el escéptico
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El escepticismo en el Año de la Ciencia
EL ASUNTO LYSENKO
Lysenko puso en práctica, con resultados desastrosos, las teorías biológicas más delirantes que se puedan
imaginar.
El lector podrá encontrar el original en: http://suplementos.laopinion.es/ciencia/material/pdf/2008/04/19042008.pdf.
José María Riol Cimas
Artículo
D
urante más de treinta años, desde
el comienzo de los años treinta del
siglo pasado hasta bien entrados
los sesenta, se desarrolló en la Unión
Soviética un episodio relacionado con la
Biología que, de no mediar sufrimiento,
deportaciones, cárcel y muertes, podría
parecer más bien una divertida comedia.
En 1927, gracias a un artículo publicado por
un corresponsal del diario Pravda, órgano
del Comité Central del Partido Comunista,
saltó a la fama un oscuro técnico agrónomo
que desarrollaba su trabajo en una estación
experimental de investigaciones agrarias en
Azerbaiján. El sujeto en cuestión era un tal
Trofi m Denisovich Lysenko (1898-1976)
que, en el momento de su descubrimiento
para el mundo, sólo tenía veintinueve años.
En el artículo se ensalzaba al joven técnico
por sus éxitos en la resolución de problemas
agrarios y se le adjudicaba el apelativo de «el
profesor descalzo»: un hombre del pueblo
que resolvía los problemas del pueblo.
Justamente el símbolo que necesitaba la
revolución agraria que por aquellos años
se ponía en marcha bajo el férreo control
de Iósiv Vissariónovich Dzhugachvili,
más conocido como Stalin. Con el apoyo
incondicional de Stalin, que el dictador
mantendría hasta su muerte, Lysenko
controló absolutamente la Agricultura y
la Biología soviéticas. Así tuvo las manos
libres para proponer (y llevar a la práctica)
las teorías más delirantes que se puedan
imaginar, impidiendo el desarrollo de la
Biología en la Unión Soviética durante más
de medio siglo, dando lugar al monumental
retraso que, en tal área, sufre hoy la ciencia
rusa, principal heredera de la soviética.
Para Lysenko, la genética mendeliana partía
de una «fi losofía inaceptable» por basarse
en el determinismo genético, y para el nuevo
hombre soviético no había determinismos
que valieran: lo verdaderamente importante
era el entorno. Como creía que el material
genético era titubeante en estadios tempranos
del desarrollo, cualquier especie, ya fuera
animal o vegetal, podía transformarse
incluso en otra distinta si se desarrollaba en
las condiciones ambientales adecuadas, es
decir, si se la reeducaba convenientemente.
Y no sólo eso, sino que los nuevos
caracteres adquiridos se transmitirían a su
descendencia. Lysenko había descubierto
a Lamarck... ciento treinta años después.
Por lo visto, el trigo se podía transformar
en centeno sometiendo a sus cromosomas
a unas cuantas sesiones de materialismo
dialéctico.
mil millones de rublos de aquellos años.
Lo que no se puede negar es que Lysenko
era un hombre de fe. De fe soviética, pero
fe en cualquier caso, si nos atenemos a lo
que él mismo escribió: «A fi n de obtener
determinado resultado, hay que desear obtener
precisamente ese resultado; si se quiere
obtener determinado resultado, se obtendrá».
Lysenko, mientras ponía en práctica
sus estrafalarias teorías y provocaba
hambrunas en su país, tuvo tiempo para
ocuparse adecuadamente de los que se
oponían a sus ideas. Consiguió acabar con
la genética mendeliana soviética, que pasó
a considerarse una deslealtad al Estado, así
como con sus más destacados adversarios,
como Nikolai I. Vavilov, director del
Instituto de Genética de la Academia de
Ciencias de la Unión Soviética. Vavilov fue
arrestado en 1940 y enviado a un campo
de concentración, para morir en Siberia en
1943. Precisamente en 1940 Lysenko se
convirtió en el nuevo director del Instituto
de Genética.
Hay pocas cosas más peligrosas que un
analfabeto con poder. Una de ellas es...
un par de analfabetos con poder. Lysenko
y Stalin, dos analfabetos, consiguieron
arruinar la Agricultura y la Biología
soviéticas y provocar la muerte por hambre
de miles de personas.
Estos hechos llegaron a su punto álgido
hace más de cincuenta años, pero las
intromisiones en el quehacer científi co por
parte del poder político se siguen repitiendo
hoy de distintas formas; también en los países
que se proclaman democráticos y, cómo no,
también en los países democráticos que
dicen tener gobiernos progresistas. Cuando
el poder político de un país decide endosar
su ideología a la ciencia, lo hace. Basta con
que ese país tenga en el poder al chifl ado
adecuado en el momento oportuno.
Hay pocas cosas más peli-
grosas que un analfabeto
con poder. Una de ellas es...
un par de analfabetos con
poder. Lysenko y Stalin”.
También la teoría de la evolución de
Darwin era para Lysenko políticamente
incorrecta. Uno de los principios básicos
del darwinismo, la competencia de los
individuos de una especie por los recursos
limitados, era asimismo inaceptable, pues
los individuos no tenían que competir sino
colaborar en benefi cio de la comunidad. Así,
cuando a principios de los años cincuenta
se puso en marcha el plan estalinista para
la transformación de la naturaleza, con la
plantación de muchos millones de árboles
para proteger las estepas de los vientos del
este, Lysenko decidió que debían plantarse
en grupos en vez de hacerlo individualmente;
de este modo, juntos, los árboles marxistas-
leninistas cooperarían y crecerían robustos.
El resultado fue desastroso: años después
sólo había prosperado el 4% de los
robles plantados. Se estima que, gracias a
Lysenko, en este plan fallido se perdieron