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arios investigadores del Weizmann Institute of
Science, de Israel, han publicado en la revista Na-
ture del 17-9-14 una investigación donde presentan
experimentos con ratas y con humanos, para ver si tres edul-
corantes generaban algún problema metabólico. Los tres
son perfectamente conocidos: la sacarina E-954, autorizada
en Europa desde hace muchos años; el aspartamo E-951,
autorizado desde hace treinta años; y la sucralosa, E-955,
más reciente, autorizada desde 2000.
Traducción del resumen de la publicación:
Los edulco-
rantes artificiales sin calorías (NAS, por sus siglas en in-
glés) se hallan entre los aditivos más utilizados en la indus-
tria alimentaria, y se consumen regularmente por igual por
individuos delgados y obesos. Estos edulcorantes se consi-
deran seguros y útiles debido a su bajo contenido calórico,
aunque los datos científicos que los apoyan siguen siendo
escasos y controvertidos. En este artículo demostramos
que el consumo de los edulcorantes artificiales sin calorías
comúnmente utilizados provoca el desarrollo de una intole-
rancia a la glucosa a través de la inducción de alteraciones
funcionales y de la composición de la microbiota intestinal.
Estos efectos metabólicos perjudiciales de los NAS pueden
eliminarse mediante un tratamiento con antibióticos, y son
totalmente transferibles a ratones libres de gérmenes me-
diante el trasplante fecal de la configuración microbiótica
de ratones que consumen NAS, o de la microbiota incuba-
da anaeróbicamente en presencia de NAS. Hemos iden-
tificado rutas metabólicas microbianas alteradas por los
NAS vinculadas a pacientes susceptibles a enfermedades
metabólicas, y hemos demostrado en personas sanas una
disbiosis similar a la inducida por los NAS y una intolerancia
a la glucosa. En conjunto, nuestros resultados vinculan el
consumo de NAS, con disbiosis y alteraciones metabólicas,
por lo que creemos necesaria una reevaluación del uso ma-
sivo de NAS
2
.
En las tiendas se venden edulcorantes en diferentes for-
matos: gotas, granulados y pastillas. En el hipermercado
que tengo cerca, he visto una veintena o más de marcas
diferentes. Por los bares y restaurantes dan sobrecitos, y a
todo lo llaman sacarina, excepto los conocedores del tema,
vegetarianos y ecologistas, que la distinguen de la Stevia.
La mayor parte de edulcorantes que he visto eran mezclas
de ciclamato de sodio y sacarina sódica como productos
básicos. Incluso tiene la misma composición el producto
Edulcosor de la empresa Soria Natural, que hace publicidad,
digamos, “verde”, y tiene una amplísima gama de productos
de herboristería, nutrición especial y, pronto, homeopatía.
Aunque no creo que los pinos de los Picos de Urbión pro-
duzcan ciclamatos ni sacarina...
Solo en un formato de los que he visto decía la compo-
sición cuantitativa: el producto Special Line, propio de El
Histeria sacarina
1
Claudi Mans
Universitat de Barcelona
“He cogido toda la sacarina que tenía en casa y la he tirado”,
decía la señora a un programa de radio. ¿Histeria?
Podríamos denominar a este síndrome como ‘histeria sacarina’,
habitual cuando se consumen informaciones alimentarias no su-
ficientemente bien cocinadas y mal digeridas.
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Corte Inglés. Era un frasco de 39 g, con 650 pastillas que
tenían un 6,7% de sacarina, además de ciclamato. Con cada
pastilla, pues, se ingieren 4,02 mg de sacarina. Esta cantidad
es muy pequeña, y daría poco sabor dulce: la sacarina tiene
un poder edulcorante 300 veces el del azúcar; o sea, que
una pastilla equivaldría a un sobrecito de 1,2 g de azúcar, y
harían falta de promedio cinco o seis pastillas para un café.
Pero hay también en cada pastilla una cantidad muy supe-
rior de ciclamato, lo que hace que con una o dos pastillas sea
suficiente. En los EE.UU. hay sobrecitos específicos de cada
tipo de edulcorante, y hay una marca (Sweet’n Low) que
lleva 36 mg de sacarina por sobre, equivalentes a algo más
de 10 g de azúcar, como un sobre de los de hace unos años.
La ingesta diaria máxima admisible (IDA) de la sacarina
es de 5 mg por cada kg de masa corporal. Una persona de 70
kg podría ingerir, pues, todos los días de su vida y sin efecto
apreciable, 350 mg de sacarina, equivalentes a 87 pastillas
edulcorantes de estas. Pueden obtenerse también cantida-
des de sacarina de otras fuentes. Ni la Coca-Cola light ni
Zero la llevan.
