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unque desconocida para casi todos debido a su
enorme lejanía y escaso interés para el turismo de
masas, la isla de Pohnpei (Estados Federados de
Micronesia) alberga algunos yacimientos arqueológicos
extraordinarios, entre los que destaca la ciudad megalítica
de Nan Madol. Es un lugar donde los buscadores de mis-
terios han situado civilizaciones perdidas, seres voladores
y ciudades sumergidas. La realidad, como siempre, es bien
distinta y todos esos misterios se reducen a un problema
antropológico, la incomprensión entre dos culturas donde
la narrativa de los hechos históricos tiene una forma y un
sentido diferentes.
Sobre un altar de piedra
Pohnpei, antiguamente conocida como Ponapé, es una
isla montañosa del Archipiélago de las Carolinas, situada
en el Pacífico occidental y que alberga la capital de los Es-
tados Federados de Micronesia. Su nombre significa ‘sobre
un altar de piedra’ y es uno de los lugares más lluviosos de
la Tierra, con una vegetación exuberante que lo cubre todo
con un color verde intenso. Aunque las primeras eviden-
cias de poblamiento humano se remontan al siglo primero
d.C., no es hasta alrededor del 1200 d.C. cuando aparece
la extraordinaria arquitectura megalítica que caracteriza la
prehistoria de la isla, en un momento en que el poder se
centraliza bajo la dinastía de los saudeleur. Estos dirigentes
ejercían un control férreo desde Nan Madol, la gran ciudad
situada entre la costa y el arrecife que rodea la isla. Según
las leyendas orales fueron dos hermanos: Olosipa y Olo-
saupa, los que construyeron Nan Madol. Estos personajes
comandaron una expedición de gentes venidas de Katau
Peidi, una región o isla ignota situada al oeste. Según los
datos arqueológicos, el ocaso de Nan Madol comienza al-
rededor del 1650 d.C. y la ciudad ya se encontraba desha-
bitada en el momento de las primeras visitas de europeos a
mediados del siglo XIX. Según la tradición, la caída de la
ciudad coincidió con la llegada de otro extranjero: Isoke-
lekel, venido desde Katau Peidak, identificada por unos
con la actual isla de Kosrae y por otros con alguna región
celeste situada al este. Este héroe derrotó a los sanguina-
rios saudeleur e instauró un régimen feudal descentralizado
sustentado en cinco reinos que coinciden con las cinco mu-
nicipalidades que persisten en la actualidad. La monografía
de Hanlon (1988) es la mejor introducción a la historia de
Pohnpei previa al periodo colonial.
El primer europeo que avistó la isla fue nuestro compa-
triota Pedro Fernández de Quirós en 1528, aunque no llegó
a desembarcar. Pasó bastante tiempo hasta que el australia-
no John Henry Rowe pusiera su pie en la isla en 1825, que
pasó a ser un puerto de escala y descanso de los buques
balleneros que surcaron el Pacífico durante el siglo XIX
trayendo enfermedades, prostitución y misioneros protes-
Pohnpei
la isla del Secreto
César Esteban
Instituto de Astrofísica de Canarias
Departamento de Astrofísica, Universidad de La Laguna
Pohnpei, antigua Ponapé, es
una isla montañosa que alber-
ga la capital de los Estados
Federados de Micronesia. Su
nombre significa ‘sobre un al-
tar de piedra’ y es uno de los
lugares más lluviosos de la
Tierra.
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tantes. Aunque las Islas Carolinas fueron nominalmente
consideradas territorio español, no fue hasta 1885 cuando
España tomó posesión efectiva de la isla estableciendo la
Estación Naval de Carolinas Orientales, cuya sede se en-
contraba en la colonia de Santiago de la Ascensión, que
sigue siendo la capital de Pohnpei con el nombre de Kolo-
nia. La vida de los varios cientos de militares destacados
en la isla, la mayoría soldados filipinos, no fue nada fácil,
pues hubo varias revueltas muy sangrientas en los años de
ocupación española (ver Elizalde Pérez-Grueso 1992). En
1899, tras la Guerra hispano-estadounidense de 1898, Es-
paña vendió las Islas Carolinas y parte de las Marianas a
Alemania, que se ocupó de ellas sufriendo también estalli-
dos de violencia con la población nativa hasta que Japón
la desalojó a su vez por las armas en 1914. Después de la
Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tomó el control
del territorio, que no alcanzó su independencia hasta 1990.
