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Artículo
MITOS LUNARES
¿Infl uyen las fases lunares en la calidad de la madera, el rendimiento de las cosechas y hasta el corte de
cabello?
Clemente Balladares Castillo
Biólogo Marino.
U
na creencia muy arraigada en pequeños poblados
agrícolas, comunidades asociadas a la industria
maderera e incluso en la población citadina,
es aquella que asevera no se deben cortar o podar los
árboles ni recoger la cosecha durante los períodos
de luna menguante. Este argumento se apoya en la
supuesta infl uencia que las fases lunares pudieran tener
en el crecimiento y calidad de las plantas, creencia que
se extiende hasta el punto de afi rmar que los animales
domésticos no deben ser castrados en fase menguante, y
mucho menos cortar la lana o aun nuestro propio cabello
coincidiendo con ese período. Estas ideas provienen
de nociones ancestrales, cuando la observación de las
estaciones y los astros era práctica habitual para planifi car
las siembras, y derivó en la creencia de que las buenas
cosechas coincidían con la siembra y recogida durante la
fase lunar creciente.
Lógicamente, el surgir de una nueva luna cada mes da
una sensación de crecimiento y renovación, no solo por
la belleza nocturna, sino también por el lógico patrón
de las mareas y otros ciclos naturales. Igualmente, la
luna menguante crea una percepción del fi n de un ciclo,
que según esa forma simbólica de pensar podría infl uir
adversamente en la vegetación y los animales.
En las culturas antiguas, desde los primeros griegos (la
diosa Artemisa era la Luna) hasta los celtas, el ritual de
la cosecha simultánea con las fases lunares era seguido
con rigurosidad. Estas prácticas pasaron mediante
tradiciones orales y rituales a la antigua Roma, donde el
naturalista Plinio El Viejo fue el primero en documentar
y escribir textos sobre esta relación astral. No obstante,
sus conclusiones fueron tomadas únicamente a partir de
observar las costumbres de los druidas.
Es muy probable que en el Nuevo Mundo precolombino
se dieran estas mismas creencias, lo cual sumado al
posterior sincretismo tras la conquista española, hizo que
las poblaciones indígenas arraigaran esta costumbre con
el transcurrir de las generaciones. Al consultar en internet
se encuentran abundantes referencias sobre el tema; sin
embargo, la mayoría de los portales corresponden a
asociaciones afi cionadas de cultivadores, de creencias
esotéricas o bien «estudios» que carecen del menor rigor
metodológico, incluso algunos hechos en universidades.
Al depurar la búsqueda, se ubica información de
institutos de investigación confi ables que no han logrado
comprobar cambios en la estructura química de la madera
u otros tejidos vegetales con las fases de la Luna.
Entre los pocos estudios rigurosos hallados en la red
podemos citar la sección de curiosidades astronómicas
de la Universidad de Cornell, que plantea la hipótesis
contemporánea de que la atracción gravitacional de la
Luna resultaría en un mayor ascenso de la savia y la
humedad del suelo en las plantas, lo cual redundaría en
un mayor crecimiento y mejor calidad del tejido vegetal.
Sin embargo, no se detectó correlación alguna.
Entre los pocos estudios serios sobre la
infl uencia de la Luna en las cosechas no se
detectó correlación alguna”.
El astrónomo Walt Robinson argumenta que algunos
experimentos sobre esta relación parecen probar que hay
una mayor absorción de agua por parte de las semillas
en luna llena; pero la causalidad de dicha relación es
ambigua, y la calidad de los cultivos resultante no
muestra variación.
Para probar o rebatir en forma práctica la creencia de
que se recogerá una cosecha más o menos abundante
dependiendo de la fase lunar en que se siembre, un
grupo de investigadores de la Universidad de Canberra,
Australia, se interesó por el asunto, cuando un periódico
local informó en su sección de jardinería sobre las mejores
épocas para plantar verduras de acuerdo con el ciclo
lunar. A partir de la información proporcionada por la
Sociedad de Cultivadores Orgánicos de Canberra, la cual
facilitó las semillas, se hicieron veintidós plantaciones
en días supuestamente «buenos» y «malos» bajo las
mismas condiciones experimentales. Un mes después se
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recogió la cosecha y se pesaron las plantas. No se detectó
ninguna diferencia signifi cativa.
Otro caso emblemático es el citado por Ignacio Puig,
sobre el secretario del sindicato agrícola de Lagnes, en
Francia, Enrique Aymie, quien paladinamente confi esa
su incredulidad en el infl ujo de la luna sobre la fi siología
vegetal, no precisamente por no atinar a explicarse cómo
tendría lugar este infl ujo, sino sobre todo porque durante
25 años de práctica agrícola no pudo descubrir ningún
hecho favorable a esta creencia, por el contrario, muchos
en contra.
