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el escéptico
100
C
uando Poptronics (Poptró-
nica)
, una de las revistas
editadas por Gernsback
Publications, publicó recientemen-
te un artículo defendiendo la
absurda teoría de que las grandes
pirámides de Egipto eran en reali-
dad radios gigantescas, Hugo
Gernsback seguramente se revol-
vió en su tumba, como mínimo
asombrado, sino horrorizado.
Mucho antes de James Randi y el
CSICOP, este editor nacido en
Luxemburgo, y fundador de un
linaje casi interminable de revistas
populares, había luchado una larga
(y en su mayor parte solitaria)
batalla contra las pseudociencias
de todo tipo, desde la astrología y
las curas milagrosas, al espiritua-
lismo y cualquier otro tipo de
“embaucadores”. Empleó el poder
de sus revistas inmensamente
populares para avanzar en su cru-
zada, siempre dispuesto a respal-
dar con cantidades considerables
de dinero sus propias creencias.
Gernsback nació en 1884, emi-
grando a los Estados Unidos con
apenas veinte años y trayendo con
él una pasión inagotable por cual-
quier cosa relacionada con la elec-
trónica y la radio. En 1906 ya ven-
día equipos de radio para el hogar,
y dos años más tarde fundaría
Modern Electrics (Eléctricos
Modernos)
, el primero de un largo
linaje de revistas que llevarían su
nombre como editor.
Fue en esta revista donde apareció
por entregas su novela de ficción
científica Ralph 124C41+ (1911-
1912), una pésima historia desde
el punto de vista literario, siendo
apenas poco más que un catálogo
de las maravillas científicas y tec-
nológicas que Gernsback esperaba
encontrar en el siglo XXVII, pero
que alcanzaría la fama por su des-
cripción precisa del radar.
Modern Electrics
evolucionó
hacia el Electrical Experimenter
(
El Experimentador Eléctrico),
donde aparecería la columna regu-
lar de “Las aventuras científicas
del Baron Munchausen”, escritas
por Gernsback de forma anónima.
Convencido de que la ciencia-fic-
ción era el medio ideal para que la
educación científica pudiera llegar
edulcorada y sin esfuerzo a sus
lectores, Gernsback se aseguró de
incluir historias y seriales de fic-
ción científica en la mayoría de los
números de dicha publicación y de
su sucesora, Science & Invention.
H U G O
GERNSBACK
C R U Z A D O
E S C É P T I C O
Ron Miller
Durante los años veinte y treinta del pasado siglo, el editor de revistas y "padre de la ciencia-ficción" Hugo Gerns-
back empleó sus publicaciones más populares para luchar en una guerra unipersonal contra la pseudociencia.
Cada ejemplar de sus revistas, tales como Science & Invention (Ciencia e Invención), incluía algún artículo desmi-
tificador, o pruebas para comprobar las supuestas capacidades psíquicas o de los más extraordinarios artefactos
medicinales, ofreciendo considerables recompensas monetarias para cualquiera que llegase a realizar una demos-
tración con éxito.
Hugo Gernsback
empleó sus publicacio-
nes más populares para
luchar en una guerra
unipersonal contra la
pseudociencia.
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Entre ellas aparecían la continua-
ción de las aventuras del barón
Munchausen, así como reimpre-
siones e historias originales de
autores como Ray Cummings,
Clement Fezandie, y Abraham
Merritt. Al comprobar la entusias-
ta respuesta a un número especial
de Science & Invention dedicado
a la “ficción científica” (agosto
1923), Gernsback anunció sus
planes para una nueva revista
dedicada en exclusiva a las histo-
rias científicas, que recibiría el
nombre de Scientifiction.
Sin embargo, no sería hasta casi
tres años después que el proyecto
pudo despegar con la aparición
del primer número de Amazing
Stories (
Historias Asombrosas).