Después de haber estado bajo el yugo de tantas potencias
diferentes, Pohnpei siguió manteniendo bastante intacta su
estructura social y de poder local. El cambio más drástico
fue el de la religión, que dividió la isla en dos, una mitad
católica y otra mitad protestante.
La citada ciudad antigua de Nan Madol es el yacimiento
arqueológico más impresionante de Micronesia y posible-
mente de toda Oceanía. Ocupa una extensión de 1200 ×
600 m y consiste en 92 islotes artificiales de forma rec-
tangular separados por numerosos canales cuya profundi-
dad varía según la marea. Una parte de estos islotes se en-
cuentran rodeados de muros perimetrales construidos con
bloques prismáticos de basalto que suelen apoyarse sobre
enormes rocas del mismo material. El lugar se construyó
entre la costa de la pequeña isla de Temwen, separada por
una pequeña distancia de Pohnpei y el arrecife de coral que
la circunda. La mayor parte de los islotes fueron utilizados
como residencia pero otros fueron destinados a tumbas o
ceremonias religiosas. Nandauwas es la estructura más es-
pectacular (70 × 50 m de superficie y con paredes de hasta
unos 7 u 8 m de altura) y mejor conservada de todo el yaci-
miento, fue la tumba de los saudeleur y de los posteriores
reyezuelos o nahnmwarki del antiguo reino (hoy municipa-
lidad) de Madolenihmw.
La forma tradicional de narrar la historia de los pona-
peños es bien distinta a la nuestra. Está basada en relatos
y canciones transmitidas de forma oral que atañen a he-
chos importantes realizados por los antepasados, héroes
antiguos o los propios dioses. Es una narrativa mítica, que
Mapa de los Estados Federados de Micronesia y zonas adyacentes. El círculo indica la posición de la isla de Pohnpei. La capital del país es Palikir, que es un centro administrativo
que contiene únicamente las dependencias del gobierno. (foto: Wikimedia Commons)
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mezcla hechos posiblemente reales con otros fabulados y
que no distingue mitología de historia objetiva. De hecho
los dioses, que viven en el cielo o en el inframundo bajo el
mar, se mezclan continuamente con los humanos y en su
vida cotidiana. Al contrario que a nosotros, a los ponapeños
no les preocupa la fidelidad de las historias contadas, les
preocupa su relación con el entramado social y el equili-
brio político de su comunidad. De hecho, como muy bien
explica el antrópologo Petersen (1990) en su libro con el
revelador título de ‘Perdido en la maleza’, existen distin-
tas versiones o variaciones locales de las mismas historias
que son en muchos casos irreconciliables, por lo que resulta
casi imposible conocer los hechos reales que se encuentran
tras esos relatos.
Faber-Kaiser sobre el secreto
En 1985 el ufólogo barcelonés y periodista del misterio
Andreas Faber-Kaiser
1
publicó el libro titulado: Sobre el se-
creto. La isla mágica de Pohnpei y el secreto de Nan Matol,
en el que relata un viaje iniciático a Pohnpei realizado en
1984 junto con su amigo Miquel Amat. Como es habitual
en este tipo de literatura, la obra no resuelve ningún miste-
rio: mezcla anécdotas de viaje, retazos de historia sacada de
los libros, tradiciones orales ponapeñas interpretadas al pie
de la letra, revoltijos de experiencias anteriores, como las
de su viaje a Cachemira
2
y comentarios esotéricos a la vieja
usanza. Baste una de las frases de la introducción para ilus-
trar el baturrillo: “…en las aguas de Pohnpei se refleja, des-
de la profundidad de los tiempos, la identidad final del sím-
bolo solar y galáctico de la esvástica con el símbolo de la
perfección de la obra representada por el sello de Salomón
también llamado estrella de David.” Aunque el significado
de esta frase se me escapa totalmente (imagino que no seré
el único), afortunadamente, no todo el libro trata sobre este
tipo de disquisiciones, en general es un relato altamente no
lineal y bastante subjetivo sobre las experiencias vividas
en aquel entorno exótico y que puede ser, siendo benévolo,
incluso de cierta utilidad para el interesado en la isla.
