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n torno a las dos últimas décadas del siglo pasado sur-
gió una oleada de “terapias” que, agrupadas en una
suerte de movimiento “clínico-social”, se basaba en
la verdad de que existen recuerdos reprimidos que son ac-
cesibles. Este movimiento, encabezado por terapias de corte
psicoanalítico, también albergaba otros enfoques menos aca-
démicos, como la psicología transpersonal, el humanismo
new age o las escuelas de realización personal, y utilizaban
toda una serie de técnicas entre las que, como veremos más
abajo, descollaba la hipnosis. Frente a la falsedad de este
movimiento de Recuperación de los Recuerdos Reprimidos,
descubierta por la investigación neurológica, psicológica
y psiconeurológica sobre la memoria y sus mecanismos, y
para oponerse a los graves problemas psíquicos y sociales
que causaba, se acuñó el concepto de Síndrome del Falso
Recuerdo, que aglutina a las víctimas de todas esas terapias
y que, a pesar del sorprendente descenso del número de me-
morias recobradas, trata de concienciar a los que han caído
en garras de esos terapeutas, a los que pueden caer, y a la
sociedad en general de los riesgos de creer en los recuerdos
reprimidos y, por ende, en las falsas memorias. Se ha publi-
cado recientemente en España un libro de considerable éxito
editorial, El médico perplejo, que menciona el fenómeno de
las falsas memorias como algo que la medicina y la ciencia,
en general, no pueden explicar; veremos que esto no es así
y, no desde hace poco tiempo, ya desde los años 70 y 80 se
tiene constancia empírica de la fragilidad y maleabilidad de
los recuerdos.
Tratar el tema de los falsos recuerdos es tratar con la evi-
dencia de que puedan producirse recuerdos totalmente in-
ventados o producir unos que aun estando basados en expe-
riencias reales, contienen elementos falsos.
“Una falsa memoria no es cualquier error de memoria.
El término se refiere a los casos en los que la persona cree
recordar un hecho que no ocurrió realmente o nombra un
objeto inexistente.” Ibabe (2006).
Estos nos lleva a preguntar si es posible la creación o la
producción de falsos recuerdos relativos a acontecimientos
traumáticos. Si la respuesta es afirmativa y, desde luego, em-
píricamente se ha demostrado que lo es, ¿cómo se produce
esa génesis de un recuerdo falso en el ámbito clínico? ¿Cómo
diferenciar, si es que se puede, un recuerdo recuperado real
y uno falso? Tan peligroso es asumir que todo recuerdo de
abuso infantil es real, cuando se ha demostrado que puede
ser sugerido, como entender que esos mismos relatos son
siempre falsos, al existir la posibilidad de sugestión. El falso
recuerdo, en el ámbito clínico, consiste en la atribución, por
parte del terapeuta, como causa de un problema determina-
do, bien psíquico, bien físico o híbrido, a un problema de
memoria –ausencia de recuerdo– que es lo que, realmente,
hay que curar. Siguiendo el modelo más clásico de Freud, lo
que hay que curar es fondo del problema, quitarle el velo al
síntoma
1
y hacer que el paciente se enfrente a él. Lo que sur-
ge de ahí recibe varios nombres: Síndrome de Supervivien-
tes del Incesto –ISS–, Abuso Satánico Ritual –SRA- o simi-
lares. A todos ellos se les aplica una amalgama de técnicas
denominado Terapia de Memoria Recuperada –RMT– con la
intención de rehabilitar en el paciente ese tipo de recuerdos.
Existe un perfil de paciente con éxito en la vida, aunque,
como siempre, no es excluyente: mujer blanca de clase me-
dia y con un nivel educativo superior a la media –justo el
perfil socioeconómico de la persona que acude a psicoanáli-
sis–, que va al psicoterapeuta con la intención de solucionar
problemas de su vida, no patologías, o incluso como realiza-
ción personal o búsqueda de sí misma, y con predisposición
a iniciar
una psicoterapia de larga duración. El proceso de
“descubrimiento personal” de “autorrealización”, de “cono-
cimiento del yo”, de “crecimiento” o como se quiera llamar,
es un proceso largo por definición; las personas que acuden a
él suelen disponer de recursos económicos y de tiempo libre
suficiente para afrontarlo. Aunque existen, a la vez, terapias
alternativas de menor duración y coste, sobre todo aquellas
que, saltándose todo protocolo clínico, no pretenden ayudar
al paciente a descubrir nada,
sino darle “herramientas” para
su “conocimiento interior”.