Se trató de la primera revista en
publicar exclusivamente lo que
más tarde sería conocido como
ciencia-ficción. Aunque conforme
a los estándares actuales, la mayo-
ría de la ficción científica publica-
da en el viejo Amazing es casi
insoportablemente didáctica, chi-
rriante y, en demasiadas ocasio-
nes, casi analfabeta, la mayoría de
las historias fueron escritas bajo el
estricto puño de hierro de Gerns-
back cuyo primer mandamiento
era que la ciencia-ficción tenía
como labor prioritaria la de ser
educativa, siendo las restantes
consideraciones secundarias en el
mejor de los casos, si es que lle-
gaban a tenerse en cuenta. La
revista consiguió una populari-
dad fabulosa.
Pilar importante del intenso interés
de Gernsback por hacer llegar a
sus lectores los fundamentos de la
ciencia moderna fue su no menos
entusiasta campaña contra las
pseudociencias. Le preocupaban la
astrología, el espiritualismo, las
máquinas de movimiento perpetuo
y, muy especialmente, los reme-
dios curalotodo. Página tras pági-
na (incluso volúmenes enteros en
ocasiones) de Science & Invention
y de sus revistas hermanas estuvie-
ron dedicadas a desinflar las cura-
ciones pseudocientíficas milagro-
sas, tales como el “neurofonóme-
tro” del Dr. Rogers. Rogers res-
pondió inmediatamente deman-
dando sin éxito a la revista Radio
News (
Noticias de la Radio) por un
millón de dólares. Gernsback tam-
bién atacó al Dr. Abrahms “de
fama eléctrica”
1
y al “Radio Ener-
gizador de Salud” del Dr. Farnam.
En el número de octubre de 1928,
Gernsback incluyó como artículo
principal uno donde denunciaba
el “Montaje Ionaco”. Manufactu-
rado por la compañía Iona de
Gaylord Wilshire, el tratamiento
Ionaco empleaba un “cinturón”
electromagnético (que, en pala-
bras de Gernsback, “asemejaba
más que nada un collarín de los
que se ponen a los caballos”),
cuya supuesta utilidad era la de
magnetizar el hierro existente en
la sangre de su portador con el fin
de curarlo de cualquier dolencia,
desde la acidosis al vértigo. Obtu-
vo un gran éxito, y la compañía
Iona tenía sucursales en San
Francisco, Los Ángeles, Seattle,
Portland, Denver, y Kansas City
Hugo Gernsback, cruzado escéptico
el escéptico
101
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el escéptico
102
(todas en los EEUU). Incluso
publicaba un periódico de cuatro
páginas bajo el título de I-On-A-
Co News
.
El artilugio en sí era bastante sim-
ple, estaba compuesto de un anillo
de bucarán de unos 45 centímetros
de diámetro, donde se enrollaban
1.122 metros de hilo de cobre
envuelto en algodón, todo ello a su
vez cubierto con cinta, felpa y una
imitación de cuero. Una vez
conectado a cualquier enchufe del
hogar, una pequeña lámpara sujeta
junto al cinturón empezaría a bri-
llar, gracias a la corriente inducida
por un gran electroimán. “Se supo-
ne que las personas crédulas”,
comentaba Gernsback, “deben
pensar que eso evidencia una fuer-
za misteriosa”. Tras conectar el
cinturón a la bombilla, debía colo-
carse en la cintura del paciente,
donde se suponía que el efecto
magnético lograría curar casi cual-
quier cosa. El cinturón Ionaco no
estaba limitado a los sufridores
humanos, sino que también tenía
usos veterinarios.
La literatura que acompañaba al
cinturón no era nada tímida a la
hora de elogiar sus efectos, ni se
reprimía lo más mínimo en sus
explicaciones pseudocientíficas,
“todo lo cual suena como pura
basura a los oídos del hombre de
ciencia. En el panfleto se incluyen
también unas pocas declaraciones
por parte de científicos reputa-
dos... son declaraciones de todos
conocidas; pero lo cierto es que los
pasajes pertinentes han sido deli-
beradamente citados fuera de con-
texto para engañar al ingenuo...”
