el escéptico
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Especial
Colección «¡Vaya Timo!»
Cápítulo 3 del libro El Yeti y otros bichos ¡vaya timo!
NESSIE, ERES UN MONSTRUO
Carlos Chordá
E
n el norte de
Escocia hay
un lago que
parece querer cortar
en dos las hermosas
Tierras Altas. Es el
lago Ness, una masa
de agua de casi cua-
renta kilómetros de
largo, dos de ancho y
hasta 230 metros de
profundidad. Según
puede deducirse de lo
que sueles contar, en
él mora el mundial-
mente famoso monstruo del lago Ness, Nessie para los
amigos.
similar. Pero se dice que en tiempos tan remotos como
el siglo VI vivía en el lago un terrible monstruo cuya
principal afi ción era devorar a los incautos, hasta que
San Columbano, artífi ce de la cristianización de aquellos
lugares, logró apaciguarlo.
El 19 de abril de 1934, el cirujano Robert Kenneth
Wilson consiguió fotografi ar a tan extraordinaria criatura;
dos días más tarde apareció la foto en The Daily Mail.
Efectivamente, la instantánea muestra un largo cuello
coronado por una pequeña cabeza emergiendo de las
tranquilas aguas del lago. Este impactante documento,
que ha pasado a la gloriosa historia de la criptozoología
como «la foto del cirujano», constituye el punto de
infl exión que supone el reconocimiento mundial de
nuestro amigo Nessie, uno de los especímenes más
importantes de la supuesta ciencia criptozoológica.
Desde entonces no sé si Nessie ha crecido, pero sí es
evidente que la estupidez que rodea al simpático monstruo
se ha incrementado exponencialmente. Como muestra,
media docena de botones.
Carlos Chordá. (Archivo)
Presentamos en este número de
El Escéptico algunos extractos
de varias obras de la colección
escéptica ¡Vaya Timo! de la
Editorial Laetoli. Damos las gracias
a la editorial y a los autores por
haber cedido estas páginas,
algunas inéditas, para nuestro
disfrute.
La historia de Nessie parece empezar en 1868, cuando el
Inverness Courier, un periódico de la principal localidad
de las orillas del lago, se hizo eco de los rumores sobre
la presencia en sus aguas de un enorme pez o criatura
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Botones de estupidez
1. El empeño de poner nombre a algo que ni siquiera
quienes creen en él se ponen de acuerdo en si
es reptil o mamífero. Bernard Heuvelmans dijo
en 1965 que se trataba de un pinnípedo gigante,
algo así como una enorme foca de cuello largo,
y bautizó ofi
cialmente al monstruo como
Megalotaria longicornis. Poco le duró la alegría,
pues los criptozoólogos Scott y Rines aseguraron
en 1975 que Nessie no era sino un plesiosauro con
unas aletas en forma de rombo, así que le pusieron
un nuevo nombre, Nessiteras rhombopterix. Por
cierto, poner nombre a «presuntos» animales
es rechazado por la Comisión Internacional de
Nomenclatura Zoológica, que al fi n y al cabo está
integrada por científi cos de mente estrecha...
2. En el libro Mis enigmas favoritos, tu colega Juan
José Benítez habla de la fi lmación realizada en el
lago Ness el 23 de abril de 1960 por el ingeniero
aeronáutico T. Dinsale, quien afi rmó «Era un
animal, estoy seguro. Vi sus aletas, y se movía en
zigzag. Después se sumergió». Benítez afi rma que
«la película fue analizada por la Royal Air Force,
y no hay dudas sobre su autenticidad»: Falso como
un Judas de plástico.
3. La BBC, principal emisora de radiotelevisión del
Reino Unido, de titularidad pública, fi nancia con
el dinero de los contribuyentes frecuentes sondeos
del lago en busca del esquivo monstruo. Siempre
con resultados negativos.