Según Skeptic (nº 3, 1994), el proceso suele ser el siguiente:
1.- Una mujer acude al terapeuta. Este, tras escucharla
brevemente, le comenta, con más o menos claridad
que su
problema puede estar causado por un trauma de corte sexual
reprimido. Algunas pacientes consideran disparatada la idea
Los
falsos
recuerdos
Roberto García Álvarez
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y cambian de terapeuta, otras continúan. Puede tratarse de
personas que, sin tener pruebas, ya se imaginaban haber sido
víctimas de abuso por haberlo leído, hablado o visto en al-
gún programa televisivo, por lo que estarán predispuestas a
recordar, o estar convencidas de la necesidad de pasar por un
doloroso proceso de descubrimiento de secretos y recuerdos
como única forma de conocerse a sí misma y liberarse.
2.- El terapeuta explica que la paciente no tiene recuerdos
aunque están ahí, y logrará sacarlos a la luz poniendo fin a
los síntomas. Motivando, si la paciente ya no lo estaba, por
logro, la necesidad de extraer algún recuerdo.
El terapeuta se vale de diversos métodos para lograr el
recuerdo y la convicción del paciente de que este es posible
y el suceso que refiere es real:
• Técnicas “blandas”: meditación, terapia artística, sueños
o llevar diarios, imaginación
2
.
• Compartir experiencias similares a través de libros,
conferencias, participación en grupos. Así el sujeto se
convence de que no está solo.
• Técnicas fuertes para obtener el recuerdo: hipnosis,
regresiones, entrevistas coercitivas, role playing,
recreaciones o drogas
3
.
• Animar a la búsqueda de recuerdos. El paciente debe
mirar álbumes familiares, vídeos de su infancia… y
buscar en ellos signos del abuso: una sonrisa triste o una
mano colocada inapropiadamente pueden indicar que
ocurrió algo. El sujeto queda involucrado, de esta manera,
en la construcción del recuerdo y en dotarle de sentido.
3.- Cada nueva sensación, cada nuevo recuerdo, incluso
cada nuevo dolor será interpretado como una manifestación
del recuerdo que se resiste a hacerse consciente.
4.- Una vez que el recuerdo se ha producido y a fin de
mantener la vigencia y creencia en el falso recuerdo, el te-
rapeuta crea en el paciente una conciencia de superviviente,
convenciéndole de que debe abandonar su vida pasada, e in-
troducirle en un ambiente “orientado a la víctima”: grupos
de apoyo, boletines para supervivientes, convenciones…
Deben huir del contacto y del diálogo con cualquier persona
escéptica, abstenerse de comprobar fácticamente la verdad
de los hechos –el simple recuerdo es prueba– y, por supues-
to, romper relaciones con el perpetrador; la opción de una
terapia familiar o una posible reconciliación queda excluida
y se desaconseja de antemano.
Como resultado, muchas pacientes pasan de recordar abu-
sos sexuales paternos a considerar que el abuso se enmarca
dentro de espectro de abusos mayores. En EE.UU
ha surgido
un movimiento de terapeutas que, yendo más allá del diván,
sostienen que todos estos actos de abuso son pruebas palpa-
bles de la existencia un movimiento masivo de corte satá-
nico, llegando a teorizar sobre un férreo sistema que dicho
culto utiliza para mantenerse en secreto: la eliminación de
los posibles desertores, lavados de cerebro, hombres colo-
cados en los estamentos de poder… ideas que, calando en la
cultura popular a través el cine y la televisión, por otro lado,
encajan perfectamente dentro del modelo conspiraonico de
Izquierda: El pionero Sigmund Freud. Derecha: Stanislav Groft, terapeuta de la Psicología Transpersonal (Fotos: Wikimedia Commons)
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cultura y realidad que se mueven tras y delante de la New
Age en que operan muchas de estas terapias y cuyo principal
argumento de validez es siempre demonizar todo lo existen-
te, eso sí, sin aportar jamás prueba alguna.
Creando falsos recuerdos, el efecto de la infor-
mación engañosa.
Experimentalmente se ha comprobado que es posible
crear falsos recuerdos referentes a perderse de niño en un
centro comercial, hospitalizaciones, pequeños accidentes…
(Loftus y Coan, 1994; Devitt, Loftus y Honts, 1996; Hyman,
Billings, Husband, Husband y Smith, 1993; Ceci, Crotteau,
Huffman, Smith y Loftus, 1994; todos ellos citados en Diges,
1996). Con la siguiente metodología:
1.
En primer lugar, se pide al sujeto durante varias se-
manas
que cuente datos biográficos de su infancia, tanto
reales como inventados, pidiéndole que recuerde
el mayor
número posible de detalles –previamente se habrá recaba-
do información de los familiares, solicitándoles que relle-
nen un cuestionario sobre categorías de eventos; cuando
aparece alguno como los mencionados, visitas al hospital,
pérdida de mascotas… se piden aún más datos–.
2.
En segundo lugar, se da una información general
de esos acontecimientos,
a partir de la cual el sujeto debe
construir su recuerdo.
El porcentaje de adultos que recuerda el falso episodio
ronda el 25%, aunque en algunos diseños se ha llegado hasta
el 37% (Hyman y Portland, 1996);
en niños y con el recuer-
do del viaje al hospital se llego hasta el 50% de recuerdos. Se
ve que existe una gran varianza entre los sujetos.
