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A

unque desconocida para casi todos debido a su 

enorme lejanía y escaso interés para el turismo de 

masas, la isla de Pohnpei (Estados Federados de 

Micronesia) alberga algunos yacimientos arqueológicos 

extraordinarios, entre los que destaca la ciudad megalítica 

de Nan Madol. Es un lugar donde los buscadores de mis-

terios han situado civilizaciones perdidas, seres voladores 

y ciudades sumergidas. La realidad, como siempre, es bien 

distinta y todos esos misterios se reducen a un problema 

antropológico, la incomprensión entre dos culturas donde 

la narrativa de los hechos históricos tiene una forma y un 

sentido diferentes. 

Sobre un altar de piedra

Pohnpei, antiguamente conocida como Ponapé, es una 

isla montañosa del Archipiélago de las Carolinas, situada 

en el Pacífico occidental y que alberga la capital de los Es-

tados Federados de Micronesia. Su nombre significa ‘sobre 

un altar de piedra’ y es uno de los lugares más lluviosos de 

la Tierra, con una vegetación exuberante que  lo cubre todo 

con un color verde intenso. Aunque las primeras eviden-

cias de poblamiento humano se remontan al siglo primero 

d.C., no es hasta alrededor del 1200 d.C. cuando aparece 

la extraordinaria arquitectura megalítica que caracteriza la 

prehistoria de la isla, en un momento en que el poder se 

centraliza bajo la dinastía de los saudeleur. Estos dirigentes 

ejercían un control férreo desde Nan Madol, la gran ciudad 

situada entre la costa y el arrecife que rodea la isla. Según 

las leyendas orales fueron dos hermanos: Olosipa y Olo-

saupa, los que construyeron Nan Madol. Estos personajes 

comandaron una expedición de gentes venidas de Katau 

Peidi, una región o isla ignota situada al oeste. Según los 

datos arqueológicos, el ocaso de Nan Madol comienza al-

rededor del 1650 d.C. y la ciudad ya se encontraba desha-

bitada en el momento de las primeras visitas de europeos a 

mediados del siglo XIX. Según la tradición, la caída de la 

ciudad coincidió con la llegada de otro extranjero: Isoke-

lekel, venido desde Katau Peidak,  identificada  por  unos 

con la actual isla de Kosrae y por otros con alguna región 

celeste situada al este. Este héroe derrotó a los sanguina-

rios saudeleur e instauró un régimen feudal descentralizado 

sustentado en cinco reinos que coinciden con las cinco mu-

nicipalidades que persisten en la actualidad. La monografía 

de Hanlon (1988) es la mejor introducción a la historia de 

Pohnpei previa al periodo colonial. 

El primer europeo que avistó la isla fue nuestro compa-

triota Pedro Fernández de Quirós en 1528, aunque no llegó 

a desembarcar. Pasó bastante tiempo hasta que el australia-

no John Henry Rowe pusiera su pie en la isla en 1825, que 

pasó a ser un puerto de escala y descanso de los buques 

balleneros  que  surcaron  el  Pacífico  durante  el  siglo  XIX 

trayendo enfermedades, prostitución y misioneros protes-

Pohnpei

 

la isla del Secreto

César Esteban

Instituto de Astrofísica de Canarias 

Departamento de Astrofísica, Universidad de La Laguna

Pohnpei, antigua Ponapé, es 

una isla montañosa que alber-

ga la capital de los Estados 

Federados de Micronesia. Su 

nombre significa ‘sobre un al-

tar de piedra’ y es uno de los 

lugares más lluviosos de la 

Tierra.

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tantes. Aunque las Islas Carolinas fueron nominalmente 

consideradas territorio español, no fue hasta 1885 cuando 

España tomó posesión efectiva de la isla estableciendo la 

Estación Naval de Carolinas Orientales, cuya sede se en-

contraba en la colonia de Santiago de la Ascensión, que 

sigue siendo la capital de Pohnpei con el nombre de Kolo-

nia. La vida de los varios cientos de militares destacados 

en la isla, la mayoría soldados filipinos, no fue nada fácil, 

pues hubo varias revueltas muy sangrientas en los años de 

ocupación española (ver Elizalde Pérez-Grueso 1992). En 

1899, tras la Guerra hispano-estadounidense de 1898, Es-

paña vendió las Islas Carolinas y parte de las Marianas a 

Alemania, que se ocupó de ellas sufriendo también estalli-

dos de violencia con la población nativa hasta que Japón 

la desalojó a su vez por las armas en 1914. Después de la 

Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tomó el control 

del territorio, que no alcanzó su independencia hasta 1990. 

