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E

n torno a las dos últimas décadas del siglo pasado sur-

gió una oleada de “terapias” que, agrupadas en una 

suerte de movimiento “clínico-social”, se basaba en 

la verdad de que existen recuerdos reprimidos que son ac-

cesibles. Este movimiento, encabezado por terapias de corte 

psicoanalítico, también albergaba otros enfoques menos aca-

démicos, como la psicología transpersonal, el humanismo 

new age o las escuelas de realización personal, y utilizaban 

toda una serie de técnicas entre las que, como veremos más 

abajo,  descollaba  la  hipnosis.  Frente  a  la  falsedad  de  este 

movimiento de Recuperación de los Recuerdos Reprimidos, 

descubierta por la investigación neurológica, psicológica 

y psiconeurológica sobre la memoria y sus mecanismos, y 

para oponerse a los graves problemas psíquicos y sociales 

que causaba, se acuñó el concepto de Síndrome del Falso 

Recuerdo, que aglutina a las víctimas de todas esas terapias 

y que, a pesar del sorprendente descenso del número de me-

morias recobradas, trata de concienciar a los que han caído 

en garras de esos terapeutas, a los que pueden caer, y a la 

sociedad en general de los riesgos de creer en los recuerdos 

reprimidos y, por ende, en las falsas memorias. Se ha publi-

cado recientemente en España un libro de considerable éxito 

editorial, El médico perplejo, que menciona el fenómeno de 

las falsas memorias como algo que la medicina y la ciencia, 

en general, no pueden explicar; veremos que esto no es así 

y, no desde hace poco tiempo, ya desde los años 70 y 80 se 

tiene constancia empírica de la fragilidad y maleabilidad de 

los recuerdos.

Tratar el tema de los falsos recuerdos es tratar con la evi-

dencia de que puedan producirse recuerdos totalmente in-

ventados o producir unos que aun estando basados en expe-

riencias reales, contienen elementos falsos.

Una falsa memoria no es cualquier error de memoria. 

El término se refiere a los casos en los que la persona cree 

recordar un hecho que no ocurrió realmente o nombra un 

objeto inexistente.” Ibabe (2006).

Estos nos lleva a preguntar si es posible la creación o la 

producción de falsos recuerdos relativos a acontecimientos 

traumáticos. Si la respuesta es afirmativa y, desde luego, em-

píricamente se ha demostrado que lo es, ¿cómo se produce 

esa génesis de un recuerdo falso en el ámbito clínico? ¿Cómo 

diferenciar, si es que se puede, un recuerdo recuperado real 

y uno falso? Tan peligroso es asumir que todo recuerdo de 

abuso infantil es real, cuando se ha demostrado que puede 

ser sugerido, como entender que esos mismos relatos son 

siempre falsos, al existir la posibilidad de sugestión. El falso 

recuerdo, en el ámbito clínico, consiste en la atribución, por 

parte del terapeuta, como causa de un problema determina-

do, bien psíquico, bien físico o híbrido, a un problema de 

memoria –ausencia de recuerdo– que es lo que, realmente, 

hay que curar. Siguiendo el modelo más clásico de Freud, lo 

que hay que curar es  fondo del problema, quitarle el velo al 

síntoma

y hacer que el paciente se enfrente a él. Lo que sur-

ge de ahí recibe varios nombres: Síndrome de Supervivien-

tes del Incesto –ISS–, Abuso Satánico Ritual –SRA- o simi-

lares. A todos ellos se les aplica una amalgama de técnicas 

denominado Terapia de Memoria Recuperada –RMT– con la 

intención de rehabilitar en el paciente ese tipo de recuerdos. 

Existe un perfil de paciente con éxito en la vida, aunque, 

como siempre, no es excluyente: mujer blanca de clase me-

dia y con un nivel educativo superior a la media –justo el 

perfil socioeconómico de la persona que acude a psicoanáli-

sis–, que va al psicoterapeuta con la intención de solucionar 

problemas de su vida, no patologías, o incluso como realiza-

ción personal o búsqueda de sí misma,  y con predisposición 

a iniciar

 

una psicoterapia de larga duración. El proceso de 

“descubrimiento personal” de “autorrealización”, de “cono-

cimiento del yo”, de “crecimiento” o como se quiera llamar, 

es un proceso largo por definición; las personas que acuden a 

él suelen disponer de recursos económicos y de tiempo libre 

suficiente para afrontarlo. Aunque existen, a la vez, terapias 

alternativas de menor duración y coste, sobre todo aquellas 

que, saltándose todo protocolo clínico, no pretenden ayudar 

al paciente a descubrir nada,

 

 sino darle “herramientas” para 

su “conocimiento interior”.

Según Skeptic (nº 3, 1994), el proceso suele ser el siguiente: 

1.-  Una  mujer  acude  al  terapeuta.  Este,  tras  escucharla 

brevemente, le comenta, con más o menos claridad

 

que su 

problema puede estar causado por un trauma de corte sexual 

reprimido. Algunas pacientes consideran disparatada la idea 

Los 

falsos

 recuerdos

Roberto García Álvarez

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y cambian de terapeuta, otras continúan. Puede tratarse de 

personas que, sin tener pruebas, ya se imaginaban haber sido 

víctimas de abuso por haberlo leído, hablado o visto en al-

gún programa televisivo, por lo que estarán predispuestas a 

recordar, o estar convencidas de la necesidad de pasar por un 

doloroso proceso de descubrimiento de secretos y recuerdos 

como única forma de conocerse a sí misma y liberarse.