Como ejemplo de todo este sinsen-
tido fatuo, lean atentamente el
siguiente párrafo, tomado textual-
mente del folleto de Wilshire titu-
lado “El Atajo para la Salud”:
“Además, Ionaco no sólo
actúa indirectamente
como catalizador a través
del hierro, sino que tam-
bién lo hace directamen-
te, ya que el electro-mag-
netismo en sí mismo es
un catalizador que induce
al metabolismo. En nin-
gún sitio puede compro-
barse eso mejor que en
las maravillosas curas
debidas a la luz solar, y
recordemos que la luz no
es otra cosa que un fenó-
meno electromagnético.
El flujo magnético del
Ionaco actúa directamen-
te sobre la estructura
electrónica del hierro
molecular existente en el
sistema y parece restaurar
la acción catalítica
correcta en las situacio-
nes patológicas. El resul-
tado es que tiene lugar la oxida-
ción de forma normal, lo que
explica los maravillosos resultados
terapéuticos del empleo del Iona-
co”. Por descontado, todo lo ante-
rior es una completa tontería, y no
tiene el menor apoyo en la reali-
dad.
Gernsback sabía perfectamente
por qué el cinturón Ionaco parecía
funcionar en muchos casos, a juz-
gar por las páginas de testimonios
entusiastas que se incluían. “Lo
que los crédulos parecen incapaces
de meterse en la cabeza, es que el
98 por ciento de las curaciones se
apoyan normalmente en la ‘fe’, y
que ellos se habrían curado igual
de rápido por la mera ‘imposición
de manos’ o la ingestión de ‘pasti-
llas edulcoradas’, si su fe hubiera
sido suficiente”.
No satisfecho con manifestar sus
propias opiniones sobre la inutili-
dad del cinturón Ionaco, Gerns-
back acompañaba su artículo
haciéndose eco de un informe del
Departamento para la Mejora
Empresarial de la ciudad de Seat-
tle condenando sin paliativos el
producto Ionaco, así como de dis-
tintas declaraciones al respecto de
médicos y científicos. Gernsback
descubrió que muchos de los testi-
monios elogiosos publicados por
la compañía Iona no eran lo que
parecían. A modo de ejemplo, se
dirigió a un tal Dr. Arbunthnot,
citado por la empresa Iona asegu-
rando que “su maltrecho cuello se
curó al instante” cuando utilizó el
Pilar importante del
intenso interés de
Gernsback por hacer lle-
gar a sus lectores los
fundamentos de la cien-
cia moderna fue su no
menos entusiasta
campaña contra las
pseudociencias.
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el escéptico
103
aparato. Pues bien, el Dr. Arbunth-
not explicó a Gernsback que, todo
lo contrario, “le hubiera funciona-
do igual de bien frotarse con la
pata izquierda de un conejo”. En
otros casos, también localizados
por Gernsback, ¡los testigos ni
siquiera sabían que hubieran nece-
sitado el cinturón!
“Claro está”, señala Gernsback,
“que el Ionaco no se ha construido
para curar, sino para vender”. Y se
vendía bastante bien, a pesar de su
elevado precio de 58,50 dólares
(65 si se pagaba a plazos). Era un
verdadero filón para la empresa
Iona, ya que el Departamento para
la Mejora Empresarial de Seattle
estimaba que el coste del cinturón
sería apenas de 5,75 dólares, y
Gernsback logró hacer uno igual
gastando sólo 3,50 dólares.