Después de haber estado bajo el yugo de tantas potencias 

diferentes, Pohnpei siguió manteniendo bastante intacta su 

estructura social y de poder local. El cambio más drástico 

fue el de la religión, que dividió la isla en dos, una mitad 

católica y otra mitad protestante. 

La citada ciudad antigua de Nan Madol es el yacimiento 

arqueológico más impresionante de Micronesia y posible-

mente  de  toda  Oceanía.  Ocupa  una  extensión  de  1200  × 

600  m  y  consiste  en  92  islotes  artificiales  de  forma  rec-

tangular separados por numerosos canales cuya profundi-

dad varía según la marea. Una parte de estos  islotes se en-

cuentran rodeados de muros perimetrales construidos con 

bloques prismáticos de basalto que suelen apoyarse sobre 

enormes rocas del mismo material. El lugar se construyó 

entre la costa de la pequeña isla de Temwen, separada por 

una pequeña distancia de Pohnpei y el arrecife de coral que 

la circunda. La mayor parte de los islotes fueron utilizados 

como residencia pero otros fueron destinados a tumbas o 

ceremonias religiosas. Nandauwas es la estructura más es-

pectacular (70 × 50 m de superficie y con paredes de hasta 

unos 7 u 8 m de altura) y mejor conservada de todo el yaci-

miento, fue la tumba de los saudeleur y de los posteriores 

reyezuelos o nahnmwarki del antiguo reino (hoy municipa-

lidad) de Madolenihmw. 

La forma tradicional de narrar la historia de los pona-

peños es bien distinta a la nuestra. Está basada en relatos 

y canciones transmitidas de forma oral que atañen a he-

chos importantes realizados por los antepasados, héroes 

antiguos o los propios dioses. Es una narrativa mítica, que 

Mapa de los Estados Federados de Micronesia y zonas adyacentes. El círculo indica la posición de la isla de Pohnpei. La capital del país es Palikir, que es un centro administrativo 

que contiene únicamente las dependencias del gobierno. (foto: Wikimedia Commons)

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mezcla hechos posiblemente reales con otros fabulados y 

que no distingue mitología de historia objetiva. De hecho 

los dioses, que viven en el cielo o en el inframundo bajo el 

mar, se mezclan continuamente con los humanos y en su 

vida cotidiana. Al contrario que a nosotros, a los ponapeños 

no les preocupa la fidelidad de las historias contadas, les 

preocupa su relación con el entramado social y el equili-

brio político de su comunidad. De hecho, como muy bien 

explica el antrópologo Petersen (1990) en su libro con el 

revelador título de ‘Perdido en la maleza’, existen distin-

tas versiones o variaciones locales de las mismas historias 

que son en muchos casos irreconciliables, por lo que resulta 

casi imposible conocer los hechos reales que se encuentran 

tras esos relatos. 