4. Un criptozoólogo sueco, un tal Jan Sundberg, va
más allá de los sondeos y pretende montar una
trampa para atrapar a Nessie. Ante tamaña osadía,
el sumo sacerdote de los Brujos Blancos Británicos
(individuo que existe de veras y se llama Kevin
Carlyon) lanza un malefi cio al lago para impedir
que Sundberg logre su malvado propósito. Por
si acaso, la organización gubernamental para la
conservación del patrimonio escocés dicta unas
normas para que, si es atrapado, Nessie sea liberado
sano y salvo —¡faltaría más!— tras tomarle una
muestra de ADN.
5. Los organizadores de un triatlón, que incluye
natación en el lago, contratan un seguro de más
de dos millones de euros en previsión de posibles
ataques del monstruo. Ya me hubiera gustado ser
la compañía aseguradora...
6. El Smithsonian Institute, el mayor complejo de
museos del mundo, no sólo tiene una página web
dedicada al monstruo del lago Ness, sino que en
ella anima a adherirse a la Sociedad Internacional
de Criptozoología, y afi rma que la mayoría de los
científi cos mantiene la mente abierta y aguarda
pruebas concretas de su existencia.
Pruebas e hipótesis
¿Pruebas? ¿Acaso no es indudable la existencia de
Nessie? Casi pero no, te apresuras a contestar. Y añades
que el monstruo del lago Ness es uno más de entre los
muchos enigmas que la ciencia se niega a considerar.
Repasemos, entonces, las pruebas que aportáis para que
consideremos seriamente que en el lago puede haber
algún enorme ser desconocido para la ciencia.
Comencemos por los testimonios. A pesar de que los
investigadores de tu estilo los consideráis de una fi abilidad
prácticamente total, conviene ser muy precavidos. O
escépticos, como os gusta consideraros... Si descontamos
los casos de mala fe (es decir, de mentiras), por ejemplo
Portada original del libro. (Archivo)
Especial colección «¡Vaya Timo!»
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para lograr una entrevista y una foto en algún periódico
sensacionalista, muchos avistamientos se pueden explicar
como identifi caciones erróneas de troncos fl otantes o
grupos de animales, como nutrias que nadan en fi la, o
pequeñas embarcaciones entrevistas entre la niebla... Los
esturiones, que llegan a crecer mucho, pueden parecer un
monstruo cuando se sumergen. Hay quien sugiere que
Nessie ha podido ser confundido en ocasiones con masas
de materia orgánica que, al descomponerse, producen y
retienen gases como metano, y lo liberan a la atmósfera al
llegar a la superfi cie para volver parsimoniosamente a las
profundidades, como si de un extraño ser vivo se tratase.
Si añadimos que es realmente difícil estimar el tamaño
de un objeto desconocido cuando no hay referencias
visuales cercanas, puede explicarse lo grande que se ha
«visto» en muchos casos.
No sé si te has enterado de que muy recientemente el
paleontólogo Neil Clark, de la universidad de Glasgow,
ha propuesto la hipótesis de que los avistamientos de
1933, año en que se produjo la mayoría de ellos, pueden
explicarse con una trompa. La del elefante de un circo
que recorrió la zona aquel año, y que se daba sus buenos
chapuzones en el lago para refrescarse. Cuando no hacen
pie, estos majestuosos mamíferos nadan con relativa
agilidad sumergidos de manera que apenas emerge
parte del lomo —y no siempre—, parte de la cabeza y la
trompa, apéndice que levantan en vertical dirigiendo su
extremo hacia delante. Como nada les impide respirar,
pueden permanecer nadando lentamente, sin emerger
durante muchos minutos. Ahí lo tenemos. El monstruo
de cabeza pequeña y cuello largo, con una y a veces dos
«jorobas».
El dueño del circo, que al parecer era un cachondo, al
darse cuenta de la confusión llegó a ofrecer 20 000 libras,
muchísimo dinero, si alguien capturaba al «monstruo»
para su espectáculo. Clark reconoce que no puede probar
la hipótesis, pero tiene buenas probabilidades de acabar
con gran parte del enigma, aunque a ti eso de que se
resuelva un enigma no te guste nada de nada...