HUGO CONTRA LA ASTRO-
LOGÍA
Gernsback se mostraba particular-
mente escéptico hacia las preten-
siones de la astrología. Así, dedicó
su ensayo mensual en el número
de octubre de 1926 de la revista
Science & Investigation a “El timo
de la astrología”. “Cualquiera
podría pensar”, comienza, “que en
esta época ilustrada, como nos
gusta llamar a la presente, las ton-
terías astrológicas deberían haber
desaparecido de la faz de la Tierra
hace mucho tiempo. La realidad es
justo la contraria...”. Gernsback
continúa señalando todos los fallos
y discrepancias de la astrología,
críticas sobre las que “los astrólo-
gos permanecen en silencio”.
A pesar de la evidente falta de efi-
cacia de la astrología y de su
carencia de cualquier base científi-
ca, los “astrólogos y casi-astrólo-
gos” consiguen todavía “aprove-
charse de las almas crédulas cuyo
nivel de inteligencia, como norma,
no es demasiado elevado; o bien,
de aquellas tan supersticiosas que
su razonamiento se ve gravemente
afectado”. “... No se engañen a sí
mismos”, pedía a sus lectores,
“uniéndose a esa clase de mortales
simplones capaces de decirte con
toda soltura que se dejaron hacer
el horóscopo, ‘sólo para divertir-
nos un rato, claro’, mientras insis-
ten en que saben que es una tonte-
ría. En su interior, realmente pien-
san quizá haya algo de verdad en
ello, después de todo
”.
Negándose a descartar la astrolo-
gía como una moda inofensiva,
Gernsback la condena por su
potencial para provocar graves
daños, no siendo uno de los meno-
res la estafa al público de grandes
cantidades de dinero, pues, por
aquel entonces, los astrólogos lle-
gaban a pedir honorarios hasta de
300 dólares por sesión (una canti-
dad considerable para mediados de
los años veinte).
Como el Asombroso Randi, Gerns-
back siempre estaba dispuesto a
respaldar sus palabras con dinero.
En el caso de la astrología, mantu-
vo una oferta permanente de 6.000
dólares para “todo aquel astrólogo
o adivino que sea capaz de prede-
cir tres sucesos importantes de una
naturaleza tal que él no tuviese
ningún control sobre el resultado
de los mismos. Debe describir por
adelantado y con detalle cada
suceso, dando su situación y resul-
tado, o incluso el número de vícti-
mas si el suceso en cuestión fuese
un accidente. Otros 1.000 dólares
serán pagados a cualquier astrólo-
go o adivino que elabore tres
horóscopos perfectos, precisos,
detallados y libres de contradiccio-
nes, sobre la vida de tres personas
con los únicos datos de las inicia-
les de su nombre y el lugar y fecha
de su nacimiento, que les serán
proporcionados por esta oficina”.
Durante meses, la postura de la
revista contra la astrología inundó
la sección de cartas al director con
las críticas de los creyentes, y el
desafío de Science & Inventions
fue repetidamente vituperado en
las revistas astrológicas de la
época, tales como Science and
Astrology
. Gernsback se pregunta-
ba: “Un grupo de astrólogos ase-
gura que nadie puede cumplir por
completo las condiciones impues-
tas en nuestra oferta... Me pregun-
to porqué”.
Pese a lo anterior, durante los
quince meses en que se mantuvo el
desafío, miles de astrólogos y
seguidores procedentes de todos
los rincones del mundo contesta-
ron al mismo, tratando de elaborar
con éxito los horóscopos de las
tres personas seleccionadas por la
revista.
Nadie parece haber intentado el otro
desafío, el de la predicción de algún
suceso importante, y ninguno de los
horóscopos coincidían entre sí. No
sólo se contradecían entre ellos e
internamente, sino que fueron uná-
nimemente incapaces de describir a
las tres personas escogidas. Gerns-
back se comportó con integridad, no
sólo publicando textualmente
muchos de aquellos horóscopos,
sino que al terminar presentó a sus
lectores la descripción correcta de
"Cualquiera podría pen-
sar", escribió en 1926,
"que en esta época ilus-
trada, como nos gusta
llamar a la presente, las
tonterías astrológicas
deberían haber desapa-
recido de la faz de la Tie-
rra hace mucho tiempo.