¿Qué ocurre en las sesiones de terapia? Durante tiempo
el paciente habla y habla, desvelando recuerdos, destellos,
ideas pensamientos que el terapeuta le “ayuda” luego a inter-
pretar, a darle sentido y explicación.
Tal y como se ha presentado el paradigma experimental
es fácil comprender que los recuerdos falsos, al igual que
todo recuerdo, no son una introducción estática, sino que ha
de construirse. A las pocas semanas de haber implantado el
recuerdo falso, este ha sido tan elaborado y tan enriqueci-
do por el propio sujeto que es incapaz de diferenciarlo de
los recuerdos verdaderos, aun cuando se le comunique su
falsedad. Aunque se ha observado que no todos los falsos
recuerdos son igualmente susceptibles de ser implantados,
se constata que es más fácil implantar memorias de sucesos
posibles y familiares antes que de sucesos de difícil ocurren-
cia o poco familiares. Es más sencillo implantar un recuerdo
sobre algún tema del que el sujeto tenga un conocimiento
previo que sobre algo que sea totalmente novedoso; por eso
es tan importante para estos terapeutas y para sus técnicas
la participación del sujeto no solo en la construcción del re-
cuerdo, sino en darle sentido.
Por otro lado, también hay diferencia entre implantar una
memoria nueva y modificar una memoria real de la que el
sujeto tiene consciencia y que, además, es reciente – al ha-
blar de los falsos recuerdos en el entorno clínico hablamos,
siempre, de recuerdos lejanos, recuerdos de infancia–. Se
habla, aquí, del efecto de la información engañosa (Loftus
y Palmer, 1974; Loftus Miller y Burns, 1978). Su paradigma
experimental consiste en mostrar a unos sujetos una serie de
diapositivas o un vídeo de un accidente de tráfico y, poste-
riormente, sugerirles a través de preguntas o de un resumen
de lo visto la presencia de detalles o cambios en los detalles
que no estaban presentes en las imágenes que vieron. Los
sujetos en los que la información engañosa fue eficaz reco-
nocerían o recordarían dicho detalle falso o alterado.
A la hora de estudiar la eficacia de esa información enga-
ñosa se han tomado en cuenta aquellas variables que afectan
a la situación de esa información. En primer lugar,
la “cre-
dibilidad de la fuente”;
en el paradigma clásico los sujetos
creían al informador, pues, no imaginaban que tuviese por
misión o intención el engañarles; así, Ceci et alt. (1987)
sustituyeron en su experimento al informador por un niño de
siete años, produciendo un considerable descenso en la cre-
dibilidad y eficacia de la información engañosa. ¿Qué efecto
puede producir el descrédito del informador? Si el descré-
dito se produce antes de la prueba de memoria, su efecto
es mayor que si se produce después (Chambers y Zaragoza,
1993). Esto resulta especialmente importante en el caso de
las memorias recobradas en los ámbitos “clínicos”,
una vez
que el terapeuta o el hipnotizador ha producido en el sujeto
la falsa creencia de un hecho traumático, el descrédito de di-
cho terapeuta apenas servirá para que en el sujeto desconfíe
de ese falso recuerdo. Toda vez que, además, el terapeuta
suele tener un aura de distinción y autoridad, especialmen-
te, en aquellos casos de terapia “voluntaria” o de “descubri-
miento personal”.
En el ámbito clínico esta credibilidad de la fuente puede
sufrirla el propio terapeuta quien a causa de su formación
teórica puede tender a realizar siempre interpretaciones de
los hechos en un único sentido, es lo que llamamos deriva
teórica del terapeuta.
En multitud de estudios, como los citados por Capafons y
Mazzoni (2004), se pedía a terapeutas expertos en interpreta-
ción de sueños que interpretasen los de una serie de pacien-
tes diciéndoles siempre, con independencia del contenido
del sueño, que este respondía a una experiencia traumática,
se escogió a sujetos que afirmaban no haber experimentado
algo parecido. Después de ser informados por el terapeuta
de que según “su amplia experiencia” aquello que soñaban
se relacionaba con un recuerdo reprimido de corte traumá-
tico y darles una “charla” sobre la normalidad del proceso
por el cual este tipo de recuerdos era reprimido y que, solo,
la Traumdeutung – interpretación de los sueños – los podía
sacar a la luz, los sujetos comenzaron a creer en la veracidad
de esos falsos recuerdos, pasando, además, a considerar que
la interpretación de los sueños era un camino privilegiado,
El falso recuerdo consiste en
la atribución, como causa de
un problema determinado, bien
psíquico, bien físico o híbrido,
a la ausencia de recuerdo, que
hay que curar”.
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no solo para acceder a los recuerdos reprimidos, sino para
conocer partes ocultas de la personalidad.