Un avistamiento masivo resultó ser un montaje perpetrado
por la cadena de televisión Channel Five. Fabricaron
un Nessie de pega y lo hicieron surgir, manejado por
tres buceadores, frente a un camping lleno de turistas.
Unos días después repitieron el experimento frente a un
barquito turístico con más de cien pasajeros. Con las
expresiones del público, la mayor parte con síntomas de
ser protagonistas de la historia, y con el «cómo se rodó»,
se montaron un documental en el que si algo queda claro
es que el personal tiene ganas de creerse cualquier cosa.
En cuanto a las fotografías y fi lmaciones, algunas de
ellas son tan borrosas que realmente es difícil llegar a
conclusión alguna. De cualquier forma, la mayoría han
resultado ser, simplemente, fraudulentas. Como «la foto
del cirujano», que durante años se consideró la prueba
defi nitiva. Aunque muchos expertos ya habían afi rmado
tiempo atrás que era falsa, en 1994, 60 años después de
ser tomada, un tal Chris Spurling reconoció, a punto de
pasar a mejor vida, que se trataba de un montaje urdido
por su suegro, llamado Marmaduke Wetherell. La imagen
de la foto no era otra cosa que un barquito de juguete con
un añadido de arcilla para imitar el cuello y la cabeza. A
pesar de eso muchos seguís afi rmando que la foto es, sin
sombra de dudas, auténtica.
Dos de las pocas fotografías que se tienen del famoso «monstruo del Lago Ness». (Archivo)
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Nunca soléis poner reparos a la hora de aprovechar el
trabajo de los científi cos de verdad, los mismos a quienes
soléis denigrar, como cuando recientemente se encontró
parte del esqueleto fosilizado ¡de un plesiosauro de
verdad y a orillas del lago Ness! La prueba defi nitiva de
la existencia del monstruo, dices con la voz entrecortada
por la emoción. Pues no, ya ves tú. Ese fósil tiene 150
millones de años, y en aquella época era un animal común
en un mundo de reptiles gigantescos, como los famosos
dinosaurios. El lago, por su parte, existe desde hace unos
10 000 años, y es producto de la última glaciación. El fósil
se formó en un lugar que en nada se parecía a Escocia, que
ni siquiera estaba en esas coordenadas, y en una época en
que las Islas Británicas no existían. Se trata de una simple
coincidencia. Claro que eso es lo que dice la ciencia...
Como las «pruebas» no consiguen tener la consistencia
adecuada para sustentar al pesado monstruo, desde la
académica criptozoología se lanzan hipótesis para explicar
la presencia de eso que no os resistís a abandonar.
Ni foca gigante ni plesiosauro superviviente del periodo
Cretácico. Ni mamífero, ni reptil, sino pez. Anguila,
para ser más exactos. Estos peces nacen en el mar de
los Sargazos, cerca de América, y se dirigen a los ríos
europeos llegando en forma de apetitosas angulas. En los
ríos viven unos diez años y, cuando están hechas unas
hermosas anguilas se dirigen al lugar que las vio nacer para
aparearse y morir, perpetuando el ciclo. El «científi co»
Richard Freeman, miembro de una delirante institución
autodenominada Centro de Zoología Forteana, propone
que Nessie es una anguila de una decena de metros, a la
que algo le ha impedido migrar. Al no poder hacer uso de
su sexualidad, le ha dado por seguir creciendo y no morir.
Lógico ¿no? Las que se reproducen se mueren, luego las
que no lo hacen... se vuelven inmortales. ¡Fantástico!
Otra hipótesis, ésta extraída de Año Cero, propone
seriamente que el lago no es el hogar de Nessie, sino su
segunda residencia. Vive en el mar, y entra en el lago por
túneles que nadie conoce. Además de que esto no explica
quién puñetas es Nessie, es imposible. Si el lago y el
mar estuvieran comunicados, el nivel de ambos sería el
mismo, por el principio de los vasos comunicantes. Y no
es así: el lago, muy cercano al mar por un extremo, tiene
su superfi cie a 16 metros sobre el nivel del mar.
