el esc
é
ptico
58
anuario 2016
C
uando se menciona a H. P. Lovecraft (Providence,
Rhode Island, 1890-1937), nos viene a la mente de
manera inmediata la idea de un autor de literatura de
terror y ciencia ficción: monstruosidades paganas, criaturas
extraterrestres, civilizaciones extintas, libros malditos, cul-
tos aberrantes, etc. No obstante, a diferencia de esos otros
fabricantes de best-sellers solsticiales que pretenden hacer
pasar por investigación periodística o incluso científica lo
que no son más que noveluchas, Lovecraft distinguía ho-
nestamente sus fantasías literarias de la realidad. Así, fue
un auténtico escéptico; su pensamiento —presente en sus
ensayos— era plenamente racionalista y materialista. De
hecho, antes de comenzar a escribir ficción, su producción
literaria se centró en la divulgación científica —química y
crítica de la astrología, sobre todo—. Una de sus primeras
producciones fue un breve texto en un periódico local don-
de protestaba por la publicación de horóscopos, que siguió
a su periódico infantil (9 años) Scientific Gazette, al que
se añadió el Rhode Island Journal of Astronomy. Con el
tiempo siguió en esta línea, llegando a combatir, incluso
desde la sátira mordaz, las charlatanerías más en boga de su
época, escribiendo en contra de la teoría de la tierra hueca o
de la posibilidad de que la luna estuviese habitada.
Y ese aspecto de la obra intelectual de Lovecraft es el
que queremos ofrecer aquí por primera vez en castellano
mediante algunos textos suyos de contenido crítico con
las pseudociencias. Muchos de ellos proceden de una se-
rie de cartas al director del Evening News, periódico de
Providence, su ciudad natal, a finales de 1914, con motivo
de un “intercambio de pareceres” con un astrólogo de su
misma ciudad, Joachim Friedrich Hartmann, quien había
publicado unas predicciones sobre la Gran Guerra que aca-
baba de comenzar en Europa. En los dos primeros textos,
“Ciencia frente a charlatanería” y “La falsedad de la astro-
logía”, trata, como suele hacer cualquier escéptico ingenuo
y bienintencionado en un primer momento, de razonar y
argumentar por qué la astrología no es más que mera su-
perstición sin fundamento. Incluso vaticina —aún más in-
Los escritos escépticos de
H.P. Lovecraft
Introducción de
Roberto García Álvarez y Juan A. Rodríguez
ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento crítico
Antes de comenzar a escribir ficción, su producción
literaria se centró en la divulgación científica.
el esc
é
ptico
59
anuario 2016
genuamente— el inminente fin de la astrología en esta era
de la ciencia. Aunque luego suponemos que no pudo resis-
tir a la tentación, muy propia también de los escépticos, de
reírse de las creencias ajenas, especialmente cuando estas
son tan graciosas y disparatadas; de modo que en el mis-
mo periódico, y bajo el seudónimo de Isaac Bickerstaffe,
J.R. —en honor a Jonathan Swift, autor de Los Viajes de
Gulliver, quien había empleado ese mismo pseudónimo en
su pelea con el astrólogo Partridge— ofrece unas paródicas
predicciones astrológicas, “La Astrología y el futuro” y “El
cometa Delavan y la Astrología”, apoyando al mencionado
Hartmann con el típico discurso de crítica a los “individuos
arrogantes, intolerantes y materialistas”; los escépticos, en
suma. Y termina volviendo al tono serio —y se disculpa por
ello— en “La caída de la Astrología”, ante el esperable en-
fado de Hartmann, quien decidió abandonar aquella pelea,
dándola por perdida o ganada; no lo sabemos.
A continuación tenemos “La verdad sobre Marte”, un
texto corto de 1917 de la revista The Phoenician, en el que
comenta críticamente la idea que sugirió Percival Lowell
acerca del origen artificial de los entonces recientemente
descubiertos canales de Marte. Este texto le costaría un pe-
queño disgusto cuando conoció a Lowell en una conferen-
cia pues, cuando se lo presentaron, temió que este recono-
ciese en él a uno de los críticos con su teoría.