¿Cambiarán los valores de la IDA después de lo que ha
publicado Nature? En el año 2013 unos investigadores fran-
ceses encontraron una cierta correlación estadística entre el
consumo de edulcorantes artificiales y la prevalencia de des-
órdenes metabólicos, pero sin encontrar una relación causal.
En el Instituto Weizmann hicieron varios experimentos
con ratones, y estudiaron unos 400 humanos no diabéti-
cos que ya tomaban edulcorantes sintéticos, y el resultado
fue que había cierta relación con la presencia de desórdenes
metabólicos. Pero los mismos investigadores sabían que este
era un procedimiento experimental sospechoso de tener
defectos metodológicos. Yo soy diabético tipo II, y como
chicles y yogures con edulcorantes sintéticos. ¿Soy diabé-
tico porque tomo estos edulcorantes, o tomo edulcorantes
porque soy diabético?
Para salir de este dilema de qué fue primero, si el huevo
o la gallina —como dicen los mismos investigadores—, hi-
cieron ingerir a siete voluntarios que no solían tomar edul-
corantes sintéticos unos alimentos edulcorados con la dosis
máxima admisible, o sea, las 87 pastillas o equivalente en
granulado o líquido, durante una semana. A tres voluntarios
no se les detectaron cambios metabólicos, pero a los otros
cuatro sí, en forma de una cierta intolerancia a la glucosa.
Su microbiota intestinal evolucionó hacia una composición
bacteriana que se sabe que es compatible con problemas
metabólicos, como obesidad o diabetes tipo II. Y esto se
había ya detectado en los ratones.
Y aquí estamos. Por ahora, una posible relación entre
cambios en la microbiota y con la intolerancia a la glucosa,
pero todavía ninguna relación probada entre edulcorantes y
obesidad, ni entre edulcorantes y diabetes; solo conjeturas.
Desde la agencia de seguridad alimentaria europea (EFSA),
se ha dicho que es demasiado pronto para sacar conclusio-
nes generales de una muestra de siete personas, y que se
debe seguir trabajando, naturalmente.
Pero la señora de la radio, por si acaso, ya ha tirado toda
la sacarina. Y tal vez inútilmente, porque quizá ya era obesa
y diabética... Podríamos denominar a este síndrome como
histeria sacarina, habitual cuando se consumen informacio-
nes alimentarias no suficientemente bien cocinadas y mal
digeridas. El nombre viene por analogía con diabetes saca-
rina, que era el nombre que se daba al síndrome que aho-
ra se conoce como diabetes mellitus o simplemente diabetes.
Aquí sacarina es un adjetivo que significa ‘dulce’, dado que
la orina del diabético no controlado es dulce, pues puede
contener cantidades notables de glucosa.
Para que la señora sin sacarina pueda endulzar sus corta-
dos, van aprobando nuevos edulcorantes. En mayo de 2014,
la EFSA aceptó el advantamo, un edulcorante sintético de
la empresa japonesa Ajinomoto, con el número E-969, que
había sido aprobado en 2013 por la FDA estadounidense.
Es 37 000 veces más dulce que la sacarosa.
Suerte de los químicos, que inventan cientos de moléculas
cada día. Y algunas son útiles.
Notas:
1
Texto original en catalán en http://cmans.wordpress.
com/2014/09/21/histeria-sacarina, visto el 22 de septiembre de
2014. Traducido del catalán por Alfonso López Borgoñoz, con per-
miso del autor.
2
Resumen del artículo en inglés: “Non-caloric artificial sweete-
ners (NAS) are among the most widely used food additives world-
wide, regularly consumed by lean and obese individuals alike. NAS
consumption is considered safe and beneficial owing to their low
caloric content, yet supporting scientific data remain sparse and
controversial. Here we demonstrate that consumption of commonly
used NAS formulations drives the development of glucose intole-
rance through induction of compositional and functional alterations
to the intestinal microbiota. These NAS-mediated deleterious me-
tabolic effects are abrogated by antibiotic treatment, and are fu-
lly transferrable to germ-free mice upon faecal transplantation of
microbiota configurations from NAS-consuming mice, or of micro-
biota anaerobically incubated in the presence of NAS. We iden-
tify NAS-altered microbial metabolic pathways that are linked to
host susceptibility to metabolic disease, and demonstrate similar
NAS-induced dysbiosis and glucose intolerance in healthy human
subjects. Collectively, our results link NAS consumption, dysbiosis
and metabolic abnormalities, thereby calling for a reassessment
of massive NAS usage.)”. Enlace al resumen del artículo: http://
www.nature.com/nature/journal/vaop/ncurrent/full/nature13793.
html?utm_source=dlvr.it&utm_medium=tumblr.