La realidad es justo la
contraria..."
Hugo Gernsback, cruzado escéptico
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el escéptico
104
los individuos en cuestión, para
que éstos juzgasen por si mismos
lo precisos que habían sido los
astrólogos.
“Y así damos por concluido el
Concurso Astrológico de los 6.000
dólares”, declaraba la revista, “con
la esperanza de que alguna vez
esta proto-ciencia pueda volverse
lo suficientemen-
te científica como
para facilitar
i n f o r m a c i o n e s
precisas... El tema
es interesante,
incluso diríamos
fascinante, pero
no contiene la
menor pizca de
verdad”.
HUGO CON-
TRA LOS FANTASMAS
Gernsback no se mostraba menos
gentil con el espiritualismo, tan
popular en los años veinte del
pasado siglo, y dedicó numerosos
artículos, algunos de ellos firma-
dos por el mago Dunninger (presi-
dente del “Comité de Investigacio-
nes Psíquicas” organizado por la
revista), para desmitificarlo. Oca-
sionalmente, Dunninger alcanzaría
la portada con un artículo en pro-
fundidad desenmascarando a
algún médium, tales como la seño-
rita Amelia Bosworth, de Portland
(Oregón). Otra extensa serie de
artículos sería escrita por Edward
Merlin, “espiritualista reformado”,
que hasta entonces se había gana-
do la vida realizando un montón
de sesiones espiritistas sin proble-
mas. Edward se mostraba tajante
en que “jamás se ha producido
algo que pueda calificarse de
manifestación espiritual, y todos
los médiums que cobran por traba-
jar son fraudulentos”. Los artícu-
los de Merlin (profusamente ilus-
trados con fotografías de como
realizar los trucos) se dedicaban a
explicar los artilugios y técnicas
empleadas por los médiums y
espiritistas.
De forma similar sus desafíos a la
astrología y a los inventores chala-
dos, la revista ofrecía una recom-
pensa de 1.000 dólares para cual-
quier evidencia de un verdadero
fenómeno sobre-
natural. A
la
misma, Joseph F.
Rim añadió otros
10.000 dólares, y
lo mismo hizo
Dunninger, con-
virtiendo el bote
final en unos
asombrosos (para
la época) 21.000
dólares. Por todo
lo que sé, este
dinero permaneció tan seguro
como cualquiera de los otros pre-
mios ofertados por Gernsback.
HUGO CONTRA LOS PSEU-
DOCIENTÍFICOS
La naturaleza de Science & Inven-
tions
atraía a todo
tipo de inventores,
desde el sincero y
a menudo talento-
so mecánico afi-
cionado, al chala-
do cuyas inven-
ciones desafiaban
todas las leyes
conocidas de la
física, la matemá-
tica, y la química. “Los editores”,
se quejaba la revista, “han recibido
miles de diseños diferentes de
máquinas de movimiento perpe-
tuo, y han recibido cientos de car-
tas y circulares solicitando finan-
ciación para la construcción de tal
tipo de ingenios”.
Si ellos recibían una cantidad tan
ingente de correspondencia sobre
la construcción de máquinas de
movimiento perpetuo seguramente
debían existir muchos miles de
personas recibiendo propuestas
similares, casi siempre acompaña-
das de solicitudes de fondos.
Temiendo que muchos de sus lec-
tores pudieran perder su dinero de
esta forma, Gernsback ofreció
también un desafío a los defenso-
res de las máquinas de movimien-
to perpetuo: “Basta con que venga
y nos muestre –sólo nos muestre
un modelo que funcione, y usted
recibirá 5.000 dólares”. Nunca se
presentó un ganador.