La razón de su viaje a Pohnpei parece que hay que bus-
carla en una reunión con el inefable Erich von Däniken ce-
lebrada en un restaurante de Barcelona en 1991, en donde
le habló sobre la necesidad de una exploración personal de
Pohnpei y de la ciudad de Nan Madol. El escritor suizo ha-
bía visitado Pohnpei pero los resultados de sus indagacio-
nes resultaron bastante escasos. En su famoso libro El men-
saje de los dioses, Däniken comentaba que quizás Nan Ma-
dol fuera el acceso a otra instalación o ciudad subterránea y
refiriéndose a las construcciones pétreas dice: “¿Servirían
las fortificaciones para proteger dicho acceso? Por sí solos
los nativos no pudieron llevar a cabo obras subterráneas de
tal envergadura; ¿les ayudaron quizás extraños visitantes?”
Esta visión etnocentrista es la típica en los buscadores de
astronautas de la antigüedad, están convencidos de que las
culturas no occidentales del pasado fueron incapaces de
realizar obras grandiosas, por eso necesitan extraterrestres;
los micronesios actuales no habrían sido capaces de reali-
zar este tipo de construcciones. Así las cosas ya sabemos a
lo que estamos abocados, hay que buscar seres misteriosos
para explicar el origen de lo misterioso, en fin.
En su libro, Faber-Kaiser afirma que la arqueología ofi-
cial desconocía completamente la finalidad de las ruinas de
Nan Madol y cita un único trabajo académico etnográfico
(no arqueológico) de Riesenberg (1968) sobre la isla. Sin
embargo, la realidad era bien distinta pues en los años 70 y
principios de los 80 del siglo XX ya se contaba con trabajos
publicados basados en prospecciones arqueológicas reali-
zadas por los arqueólogos estadounidenses Stephen Athens
o William Ayres, que disponían de dataciones radiocarbó-
nicas y ya manejaban una interpretación del lugar bastante
similar a la actual
3
.
Al poco de llegar a Pohnpei, Faber-Kaiser y Amat co-
nocieron a las misioneras mercedarias españolas Rosario
Arberas y María Caballero, que llevaban largos años en la
isla, sobre todo Rosario, y que todavía realizan hoy en día
su labor en la Misión Católica de Kolonia, cerca de los mu-
ros del Fuerte Alfonso XIII, últimos testigos de la presencia
colonial hispana en la isla. Faber-Kaiser comenta que Ro-
sario, tras comentarle que querían investigar Nan Madol,
les advirtió de que “no se les ocurriera dormir en las ruinas,
pues quien dormía en ellas moría, ya que era la ciudad de
los espíritus y allí los fantasmas eran reales”. También les
dijo que el héroe Isokelekel, el conquistador de Nan Madol,
llegó a la isla volando. Es curioso que en 2006, durante mi
visita a la isla, en las conversaciones con esas dos misio-
neras nunca aparecieron comentarios de ese tipo, aún sa-
biendo que yo también venía a investigar en Nan Madol
4
.
¿Había cambiado su mentalidad en los 20 años transcurri-
dos? Las dos misioneras recordaban vívidamente la visita
de Faber-Kaiser y su compañero comentándome algunas
anécdotas sobre su accidentada estancia en Pohnpei que
no vienen al caso. Es curioso que el periodista barcelonés
siempre habla del halo de secretismo y de cierta molestia
con que todo el mundo al que preguntó trataba las cosas
relacionadas con la historia antigua de la isla y sus lugares
sagrados, algo que nunca noté en mis distintas conversacio-
nes con especialistas en la historia local.