2.- El terapeuta explica que la paciente no tiene recuerdos 

aunque están ahí, y logrará sacarlos a la luz poniendo fin a 

los síntomas. Motivando, si la paciente ya no lo estaba, por 

logro, la necesidad de extraer algún recuerdo. 

El terapeuta se vale de diversos métodos para lograr el 

recuerdo y la convicción del paciente de que este es posible 

y el suceso que refiere es real:

•  Técnicas “blandas”: meditación, terapia artística, sueños 

o llevar diarios, imaginación

2

•  Compartir  experiencias  similares  a  través  de  libros, 

conferencias,  participación  en  grupos.  Así  el  sujeto  se 

convence de que no está solo.

•  Técnicas fuertes para obtener el recuerdo: hipnosis, 

regresiones, entrevistas coercitivas, role  playing

recreaciones o drogas

3

•  Animar a la búsqueda de recuerdos. El paciente debe 

mirar álbumes familiares, vídeos de su infancia… y 

buscar en ellos signos del abuso: una sonrisa triste o una 

mano colocada inapropiadamente pueden indicar que 

ocurrió algo. El sujeto queda involucrado, de esta manera, 

en la construcción del recuerdo y en dotarle de sentido.

3.- Cada nueva sensación, cada nuevo recuerdo, incluso 

cada nuevo dolor será interpretado como una manifestación 

del recuerdo que se resiste a hacerse consciente.

4.- Una vez que el recuerdo se ha producido y a fin de 

mantener la vigencia y creencia en el falso recuerdo, el te-

rapeuta crea en el paciente una conciencia de superviviente, 

convenciéndole de que debe abandonar su vida pasada, e in-

troducirle en un ambiente “orientado a la víctima”: grupos 

de apoyo, boletines para supervivientes, convenciones… 

Deben huir del contacto y del diálogo con cualquier persona 

escéptica, abstenerse de comprobar fácticamente la verdad 

de los hechos –el simple recuerdo es prueba– y, por supues-

to, romper relaciones con el perpetrador; la opción de una 

terapia familiar o una posible reconciliación queda excluida 

y se desaconseja de antemano.

Como resultado, muchas pacientes pasan de recordar abu-

sos sexuales paternos a considerar que el abuso se enmarca 

dentro de espectro de abusos mayores. En EE.UU

 

ha surgido 

un movimiento de terapeutas que, yendo más allá del diván, 

sostienen que todos estos actos de abuso son pruebas palpa-

bles de la existencia un movimiento masivo de corte satá-

nico, llegando a teorizar sobre un férreo sistema que dicho 

culto utiliza para mantenerse en secreto: la eliminación de 

los posibles desertores, lavados de cerebro, hombres colo-

cados en los estamentos de poder… ideas que, calando en la 

cultura popular a través el cine y la televisión, por otro lado, 

encajan perfectamente dentro del modelo conspiraonico de 

Izquierda: El pionero Sigmund Freud. Derecha: Stanislav Groft, terapeuta de la Psicología Transpersonal (Fotos: Wikimedia Commons)

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cultura y realidad que se mueven tras y delante de la New 

Age en que operan muchas de estas terapias y cuyo principal 

argumento de validez es siempre demonizar todo lo existen-

te, eso sí,  sin aportar jamás prueba alguna.

Creando falsos recuerdos, el efecto de la infor-

mación engañosa.

Experimentalmente  se  ha  comprobado  que  es  posible 

crear falsos  recuerdos referentes a perderse de  niño en un 

centro comercial, hospitalizaciones, pequeños accidentes… 

(Loftus y Coan, 1994; Devitt, Loftus y Honts, 1996; Hyman, 

Billings, Husband, Husband y Smith, 1993; Ceci, Crotteau, 

Huffman, Smith y Loftus, 1994; todos ellos citados en Diges, 

1996). Con la siguiente metodología: 

1. 

En primer lugar, se pide al sujeto durante varias se-

manas

 

que cuente datos biográficos de su infancia, tanto 

reales como inventados, pidiéndole que recuerde

 

el mayor 

número posible de detalles –previamente se habrá recaba-

do información de los familiares, solicitándoles que relle-

nen un cuestionario sobre categorías de eventos; cuando 

aparece alguno como los mencionados, visitas al hospital, 

pérdida de mascotas… se piden aún más datos–. 

2. 

En segundo lugar, se da una información general 

de esos acontecimientos,

 

 a partir de la cual el sujeto debe 

construir su recuerdo. 

El  porcentaje  de  adultos  que  recuerda  el  falso  episodio 

ronda el 25%, aunque en algunos diseños se ha llegado hasta 

el 37% (Hyman y Portland, 1996);

 

 en niños y con el recuer-

do del viaje al hospital se llego hasta el 50% de recuerdos. Se 

ve que existe una gran varianza entre los sujetos. 

