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Definiciones
La “conspiración” no tiene una fácil definición. Si bien el
diccionario de la RAE ofrece la siguiente “Dicho de varias
personas: Unirse contra su superior o soberano” o “Unirse
contra un particular para hacerle daño”, el Oxford English
Dictionary ofrece esta otra: “Acuerdo entre dos o más per-
sonas para realizar un acto criminal, ilegal o reprensible”.
Ninguna de las dos creo que sirve al objeto de este artí-
culo pues carecen (desde mi punto de vista) del elemento
diferenciador que caracteriza cualquier conspiración que se
precie: El secreto. ¿Qué sería de una gran conspiración que
anunciara públicamente sus planes y sus fines, por maca-
bros e inevitables que pudieran ser? Nunca sería tildado de
“conspiración”, sino, simplemente, y como mucho, de plan
maquiavélico, o de cartel criminal, o vete a saber qué. Pero
jamás de conspiración. La conspiración debe ser muy secre-
ta, y sólo unos pocos (entre ellos todos los conspiranoicos)
pueden tener acceso a ella, a pesar de los esfuerzos que rea-
lizan para difundirlas en “círculos privados”.
Efectivamente, una definición mucho más clara puede en-
contrarse en la Wikipedia, pero ya referida al objeto de este
artículo: “Una teoría conspirativa consiste en la explicación
de un evento o cadena de eventos ya sucedidos o todavía
por suceder (comúnmente políticos, sociales, populares o
históricos) a partir de la ocultación de sus verdaderas causas
al conocimiento público o a un complot secreto, a menudo
engañoso, por parte de un grupo de personas u organizacio-
nes poderosas e influyentes que permanecen en la sombra”.
La conspiración
Uno de estos artículos (Vol.35 enero/febrero 2011) está
precisamente dedicado a la persistencia y efecto llamada de
este tipo de teorías, en un artículo titulado “El meme de
la conspiración”. En él se destaca lo fácil que es propagar
una teoría conspirativa, y lo difícil que es de refutar. Efec-
tivamente, se trata de cuestionar y poner en tela de juicio
cualquier afirmación del “establishment” y exigir respuestas
inmediatas, globales y convincentes a todas las preguntas
que se puedan formular sobre cada caso en particular, insi-
nuando que la realidad es justo lo contrario de lo que afirma
la “versión oficial”.
El “meme conspirativo”, explica el artículo, funciona
porque las conspiraciones realmente existen.
Además, una acusación de que un suceso es fruto de una
conspiración no puede ser fácilmente refutada, pues cuantos
más y mejores argumentos se ofrezcan en su contra, más in-
trincada e inteligente parece ser la misma, ya que ha tenido
en cuenta todos los aspectos por los que podría haber sido
descubierta.
En realidad, crear y creerse, o no, una conspiración es
muy sencillo; disentir de la ortodoxia es fácil. Lo realmente
difícil es elaborar una teoría alternativa mejor que la conven-
cional, que justifique por qué era necesaria la conspiración
dado lo extremadamente complejo que es mantener enga-
ñado a todo el mundo (excepto a los conspiranoicos). ¡Qué
enormes beneficios debe reportar la conspiración, dados los
enormes costes que debe suponer crearla y mantenerla!
Los conspiradores
En esta clase de teorías, se apela a “poderes ocultos” que
“manejan los hilos de las marionetas que están en el poder”
y cuyos intereses pasan indefectiblemente por engañar a la
humanidad y ocultarle hechos de vital importancia, o bien
ofrecerle información falsa, para poder así obtener benefi-
Sobre conspiraciones
y conspiranoicos
I
Sergio López Borgoñoz
Dos números del Skeptical Inquirer de este año han sido dedicados a las teorías conspirativas. Me
han llamado mucho la atención y creo que efectivamente es un tema que tiene más importancia de la
que generalmente se le atribuye, por lo que voy a dedicar mi sección durante las dos próximas revistas
a este tema, para ahondar y reflexionar sobre el mismo.
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cios de cualquier índole (sobre los que más tarde incidiremos
y trataremos de identificar).
Así, se muestra que la realidad es mucho más compleja de
lo que parece, y que sólo unos pocos escogidos (por supues-
to entre ellos figura quien proporciona la información) son
capaces de darse cuenta de algunas de las “jugadas” de estos
“poderes ocultos”.
Los conspiranoicos
Ni siquiera es necesario que los conspiranoicos crean a
pies juntillas cada una de estas teorías. Para que pervivan,
se difundan y adquieran vigor tan sólo se requiere que se
trasladen a los círculos familiares o de amistad, impregnadas
de una “duda razonable”.
Los conspiranoicos, al ofrecer estas “dudas” o “sospe-
chas” sobre las versiones oficiales, sienten su ego más refor-
zado, y se sienten más protagonistas de cualquier reunión,
por dos razones: por una parte, aparentan ser capaces de rea-
lizar una doble lectura de cualquier suceso aparentemente
inocente, incluso trivial. La inteligencia y sagacidad que se
desprende de afirmaciones aparentemente iconoclastas, bajo
el paraguas de “a mí no me engañan” hace que el portavoz se
rodee de un aura de misterio y de falso escepticismo: “¿Qué
otras mentiras nos estarán contando desde el gobierno?”. Por
otra parte, cuando resulta evidente que tal deducción no ha
sido propia, se reafirma su autoestima al disponer de “infor-
mación privilegiada” que no duda en traspasar a sus conter-
tulios a pesar de que la teoría conspirativa no ha trascendido
(quizá todavía) a la opinión pública. Eso hace sentirse tam-
bién a la audiencia como parte y receptora de un secreto de
estado, que hace que inmediatamente la situación se auto re-
plique teniendo como conspiranoico portavoz a varios de los
asistentes de la reunión anterior en sus respectivos círculos,
y así sucesivamente.
¿Defectos lógicos? ¿Falta de pruebas?
Los conspiranoicos jamás logran ver los defectos lógicos
o la falta de pruebas de los argumentos a favor de la cons-
piración.
De hecho, la lógica queda distorsionada de facto por las
premisas utilizadas, a saber: “El poder oculto nos domina”;
“El poder oculto nos quiere manejar”; “El poder oculto nos
quiere engañar”; Estas tres premisas son asumidas sin pre-
guntarse los porqués de cada una de ellas y sin cuestionarse
si existen quizá varios “grupos ocultos” que puedan pugnar
entre ellos para dominar el mundo; si así fuera, cada grupo
descubriría y arruinaría o al menos entorpecería los planes
de otros grupos... a no ser, claro está, que todos también es-
tuvieran confabulados y formaran parte de una estructura
conspirativa aún mayor, elevando la paranoia global hasta
límites insospechados...
Sobre las pruebas de la conspiración tampoco se preocu-
pan demasiado, pues lógicamente están ocultas por la propia
conspiración y nadie tiene acceso a ellas, por lo que se llega
a este endemoniado argumento... ¡¡¡La falta de pruebas es
a su vez la mayor prueba de que la conspiración realmen-
te existe!!!!
(Foto: Philippe Moreau Chevrolet, http://www.flickr.com/photos/likethefox/)