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ace 20 años...

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ompartí y comparto, tanto en el fondo como en la 

forma, este credo personal, esta obsesión manifesta-

da por Félix Ares; aunque con el paso del tiempo, 

cada vez soy más escéptico de que la humanidad no se vaya 

a extinguir en pocas décadas. Y remarco lo de la forma por-

que, pese a que el propio Félix pedía perdón por anticipado 

a las feministas por emplear la palabra “hombre”, no consi-

guió evitar un airada réplica de una socia y amiga, Merce-

des Quintana, en un número posterior que ya comentaremos. 

Desde la perspectiva que nos ofrecen las dos décadas trans-

curridas solo puedo decir que, en mi opinión, la solución al 

lenguaje sexista no pasa por identificar claramente los sexos 

(juez/jueza, ingeniero/ingeniera) sino precisamente por evi-

tar dicha diferenciación cuando no sea relevante. Y creo que 

ello se logra mejor actuando sobre el inconsciente colectivo 

para conseguir que desaparezcan las connotaciones negati-

vas que acompañan a determinados usos del vocabulario, 

que actuando radicalmente sobre las palabras.

Por una de esas casualidades de la vida este número de 

LAR es, en cierta medida, un monográfico de éste vuestro 

seguro servidor, en mi doble faceta de traductor y autor.

Como traductor, tuve el honor de ofrecer al lector en cas-

tellano un jugoso artículo de Philip Klass sobre los “secretí-

simos” documentos que la NSA

1

 no divulgará. Por aquellos 

años  y  ante  la  falta  de  pruebas  definitivas  de  la  presencia 

de los extraterrestres, la ufología había empezado a desli-

zarse sin frenos por el tobogán de la conspiranoia. Algunos 

años atrás se había aprobado en Estados Unidos la Ley de 

Libertad de Información (FOIA) y los ufólogos pensaron 

que por fin iban a poder obtener acceso a dichas pruebas no 

en nuestros cielos, sino en los archivos del gobierno nor-

teamericano. Hoy, cuando dicha ley ha sido explotada hasta 

la saciedad, y medidas similares han puesto al descubierto 

los archivos gubernamentales de países como España, el 

La Alternativa Racional

 

número 16

Luis R. González

Del Editorial (Abril 1990)

Creo en el hombre, en sus obras.

Creo que para bien o para mal somos los responsables de nuestro futuro.

Creo que en este momento hay demasiadas tendencias irracionales y oscurantistas que tienen 

gran fuerza en la configuración del futuro social.

Creo que debemos ser auténticamente conscientes de que es necesaria una actitud activa.

Creo que como racionalistas y humanistas debemos contribuir a proponer soluciones basadas en 

el hombre, en su capacidad de plantearse y resolver problemas. Y, desde esta perspectiva, todos 

los que contribuyen a diluir la responsabilidad del hombre son nuestros enemigos (ideológicamente 

hablando, aclara Félix): los astrólogos porque eliminan nuestra responsabilidad y nos hacen ma-

rionetas de los astros; algunos ufólogos porque eluden nuestra responsabilidad pasándosela a los 

extraterrestres; a ciertos ocultistas porque eluden nuestra responsabilidad pasándosela a “las fuer-

zas ocultas” o las “sociedades secretas que dominan el mundo”; a algunas religiones –incluyendo 

la católica de Juan Pablo II- porque eluden nuestra responsabilidad y se la pasan a un supuesto 

dios “que ya proveerá”; a algunas filosofías más o menos orientalizantes porque egoístamente –in-

solidariamente- pretenden alcanzar el Nirvana individual sin pensar en colaborar con los demás; a 

algunas religiones porque eluden la responsabilidad y participación activa al promover que éste es 

un “valle de lágrimas en el que estamos para sufrir” y que hay otra vida donde seremos felices…

Creo que nuestra responsabilidad es nuestra y de nadie más.

Por supuesto, tú, amigo lector, puedes discrepar. Estas páginas están abiertas a tus discrepancias.

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te, Adamski, la supuesta abducción del argentino Dionisio 

Llanca y last but not least, la abducción de los Hill y su mapa 

estelar. Quisiera aprovechar esta ocasión para informar de un 

hecho poco conocido que recalca una vez más la importancia 

de la investigación in situ. En 2007, un escéptico local hizo 

lo que ningún ufólogo había hecho en los 46 años anteriores: 

repetir el viaje de los Hill de noche. Ello le permitió des-

cubrir el verdadero estímulo que estuvo detrás del supuesto 

ovni avistado entonces. No era Saturno, como el escéptico 

Robert Sheaffer había argumentado desde su sillón, sino  una 

torre de vigilancia forestal, erigida en 1959 y provista de una 

luz blanca en el techo.