¿Qué ocurre en las sesiones de terapia? Durante tiempo 

el paciente habla y habla, desvelando recuerdos, destellos, 

ideas pensamientos que el terapeuta le “ayuda” luego a inter-

pretar, a darle sentido y explicación.

Tal y como se ha presentado el paradigma experimental 

es fácil comprender que los recuerdos falsos, al igual que 

todo recuerdo, no son una introducción estática, sino que ha 

de construirse. A las pocas semanas de haber implantado el 

recuerdo falso, este ha sido tan elaborado y tan enriqueci-

do por el propio sujeto que es incapaz de diferenciarlo de 

los recuerdos verdaderos, aun cuando se le comunique su 

falsedad. Aunque se ha observado que no todos los falsos 

recuerdos son igualmente susceptibles de ser implantados, 

se constata que es más fácil implantar memorias de sucesos 

posibles y familiares antes que de sucesos de difícil ocurren-

cia o poco familiares. Es más sencillo implantar un recuerdo 

sobre algún tema del que el sujeto tenga un conocimiento 

previo que sobre algo que sea totalmente novedoso; por eso 

es tan importante para estos terapeutas y para sus técnicas 

la participación del sujeto no solo en la construcción del re-

cuerdo, sino en darle sentido.

Por otro lado, también hay diferencia entre implantar una 

memoria nueva y modificar una memoria real de la que el 

sujeto tiene consciencia y que, además, es reciente – al ha-

blar de los falsos recuerdos en el entorno clínico hablamos, 

siempre,  de  recuerdos  lejanos,  recuerdos  de  infancia–.  Se 

habla, aquí, del efecto de la información engañosa (Loftus 

y Palmer, 1974; Loftus Miller y Burns, 1978). Su paradigma 

experimental consiste en mostrar a unos sujetos una serie de 

diapositivas o un vídeo de un accidente de tráfico y, poste-

riormente, sugerirles a través de preguntas o de un resumen 

de lo visto la presencia de detalles o cambios en los detalles 

que no estaban presentes en las imágenes que vieron. Los 

sujetos en los que la información engañosa fue eficaz reco-

nocerían o recordarían dicho detalle falso o alterado.

A la hora de estudiar la eficacia de esa información enga-

ñosa se han tomado en cuenta aquellas variables que afectan 

a la situación de esa información. En primer lugar,

 

la “cre-

dibilidad de la fuente”;

 

en el paradigma clásico los sujetos 

creían al informador, pues, no imaginaban que tuviese por 

misión  o  intención  el  engañarles;  así,    Ceci  et  alt.  (1987) 

sustituyeron en su experimento al informador por un niño de 

siete años, produciendo un considerable descenso en la cre-

dibilidad y eficacia de la información engañosa. ¿Qué efecto 

puede producir el descrédito del informador? Si el descré-

dito se produce antes de la prueba de memoria, su efecto 

es mayor que si se produce después (Chambers y Zaragoza, 

1993). Esto resulta especialmente importante en el caso de 

las memorias recobradas en los ámbitos “clínicos”,

 

una vez 

que el terapeuta o el hipnotizador ha producido en el sujeto 

la falsa creencia de un hecho traumático, el descrédito de di-

cho terapeuta apenas servirá para que en el sujeto desconfíe 

de ese falso recuerdo. Toda vez que, además, el terapeuta 

suele tener un aura de distinción y autoridad, especialmen-

te, en aquellos casos de terapia “voluntaria” o de “descubri-

miento personal”.

En el ámbito clínico esta credibilidad de la fuente puede 

sufrirla el propio terapeuta quien a causa de su formación 

teórica puede tender a realizar siempre interpretaciones de 

los hechos en un único sentido, es lo que llamamos deriva 

teórica del terapeuta.

En multitud de estudios, como los citados por Capafons y 

Mazzoni (2004), se pedía a terapeutas expertos en interpreta-

ción de sueños que interpretasen los de una serie de pacien-

tes diciéndoles siempre, con independencia del contenido 

del sueño, que este respondía a una experiencia traumática, 

se escogió a sujetos que afirmaban no haber experimentado 

algo parecido. Después de ser informados por el terapeuta 

de que según “su amplia experiencia” aquello que soñaban 

se relacionaba con un recuerdo reprimido de corte traumá-

tico y darles una “charla” sobre la normalidad del proceso 

por el cual este tipo de recuerdos era reprimido y que, solo, 

la Traumdeutung – interpretación de los sueños – los podía 

sacar a la luz, los sujetos comenzaron a creer en la veracidad 

de esos falsos recuerdos, pasando, además, a considerar que 

la interpretación de los sueños era un camino privilegiado, 

El falso recuerdo consiste en 

la atribución, como causa de 

un problema determinado, bien 

psíquico, bien físico o híbrido, 

a la ausencia de recuerdo, que 

hay que curar”.

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no solo para acceder a los recuerdos reprimidos, sino para 

conocer partes ocultas de la personalidad.