El escritor ocultista James Churchwald (1931) conside-
raba que Nan Madol era el santuario del continente per-
dido de Mu. En 1939, el escritor y viajero alemán Herbert
Rittlinger (1954) recogio la increíble historia de que sub-
La forma tradicional de narrar
la historia de los ponapeños
está basada en relatos y can-
ciones transmitidas de forma
oral que atañen a hechos im-
portantes realizados por los
antepasados, héroes antiguos
o los propios dioses.
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marinistas japoneses, en el periodo de entreguerras, habían
encontrado una ciudad sumergida en las cercanías de Nan
Madol y unos sarcófagos de platino que albergaban a las
momias de los nobles del lugar. Parece ser que algunas
leyendas locales dicen que los bloques de basalto con los
que se construyó la ciudad megalítica (posiblemente des-
de el norte de la isla) vinieron volando por el cielo, pero
reputados recopiladores de la tradición oral como Luelen
Bernart (1977) o Masao Hadley (1980) no hablan de pie-
dras voladoras. Los resultados de las pesquisas de Faber-
Kaiser en Nan Madol fueron bastante magros. Además de
recoger en el libro un refrito de historias orales y cosas ya
escritas por otros autores aunque sin citar ningún trabajo
arqueológico que, como ya hemos comentado, sí existían,
una de las conclusiones es que las piedras no pudieron ser
transportadas de ninguna forma humana posible hasta allí.
Como vemos, lo típico de las investigaciones esotéricas, no
resuelven misterios, los alimentan. Tampoco resolvieron el
enigma de la ciudad sumergida, pues no dispusieron de me-
dios para realizar las inmersiones necesarias. Eso se llama
ir preparado. Lo único que resolvieron es que el basalto de
las construcciones de Nan Madol provenía de la propia isla.
¡Bingo! Recogieron muestras del yacimiento arqueológico
y de filones naturales en otras partes de Pohnpei y los lle-
varon a analizar a geólogos de la Universidad Autónoma
de Barcelona, que certificaron que provenían de un mismo
tipo de magma. Al menos una conclusión basada en méto-
dos científicos.
Un paseo inesperado
Pero el verdadero meollo del libro de Faber-Kaiser, su
aventura más iniciática, se lleva a cabo en Salapwuk, el
centro espiritual de Pohnpei, el lugar adonde llegaron los
primeros pobladores de la isla según la tradición. Como en
todas las culturas, el origen de los ponapeños también tie-
ne tintes míticos. Nuestro periodista barcelonés nos cuenta
cómo uno de los sabios locales, Pensile Lawrence, después
de mucho insistirle y de evasivas por su parte, le cuenta,
como si fuera un saber oculto transmitido en una experien-
cia iniciática, la leyenda sobre las primeras nueve parejas
de viajeros que llegaron en canoa hasta una roca que estaría
situada en Salapwuk. Lo gracioso es que esta misma leyen-
da ya estaba publicada, al menos desde los años 30 y reco-
gida en el monumental trabajo de una expedición alemana
a Micronesia llevada a cabo entre 1908 y 1910 (Hambruch
1932, 1936), que él mismo cita en varias ocasiones a lo lar-
go del libro y también en un libro en inglés (Bernart 1977).
