background image

el esc

é

ptico

59

primavera 2014

tivos entre un 20 y un 40 por ciento de los casos tratados. 

Al menos así lo confirman Norman y Ann Macaskill, de los 

Servicios Comunitarios y de Salud Mental de Leeds y de la 

Universidad de Sheffield Hallam, respectivamente… Entre 

las consecuencias no deseadas destacaban  los problemas 

matrimoniales y los episodios depresivos. […]

En todas las modalidades de psicoterapia se encuentran 

efectos no deseados y nocivos. Estos van desde agrava-

mientos de los síntomas hasta cambios persistentes en la 

personalidad.

Está claro, pues, que existen efectos secundarios o em-

peoramiento de los síntomas en un buen porcentaje de ca-

sos (los datos oscilan -según el estudio considerado- entre 

el 10 y el 25 por ciento de los casos tratados), algunos de los 

cuales son serios. Los terapeutas, sin embargo, infravaloran 

esa cantidad de fracasos, de hecho, rara vez se preocupan 

del problema. En el colmo del cinismo, los psicoanalistas 

consideran el agravamiento de los síntomas como parte del 

proceso de curación.

Por último, según los autores del artículo, resulta difícil 

saber por qué fracasa un tratamiento. Después de analizar 

varios estudios, concluyen que los problemas de los pacien-

tes y las aptitudes de los terapeutas no constituyen las úni-

cas piezas clave: también influye la «química», el feeling 

entre ambos.

Pero aún hay más. En todo este estudio, se pasa por alto 

una cuestión fundamental: el hecho de que evaluar el riesgo 

de un tratamiento en términos absolutos posee un valor li-

mitado. El riesgo -que evidentemente existe, como ha que-

dado claro- debe ser evaluado en relación a sus potenciales 

beneficios. El beneficio en el psicoanálisis está tan débil-

mente probado que puede considerarse nulo. De lo que se 

deduce que cualquier complicación o cualquier efecto se-

cundario, por raros que puedan ser, influyen significativa-

mente en la relación riesgo/beneficio.

CONCLUSIÓN

El psicoanálisis, por mucho que lo publicite descarada-

mente la revista Mente y Cerebro, sigue siendo pseudocien-

tífico (en sus teorías), ineficaz (en la clínica) y peligroso 

(en  su  práctica);  en  consecuencia,  debe  erradicarse  de  la 

práctica médica científica.

Puedo estar de acuerdo en 

que la psicoterapia, como 

cualquier otra actividad, pue-

de «ayudar» a las personas. El 

problema es que no es lo mis-

mo «ayudar» que curar.