Las creencias de los pacientes sobre el terapeuta y su mar-

co de actividad ayudan a crear, sostener y dar validez a los 

falsos recuerdos, así como a los procedimientos por los que 

estos se crean. En el caso citado la interpretación y el trabajo 

del terapeuta fue informal y se llevó a cabo en una sesión 

de 30 minutos. ¿Cuál será el efecto de un trabajo terapéu-

tico formal, de varios meses o años, un considerable coste 

económico y, en ocasiones, una gran fe en lo que ocurra y se 

descubra durante la terapia? Por no mencionar la necesidad 

de muchos de quienes acuden a estas terapias de descubrir 

algo, lo que sea.

Es oportuno, en este punto, mencionar la hipnosis, ya que 

parece ser una de las técnicas de mayor potencia a la hora 

de obtener ese efecto de la información engañosa y es, jun-

to con la regresión, el psicoanálisis –o dentro de este– y la 

visualización guiada, la que más falsas memorias ha produ-

cido. Por otro lado, la memoria recobrada en entornos más 

“alternativos”  no  ha  generado  tanta  repercusión  mediática 

ya que su credibilidad es mucho más reducida, aunque no su 

potencial de dañar al paciente o a su familia, por supuesto, 

aunque en numerosas ocasiones los recuerdos que se reco-

bren, especialmente en el ámbito de las regresiones a vidas 

pasadas y demás, se traten casi siempre de recuerdos posi-

tivos de vidas grandiosas en papeles socialmente privilegia-

dos. Pocos de los que recuerdan haber vivido en el Egipto 

de los faraones no han

 

sido altos sacerdotes o faraones; en 

otras épocas, dicen haber sido

 

sacerdotes mayas o filósofos 

griegos (curiosamente nunca un Aristóteles o alguien así).

La peculiaridad de la hipnosis respecto a este tema es 

que, además de hacer más susceptibles a los sujetos, aumen-

ta también la confianza de estos en la fiabilidad, exactitud y 

realidad de sus recuerdos. Suele decirse que los sujetos so-

metidos a hipnosis recuerdan un mayor número de detalles y 

datos, pero como se señala en Orne et alt. (1988) este efecto 

comprobado en el ámbito de los interrogatorios policiales 

bien podría no ser debido a la hipnosis, sino al efecto reitera-

do de ser preguntado una y otra vez por los mismos detalles. 

Lo que sí está probado, a juicio de este y otros autores, es 

que la hipnosis rebaja la inhibición del sujeto a responder, 

que dice recordar ciertos detalles que en estado no hipnótico 

no se atrevería a mencionar, lo que Hastie et alt. (1978) lla-

man “responder adivinando”. La evidencia científica ha de-

mostrado que, aun utilizando sugestiones de hipermnesia en 

hipnosis, se han generado tantos recuerdos verdaderos como 

falsos, lo que muestra que la hipnosis no sirve para recupe-

ración de recuerdos olvidados, escindidos o reprimidos sino, 

simplemente, para elevar el nivel confianza y el umbral de 

disparo de respuestas del sujeto. 

Parece una técnica propensa a crear falsos recuerdos, pero 

no por aumentar la vulnerabilidad cognitiva del sujeto, sino 

por el contenido social de creencias que conlleva. Experi-

mentalmente se ha demostrado (Cole y Wheatcroft, 2004) 

que, cambiando de nombre a la hipnosis, los efectos sobre 

la imprecisión disminuyeron pero el recuerdo correcto no se 

vio alterado sensiblemente.

M. Pérez (2006) define la hipnosis como “[…] una si-

tuación o procedimiento en el que una persona designada 

como hipnotizador o hipnoterapeuta sugiere a otra persona 

(o grupo) designada como paciente, cliente, o sujeto, que 

experimente ciertos cambios que pueden afectar a alguna 

sensación, percepción, cognición o control de la conducta 

motora”.

Cabe hablar de  cinco pasos característicos del procedi-

miento hipnótico (Pérez, 2006): 

1.  Preparación. 

2.  Inducción.

3.  Producción. 

4.  Aplicación de sugestiones terapéuticas.

5.  Terminación o salida.

Nos interesa, especialmente, el primer paso: la llamada 

preparación, donde se pretende crear el rapport: la relación 

de empatía, confianza y simpatía con el terapeuta y, también, 

se busca aclarar errores sobre la hipnosis (proceso que se re-

pite en toda terapia y que las terapias alternativas utilizan, no 

para poner las cartas bocarriba, sino para curarse en salud y 

hacer propaganda, adjudicándose los éxitos y exculpándose 

de los fracasos).

Ahí se produce el clima que dotará de estatus tanto a la 

técnica como al terapeuta. Hemos visto la importancia que 

este estatus posee a la hora de hacer eficaz tanto la informa-

ción engañosa como la propia posibilidad de implantar fal-

sos recuerdos; entre los enunciados con los que se pretende 

inclinar positivamente al hipnotizado destacan (Pérez, 2006, 

pág. 454):

•  La hipnosis no está relacionada con el sueño.

•  No es cierto que la hipnosis puede ser usada para inducir 

actos antisociales.