Salapwuk está situado al suroeste y es la zona poblada
más al interior y montañosa de la isla. Faber-Kaiser y Amat
se desplazaron a la casa de Bernis Washington, uno de los
sabios más respetados de la comunidad, “el más alto cela-
dor de los lugares sagrados de Salapwuk que tendríamos
oportunidad de conocer”. En la misma tarde de la llegada
todos ellos tuvieron una conversación con Washington que
es la experiencia central del viaje pero de cuyo contenido
nada se refleja en el libro. Por lo visto, el sabio nativo les
exigió mutismo absoluto; Faber-Kaiser dice al respecto:
“Mutuo silencio sobre lo que allí se hablaría fue la condi-
ción previa a nuestra conversación, compromiso que por
supuesto no voy a romper, por lo cual solamente reflejaré
aquí aquello que no atañe al mismo” y finaliza “Todo, en
esta vida, se sabrá a su debido momento. Pero solamente
entonces, cuando este debido momento haya llegado. No
antes.” ¡Vaya chasco! En el culmen del libro, después de
139 páginas leídas y llegar a esto. Desgraciadamente ya
no habrá oportunidad de saber lo que se dijo en aquella
conversación, aunque tampoco creo que haya motivos para
preocuparse. Al día siguiente, después de desayunar y al
ver que no llovía (cosa realmente paranormal en la isla),
se fueron de expedición por el interior de la jungla para
Izquierda: Restos de los muros del Fuerte Alfonso XIII en el centro histórico de Kolonia, capital de Pohnpei. Construído en época de dominación española y mantenido posteriormente por el
gobierno colonial alemán debido a las frecuentes revueltas de la población.
Derecha: Zona de la Misión Católica de Kolonia, donde pueden verse los restos de la antigua iglesia construida por los alemanes y destruida en la Segunda Guerra Mundial. Tras la vege-
tación está el edificio del colegio femenino de Our Lady of Mercy, de las Misionarias Mercedarias de Bérriz, último elemento vivo de la presencia española en Pohnpei. En primer término
pueden verse los muretes de un pequeño cementerio que contiene las tumbas de misioneros españoles y alemanes. (fotos: archivo)
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visitar lugares sagrados y donde nuestros dos intrépidos
buscadores de la verdad esperaban encontrar las claves del
origen oculto de la isla. Les guió “un grupo de conocedores
y guardadores de aquellas montañas” armados con mache-
tes, absolutamente necesarios para caminar por la jungla y
con un viejo fusil, cosa que mosqueó sobremanera a nues-
tros compatriotas. El caso es que aunque les dijeron que
“jamás antes de vosotros extranjero alguno había llegado
ni de lejos a aquellos parajes”, cosa que Faber-Kaiser repite
en varias ocasiones a lo largo del libro, estuvieron todo el
día dando un enorme rodeo (extenuante teniendo en cuen-
ta las altas temperaturas y la humedad típicas de la isla) y
no llegaron a ver “ningún destino interesante para lo que
yo andaba buscando.” Aparentemente, no llegaron a visitar
ninguno de los lugares que Bernis Washington les prome-
tió. Parece ser que los guías “estaban cumpliendo instruc-
ciones”. Todo un complot. Al final, como no podía ser de
otra manera, Faber-Kaiser aprende algo de la experiencia,
aunque no haya sido muy iniciática: “En el fondo estuve sa-
tisfecho: no solamente había logrado localizar aquella esca-
lera, sino que logré acceder a su primer peldaño. No era el
momento para pisar los siguientes. Hay que saber renunciar
en el momento justo.” El que no se consuela es porque no
quiere y más después de marcarse semejante viaje.
Perdidos entre la maleza
Vamos a ver ahora algunas aclaraciones sobre la expe-
riencia de Faber-Kaiser en Salapwuk. En primer lugar, no
es ni mucho menos el primer extranjero en recorrer dichos
parajes. Existen informes de varios investigadores que rea-
lizaron estudios en el área, como el antropólogo japonés
Iwakishi Muranushi en 1936, que participó en una expe-
dición científica interdisciplinar en Micronesia; Charles
Breck en 1980, que describe una serie de estructuras ar-
queológicas; la arqueóloga Joyce Bath, que realizó pros-
pecciones sistemáticas en la zona en 1980 y otras más reco-
gidas en la monografía de Ayres y Mauricio (1997). Parece
bastante claro que la comunidad local conocería perfec-
tamente aquellas visitas, sobre todo las más recientes de
Breck y Bath, por lo que resulta sospechosa la repetida afir-
mación de haber sido los primeros extranjeros en internarse
en Salapwuk; o le engañaron o Faber-Kaiser engañó a sus
lectores. Por otra parte, el propio autor de estas líneas tam-
bién tuvo su experiencia en recorrer las junglas cercanas a
Salapwuk al visitar el complejo megalítico de Sapwtakai
en 2006. Aunque fui acompañado por personal del Histo-
ric Preservation Office del Estado de Pohnpei, tuvimos que
contratar la ayuda de un guía local para, armados también
de machetes, llegar al lugar arqueológico. En ningún mo-
mento noté ningún tipo de rechazo ni de secretismo, nadie
hizo preguntas ni estuvo espiando lo que hacía durante el
trabajo de campo.