Las creencias de los pacientes sobre el terapeuta y su mar-
co de actividad ayudan a crear, sostener y dar validez a los
falsos recuerdos, así como a los procedimientos por los que
estos se crean. En el caso citado la interpretación y el trabajo
del terapeuta fue informal y se llevó a cabo en una sesión
de 30 minutos. ¿Cuál será el efecto de un trabajo terapéu-
tico formal, de varios meses o años, un considerable coste
económico y, en ocasiones, una gran fe en lo que ocurra y se
descubra durante la terapia? Por no mencionar la necesidad
de muchos de quienes acuden a estas terapias de descubrir
algo, lo que sea.
Es oportuno, en este punto, mencionar la hipnosis, ya que
parece ser una de las técnicas de mayor potencia a la hora
de obtener ese efecto de la información engañosa y es, jun-
to con la regresión, el psicoanálisis –o dentro de este– y la
visualización guiada, la que más falsas memorias ha produ-
cido. Por otro lado, la memoria recobrada en entornos más
“alternativos” no ha generado tanta repercusión mediática
ya que su credibilidad es mucho más reducida, aunque no su
potencial de dañar al paciente o a su familia, por supuesto,
aunque en numerosas ocasiones los recuerdos que se reco-
bren, especialmente en el ámbito de las regresiones a vidas
pasadas y demás, se traten casi siempre de recuerdos posi-
tivos de vidas grandiosas en papeles socialmente privilegia-
dos. Pocos de los que recuerdan haber vivido en el Egipto
de los faraones no han
sido altos sacerdotes o faraones; en
otras épocas, dicen haber sido
sacerdotes mayas o filósofos
griegos (curiosamente nunca un Aristóteles o alguien así).
La peculiaridad de la hipnosis respecto a este tema es
que, además de hacer más susceptibles a los sujetos, aumen-
ta también la confianza de estos en la fiabilidad, exactitud y
realidad de sus recuerdos. Suele decirse que los sujetos so-
metidos a hipnosis recuerdan un mayor número de detalles y
datos, pero como se señala en Orne et alt. (1988) este efecto
comprobado en el ámbito de los interrogatorios policiales
bien podría no ser debido a la hipnosis, sino al efecto reitera-
do de ser preguntado una y otra vez por los mismos detalles.
Lo que sí está probado, a juicio de este y otros autores, es
que la hipnosis rebaja la inhibición del sujeto a responder,
que dice recordar ciertos detalles que en estado no hipnótico
no se atrevería a mencionar, lo que Hastie et alt. (1978) lla-
man “responder adivinando”. La evidencia científica ha de-
mostrado que, aun utilizando sugestiones de hipermnesia en
hipnosis, se han generado tantos recuerdos verdaderos como
falsos, lo que muestra que la hipnosis no sirve para recupe-
ración de recuerdos olvidados, escindidos o reprimidos sino,
simplemente, para elevar el nivel confianza y el umbral de
disparo de respuestas del sujeto.
Parece una técnica propensa a crear falsos recuerdos, pero
no por aumentar la vulnerabilidad cognitiva del sujeto, sino
por el contenido social de creencias que conlleva. Experi-
mentalmente se ha demostrado (Cole y Wheatcroft, 2004)
que, cambiando de nombre a la hipnosis, los efectos sobre
la imprecisión disminuyeron pero el recuerdo correcto no se
vio alterado sensiblemente.
M. Pérez (2006) define la hipnosis como “[…] una si-
tuación o procedimiento en el que una persona designada
como hipnotizador o hipnoterapeuta sugiere a otra persona
(o grupo) designada como paciente, cliente, o sujeto, que
experimente ciertos cambios que pueden afectar a alguna
sensación, percepción, cognición o control de la conducta
motora”.
Cabe hablar de cinco pasos característicos del procedi-
miento hipnótico (Pérez, 2006):
1. Preparación.
2. Inducción.
3. Producción.
4. Aplicación de sugestiones terapéuticas.
5. Terminación o salida.
Nos interesa, especialmente, el primer paso: la llamada
preparación, donde se pretende crear el rapport: la relación
de empatía, confianza y simpatía con el terapeuta y, también,
se busca aclarar errores sobre la hipnosis (proceso que se re-
pite en toda terapia y que las terapias alternativas utilizan, no
para poner las cartas bocarriba, sino para curarse en salud y
hacer propaganda, adjudicándose los éxitos y exculpándose
de los fracasos).
Ahí se produce el clima que dotará de estatus tanto a la
técnica como al terapeuta. Hemos visto la importancia que
este estatus posee a la hora de hacer eficaz tanto la informa-
ción engañosa como la propia posibilidad de implantar fal-
sos recuerdos; entre los enunciados con los que se pretende
inclinar positivamente al hipnotizado destacan (Pérez, 2006,
pág. 454):
• La hipnosis no está relacionada con el sueño.
• No es cierto que la hipnosis puede ser usada para inducir
actos antisociales.