•  La  hipnosis  no  debilita  la  voluntad,  sino  que  el  sujeto 

mantiene en todo momento el control.

•  Para nada es cosa de crédulos, poco inteligentes o tras-

tornados emocionales. (En ciertos entornos se les puede 

decir, incluso, que la terapia es cosa de iluminados, almas 

sensibles, cerebros privilegiados, intelectos cósmicos…).

•  Es algo hecho por el sujeto más que debido al terapeuta. 

También sus frutos, por tanto, son más obra del paciente 

que del terapeuta, aunque la autoridad, el prestigio y la 

última palabra siempre son de este.

•  Los sujetos son conscientes del entorno en el que ocurre 

la práctica.

•  La amnesia de lo hecho es tan poco frecuente como el 

olvido espontáneo que se da en otras circunstancias.

•  El  sujeto  puede  interrumpir  el  curso  de  la  hipnosis 

Las creencias de los pacientes 

sobre el terapeuta y su marco 

de actividad ayudan a crear, 

sostener y dar validez a los fal-

sos recuerdos, así como a los 

procedimientos por los que es-

tos se crean.

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cuando quiera.

Es fácil entrever cómo se dispone al sujeto para que, en 

primer lugar, acepte todo cuanto provenga del proceso; en 

segundo lugar, enseñarle que esos productos serán obra suya 

y no del terapeuta – animándole en cierta medida a seguir 

con la construcción de los mismos y el ahondamiento en 

ellos-; y, en tercer lugar, disponerse con mente abierta hacia 

la hipnosis y considerar al hipnotizador como un buen pro-

fesional. No es que dudemos de este punto, dado el contexto 

que analizamos. 

Estos enunciando mutatis mutandis son aplicables y apli-

cados a cualquier tipo de terapia alternativa, y ampliables ya 

que en ellas, muchas veces, se busca que el sujeto compren-

da que estaba ciego o equivocado en su visión del mundo, 

que esta era sesgada y estaba cubierta por un velo; la terapia 

no solo aliviará su síntoma sino que cambiará su relación 

con el universo entero, para lo cual habrá de desembarazarse 

de todo lastre que la ate al pasado y ningún lastre más pesado 

que un padre culpable de abusos.

Capafons y Mazzoni (2004) ya mencionan que la hipnosis 

es una técnica inocua pero que, mal utilizada, puede dar lu-

gar a efectos iatrogénicos graves, a causa de la información 

que los terapeutas e hipnotizadores transmiten a sus pacien-

tes y la forma en que formulan sus preguntas; especialmente 

en el ámbito de aplicación de hipnosis regresiva, confron-

taciones con imágenes muy ansiógenas y libre asociación, 

donde, además, el hipnotizador utiliza un estilo coercitivo y 

apremiante para que el sujeto reviva recuerdos y situaciones 

(Heap, 1996, cit. en Capafons y Mazzoni, 2004). El peligro 

aún es mayor cuando a la hipnosis por regresión y como vía 

para actualización de memorias se le aplica el estudio de di-

sociación

4

, ya que se considera que el estado hipnótico es 

un estado disociativo donde es posible convertir la situación 

original (hipnotizador-hipnotizado) en un trío (hipnotizador-

hipnotizado recordando e hipnotizado vigilante). Al paciente 

se le dice que una parte permanecerá hipnotizada mientras 

que otra no, que irá conversando con el hipnotizador. Se trata 

del fenómeno del observador oculto en el que se ha preten-

dido encontrar una base para los trastornos disociativos y 

encontrar una validación de la hipnosis como herramienta 

de acceso al inconsciente y técnica para la recuperación de 

materiales reprimidos. Es en ese diálogo entre hipnotizador 

dramatis personae donde se puede producir la influencia 

de aquel para la producción de falsos recuerdos; hay que re-

cordar que este fenómeno es producto de las instrucciones 

del hipnotizador (Lynn, 2001), llegando incluso a extremos 

tan grotescos como producir varios observadores ocultos o 

hacer que el hipnotizador

 

fuese también parte

 

de la persona 

hipnotizada, simulando, de esta manera, un trastorno diso-

ciativo.

No obstante, la utilización de la hipnosis para recuperar 

recuerdos reprimidos, personalidades disociadas o, ya inclu-

so, vidas pasadas, abducciones… se ampara en  una visión 

de la disociación y la amnesia psicógena alejada de los cá-

nones científicos. 

Desde los años 70 conocemos que es posible alterar el 

informe verbal de un sujeto a través del refuerzo diferencial 

y que el terapeuta, aun a pesar de pretender no ser direc-

tivo, puede acabar influyendo en el paciente mediante este 

tipo de refuerzo tanto a nivel verbal como no verbal (efecto 

Greenspoon) por lo que si una terapia concreta, en el caso de 

la hipnosis o de otra cualquiera, tiene como objetivo preesta-

blecido el descubrimiento de un trauma, de un abuso, de un 

recuerdo reprimido es más probable que el terapeuta dirija 

de forma diferencial las palabras y el informe de su paciente 

en la dirección deseada. Cuando el terapeuta, además de ex-

perto en recuperación de recuerdos, tiene un aura de distin-

ción y sabiduría, como suele ocurrir con los psicoanalistas, 

puede producirse, y se han dado casos, que el sujeto crea que 

su “deber” es recordar a fin de causar buena impresión al 

terapeuta. Para salvar esta situación los terapeutas apuntan 

unas condiciones en las que un supuesto recuerdo recobrado 

o disociado puede ser real

5

:

•  Fuerte respuesta emocional.