Faber-Kaiser sobre el secreto

En 1985 el ufólogo barcelonés y periodista del misterio 

Andreas Faber-Kaiser

1

 publicó el libro titulado: Sobre el se-

creto. La isla mágica de Pohnpei y el secreto de Nan Matol

en el que relata un viaje iniciático a Pohnpei realizado en 

1984 junto con su amigo Miquel Amat. Como es habitual 

en este tipo de literatura, la obra no resuelve ningún miste-

rio: mezcla anécdotas de viaje, retazos de historia sacada de 

los libros, tradiciones orales ponapeñas interpretadas al pie 

de la letra, revoltijos de experiencias anteriores, como las 

de su viaje a Cachemira

2

 y comentarios esotéricos a la vieja 

usanza. Baste una de las frases de la introducción para ilus-

trar el baturrillo: “…en las aguas de Pohnpei se refleja, des-

de la profundidad de los tiempos, la identidad final del sím-

bolo solar y galáctico de la esvástica  con el símbolo de la 

perfección de la obra representada por el sello de Salomón 

también llamado estrella de David.” Aunque el significado 

de esta frase se me escapa totalmente (imagino que no seré 

el único), afortunadamente, no todo el libro trata sobre este 

tipo de disquisiciones, en general es un relato altamente no 

lineal y bastante subjetivo sobre las experiencias vividas 

en aquel entorno exótico y que puede ser, siendo benévolo, 

incluso de cierta utilidad para el interesado en la isla. 

La razón de su viaje a Pohnpei parece que hay que bus-

carla en una reunión con el inefable Erich von Däniken ce-

lebrada en un restaurante de Barcelona en 1991, en donde 

le habló sobre la necesidad de una exploración personal de 

Pohnpei y de la ciudad de Nan Madol. El escritor suizo ha-

bía visitado Pohnpei pero los resultados de sus indagacio-

nes resultaron bastante escasos. En su famoso libro El men-

saje de los dioses, Däniken comentaba que quizás Nan Ma-

dol fuera el acceso a otra instalación o ciudad subterránea y 

refiriéndose a las construcciones pétreas dice: “¿Servirían 

las fortificaciones para proteger dicho acceso? Por sí solos 

los nativos no pudieron llevar a cabo obras subterráneas de 

tal envergadura; ¿les ayudaron quizás extraños visitantes?” 

Esta visión etnocentrista es la típica en los buscadores de 

astronautas de la antigüedad, están convencidos de que las 

culturas no occidentales del pasado fueron incapaces de 

realizar obras grandiosas, por eso necesitan extraterrestres; 

los micronesios actuales no habrían sido capaces de reali-

zar este tipo de construcciones. Así las cosas ya sabemos a 

lo que estamos abocados, hay que buscar seres misteriosos 

para explicar el origen de lo misterioso, en fin. 

En su libro, Faber-Kaiser afirma que la arqueología ofi-

cial desconocía completamente la finalidad de las ruinas de 

Nan Madol y cita un único trabajo académico etnográfico 

(no arqueológico) de Riesenberg (1968) sobre la isla. Sin 

embargo, la realidad era bien distinta pues en los años 70 y 

principios de los 80 del siglo XX ya se contaba con trabajos 

publicados basados en prospecciones arqueológicas reali-

zadas por los arqueólogos estadounidenses Stephen Athens 

o William Ayres, que disponían de dataciones radiocarbó-

nicas y ya manejaban una interpretación del lugar bastante 

similar a la actual

3

Al poco de llegar a Pohnpei, Faber-Kaiser y Amat co-

nocieron a las misioneras mercedarias españolas Rosario 

Arberas y María Caballero, que llevaban largos años en la 

isla, sobre todo Rosario, y que todavía realizan hoy en día 

su labor en la Misión Católica de Kolonia, cerca de los mu-

ros del Fuerte Alfonso XIII, últimos testigos de la presencia 

colonial hispana en la isla. Faber-Kaiser comenta que Ro-

sario, tras comentarle que querían investigar Nan Madol, 

les advirtió de que “no se les ocurriera dormir en las ruinas, 

pues quien dormía en ellas moría, ya que era la ciudad de 

los espíritus y allí los fantasmas eran reales”. También les 

dijo que el héroe Isokelekel, el conquistador de Nan Madol, 

llegó a la isla volando. Es curioso que en 2006, durante mi 

visita a la isla, en las conversaciones con esas dos misio-

neras nunca aparecieron comentarios de ese tipo, aún sa-

biendo que yo también venía a investigar en Nan Madol

4

¿Había cambiado su mentalidad en los 20 años transcurri-

dos? Las dos misioneras recordaban vívidamente la visita 

de Faber-Kaiser y su compañero comentándome algunas 

anécdotas sobre su accidentada estancia en Pohnpei que 

no vienen al caso. Es curioso que el periodista barcelonés 

siempre habla del halo de secretismo y de cierta molestia 

con que todo el mundo al que preguntó trataba las cosas 

relacionadas con la historia antigua de la isla y sus lugares 

sagrados, algo que nunca noté en mis distintas conversacio-

nes con especialistas en la historia local.

