración, concluimos que
es uno de los mejores libros publi-
cados sobre este tema y, por des-
contado, el más actual y documen-
tado. Gustará por igual al experto
que quiera saber el estado de las
últimas investigaciones, y al lector
curioso que esté dispuesto a apren-
der con un libro bien escrito,
ameno, y totalmente exento de
especulaciones gratuitas. Impres-
cindible.
Juan Pablo Fuentes
Javier Armentia
ATAPUERCA, PERDIDOS
EN LA COLINA.
LA HISTORIA HUMANA Y
CIENTÍFICA DEL EQUIPO
INVESTIGADOR
Eudald Carbonell y José María
Bermúdez de Castro,
Editorial Destino, 446 páginas.
Barcelona, 2004.
E
L ARTE DEL TITIRITERO
1
Escribía Imre Lakatos que el resul-
tado de la moralidad hipócrita de
la época victoriana, era doble. Por
un lado la creencia de mucha gente
en un ideal de decencia burguesa
que era completamente imposible
de cumplir por nadie, y por otro
lado la que consideraba al ser
humano como la más depravada
de las bestias, que también era sos-
tenida por otro sector amplio de la
población. Lo correcto, posible-
mente, no era ni lo uno ni lo otro o,
al menos, no lo era la mayor parte
de las veces.
Ese ejemplo le servía para criticar
negativamente algunas de las ideas
de Karl Popper, basadas más en
modelos mentales teóricos y no en
lo que se podía ver que pasaba en
los centros de investigación, y así
continuaba escribiendo que “los
criterios científicos utópicos, o
bien crean exposiciones falsas e
hipócritas de la perfección científi-
ca o alimentan el punto de vista de
que las teorías científicas no son
sino meras creencias enraizadas en
intereses inconfesables”. Esto últi-
mo le servía también para atacar,
de paso, el aire revolucionario que
ha rodeado desde siempre a algu-
nas de las ideas más radicales
(Lakatos las llama absurdas) de
algunos sociólogos del conoci-
miento, que han pretendido “haber
desenmascarado la ficticia racio-
nalidad de la ciencia cuando, como
máximo, están explotando la debi-
lidad de algunas teorías caducas de
la racionalidad científica”
2
.
Partiendo de un punto de vista
nada utópico ni ingenuo y, al
mismo tiempo, muy alejado del
relativismo sobre la posibilidad de
llegar a conocer el pasado, Eudald
Carbonell (admirador confeso del
autor húngaro) y José Mª Bermú-
dez tratan de hablarnos en esta
obra de lectura sencilla y cómoda
acerca de lo que han sido sus expe-
riencias personales y científicas
durante más de veinte años (casi
treinta en el caso del catalán) de
excavaciones arqueológicas y
paleontológicas en la sierra de
Atapuerca (Burgos), sin falsas
hipocresías acerca de la perfección
de la investigación científica en
general, pero mostrando el respeto
profundo del equipo que lidera el
trabajo de este proyecto por la
correcta documentación de los
pasos dados y resultados obteni-
dos
3
, así como por la mejor expli-
cación posible de la base sobre la
que se asientan sus construcciones
teóricas, con la finalidad de que el
lector pueda llegar a conocer (casi
desde dentro) cuál ha sido el con-
texto externo (social) e interno
(del mundo de la arqueología y
paleontología) en el que ha ido
Editorial Destino