• La hipnosis no debilita la voluntad, sino que el sujeto
mantiene en todo momento el control.
• Para nada es cosa de crédulos, poco inteligentes o tras-
tornados emocionales. (En ciertos entornos se les puede
decir, incluso, que la terapia es cosa de iluminados, almas
sensibles, cerebros privilegiados, intelectos cósmicos…).
• Es algo hecho por el sujeto más que debido al terapeuta.
También sus frutos, por tanto, son más obra del paciente
que del terapeuta, aunque la autoridad, el prestigio y la
última palabra siempre son de este.
• Los sujetos son conscientes del entorno en el que ocurre
la práctica.
• La amnesia de lo hecho es tan poco frecuente como el
olvido espontáneo que se da en otras circunstancias.
• El sujeto puede interrumpir el curso de la hipnosis
Las creencias de los pacientes
sobre el terapeuta y su marco
de actividad ayudan a crear,
sostener y dar validez a los fal-
sos recuerdos, así como a los
procedimientos por los que es-
tos se crean.
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cuando quiera.
Es fácil entrever cómo se dispone al sujeto para que, en
primer lugar, acepte todo cuanto provenga del proceso; en
segundo lugar, enseñarle que esos productos serán obra suya
y no del terapeuta – animándole en cierta medida a seguir
con la construcción de los mismos y el ahondamiento en
ellos-; y, en tercer lugar, disponerse con mente abierta hacia
la hipnosis y considerar al hipnotizador como un buen pro-
fesional. No es que dudemos de este punto, dado el contexto
que analizamos.
Estos enunciando mutatis mutandis son aplicables y apli-
cados a cualquier tipo de terapia alternativa, y ampliables ya
que en ellas, muchas veces, se busca que el sujeto compren-
da que estaba ciego o equivocado en su visión del mundo,
que esta era sesgada y estaba cubierta por un velo; la terapia
no solo aliviará su síntoma sino que cambiará su relación
con el universo entero, para lo cual habrá de desembarazarse
de todo lastre que la ate al pasado y ningún lastre más pesado
que un padre culpable de abusos.
Capafons y Mazzoni (2004) ya mencionan que la hipnosis
es una técnica inocua pero que, mal utilizada, puede dar lu-
gar a efectos iatrogénicos graves, a causa de la información
que los terapeutas e hipnotizadores transmiten a sus pacien-
tes y la forma en que formulan sus preguntas; especialmente
en el ámbito de aplicación de hipnosis regresiva, confron-
taciones con imágenes muy ansiógenas y libre asociación,
donde, además, el hipnotizador utiliza un estilo coercitivo y
apremiante para que el sujeto reviva recuerdos y situaciones
(Heap, 1996, cit. en Capafons y Mazzoni, 2004). El peligro
aún es mayor cuando a la hipnosis por regresión y como vía
para actualización de memorias se le aplica el estudio de di-
sociación
4
, ya que se considera que el estado hipnótico es
un estado disociativo donde es posible convertir la situación
original (hipnotizador-hipnotizado) en un trío (hipnotizador-
hipnotizado recordando e hipnotizado vigilante). Al paciente
se le dice que una parte permanecerá hipnotizada mientras
que otra no, que irá conversando con el hipnotizador. Se trata
del fenómeno del observador oculto en el que se ha preten-
dido encontrar una base para los trastornos disociativos y
encontrar una validación de la hipnosis como herramienta
de acceso al inconsciente y técnica para la recuperación de
materiales reprimidos. Es en ese diálogo entre hipnotizador
y dramatis personae donde se puede producir la influencia
de aquel para la producción de falsos recuerdos; hay que re-
cordar que este fenómeno es producto de las instrucciones
del hipnotizador (Lynn, 2001), llegando incluso a extremos
tan grotescos como producir varios observadores ocultos o
hacer que el hipnotizador
fuese también parte
de la persona
hipnotizada, simulando, de esta manera, un trastorno diso-
ciativo.
No obstante, la utilización de la hipnosis para recuperar
recuerdos reprimidos, personalidades disociadas o, ya inclu-
so, vidas pasadas, abducciones… se ampara en una visión
de la disociación y la amnesia psicógena alejada de los cá-
nones científicos.
Desde los años 70 conocemos que es posible alterar el
informe verbal de un sujeto a través del refuerzo diferencial
y que el terapeuta, aun a pesar de pretender no ser direc-
tivo, puede acabar influyendo en el paciente mediante este
tipo de refuerzo tanto a nivel verbal como no verbal (efecto
Greenspoon) por lo que si una terapia concreta, en el caso de
la hipnosis o de otra cualquiera, tiene como objetivo preesta-
blecido el descubrimiento de un trauma, de un abuso, de un
recuerdo reprimido es más probable que el terapeuta dirija
de forma diferencial las palabras y el informe de su paciente
en la dirección deseada. Cuando el terapeuta, además de ex-
perto en recuperación de recuerdos, tiene un aura de distin-
ción y sabiduría, como suele ocurrir con los psicoanalistas,
puede producirse, y se han dado casos, que el sujeto crea que
su “deber” es recordar a fin de causar buena impresión al
terapeuta. Para salvar esta situación los terapeutas apuntan
unas condiciones en las que un supuesto recuerdo recobrado
o disociado puede ser real
5
:
• Fuerte respuesta emocional.