Por último, en “El cáncer de la superstición”, se reco-
ge el esquema de lo que pretendía ser un libro contra la
superstición encargado por el mago, escapista y también
escéptico Harry Houdini, y que parece que no pasó de esta
mera sinopsis. Houdini, que había quedado encantado con
Lovecraft cuando este escribió como negro para él el texto
Imprisioner with the Pharaons (1924), propuso a Lovecraft
y a su colega C.M. Eddy Jr. escribir un libro desenmasca-
rando los fraudes de los videntes, astrólogos, etc. Ambos se
pusieron a trabajar, pero el repentino fallecimiento del fa-
moso escapista abortó todo el proyecto. Las supersticiones
podían tener su espacio en las librerías, pero nadie aposta-
ría por un libro que las combatiera, y más si estaba escrito
por dos desconocidos.
Esta recopilación de textos se debe a S.T. Joshi, a quien
agradecemos las facilidades dadas para trabajar con el ma-
terial por él reunido en el volumen 3, dedicado a los es-
critos sobre ciencia, de H.P. Lovecraft: Collected Essays.
Complete Cd (Hippocampus Press, 2008, edición de S.T.
Joshi), que incluye además las réplicas del mencionado as-
trólogo Hartmann, no incluidas aquí. Las notas precedidas
de un asterisco corresponden también a las del propio S.T.
Joshi.
La publicación de este trabajo ha sido propuesta por
Roberto García Álvarez (autor de la primera biografía cas-
tellana sobre Lovecraft
1
), y las traducciones han corrido a
cargo de David Cejudo, Alejandro Palomares, Juan A. Ro-
dríguez, Eva Rodríguez, Aitor Pérez Iturri y Sergio López
Borgoñoz.
Ciencia frente a charlatanería.
Al editor del Evening News.
Resulta desafortunado que toda persona que preten-
da difundir el conocimiento deba enfrentarse no solo a la
ignorancia misma, sino también a la falsa enseñanza. Tan
Retratos de H.P. Lovecraft tomados por by Lucius B. Truesdell en junio de 1934. (Wikimedia Commons)
el esc
é
ptico
60
anuario 2016
pronto como nos conseguimos librar de una superstición
especialmente inusitada, nos vemos enfrentados a algún
otro enemigo de la inteligencia, el cual interrumpirá el pro-
greso intelectual de muchos años y nos sumergirá de nuevo
en la oscuridad medieval del desconocimiento.
Como amante de la astronomía y escritor sobre el tema,
hace unos días me sentí dolido e impactado tras leer en el
Evening News un artículo sobre la pseudociencia de la as-
trología, eterna pesadilla para el que busca la verdad. Aun-
que no albergo ninguna duda respecto a la honestidad del
autor, el señor Hartmann, me resulta imposible comprender
cómo una persona juiciosa y formada puede dar crédito a
una doctrina completamente superada hace más de dos-
cientos años. En esta era del conocimiento no debería ser
necesario mostrar la completa absurdidad de la idea de que
nuestros asuntos cotidianos estén gobernados por los movi-
mientos aparentes de cuerpos infinitamente lejanos, cuyas
disposiciones o figuras, base de los juicios de la astrología,
solo son producto de la particular perspectiva del lugar del
universo en que vivimos. Resulta muy irritante que los as-
trónomos y otros hombres juiciosos se vean obligados a
malgastar su tiempo y su energía en probar la falsedad de
la astrología, cuando no existe la más mínima razón para
creer que ni siquiera contenga un mínimo de verdad. Aun
así, la perversa sofistería de algunos individuos mal infor-
mados todavía esgrime un conjunto de pruebas falsas en su
favor, de modo que hemos de atacar de nuevo a un enemigo
que ya creíamos derrotado. Las falsedades de la astrología
son como las cabezas de la hidra de Lerna. Por cada una
que cortamos, aparecen dos en su lugar.
