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otoño-invierno 2013
estudios del primero están bien documentados, son claros
y precisos. En cambio, los textos de Hegel están impregna-
dos de especulaciones metafísicas, muchas de ellas de difí-
cil comprensión. Me parece que, al apelar a autores como
Hegel, los defensores de la singularidad de la civilización
occidental perjudican su causa; pues dan pie a que los au-
tores relativistas acusen a los historiadores eurocéntricos
de invocar motivos metafísicos o cuasi divinos para justifi-
car la superioridad occidental. Opino que, para defender la
singularidad de la civilización occidental, conviene mucho
más apelar a categorías claras como ‘desencanto’ o ‘racio-
nalización’ (procedentes de Weber), que a categorías obs-
curas como ‘espíritu del mundo’ (procedentes de Hegel).
El capítulo 7 es quizás el más controvertido. Ahí, Du-
chesne defiende la idea de que las bases ideológicas para
la prosperidad europea se iniciaron en las olas migratorias
de los jinetes indo-europeos, a partir del cuarto milenio an-
tes de la era común. Los jinetes y guerreros indo-europeos
aportaron un ethos de autonomía individual, valores aristo-
cráticos, libertad y emprendimiento, que en buena medida
sirvió de motor para los grandes avances de la civilización
occidental. Tengo algunas reservas respecto a esta hipó-
tesis. No estoy seguro de que la mentalidad que pudieran
haber incorporado los jinetes indoeuropeos perdurara hasta
los tiempos modernos. Pero, en todo caso, no me inclino
mucho por la admiración del ethos militar de los invasores
indo-europeos. En clara continuidad con Nietzsche (otra de
las grandes inspiraciones de Duchesne, y del cual se ocu-
pa extensamente en el capítulo 8), el autor concede gran
importancia al influjo de vitalidad, autonomía individual
e, implícitamente, la ‘moral de amos’ tan aplaudida por
Nietzsche. Ciertamente estos valores me parecen estima-
bles, pero el modo en que este los planteó me parece pe-
ligroso, pues llevan implícitos la defensa del militarismo
que desembocó en las grandes atrocidades del siglo XX,
ocurridas en el seno de la civilización occidental.
Hubiese sido deseable que Duchesne incorporara alguna
defensa de la civilización occidental frente a los ataques
recurrentes de sus críticos. Por una parte, los críticos la
acusan de ser una civilización etnocéntrica, de considerar-
se singular en la historia de la humanidad. Muy eficiente-
mente, Duchesne defiende que hay motivos suficientes para
postular que así lo ha sido. Pero, aunada a ese ataque, está
también la crítica que postula que ha sido una civilización
totalitaria y, más recientemente, destructora del medio am-
biente. Duchesne solo hace una defensa tenue ante estos
ataques.
Con todo, el libro de es una muy bienvenida contribución
para frenar la ofensiva de intelectuales que, bajo la inspira-
ción postcolonialista, creen que hacen justicia a los pueblos
colonizados distorsionando los hechos de la historia. Cier-
tamente, podemos reprochar a Occidente muchos crímenes
colonialistas, y defender el derecho de autodeterminación
de los pueblos colonizados. Pero eso no debería conducir-
nos a alterar los libros de historia solo por el afán de que
los pueblos que han sido víctimas del colonialismo no se
sientan acomplejados.
Dr. Gabriel Andrade