El escritor ocultista James Churchwald (1931) conside-

raba que Nan Madol era el santuario del continente per-

dido de Mu. En 1939, el escritor y viajero alemán Herbert 

Rittlinger (1954) recogio la increíble historia de que sub-

La forma tradicional de narrar 

la historia de los ponapeños 

está basada en relatos y can-

ciones transmitidas de forma 

oral que atañen a hechos im-

portantes realizados por los 

antepasados, héroes antiguos 

o los propios dioses.

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marinistas japoneses, en el periodo de entreguerras, habían 

encontrado una ciudad sumergida en las cercanías de Nan 

Madol y unos sarcófagos de platino que albergaban a las 

momias de los nobles del lugar. Parece ser que algunas 

leyendas locales dicen que los bloques de basalto con los 

que se construyó la ciudad megalítica (posiblemente des-

de el norte de la isla) vinieron volando por el cielo, pero 

reputados recopiladores de la tradición oral como Luelen 

Bernart (1977) o Masao Hadley (1980) no hablan de pie-

dras voladoras. Los resultados de las pesquisas de Faber-

Kaiser en Nan Madol fueron bastante magros. Además de 

recoger en el libro un refrito de historias orales y cosas ya 

escritas por otros autores aunque sin citar ningún trabajo 

arqueológico que, como ya hemos comentado, sí existían, 

una de las conclusiones es que las piedras no pudieron ser 

transportadas de ninguna forma humana posible hasta allí. 

Como vemos, lo típico de las investigaciones esotéricas, no 

resuelven misterios, los alimentan. Tampoco resolvieron el 

enigma de la ciudad sumergida, pues no dispusieron de me-

dios para realizar las inmersiones necesarias. Eso se llama 

ir preparado. Lo único que resolvieron es que el basalto de 

las construcciones de Nan Madol provenía de la propia isla. 

¡Bingo! Recogieron muestras del yacimiento arqueológico 

y de filones naturales en otras partes de Pohnpei y los lle-

varon a analizar a geólogos de la Universidad Autónoma 

de Barcelona, que certificaron que provenían de un mismo 

tipo de magma. Al menos una conclusión basada en méto-

dos científicos.

Un paseo inesperado

Pero el verdadero meollo del libro de Faber-Kaiser, su 

aventura más iniciática, se lleva a cabo en Salapwuk, el 

centro espiritual de Pohnpei, el lugar adonde llegaron los 

primeros pobladores de la isla según la tradición. Como en 

todas las culturas, el origen de los ponapeños también tie-

ne tintes míticos. Nuestro periodista barcelonés nos cuenta 

cómo uno de los sabios locales, Pensile Lawrence, después 

de mucho insistirle y de evasivas por su parte, le cuenta, 

como si fuera un saber oculto transmitido en una experien-

cia iniciática, la leyenda sobre las primeras nueve parejas 

de viajeros que llegaron en canoa hasta una roca que estaría 

situada en Salapwuk. Lo gracioso es que esta misma leyen-

da ya estaba publicada, al menos desde los años 30 y reco-

gida en el monumental trabajo de una expedición alemana 

a Micronesia llevada a cabo entre 1908 y 1910 (Hambruch 

1932, 1936), que él mismo cita en varias ocasiones a lo lar-

go del libro y también en un libro en inglés (Bernart 1977).  