• Recuerdo detallado y coherente.
• Recuerdo corporal acompañado de dolor psicológico.
• Concordancia de esos detalles con los de otros sujetos
que no se conocen pero con los que se pone en común la
experiencia, especialmente dentro del Movimiento de Re-
cuperación que ha fomentado la creación de esos grupos
de ayuda y apoyo, lo que incluye
las dinámicas de grupo
y los procesos de influencia social bien conocidos por la
Psicología Social.
El poder de la creencia en la hipnosis es tan fuerte que, in-
cluso el fenómeno de la amnesia infantil también puede sal-
tarse mediante hipnosis (Malinowsky y Lynn, 1999). En un
experimiento,
Usher y Neisser (1993) solicitaban a los suje-
tos que intentasen recordar sus dos primeros cumpleaños. Al
principio, ninguno fue capaz de hacerlo; posteriormente, su-
gestionándoles con la idea de que “el mero hecho de pensar
Técnica de hiponosis por medio de una esferilla metálica
(Foto: flickr.com/photos/fdctsevilla/)
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ayuda a recordar”, se les pidió que intentasen recordar algún
detalle de esos cumpleaños. En estas condiciones, la mitad
de los sujetos
recordó detalles sobre el segundo cumpleaños;
ningún sujeto recordó el primero. Posteriormente se sometió
a los sujetos a hipnosis: el 80% recordó el segundo cumplea-
ños, y el recuerdo del primero ascendió a un 35%. La impo-
sibilidad biológica de que estos recuerdos se hubieran for-
mado y fuesen accesibles pone de manifiesto que se trataba
de construcciones de los sujetos debido a las sugestiones de
los experimentadores y a la creencia, en el segundo supues-
to, de que la hipnosis ayuda a recuperar recuerdos olvidados.
Resultados similares fueron encontrados en los estudios de
Spanos, Burgess, Burgess, Samuels y Blois de 1999.
¿Qué se puede hacer?
En el entorno clínico deberían tomarse en cuenta la situa-
ción personal del sujeto que acude; así, el grado de sugestio-
nabilidad y disposición a aceptar falsos recuerdos o dejarse
guiar en la interpretación de datos y hechos dependerá de la
casuística propia de diferentes patologías. Un paciente con
un cuadro depresivo grave tendrá diferente sugestionabili-
dad que un paciente con un cuadro de depresión más leve y
las diferencias también variarán según las patologías, por lo
que se haría necesario realizar o conocer estudios que ahon-
dasen es esta temática con un exhaustivo análisis de los ca-
sos en que se han detectado esas falsas memorias, la praxis
terapéutica y la patología en cuestión.
Por otro lado, en entornos como el psicoanalítico, el
transpersonal, el hipnótico, el New Age, donde el cliente
acude no solo por la presencia de algún tipo de síntoma
sino como práctica social, el diván como ocio y experiencia
personal, debería establecerse unos protocolos de actividad
profesional, muy difíciles dada las ideologías en juego, para
concienciar a paciente y “profesional” del riesgo. Un psi-
coanalista se “resistiría”, ya que cerrar la puerta a la libre
interpretación de recuerdos, frases y palabras aisladas sería,
directamente, cerrar la puerta a la terapia en sí; y, por otro
lado, poner en guardia al paciente para que esté alerta ante
estas interpretaciones y sugerencias, produciría un refuer-
zo del papel y creencia del terapeuta, que interpretaría esa
actitud del sujeto como una “defensa” y una “resistencia”
propias de todo buen camino clínico. Por otro lado, tratar de
frenar la imaginación de un “libreterapeuta” – permítase el
neologismo – también se hallaría ante una imposibilidad de
base: cualquier límite por racional que fuese toparía con el
problema de ser interpretado de forma automática como una
injerencia de la vieja ciencia obtusa y sería incompatible con
una visión abierta y cósmica del mundo.
Al exponer grosso modo cómo opera la terapia de recupe-
ración de recuerdos dimos algunos ejemplos de los proble-
mas que puede causar. Pero si esto no fuese suficiente mues-
tra de que es una mala terapia, ya que rompe el principio
básico deontológico de primum non nocere, cabe atribuirle
una serie de fallos que atañen a la operación terapéutica:
• En lugar de encontrar evidencias para la emisión de un
diagnóstico y el posterior tratamiento, utilizan el trata-
miento para producir el diagnóstico.
• Ignoran deliberadamente otras explicaciones posibles
para las quejas comunes que sus pacientes les plantean.