Gernsback estaba dispuesto a
enfrentarse a cualquier inventor
que respaldase una máquina pseu-
docientífica. Por ejemplo, dedicó
varias páginas del número de
Marzo de 1928 de la revista Scien-
ce & Invention
al “Konzentrador
de Pensamientos”, un artilugio que
para Gernsback “se llevaba el pre-
mio” entre todas las estafas cientí-
ficas por él investigadas. “Al
menos, en los demás aparatos exa-
minados”, escribe
Gernsback con
asombro, “siem-
pre podía quedar
en alguien una
remota duda
sobre que ‘pudie-
ra haber algo de
cierto en todo
esto’... Pero el
‘Konzentrador de
Pensamientos’, un artilugio de ori-
gen alemán... es, sin la menor
duda, el más ridículo timo que ha
llegado jamás a nuestras costas.
Porque el Konzentrador realmente
no hace absolutamente nada...”
Aún así, el propio Gernsback no
renunciaba en ocasiones a engañar
a sus propios lectores... siempre
con las mejores intenciones. El
Gernsback ofreció tam-
bién un desafío a los
defensores de las
máquinas de movimien-
to perpetuo: "Basta con
que venga y nos mues-
tre -sólo nos muestre-
un modelo que funcio-
ne, y usted recibirá
5.000 dólares".
Gernsback siempre esta-
ba dispuesto a respaldar
sus palabras con dinero.
En el caso de la astrolo-
gía, mantuvo una oferta
permanente de 6.000 dóla-
res para todo aquel astró-
logo o adivino que fuera
capaz de predecir tres
sucesos importantes.
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el escéptico
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Science & Inventions de Septiem-
bre de 1927 asombró a sus suscrip-
tores cuando les presentó, impávi-
do, un informe sobre un supuesto
científico alemán llamado Dr.
Kowsky que habría tenido un
completo éxito al inventar un
“anulador gravitatorio”. Tan
importante era este supuesto des-
cubrimiento que Gernsback llegó a
dedicarle la portada, ilustrada con
una atractiva rubia sentada lángui-
damente en un columpio suspendi-
do sólo de un enorme cubo blanco.
Ilustrada con diagramas y fotogra-
fías de la máquina y su inventor, la
historia, contada con una verosi-
militud minuciosa, nos informaba
de todos los detalles en torno al
descubrimiento (incluyendo los
nombres de numerosas autorida-
des y varias revistas prestigiosas)
de que los cristales de cuarzo
sometidos a una corriente de alta
frecuencia perdían peso. Y en tal
medida que, de hecho, un cristal
de gran tamaño podría elevar un
peso de más de diez kilos. Llegaba
a incluir una foto para demostrar-
lo.
El número siguiente explicaba
todo el montaje. Había sido toma-
do, según admitía Gernsback del
número del día de los Inocentes de
una revista alemana. Si sus lecto-
res hubieran examinado con cuida-
do las fotografías, explicaba,
habrían comprobado que ninguno
de los equipos eléctricos presentes
tenían el menor sentido. Además,
se habrían dado cuenta de que el
cable que supuestamente conecta-
ba el cristal de cuarzo al peso, ¡ni
siquiera tocaba a éste último!. “La
moraleja”, recordaba Gernsback a
sus lectores, “es que nunca deben
creerse todo lo que vean, sino pen-
sar por ustedes mismos, porque de
otra forma jamás tendremos la
seguridad de lo que es cierto y de
lo que no”.
NOTAS
1. Véase el artículo “The King of
Quacks: Albert Adams, M.D.”
por J. D. Haines, aparecido en el
Skeptical Inquirer, mayo/junio
2002.
REFERENCIAS
Clute, John y Peter Nicholls.
1995. The Encyclopedia of Sci-
ence Fiction. Nueva York: St.
Martin´s Griffin.
Moskowitz, Sam. 1957. Explor-
ers of the Infinite
. Cleveland
(Ohio): World Publishing Co.
ublicado originalmente en ingles
en la revista Skeptical Inquirer
(noviembre/diciembre, 2002).
Traducido por Luis R. González
Manso. Diciembre 2004.
Hugo Gernsback, cruzado escéptico