el esc
é
ptico
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primavera 2014
C
ontemplo la señal de peligro de electrocución que
ilustra la portada de este número - obra que pode-
mos disfrutar gracias a nuestro maquetador Car-
los Álvarez -, y me pregunto sobre la naturaleza de ese
interrogante que parece golpear al pobre mortal. Eugenie
Mielczarek y Derek Araujo hablan de ese miedo ignorante
al magnetismo. Una ignorancia de doble filo, pues el otro
extremo está afilado con la esperanza en estúpidos aparatos
de funcionamiento imposible. Estos autores se preguntan lo
mismo que el cubano Arnaldo González Arias. Cuestionan
hasta qué punto es lícito gastar el escaso dinero público en
terapias que nunca han demostrado efectividad, aún en el
hipotético caso de que se consiguiera encontrar algún re-
sultado positivo en alguna ellas (que no debe confundirse
con aquella investigación que es necesaria, aun cuando sus
resultados no lleven a consecuencias prácticas). Un argu-
mento “ad crisis” muy acorde con los tiempos que vivimos.
Se me antoja que denunciar que malgastar el dinero público
en enseñanzas de credos y en remedios que no curan se
ha convertido en un argumento demoledor, que paradójica-
mente no está teniendo reflejo en las políticas de los gobier-
nos. Ya lo decía nuestro nuevo presidente, Alfonso López
Borgoñoz, en el número pasado: “Todos tenemos derecho a
disfrutar de los beneficios del progreso científico, indepen-
dientemente de que la barrera que nos pongan delante sea
la de la ignorancia o la de un sistema injusto de reparto de
los bienes”.
O quizás ese interrogante es un deseo de no querer cono-
cer, de eludir la evidencia y construir una ficción acorde a
los gustos de uno. Gabriel Andrade nos propone una amplia
gama de estas invenciones, reunidas bajo el leitmotiv del
postmodernismo. Reproducimos la introducción de su libro
El postmodernismo ¡vaya timo!, junto al prólogo de Mario
Bunge. Es increíble cómo tanto disparate puede copar las
aulas de prestigiosas universidades. Incluso en revistas de
divulgación científica, como denuncia Víctor Javier Sanz
Larrinaga en su artículo “Mente, cerebro... y psicoanálisis”.
Entrelazando ambos artículos, me gustaría referir la frase
del filósofo argentino, extraido de su obra Filosofía para
médicos y que he leído hace poco con motivo de su próxi-
ma visita a España: “La absurda idea de la independencia
de la psicología respecto de la neurociencia se funda en el
prejuicio teológico del alma inmaterial”.
Precisamente desde la visión de la filosofía, una más de
las damnificadas de la nueva ley de educación LOMCE,
José María Agüera ahonda en las raíces del problema en
una sociedad que abraza las creencias de manera ciega
mientras desprecia el conocimiento objetivo y el pensa-
miento racional. Algunas de estas creencias van y vienen
según la moda y el pábulo que le den los medios. Es el
caso de los castillos, palacios y villas dispersos por todo el
mundo en los que parece habitar un okupa con poca materia
y - generalmente - con muy mala uva. La Casa Lercaro,
sede de un museo de Tenerife, tuvo la visita nocturna de
unos peculiares cazafantasmas. Ya volverá la moda de las
casas encantadas, ya… El mago Alberto Figuereido lo deja
claro en la entrevista que le hacen Andrés Carmona y Juan
Soler: el que necesita creer va a seguir haciéndolo aunque
le demuestren que todo es un montaje.
Como me gusta ser optimista, interpreto esa señal de la
portada como la duda racional que golpea nuestros siste-
mas nerviosos, como ha ocurrido este verano con los cua-
tro cursos sobre pensamiento crítico que han tenido lugar
en diferentes lugares de la geografía española: Barcelona,
Granada, Albacete y Alicante. Además, lo han hecho desde
perspectivas distintas. Esta difusión del pensamiento críti-
co inédita en nuestro país se me antoja tan necesaria que
hemos tratado de resumir las inquietudes de sus organiza-
dores en nuestro dossier.
Ya está advertido el lector desde la portada. Leyendo El
Escéptico uno corre un grave peligro... ¡Peligro de pensa-
miento crítico!
E
ditorial
Jorge J. Frías
Vicepresidente de ARP-SAPC