• Entre los profesionales que practican este tipo de terapia
se encuentran muchos que carecen de formación científi-
ca sobre la memoria o sus patologías, o cuya formación
está limitada a cursillos de fin de semana dentro de te-
rapias no “oficiales”, oponiéndose así a la carga acadé-
mica y la larga praxis que, aún dentro del psicoanálisis,
se exige a los terapeutas. El problema provendría de la
escasa regulación de la profesión de terapeuta que se da
en países como EE.UU donde basta con uno de estos cur-
sillos de fin de semana, recibido en la trastienda de una
herboristería. En España, la situación oficial es diferente,
si bien este tipo de terapias se mueve en el submundo de
lo alternativo sin demasiado control, con los peligros que
eso conlleva. Los colegios profesionales deberían adoptar
una posición más contundente, buscando eliminar cual-
quier utilización de lo “psico”–psicomagia, psicoenergía,
psicocura, psicoestética…– ajena a una estricta formación
y praxis profesional que, con independencia de que esté
relacionado o no con intrusiones en el terreno terapéutico
– y desde luego lo está la más de las veces –, solo acaba
redundando en el descrédito de lo psicocientífico y de las
profesiones correspondientes.
• Para muchos de estos terapeutas, el material científico
sobre la memoria y su estudio, el paradigma de Loftus
para la creación de falsos recuerdos, el concepto de suges-
tionabilidad, las preguntas tendenciosas, la información
engañosa, los aspectos diferenciales, el fenómeno de inhi-
bición… son, sencillamente, desconocidos o, aun cuando
los conocen, hacen caso omiso de ellos por considerarlos
aportaciones de una ciencia oficial, obtusa y al servicio
de una “maquinaria medica y opresora”, (recuérdese lo
dicho líneas antes sobre ideas conspiranoicas), cargándo-
se también otro importante principio de ética profesional:
el aporte y continuo contacto con el avance científico y
técnico
6
.
• Las técnicas que emplean, como hemos visto, no son ade-
cuadas para la recuperación de recuerdos y sí lo son para
la distorsión de memoria.
• Bajo la excusa de que su misión es conseguir la “recu-
peración” y “seguridad” del paciente, los terapeutas se
niegan a contrastar las declaraciones de estos con los de
terceras personas o hacer simples comprobaciones.
• En contra de la ética profesional, los terapeutas no preten-
den conseguir que sus pacientes se vuelvan autónomos en
la toma de decisiones, sino que les hacen depender de sus
propias opiniones que, en ocasiones pueden ser incluso
directivas
7
, tanto en el terreno de la vida personal como
en otros campos, ya que no es inusual que estos terapeu-
tas aconsejen a los pacientes el abandono de terapias y
tratamientos médicos por considerarlos innecesarios ya
que, ahora, se conoce la causa de todo
8
, saltándose otro
principio ético y, además, poniendo en peligro la salud
del paciente.
• Se niegan a consultar con otros profesionales los nue-
vos síntomas y problemas que el paciente sufre a medi-
da que avanza el tratamiento, quebrando así el principio
de interdisciplinariedad
9
. Por otro lado estos terapeutas
se arrogan el derecho exclusivo de tratar y ocuparse de
esos pacientes alegando que la ciencia, la psicología o la
psiquiatría convencional es demasiado intransigente y es-
trecha de miras; siguiendo su filosofía habitual, acusan a
la medicina oficial de inflexible al tiempo que se niegan a
colaborar con ella.
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49
Por otro lado, sería de sumo interés realizar una inves-
tigación empírica profunda que permitiese establecer unos
criterios operatorios a fin de diferenciar los falsos recuerdos
de los auténticos, más allá de conceptos como diferenciar
entre “recordado” y “sabido” (Tulving, 1985), el modelo de
control de realidad de Johnson y Raye (1981) que lleva a es-
tablecer que en la memoria de un hecho percibido están más
presentes detalles sensoriales y contextuales, mientras que
las memorias de lo “sabido” contienen más referencias a as-
pectos cognitivos, así como la recepción de este modelo por
parte de Loftus, Schooler y Gerhard, el sistema de confianza
en el recuerdo y la resistencia a la retroinformación negativa.
Especialmente para aquellos casos en que las evidencias fí-
sicas no son suficientes para desmontar la verdad o falsedad,
hemos visto que muchos de estos terapeutas se niegan, inclu-
so, a realizar esa contrastación; sin embargo, establecer unos
criterios diferenciadores más o menos claros podría ayudar,
no a estos terapeutas renuentes, sino a otros que accidental-
mente se topasen con falsos recuerdos, a decidir ante qué
están; también podría ser útil para evitar procesos judiciales
costosos tanto en términos materiales como psicológicos.