Pues bien, según refi ere el propio Aymie, en cierta
ocasión un agricultor comenzó a podar seis moreras sin
pensar ni en el día de la semana ni en la luna; cuando ya
había podado tres, cayó en la cuenta de que era el último
miércoles de la luna. Al instante interrumpió el trabajo,
en la seguridad de que había matado a las tres moreras.
En la próxima luna nueva podó las tres moreras restantes
y no sin sorpresa, aquel mismo año y los siguientes no
pudo apreciar la más pequeña diferencia entre las moreras
que, según la creencia popular, debían unas morir y otras
haberse desarrollado con inusitado vigor y lozanía.
Otro caso que relata Aymie, es que en cierta ocasión se
hallaba ocupado en la siembra de patatas, cuando un
vecino le increpó diciendo: —¿Quiere usted cosechar
granos de rosario? —¿Por qué dice usted eso? replicó
Aymie. «La luna no le va a ayudar en este trabajo:
cosechará, sí, muchas patatas, pero sumamente pequeñas;
la luna no les va a dar fuerza para desarrollarse». «Era
notable la persuasión con que hablaba aquel agricultor».
«La cosecha, añade, nada tuvo de extraordinario en el
número de patatas, pero sí en el tamaño». En tono socarrón
concluye: «Si llego a sembrar las patatas cuando la Luna
tenía toda su fuerza, seguramente las hubiera cosechado
del tamaño de un melón».
En otra ocasión el propio Aymie se hallaba ocupado
en injertar damascos, cuando le atajó un injertador de
profesión diciendo: ¿Cómo injertas y no tienes en cuenta
la luna?, —«Te he de confesar que no la he consultado»
respondió Aymie. El profesional, con una sonrisita
piadosa, le dijo entonces: «El injerto prenderá, pero
jamás llevará frutos, por haberse hecho en Luna nueva».
Refi ere Aymie que el injerto prendió bien, y que aquel
mismo año dio el árbol seis frutos y en el decurso de los
20 años siguientes el damasco se mostró siempre un árbol
fructífero, pese a los augurios del injertador de profesión,
que lo condenaba a la esterilidad.
Tampoco cree Aymie que la carcoma de la madera tenga
nada que ver con la fase de la luna en el momento de
la tala de los árboles; pues en repetidas experiencias
comprobó que la madera cortada en cuarto menguante
sufrió los efectos de la carcoma, lo mismo que la cortada
en otras fases. En cuanto a la creencia de que la madera
fl ote o se vaya al fondo, según haya sido vieja o nueva
la luna al tiempo de cortarla, asegura Aymie que jamás
lo ha experimentado, y que le gustaría verlo confi rmado,
ya que tiene razones poderosas para ponerlo en duda. Lo
mismo dice acerca de la práctica de los jardineros de tener
en cuenta las fases de la Luna para las siembras, y acaba
su informe deseando que, para bien de los agricultores,
se deje de consultar a la Luna.
Otras evidencias provienen de la alta y sostenida
productividad de la industria maderera de los estados de
Oregon y California en los Estados Unidos, la cual carece
de cronogramas lunares para regular su actividad. A nivel
mundial, el patrón de cosecha masiva de la agricultura
más rendidora no se rige por la Luna. Tampoco la cría de
animales para el consumo se rige por estos períodos.
Finalmente, si bien es cierto que las tradiciones antiguas
merecen respeto y que no hay interés en ofender a las
personas que tienen esas creencias, las mismas carecen
de todo fundamento real. Cuando un leñador o cultivador
le advierta que debido a la fase lunar no es el momento
de talar o cosechar, con toda confi anza puede decirle
que se «arriesga», y más aun si se encuentra con un
peluquero que cree en ese mito. De todos modos, al
parecer el negocio de los salones de belleza ha superado
esta leyenda de manera muy pragmática, en aras del
negocio.
Referencias
Puig, I. 1964. La Luna y la vegetación. Manuales "Revista
Ibérica" Nº 20.Capítulo X.
h t t p : / / c u r i o u s . a s t r o . c o r n e l l . e d u / q u e s t i o n .
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http://es.wikipedia.org/wiki/Mitología_lunar
http://www.cientec.or.cr/productos/calendario.html
http://www.skymanbob.com/?q=strangeuniverse The
Strange Powers of the Moon: A serious Analisys
Este artículo se editó originalmente en la Revista
Lúcido nº 27 de Mayo de 2010.