Salapwuk está situado al suroeste y es la zona poblada 

más al interior y montañosa de la isla. Faber-Kaiser y Amat 

se desplazaron a la casa de Bernis Washington, uno de los 

sabios más respetados de la comunidad, “el más alto cela-

dor de los lugares sagrados de Salapwuk que tendríamos 

oportunidad de conocer”. En la misma tarde de la llegada 

todos ellos tuvieron una conversación con Washington que 

es la experiencia central del viaje pero de cuyo contenido 

nada se refleja en el libro. Por lo visto, el sabio nativo les 

exigió mutismo absoluto; Faber-Kaiser dice al respecto: 

“Mutuo silencio sobre lo que allí se hablaría fue la condi-

ción previa a nuestra conversación, compromiso que por 

supuesto no voy a romper, por lo cual solamente reflejaré 

aquí aquello que no atañe al mismo” y finaliza “Todo, en 

esta vida, se sabrá a su debido momento. Pero solamente 

entonces, cuando este debido momento haya llegado. No 

antes.” ¡Vaya chasco! En el culmen del libro, después de 

139  páginas  leídas  y  llegar  a  esto.  Desgraciadamente  ya 

no habrá oportunidad de saber lo que se dijo en aquella 

conversación, aunque tampoco creo que haya motivos para 

preocuparse. Al día siguiente, después de desayunar y al 

ver que no llovía (cosa realmente paranormal en la isla), 

se fueron de expedición por el interior de la jungla para 

Izquierda: Restos de los muros del Fuerte Alfonso XIII en el centro histórico de Kolonia, capital de Pohnpei. Construído en época de dominación española y mantenido posteriormente por el 

gobierno colonial alemán debido a las frecuentes revueltas de la población. 

Derecha: Zona de la Misión Católica de Kolonia, donde pueden verse los restos de la antigua iglesia construida por los alemanes y destruida en la Segunda Guerra Mundial. Tras la vege-

tación está el edificio del colegio femenino de Our Lady of Mercy, de las Misionarias Mercedarias de Bérriz, último elemento  vivo de la presencia española en Pohnpei. En primer término 

pueden verse los muretes de un pequeño cementerio que contiene las tumbas de misioneros españoles y alemanes. (fotos: archivo)

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visitar lugares sagrados y donde nuestros dos intrépidos 

buscadores de la verdad esperaban encontrar las claves del 

origen oculto de la isla. Les guió “un grupo de conocedores 

y guardadores de aquellas montañas” armados con mache-

tes, absolutamente necesarios para caminar por la jungla y 

con un viejo fusil, cosa que mosqueó sobremanera a nues-

tros compatriotas. El caso es que aunque les dijeron que 

“jamás antes de vosotros extranjero alguno había llegado 

ni de lejos a aquellos parajes”, cosa que Faber-Kaiser repite 

en varias ocasiones a lo largo del libro, estuvieron todo el 

día dando un enorme rodeo (extenuante teniendo en cuen-

ta las altas temperaturas y la humedad típicas de la isla) y 

no llegaron a ver “ningún destino interesante para lo que 

yo andaba buscando.” Aparentemente, no llegaron a visitar 

ninguno de los lugares que Bernis Washington les prome-

tió. Parece ser que los guías “estaban cumpliendo instruc-

ciones”. Todo un complot. Al final, como no podía ser de 

otra manera,  Faber-Kaiser aprende algo de la experiencia, 

aunque no haya sido muy iniciática: “En el fondo estuve sa-

tisfecho: no solamente había logrado localizar aquella esca-

lera, sino que logré acceder a su primer peldaño. No era el 

momento para pisar los siguientes. Hay que saber renunciar 

en el momento justo.” El que no se consuela es porque no 

quiere y más después de marcarse semejante viaje. 