Urquiza cita un estudio de Schacter (recogido a su vez en
Schacter, 2003) realizado con doce voluntarios sometidos a
falsos y verdaderos recuerdos y observados mediante PET
– Tomografía por
Emisión de Positrones –. Aunque ambos
tipos de recuerdos aparecían de forma similar en las PET,
había una diferencia: los recuerdos verdaderos activaban
otras zonas cerebrales, además de la formación hipocampal
izquierda del área temporal izquierda, donde se descifra el
sonido y se reconocen las palabras. El test empleaba estímu-
los orales; de haber empleado estímulos visuales se habría
sobreactivado otra zona, estableciéndose una diferenciación
funcional entre ambos tipos de recuerdo; además, también se
activaban los lóbulos frontales, área encargada de verificar la
validez y veracidad de un recuerdo que, además, suele estar
dañada en los ancianos.
Estos datos, publicados por Schachter en Neuron, son in-
teresantes, pero como ocurre a veces con las aportaciones
de la neuropsicología, no nos permiten obtener un criterio
demasiado operativo. Una cosa es detectar estos patrones
funcionales en una prueba sencilla de lista y reconocimiento
de palabras mediante tomografía y otra, muy diferente, que
se pueda aplicar a los complicados recuerdos falsos que he-
mos visto; toda vez que, además, estos han sido trabajados
por el terapeuta y el paciente durante meses y, posiblemente,
activen muchas más zonas del cerebro que una simple lista.
La oleada de las víctimas de abuso sexual, satánico o de
recuerdo traumático en la infancia, recuperado a través de
Terapia de Recuperación de Memoria ha decaído desde los
años 90. Ahora lo que cobra auge es demandar al terapeuta
por mala praxis. No es un fenómeno que pueda tildarse de
simple moda. Además del enorme interés científico, no de-
bemos perder de vista lo que dijimos al inicio del trabajo:
ni todos los abusos recordados son verdaderos ni todos son
falsos; las estadísticas de abuso infantil, no solo en América,
sino en España y países de nuestro entorno, son escalofrian-
tes y los casos conocidos, solo muestran la punta del iceberg.
Por tanto, establecer una diagnosis correcta de la falsedad o
veracidad del recuerdo
10
es de vital importancia para para
atajar estas conductas peligrosas y habituales, así como los
lamentables casos que aparecen citados en la bibliografía so-
bre el tema, sobre los que no nos hemos explayado en este
artículo: seres inocentes que sufrieron la humillación pública
de una acusación, de una comparecencia ante un Gran Ju-
rado
11
y de acciones penales posteriores; algunos, incluso,
terminaron encarcelados y tiempo después se demostró su
inocencia.
Notas:
1-Tratándose de psicoanálisis no hay que olvidar que para
Freud el síntoma era tanto señal de la enfermedad como su meca-
nismo de cura; el psicoanálisis se caracteriza por una desaforada
“confianza en el síntoma” frente a la interpretación fenomenológica
de la psiquiatría o de la psicología no estructural.
2-Loftus, en un recuento realizado, afirma que el 11% de los psi-
cólogos clínicos emplea expresiones como “dejen correr desboca-
damente la imaginación”, un 22% dice a sus clientes “den reinado
absoluto a la imaginación” e incluso cita a la doctora Maltz, experta
en abuso sexual infantil, “imagine durante algún tiempo que han
abusado sexualmente de usted; no se preocupe de la exactitud, ni
de demostrar nada, ni de dar sentido a sus ideas […]”
3-El gurú y teórico de la Psicología Transpersonal, S. Grof, no
duda en utilizar LSD y psicotrópicos.
4-Aunque en el momento de rapport que hemos comentado
se le dice al sujeto que la hipnosis no implica, en absoluto, ningún
estado alterado de conciencia y que permanecerá despierto y con
control durante toda la sesión y, en efecto, la mayoría de los hipno-
tizados describen la sesión como una concentración prolongada.
Otros la definen como un trance y algunos terapeutas, especial-
mente de ramas alternativas de la psicología y la psiquiatría como
la Psi Transpersonal no dudan en utilizar y publicitar la hipnosis
como un estado alterado de consciencia
5-Que, como se ve, nada se parecen a los estudios científicos
de memoria sobre monitorización de fuente, diferenciaciones entre
“recordar” y “saber”, entrevista cognitiva…
6-Para aspectos éticos de la práctica vid: García Álvarez, R.,
“Deontología profesional y casuística”, inédito, 2008.
7-Ibíd.
8-Se trata de entradas salvajes en el terreno de lo “psicosomático”.
9-Ibíd.
10-Cosa diferente será establecer una diagnosis de la verdad o
falsedad del hecho, eso queda restringido a la ciencia y la técnica
jurídica.
11-El Gran Jurado es una institución de derecho común, que
actualmente solo existe en los Estados Unidos. Pese a su nombre,
no es un jurado; se trata de un grupo de personas, elegidas por
el fiscal, que investigan sobre los hechos para determinar si cabe
formular cargos contra un posible demandado.
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