Está claro, aunque no te guste, que las probabilidades de
que exista el monstruo del lago Ness tienden a cero, como
ha reconocido —más vale tarde que nunca— la BBC.
Se ha gastado demasiado tiempo y esfuerzo en tratar de
comprobar si realmente hay algo detrás de lo que no deja
de ser, en el mejor de los casos, una leyenda. Se ha barrido
el lago con detectores de sonar en varias ocasiones, lo
han recorrido en todas las direcciones minisubmarinos
que no han encontrado ni siquiera una bolita que pudiera
sospecharse que sea un excremento de Nessie, y desde
hace unos años hay webcams en varios puntos del lago
enfocándolo 24 horas al día. El Daily Mirror ha publicado
recientemente que el gobierno británico utilizó delfi nes en
la búsqueda del monstruo, allá por 1979. Los resultados,
invariablemente, negativos.
Eso sin hablar de la imposibilidad ecológica de explicar
la presencia de un animal de la talla de Nessie. En primer
lugar, porque no puede haber un único Nessie, salvo
que sea más viejo que Matusalén. De haberlo, tiene que
existir un buen número de ellos, al menos un centenar
según los cálculos más conservadores, para mantener
estable la población. Lo que tampoco puede ser, pues
se ha calculado, tal como se publicó en The Naturalist,
que la baja productividad del lago Ness impide que en él
sobreviva un depredador de más de 300 kilogramos. ¡Y tú
sin enterarte!.
Atención, pregunta
Rápidamente: ¿eres capaz de hacer un listado con los
nombres de, digamos, quince lagos de todo el mundo?
¡Cómo! No me digas que te he puesto en un aprieto. De
los miles de lagos que salpican continentes e islas, el lago
Ness no es, ni de lejos, el primero en nada. No es el de
mayor superfi cie, ni el situado a mayor altitud, ni el más
salado, ni el situado más al norte, ni el más profundo, ni...
En todo caso, es posible que sea el número 1 en la lista de
los lagos más populares. ¿Adivinas por qué?
Está claro, aunque no te guste, que las
probabilidades de que exista el monstruo
del lago Ness tienden a cero”.
No debemos olvidar las fotografías subacuáticas tomadas
por el equipo de Scott y Rines, aparecidas hasta la saciedad
en las revistas y libros donde pones tu fi rma. Si no me
equivoco llegué a verlas en un ejemplar de Selecciones
del Reader’s Digest. Estas imágenes borrosas (¡cómo
no!) fueron las que llevaron a ambos «investigadores» a
asegurar que Nessie era el plesiosauro N. rhombopteryx.
De tener razón, ambos criptozoólogos habrían pasado a la
historia de la ciencia por tan sensacional descubrimiento.
A la historia sí que han pasado, pero a la de la infamia.
Se ha demostrado que esos supuestos demoledores
documentos no son sino imágenes manipuladas de los
sedimentos del lago.
Especial colección «¡Vaya Timo!»
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Prueba a recoger folletos, o a visitar las páginas de Internet
de distintas agencias de viajes en los que aparezcan rutas
por Escocia. Trata de encontrar algún circuito que no
ofrezca una visita al lago Ness. Yo no lo he conseguido.
Absolutamente todas incluyen un crucero por el lago o un
recorrido por sus orillas con parada en el castillo Urquart:
«un lugar idóneo para observar al monstruo», según una
reputada guía de viajes. Vamos, que Nessie empieza a
revelar su verdadera identidad. Juraría que no es ni pez
ni saurio ni foca; apuesto a que el famoso monstruo es un
ave... de corral: la gallina de los huevos de oro.
Por si acaso no lo tienes del todo claro, ahí van datos
correspondientes al año 2003, tal como se recogen en el
estudio más reciente al respecto, el informe The volume
and value of tourism in the Loch Ness partnership area:
- 212 000 visitantes pasaron al menos una noche
en el área del lago, generando unos ingresos de
17 610 000 libras.