La clave del más que probable malentendido que sufrió
Faber-Kaiser (o que propició debido a sus ideas precon-
cebidas sobre el asunto) lo encontramos en la interesante
monografía realizada por Ayres y Mauricio (1997) sobre
la arqueología del área de Salapwuk
5
, basada en un am-
plio trabajo de prospección en la zona realizado en 1989,
apenas cinco años después de la visita de los barceloneses.
En los capítulos preliminares, Ayres y Mauricio dejan bien
claro que, antes y durante el trabajo de campo: “Se dedicó
mucho tiempo en recabar información de los residentes en
Salapwuk acerca de sus conocimientos sobre los elemen-
tos del paisaje y del entorno. Nos enfrentamos a proble-
mas a la hora de obtener detalles sobre la tradición oral
relacionada con los distintos sitios registrados y acerca de
las zonas geográficas o los nombres de los lugares. Esto
era lo esperable, porque las costumbres ponapeñas requie-
ren un cierto grado de secretismo cuando se trata de reve-
lar aspectos del conocimiento tradicional.” Más adelante
nos lo esclarecen aún más: “En algunos casos, incluso un
ponapeño que no haya nacido en una comunidad dada no
tiene el privilegio ni el derecho automático para discutir o
investigar determinados lugares arqueológicos o aspectos
culturales considerados sagrados por la comunidad a no ser
que solicite el permiso para hacerlo por parte de personali-
dades locales. Generalmente, la concesión del permiso vie-
ne acompañada de instrucciones, la enseñanza de normas
de comportamiento adecuadas e incluso, en algunos casos,
de fórmulas sagradas de protección cuando se visitan lu-
gares especialmente importantes.” Como vemos, todo este
ambiente de secretismo del que nos habla Faber-Kaiser son
parte intrínseca de las costumbres isleñas, nada relaciona-
do con secretos iniciáticos necesariamente sensibles para el
resto del mundo.
En uno de los apéndices finales de su trabajo, Ayres y
Mauricio (1997) explican en detalle y en forma de diario,
cómo organizaron la logística y el trabajo de campo en Sa-
lapwuk, describiendo perfectamente el complejo proceso
de consulta-permiso. Inicialmente solicitaron y consiguie-
ron el permiso del jefe del sector de Salapwuk y de la mu-
nicipalidad de Kiti
6
; posteriormente consiguieron la ben-
dición de Bernis Washington, último historiador oral de la
zona, el mismo que atendió a Faber-Kaiser y posiblemente
dio las instrucciones para le dieran aquel “paseíto” de ma-
rras. Cuando llevaba casi un mes el proyecto, Washington
les informó de que en el consejo del municipio de Kiti ha-
bían tenido fuertes discusiones sobre el trabajo que estaban
realizando en Salapwuk y se les recomendó escribir una
solicitud formal de permiso y un informe sobre la motiva-
Andreas Faber-Kaiser publicó
Sobre el secreto. La isla mágica
de Pohnpei y el secreto de Nan
Matol, en el que relata un viaje
iniciático a Pohnpei. la obra es
un batiburrillo que no resuelve
ningún misterio.