Perdidos entre la maleza

Vamos a ver ahora algunas aclaraciones sobre la expe-

riencia de Faber-Kaiser en Salapwuk. En primer lugar, no 

es ni mucho menos el primer extranjero en recorrer dichos 

parajes. Existen informes de varios investigadores que rea-

lizaron estudios en el área, como el antropólogo japonés 

Iwakishi Muranushi en 1936, que participó en una expe-

dición  científica  interdisciplinar  en  Micronesia;  Charles 

Breck  en  1980,  que  describe  una  serie  de  estructuras  ar-

queológicas; la arqueóloga Joyce Bath, que realizó pros-

pecciones sistemáticas en la zona en 1980 y otras más reco-

gidas en la monografía de Ayres y Mauricio (1997). Parece 

bastante claro que la comunidad local conocería perfec-

tamente aquellas visitas, sobre todo las más recientes de 

Breck y Bath, por lo que resulta sospechosa la repetida afir-

mación de haber sido los primeros extranjeros en internarse 

en Salapwuk; o le engañaron o Faber-Kaiser engañó a sus 

lectores. Por otra parte, el propio autor de estas líneas tam-

bién tuvo su experiencia en recorrer las junglas cercanas a 

Salapwuk al visitar el complejo megalítico de Sapwtakai 

en 2006. Aunque fui acompañado por personal del Histo-

ric Preservation Office del Estado de Pohnpei, tuvimos que 

contratar la ayuda de un guía local para, armados también 

de machetes, llegar al lugar arqueológico. En ningún mo-

mento noté ningún tipo de rechazo ni de secretismo, nadie 

hizo preguntas ni estuvo espiando lo que hacía durante el 

trabajo de campo. 

La clave del más que probable malentendido que sufrió 

Faber-Kaiser (o que propició debido a sus ideas precon-

cebidas sobre el asunto) lo encontramos en la interesante 

monografía  realizada  por Ayres  y  Mauricio  (1997)  sobre 

la arqueología del área de Salapwuk

5

, basada en un am-

plio trabajo de prospección en la zona realizado en 1989, 

apenas cinco años después de la visita de los barceloneses. 

En los capítulos preliminares, Ayres y Mauricio dejan bien 

claro que, antes y durante el trabajo de campo: “Se dedicó 

mucho tiempo en recabar información de los residentes en 

Salapwuk acerca de sus conocimientos sobre los elemen-

tos del paisaje y del entorno. Nos enfrentamos a proble-

mas a la hora de obtener detalles sobre la tradición oral 

relacionada con los distintos sitios registrados y acerca de 

las zonas geográficas o los nombres de los lugares. Esto 

era lo esperable, porque las costumbres ponapeñas requie-

ren un cierto grado de secretismo cuando se trata de reve-

lar aspectos del conocimiento tradicional.” Más adelante 

nos lo esclarecen aún más: “En algunos casos,  incluso un 

ponapeño que no haya nacido en una comunidad dada no 

tiene el privilegio ni el derecho automático para discutir o 

investigar determinados lugares arqueológicos o aspectos 

culturales considerados sagrados por la comunidad a no ser 

que solicite el permiso para hacerlo por parte de personali-

dades locales. Generalmente, la concesión del permiso vie-

ne acompañada de instrucciones, la enseñanza de normas 

de comportamiento adecuadas  e incluso, en algunos casos, 

de fórmulas sagradas de protección cuando se visitan lu-

gares especialmente importantes.” Como vemos, todo este 

ambiente de secretismo del que nos habla Faber-Kaiser son 

parte intrínseca de las costumbres isleñas, nada relaciona-

do con secretos iniciáticos necesariamente sensibles para el 

resto del mundo. 

En uno de los apéndices finales de su trabajo, Ayres y 

Mauricio (1997) explican en detalle y en forma de diario, 

cómo organizaron la logística y el trabajo de campo en Sa-

lapwuk, describiendo perfectamente el complejo proceso 

de consulta-permiso.  Inicialmente solicitaron y consiguie-

ron el permiso del jefe del sector de Salapwuk y de la mu-

nicipalidad de Kiti

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; posteriormente consiguieron la ben-

dición de Bernis Washington, último historiador oral de la 

zona, el mismo que atendió a Faber-Kaiser y posiblemente 

dio las instrucciones para le dieran aquel “paseíto” de ma-

rras. Cuando llevaba casi un mes el proyecto, Washington 

les informó de que en el consejo del municipio de Kiti ha-

bían tenido fuertes discusiones sobre el trabajo que estaban 

realizando en Salapwuk y se les recomendó escribir una 

solicitud formal de permiso y un informe sobre la motiva-

Andreas Faber-Kaiser publicó 

Sobre el secreto. La isla mágica 

de Pohnpei y el secreto de Nan 

Matol, en el que relata un viaje 

iniciático a Pohnpei. la obra es 

un batiburrillo que no resuelve 

ningún misterio.