- 173 000 visitantes alojados fuera del área; dejaron
unos benefi cios de 2 414 000 libras.
Si tenemos en cuenta el cambio entre la libra y el
euro, resulta que los ingresos alcanzaron aquel año
un total de casi 30 millones de euros, lo que supone
que la economía local debe mucho al amigo Nessie.
Aun asumiendo que no todos los visitantes del lago
vienen atraídos por él, es evidente que buena parte
de ellos no se dejaría sus dineros en la zona si no
fuera por la leyenda del monstruo del lago Ness.
Por ejemplo, porque el lago ya no sería un destino
ineludible en los circuitos organizados que recorren
Escocia.
Los primos de Nessie
Dado que Nessie resulta ser un atractivo turístico de
primer orden, no debería extrañarnos que otros lagos
se hubieran ido poblando, como por arte de magia, de
monstruos locales. El número dos de los monstruos
lacustres, aunque a mucha distancia de Nessie, líder
indiscutible, es quizá Nahuelito, habitante del lago Nahuel
Huapi, en Argentina. Ojo al dato: las descripciones son
calcadas a las de Nessie: que si unos diez metros, que si
largo cuello, que si una o dos jorobas... (y como a aquél,
hay que alimentarlo: un desconocido dejó recientemente
un sobre con fotos de Nahuelito en un diario local de
Bariloche, localidad pegada al lago). Heredero de las
leyendas indígenas, que desde tiempos inmemoriales
hablaban de un monstruo en cada río y lago del Cono
Sur, Nahuelito es un asiduo de las publicaciones
«misteriosas», y en ellas encontramos, claro está, todo
tipo de supuestas explicaciones: otra vez un plesiosauro o
una gigantesca foca de larguísimo cuello, o un mamífero
extinguido llamado milodón (sin embargo, el milodón no
era acuático). La mejor hipótesis, seguramente fruto de
las elucubraciones de una mente impresionable tras ver
un episodio de Los Simpson, es la siguiente: Nahuelito es
un mutante, un desgraciado producto de la radiactividad
liberada por el Centro Atómico Bariloche.
Pero hay muchos bichos más, como se lee en Año Cero o
en el libro Mis enigmas favoritos, cada uno con su nombre,
como las mascotas, y cada uno en su lago: Altamaha-Ha,
Caddy, Champ, Manipogo, Menphre, Ponik, Ogopogo,
Igopogo, Chan... la lista es extensa. En casi todos los
casos se repite la misma historia: jorobas, cuellos largos,
fotografías y fi lmaciones borrosas, testigos, leyes para
evitar daños a la criatura...
Y puestos a exprimir el tema, qué menos qué poblar los
océanos todos con monstruos de todo tipo. El kraken, por
ejemplo. Un terrible monstruo de las leyendas noruegas,
de más de dos kilómetros, con que el obispo de Bergen
explicaba en 1755 la existencia de islas que desaparecían
súbitamente. Ahora cuentas que los criptozoólogos «han
descubierto» que son calamares gigantes... de unos pocos
metros.
Como los calamares, a veces aparecen enormes
«monstruos» en descomposición varados en las playas.
Entonces vas y tomas un puñado de fotos y las publicas
diciendo que se trata de una extraña criatura, que
recuerda vagamente a un plesiosauro, a un ictiosaurio
o a Carcharodon megalodon, el gigantesco tiburón
extinguido, y añades que los científi cos —¡no iban a ser
los criptozoólogos!— se han llevado unas muestras para
analizar. Los análisis de ADN confi rman (siempre) que
el «monstruo» es un cachalote o cualquier otro cetáceo,
irreconocible tras llevar muerto varios días. Pero tú
siempre olvidas esta parte fi nal de la historia, ¡no vaya a
resolverse el enigma!
Los análisis de ADN confi rman —siempre—
que el «monstruo» es un cachalote o
cualquier otro cetáceo, irreconocible tras
llevar muerto varios días. Pero tú siempre
olvidas esta parte fi nal de la historia, ¡no
vaya a resolverse el enigma!”