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ción y desarrollo del trabajo. Estos problemas se volvieron
a presentar en otras ocasiones, pero pudieron solventarse
siguiendo los cauces y las normas tradicionales. Cuando
ya llevaban aproximadamente la mitad del trabajo de cam-
po, la salud de Washington empeoró de manera alarman-
te. Aunque fueron alertados de que en el pasado la gente
pensaba que los miembros prominentes de la comunidad
podían morir cuando se perturbaban las zonas sagradas de
Salapwuk, Washington y su familia consintieron en que
el trabajo continuara, incluso tras su muerte en agosto de
1989.
Como vemos, el ejemplo perfectamente relatado por
Ayres y Mauricio nos proporciona las claves para entender
el fracaso de Faber-Kaiser en Salapwuk. No se le concedió
el permiso porque posiblemente no era merecedor de la su-
ficiente confianza o no había seguido la cadena de solicitu-
des requerida por la comunidad. El secretismo y la descon-
fianza en la comunicación con los ponapeños no era tanto
debido a la relevancia objetiva de lo que la comunidad
guardaba sino a su concepción particular sobre lo sagrado
y de su propia historia mítica. Estamos ante un problema
típico de lost in translation, un choque cultural que nos
produce confusión y nos hace creer que nos enfrentamos a
misterios donde solo hay tradiciones celosamente guarda-
das; en definitiva, acabamos perdidos entre la maleza.
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1- Tristemente desaparecido en 1994 a los 49 años de edad. Fue fundador
en 1976 de la conocida revista de temática paranormal Mundo Desconocido
y presentador de programas de radio.
2- Su libro más conocido y también más polemico es Jesús vivió y murió en
Cachemira (1976), donde especula sobre la posibilidad de que Jesucristo
no hubiera muerto en la cruz si no que, una vez repuesto de sus heridas,
hubiese ido a vivir a Cachemira.
3- ver Morgan 1988 o Rainbird 2004
4- Mi investigación no tenía nada que ver con lo esotérico: me dediqué a
tomar medidas sobre la orientación de algunos edificios de Nan Madol y de
otros lugares del interior de la isla con el fin de realizar un estudio arqueoas-
tronómico. Los resultados se publicaron inicialmente en Esteban (2007) y,
un estudio más completo aparecerá a finales de 2013 o principios de 2014
en un volumen especial de Studies in Global Archaeology editado por la Uni-
versidad de Uppsala y dedicado a monumentos prehistóricos del Pacífico.
5- William Ayres es un reputado arqueólogo estadounidense de la Univer-
sidad de Oregón con muchos años de trabajo en la isla y en otros lugares
del Pacífico. Rufino Mauricio es uno de los pocos ponapeños con un título
de doctorado, realizado precisamente en arqueología bajo la dirección de
Ayres. Es el único arqueólogo profesional en Pohnpei y, actualmente, mi-
nistro de Educación del Gobierno de los Estados Federados de Micronesia.
Lo conocí personalmente en Pohnpei y me acompañó durante mi visita a
Nan Madol.
6- Una de las cinco municipalidades o territorios en los que se divide actual-
mente la isla, ocupa aproximadamente su cuadrante suroeste. De mayoría
católica, es una de las zonas donde hay un mayor porcentaje de nombres y
apellidos españoles debido a la presencia de sacerdotes compatriotas nues-
tros hasta hace pocos decenios. De hecho, el arqueólogo Rufino Maurici
proviene de esta zona
Izquierda: Entrada al complejo monumental de Nandauwas (Nan Madol), situada en el muro occidental, construido con bloques prismáticos de basalto de origen natural apilados. Tras la
primera abertura puede verse también parte del muro interno y la entrada de la tumba central al fondo. El muro a la derecha de la abertura tiene entre 5 y 6 metros de altura.
Derecha: Vista de la mayor parte del muro oriental que se encuentra de la tumba real de Nandauwas (Nan Madol) que se encuentra encarado hacia el arrecife y el océano. La porción
de muro mostrada tiene unos 50 metros de longitud y entre 7 y 8 metros de altura. (fotos: archivo)