•  Recuerdo detallado y coherente.

•  Recuerdo corporal acompañado de dolor psicológico.

•  Concordancia  de  esos  detalles  con  los  de  otros  sujetos 

que no se conocen pero con los que se pone en común la 

experiencia, especialmente dentro del Movimiento de Re-

cuperación que ha fomentado la creación de esos grupos 

de ayuda y apoyo, lo que incluye

 

las dinámicas de grupo 

y los procesos de influencia social bien conocidos por la 

Psicología Social. 

El poder de la creencia en la hipnosis es tan fuerte que, in-

cluso el fenómeno de la amnesia infantil también puede sal-

tarse mediante hipnosis (Malinowsky y Lynn, 1999). En un 

experimiento,

 

Usher y Neisser (1993) solicitaban a los suje-

tos que intentasen recordar sus dos primeros cumpleaños. Al 

principio, ninguno fue capaz de hacerlo; posteriormente, su-

gestionándoles con la idea de que “el mero hecho de pensar 

Técnica de hiponosis por medio de una esferilla metálica

(Foto: flickr.com/photos/fdctsevilla/)

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ayuda a recordar”, se les pidió que intentasen recordar algún 

detalle de esos cumpleaños. En estas condiciones, la mitad 

de los sujetos

 

recordó detalles sobre el segundo cumpleaños; 

ningún sujeto recordó el primero. Posteriormente se sometió 

a los sujetos a hipnosis: el 80% recordó el segundo cumplea-

ños, y el recuerdo del primero ascendió a un 35%. La impo-

sibilidad biológica de que estos recuerdos se hubieran for-

mado y fuesen accesibles pone de manifiesto que se trataba 

de construcciones de los sujetos debido a las sugestiones de 

los experimentadores y a la creencia, en el segundo supues-

to, de que la hipnosis ayuda a recuperar recuerdos olvidados. 

Resultados similares fueron encontrados en los estudios de 

Spanos, Burgess, Burgess, Samuels y Blois de 1999.

¿Qué se puede  hacer?

En el entorno clínico deberían tomarse en cuenta la situa-

ción personal del sujeto que acude; así, el grado de sugestio-

nabilidad y disposición a aceptar falsos recuerdos o dejarse 

guiar en la interpretación de datos y hechos dependerá de la 

casuística propia de diferentes patologías. Un paciente con 

un cuadro depresivo grave tendrá diferente sugestionabili-

dad que un paciente con un cuadro de depresión más leve y 

las diferencias  también variarán según las patologías, por lo 

que se haría necesario realizar o conocer estudios que ahon-

dasen es esta temática con un exhaustivo análisis de los ca-

sos en que se han detectado esas falsas memorias, la praxis 

terapéutica y la patología en cuestión. 

Por otro lado, en entornos como el psicoanalítico, el 

transpersonal, el hipnótico, el New Age,   donde el cliente 

acude no solo por la presencia de algún tipo de síntoma 

sino como práctica social, el diván como ocio y experiencia 

personal, debería establecerse unos protocolos de actividad 

profesional, muy difíciles dada las ideologías en juego, para 

concienciar  a  paciente  y  “profesional”  del  riesgo.  Un  psi-

coanalista se “resistiría”, ya que cerrar la puerta a la libre 

interpretación de recuerdos, frases y palabras aisladas sería, 

directamente, cerrar la puerta a la terapia en sí; y, por otro 

lado, poner en guardia al paciente para que esté alerta ante 

estas interpretaciones y sugerencias, produciría un refuer-

zo del papel y creencia del terapeuta, que interpretaría esa 

actitud del sujeto como una “defensa” y una “resistencia” 

propias de todo buen camino clínico. Por otro lado, tratar de 

frenar la imaginación de un “libreterapeuta” – permítase el 

neologismo – también se hallaría ante una imposibilidad de 

base: cualquier límite por racional que fuese toparía con el 

problema de ser interpretado de forma automática como una 

injerencia de la vieja ciencia obtusa y sería incompatible con 

una visión abierta y cósmica del mundo.

Al exponer grosso modo cómo opera la terapia de recupe-

ración de recuerdos dimos algunos ejemplos de los proble-

mas que puede causar. Pero si esto no fuese suficiente mues-

tra de que es una mala terapia, ya que rompe el principio 

básico deontológico de primum non nocere, cabe atribuirle 

una serie de fallos que atañen a la operación terapéutica:

•  En lugar de encontrar evidencias para la emisión de un 

diagnóstico  y  el  posterior  tratamiento,  utilizan  el  trata-

miento para producir el diagnóstico.

•  Ignoran  deliberadamente  otras  explicaciones  posibles

 

para las quejas comunes que sus pacientes les plantean.