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el esc

é

ptico

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otoño-invierno 2013

ción y desarrollo del trabajo. Estos problemas se volvieron 

a presentar en otras ocasiones, pero pudieron solventarse 

siguiendo los cauces y las normas tradicionales. Cuando 

ya llevaban aproximadamente la mitad del trabajo de cam-

po, la salud de Washington empeoró de manera alarman-

te. Aunque fueron alertados de que en el pasado la gente 

pensaba que los miembros prominentes de la  comunidad 

podían morir cuando se perturbaban las zonas sagradas de 

Salapwuk, Washington y su familia consintieron en que 

el trabajo continuara, incluso tras su muerte en agosto de 

1989.  

Como vemos, el ejemplo perfectamente relatado por 

Ayres y Mauricio nos  proporciona las claves para entender 

el fracaso de Faber-Kaiser en Salapwuk. No se le concedió 

el permiso porque posiblemente no era merecedor de la su-

ficiente confianza o no había seguido la cadena de solicitu-

des requerida por la comunidad. El secretismo y la descon-

fianza en la comunicación con los ponapeños no era tanto 

debido a la relevancia objetiva de lo que la comunidad 

guardaba sino a su concepción particular sobre lo sagrado 

y de su propia historia mítica. Estamos ante un problema 

típico de lost in translation, un choque cultural que nos 

produce confusión y nos hace creer que nos enfrentamos a 

misterios donde solo hay tradiciones celosamente guarda-

das; en definitiva, acabamos perdidos entre la maleza.

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1- Tristemente desaparecido en 1994 a los 49 años de edad. Fue fundador 

en 1976 de la conocida revista de temática paranormal Mundo Desconocido 

y presentador de programas de radio.

2- Su libro más conocido y también más polemico es Jesús vivió y murió en 

Cachemira (1976), donde especula sobre la posibilidad de que Jesucristo 

no hubiera muerto en la cruz si no que, una vez repuesto de sus heridas, 

hubiese ido a vivir a Cachemira. 

3- ver Morgan 1988 o Rainbird 2004

4- Mi investigación no tenía nada que ver con lo esotérico: me dediqué a 

tomar medidas sobre la orientación de algunos edificios de Nan Madol y de 

otros lugares del interior de la isla con el fin de realizar un estudio arqueoas-

tronómico.  Los resultados se publicaron inicialmente en Esteban (2007) y, 

un estudio más completo aparecerá a finales de 2013 o principios de 2014 

en un volumen especial de Studies in Global Archaeology editado por la Uni-

versidad de Uppsala y dedicado a monumentos prehistóricos del Pacífico.

5- William Ayres es un reputado arqueólogo estadounidense de la Univer-

sidad de Oregón con muchos años de trabajo en la isla y en otros lugares 

del Pacífico. Rufino Mauricio es uno de los pocos ponapeños con un título 

de doctorado, realizado precisamente en arqueología bajo la dirección de 

Ayres. Es el único arqueólogo profesional en Pohnpei y, actualmente, mi-

nistro de Educación del Gobierno de los Estados Federados de Micronesia. 

Lo conocí personalmente en Pohnpei y me acompañó durante mi visita a 

Nan Madol.

6- Una de las cinco municipalidades o territorios en los que se divide actual-

mente la isla, ocupa aproximadamente su cuadrante suroeste. De mayoría 

católica, es una de las zonas donde hay un mayor porcentaje de nombres y 

apellidos españoles debido a la presencia de sacerdotes compatriotas nues-

tros  hasta  hace  pocos  decenios.  De  hecho,  el  arqueólogo  Rufino  Maurici 

proviene de esta zona

Izquierda: Entrada al complejo monumental de Nandauwas (Nan Madol), situada en el muro occidental, construido con bloques prismáticos de basalto de origen natural apilados. Tras la 

primera abertura puede verse también parte del muro interno y la entrada de la tumba central al fondo. El muro a la derecha de la abertura tiene entre 5 y 6 metros de altura.

Derecha: Vista de la mayor parte del muro oriental que se encuentra de la tumba real de Nandauwas (Nan Madol) que se encuentra encarado hacia el arrecife y el océano. La porción 

de muro mostrada tiene unos 50 metros de longitud y entre 7 y 8 metros de altura. (fotos: archivo)