Completan este número las secciones habituales de reco-

mendaciones, en esta ocasión ampliadas a las nuevas tecno-

logías, en concreto,  a los documentales en video. Uno de 

Jacques Cousteau, dentro de la colección Mundo fantástico, 

toca un tema que parece haberse borrado de la memoria co-

lectiva, pese a estar de plena actualidad por sus efectos mul-

tiplicadores sobre cualquier desgracia natural, como la que 

afectó recientemente a Haití. Cousteau muestra los devasta-

dores efectos que sobre aquel territorio ha tenido  la super-

población: pérdida de vegetación (empleada para cocinar los 

escasos recursos), la consiguiente imposibilidad del terreno 

para acumular agua potable, y la erosión inevitable que oca-

siona la muerte de la pesca litoral, reduciendo aún más las 

fuentes de alimento, y dejando a sus habitantes indefensos 

ante cualquier catástrofe adicional.

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 Agencia Nacional de Seguridad de los EEUU

Reino Unido, Chile y Suecia (entre otros muchos), la prueba 

definitiva sigue sin aparecer, y a los ufólogos ya se les está 

acabando el recurso de apelar a la conspiración en la sombra. 

¡Los platillos volantes ya no aparecen ni en los Wikileaks! 

No obstante, algunos siempre son capaces de reconvertirse y 

hablar de exopolítica.

El otro artículo de mi traductora autoría se centraba en 

algo que siempre me ha apasionado: las llamadas Leyes de 

Murphy. Su autor, Robert M. Prize analizaba su metafísica, 

dividiéndolas en tres tipos:

+ Los proverbios sobre la naturaleza humana, como el oc-

tavo corolario a la Ley de Murphy: “Es imposible hacer algo 

a prueba de idiotas, porque los idiotas son muy ingeniosos”.

+ Las referidas a la entropía, parafraseada en la Ley de la 

Conservación de la Maldad de Issawi: “La cantidad total de 

maldad existente en un sistema se mantiene constante”.

+ Las que tratan lo que el autor denomina la Sincronici-

dad Negativa, con la Primera Ley como ejemplo paradigmá-

tico: “Si algo puede salir mal, saldrá”.

Prize argumenta que, en este último caso, el orden que se 

destruye es aquel definido por el ser humano. A la alfombra 

le da lo mismo que la tostada le caiga encima por el lado 

untado o por el otro. Y claro, considerar la Ley de Murphy 

como una ley metafísica real, supondría la existencia de una 

maliciosa propensión cósmica hostil al hombre… en otras, 

palabras, una esquizofrenia paranoide. Pero tranquilos, en 

realidad Murphy y sus leyes son un intento por proyectar 

nuestro deseo de orden en el mundo, buscando algún méto-

do en la locura para eliminar la horrible incertidumbre de la 

ignorancia.

El artículo principal de este número es una investigación 

de campo del CSICOP coordinada por el propio Paul Kurtz 

sobre una supuesta casa encantada. El problema con este 

tipo de casos es que, a falta de una confesión en toda regla 

(como ocurre esta vez y en la gran mayoría de ocasiones), la 

mera aplicación de la Navaja de Occam siempre deja resqui-

cios para que los creyentes sigan defendiendo la realidad de 

lo sucedido o descrito.

A veces, ni siquiera una confesión basta. Ejemplo claro 

de ello en la ufología española es el llamado asunto Ummo, 

eje central de mi artículo de réplica titulado “Vamos a con-

tar verdades”. Salía (innecesariamente) en defensa de mi 

amigo Luis A. Gámez, quién se había llevado un rapapolvo 

en las páginas de Cuadernos de Ufología por osar poner en 

entredicho algunos de los casos favoritos del gran patriar-

ca Antonio Ribera. Por aquel entonces no contábamos con 

ninguna de las múltiples variantes de confesión (siempre sin 

aportar pruebas) que el ínclito José Luis Jordán Peña nos ha 

ido regalando en estos años, desde la original –aparecida en 

exclusiva en el número 31 de LAR-. Ello no ha sido obstá-

culo para que todavía hoy se siga defendiendo la existencia 

real de los ummitas. Pero de todo ello, ya hablaremos en su 

momento.

En los telefilmes sobre juicios norteamericanos, siempre 

utilizan la fórmula: “¿Jura usted decir la verdad, toda la ver-

dad, y nada más que la verdad?”. Y, en verdad, resulta muy 

oportuna para sobrevivir en este mundillo donde abundan 

las medias verdades (cuando no las argumentaciones des-

honestas)  para defender creencias personales. Aparte del 

famoso “caso (im)perfecto”, pasaba revista a diversos casos 

muy queridos por Ribera como los Triángulos de la Muer-