•  Entre los profesionales que practican este tipo de terapia 

se encuentran muchos que carecen de formación científi-

ca sobre la memoria o sus patologías, o cuya formación 

está limitada a cursillos de fin de semana dentro de te-

rapias no “oficiales”, oponiéndose así a la carga acadé-

mica y la larga praxis que, aún dentro del psicoanálisis, 

se exige a los terapeutas. El problema provendría de la 

escasa regulación de la profesión de terapeuta que se da 

en países como EE.UU donde basta con uno de estos cur-

sillos de fin de semana, recibido en la trastienda de una 

herboristería.  En España, la situación oficial es diferente, 

si bien este tipo de terapias se mueve en el submundo de 

lo alternativo sin demasiado control, con los peligros que 

eso conlleva. Los colegios profesionales deberían adoptar 

una posición más contundente, buscando eliminar cual-

quier utilización de lo “psico”–psicomagia, psicoenergía, 

psicocura, psicoestética…– ajena a una estricta formación 

y praxis profesional que, con independencia de que esté 

relacionado o no con intrusiones en el terreno terapéutico 

– y desde luego lo está la más de las veces –, solo acaba 

redundando en el descrédito de lo psicocientífico y de las 

profesiones correspondientes.

•  Para  muchos  de  estos  terapeutas,  el  material  científico 

sobre la memoria y su estudio, el paradigma de Loftus 

para la creación de falsos recuerdos, el concepto de suges-

tionabilidad, las preguntas tendenciosas, la información 

engañosa, los aspectos diferenciales, el fenómeno de inhi-

bición… son, sencillamente, desconocidos o, aun cuando 

los conocen, hacen caso omiso de ellos por considerarlos 

aportaciones de una ciencia oficial, obtusa y al servicio 

de una “maquinaria medica y opresora”, (recuérdese lo 

dicho líneas antes sobre ideas conspiranoicas), cargándo-

se también otro importante principio de ética profesional: 

el aporte y continuo contacto con el avance científico y 

técnico

6

.

•  Las técnicas que emplean, como hemos visto, no son ade-

cuadas para la recuperación de recuerdos y sí lo son para 

la distorsión de memoria.

•  Bajo la excusa de que su misión es conseguir la “recu-

peración”  y  “seguridad”  del  paciente,  los  terapeutas  se 

niegan a contrastar las declaraciones de estos con los de 

terceras personas o hacer simples comprobaciones.

•  En contra de la ética profesional, los terapeutas no preten-

den conseguir que sus pacientes se vuelvan autónomos en 

la toma de decisiones, sino que les hacen depender de sus 

propias opiniones que, en ocasiones pueden ser incluso 

directivas

7

, tanto en el terreno de la vida personal como 

en otros campos, ya que no es inusual que estos terapeu-

tas aconsejen a los pacientes el abandono de terapias y 

tratamientos médicos por considerarlos innecesarios ya 

que, ahora, se conoce la causa de todo

8

, saltándose otro 

principio ético y, además, poniendo en peligro la salud 

del paciente.

•  Se niegan a consultar con otros profesionales los nue-

vos síntomas y problemas que el paciente sufre a medi-

da que avanza el tratamiento, quebrando así el principio 

de interdisciplinariedad

9

. Por otro lado estos terapeutas 

se arrogan el derecho exclusivo de tratar y ocuparse de 

esos pacientes alegando que la ciencia, la psicología o la 

psiquiatría convencional es demasiado intransigente y es-

trecha de miras; siguiendo su filosofía habitual, acusan a 

la medicina oficial de inflexible al tiempo que se niegan a 

colaborar con ella.

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Por otro lado, sería de sumo interés realizar una inves-

tigación empírica profunda que permitiese establecer unos 

criterios operatorios a fin de diferenciar los falsos recuerdos 

de los auténticos, más allá de conceptos como diferenciar 

entre “recordado” y “sabido” (Tulving, 1985), el modelo de 

control de realidad de Johnson y Raye (1981) que lleva a es-

tablecer que en la memoria de un hecho percibido están más 

presentes detalles sensoriales y contextuales, mientras que 

las memorias de lo “sabido” contienen más referencias a as-

pectos cognitivos, así como la recepción de este modelo por 

parte de Loftus, Schooler y Gerhard, el sistema de confianza 

en el recuerdo y la resistencia a la retroinformación negativa. 

Especialmente para aquellos casos en que las evidencias fí-

sicas no son suficientes para desmontar la verdad o falsedad, 

hemos visto que muchos de estos terapeutas se niegan, inclu-

so, a realizar esa contrastación; sin embargo, establecer unos 

criterios diferenciadores más o menos claros podría ayudar, 

no a estos terapeutas renuentes, sino a otros que accidental-

mente se topasen con falsos recuerdos, a decidir ante qué 

están; también podría ser útil para evitar procesos judiciales 

costosos tanto en términos materiales como psicológicos. 

Urquiza cita un estudio de Schacter (recogido a su vez en 

Schacter, 2003) realizado con doce voluntarios sometidos a 

falsos y verdaderos recuerdos y observados mediante PET 

– Tomografía por

 

Emisión de Positrones –. Aunque ambos 

tipos de recuerdos aparecían de forma similar en las PET, 

había una diferencia: los recuerdos verdaderos activaban 

otras zonas cerebrales, además de la formación hipocampal 

izquierda del área temporal izquierda, donde se descifra el 

sonido y se reconocen las palabras. El test empleaba estímu-

los orales; de haber empleado estímulos visuales se habría 

sobreactivado otra zona, estableciéndose una diferenciación 

funcional entre ambos tipos de recuerdo; además, también se 

activaban los lóbulos frontales, área encargada de verificar la 

validez y veracidad de un recuerdo que, además, suele estar 

dañada en los ancianos.

Estos datos, publicados por Schachter en Neuron, son in-

teresantes, pero como ocurre a veces con las aportaciones 

de la neuropsicología, no nos permiten obtener un criterio 

demasiado operativo. Una cosa es detectar estos patrones 

funcionales en una prueba sencilla de lista y reconocimiento 

de palabras mediante tomografía y otra, muy diferente, que 

se pueda aplicar a los complicados recuerdos falsos que he-

mos visto; toda vez que, además, estos han sido trabajados 

por el terapeuta y el paciente durante meses y, posiblemente, 

activen muchas más zonas del cerebro que una simple lista.

La oleada de las víctimas de abuso sexual, satánico o de 

recuerdo traumático en la infancia, recuperado a través de 

Terapia de Recuperación de Memoria ha decaído desde los 

años 90. Ahora lo que cobra auge es demandar al terapeuta 

por mala praxis. No es un fenómeno que pueda tildarse de 

simple moda. Además del enorme interés científico, no de-

bemos perder de vista lo que dijimos al inicio del trabajo: 

ni todos los abusos recordados son verdaderos ni todos son 

falsos; las estadísticas de abuso infantil, no solo en América, 

sino en España y países de nuestro entorno, son escalofrian-

tes y los casos conocidos, solo muestran la punta del iceberg. 

Por tanto, establecer una diagnosis correcta de la falsedad o 

veracidad del recuerdo

10

 es de vital importancia para para 

atajar estas conductas peligrosas y habituales, así como los 

lamentables casos que aparecen citados en la bibliografía so-

bre el tema, sobre los que no nos hemos explayado en este 

artículo: seres inocentes que sufrieron la humillación pública 

de una acusación, de una comparecencia ante un Gran Ju-

rado

11

 y de acciones penales posteriores; algunos, incluso, 

terminaron encarcelados y tiempo después se demostró su 

inocencia. 

Notas:

1-Tratándose de psicoanálisis no hay que olvidar que para 

Freud el síntoma era tanto señal de la enfermedad como su meca-

nismo de cura; el psicoanálisis se caracteriza por una desaforada 

“confianza en el síntoma” frente a la interpretación fenomenológica 

de la psiquiatría o de la psicología no estructural.

2-Loftus, en un recuento realizado, afirma que el 11% de los psi-

cólogos clínicos emplea expresiones como “dejen correr desboca-

damente la imaginación”, un 22%  dice a sus clientes “den reinado 

absoluto a la imaginación” e incluso cita a la doctora Maltz, experta 

en abuso sexual infantil, “imagine durante algún tiempo que han 

abusado sexualmente de usted; no se preocupe de la exactitud, ni 

de demostrar nada, ni de dar sentido a sus ideas  […]”

3-El gurú y teórico de la Psicología Transpersonal, S. Grof, no 

duda en utilizar LSD y psicotrópicos.

4-Aunque en el momento de rapport que hemos comentado 

se le dice al sujeto que la hipnosis no implica, en absoluto, ningún 

estado alterado de conciencia y que permanecerá despierto y con 

control durante toda la sesión y, en efecto, la mayoría de los hipno-

tizados describen la sesión como una concentración prolongada. 

Otros la definen como un trance y algunos terapeutas, especial-

mente de ramas alternativas de la psicología y la psiquiatría como 

la Psi Transpersonal no dudan en utilizar y publicitar la hipnosis 

como un estado alterado de consciencia

5-Que, como se ve, nada se parecen a los estudios científicos 

de memoria sobre monitorización de fuente, diferenciaciones entre 

“recordar” y “saber”, entrevista cognitiva…

6-Para aspectos éticos de la práctica vid: García Álvarez, R., 

“Deontología profesional y casuística”, inédito,  2008.

7-Ibíd.

8-Se trata de entradas salvajes en el terreno de lo “psicosomático”.

9-Ibíd.

10-Cosa diferente será establecer una diagnosis de la verdad o 

falsedad del hecho, eso queda restringido a la ciencia y la técnica 

jurídica.

11-El Gran Jurado es una institución de derecho común, que 

actualmente solo existe en los Estados Unidos. Pese a su nombre,  

no es  un jurado; se trata de  un grupo de personas, elegidas por 

el fiscal, que investigan sobre los hechos para determinar si cabe 

formular cargos contra un posible demandado.

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vulnerabilidad cognitiva del su-

jeto, sino por el contenido so-

cial de creencias que conlleva.

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