El señor Hartmann, en su reciente artículo, parece defen-
der la astrología afirmando que los astrónomos y científicos
que demuestran su falsedad no están familiarizados con los
preceptos de aquella. Esta idea no se sostiene cuando nos
damos cuenta de que la gran cantidad de tonterías que cons-
tituyen su doctrina no son más que una difusa distorsión y
un mal uso de los principios de la astronomía. El estudio de
la astronomía prueba sin ningún género de dudas la natura-
leza espuria de la astrología, por eliminación o reductio ad
absurdum. Resulta muy ameno leer las alusiones hostiles
al señor Garrett P. Serviss y al difunto Richard A. Proc-
tor
2
. Estos dos populares divulgadores de la astronomía,
con muchos puntos en común, como es su talento tanto
científico como literario, han hecho maravillas disipando
la superstición y propagando la verdad. No es así ninguna
sorpresa que sean tan odiados y temidos por los líderes de
las huestes de la ignorancia.
Todavía más divertida es la seria referencia del Sr. Hart-
mann a los almanaques astrológicos británicos. Esos ho-
rribles panfletos, aunque muy leídos por la gente vulgar
e ignorante, han venido siendo objeto de burla y risas por
parte del público inteligente británico desde los tiempos de
la reina Ana, cuando el doctor Swift destruyó con exquisi-
to humor las pretensiones del engreído astrólogo y escri-
tor de almanaques John Partridge. En 1827, la Sociedad
para la Difusión del Conocimiento Cristiano
3
criticó con
severidad los anuarios de ese tipo y más tarde hizo que la
mayoría dejaran de publicarse o abandonaran sus predic-
ciones astrológicas, de modo que solo dos, los de Zadkiel
4
y Raphael
5
, siguen existiendo. Las profecías de estos al-
manaques son como las manifestaciones del Oráculo de
Delfos, tan ambiguas y difusas que se pueden adaptar a
cualquier suceso posterior. En épocas más pacíficas, los
místicos y videntes han propagado avisos tan funestos y
temibles como cualquiera de los que han precedido a la
guerra actual.
Las disertaciones de Raphael sobre lamentables pérdi-
das para reyes y emperadores pueden aplicarse por igual
a la pérdida de un trono o a la de un simple pañuelo. La
guerra en los Balcanes, la agitación en Rusia o las revolu-
ciones en América Central y del Sur se cuentan entre los
sucesos predichos con mayor éxito. La mención del señor
Hartmann respecto a la predicción de la muerte del papa
Pío me recuerda que un ilustre astrónomo
6
de Central Falls,
Rhode Island, había pronosticado lo mismo para 1906.
No hubiera abusado de su tiempo ni hubiera ocupado
sus columnas con esta respuesta al señor Hartmann si no
considerara la astrología un asunto tan peligroso como es-
túpido. Las masas tienden a confundirla con la astronomía,
dañando así la reputación de esta ciencia.
El Evening News siempre ha sido amigo del crecimiento
y la educación del público, así que espero que no me negará
un pequeño espacio, además del que ocupo con regularidad
el primer día de cada mes, en mi humilde esfuerzo por di-
fundir la verdad y exponer las falacias referidas a los cielos.
H.P. Lovecraft
598 Angell Street, Providence, R.I.
Nota de S.T. Joshi: Evening News 45, nº 95 (9 de sep-
tiembre de 1914). Constituye la primera de las respuestas
de Lovecraft al astrólogo J[oachim] F[riedrich] Hartmann
(1848-1930), que había publicado el artículo “La astrología
y la guerra europea”, en el Evening News (4 de septiembre
de 1914), en el mismo lugar (la parte central superior de la
última página) en el que habitualmente publicaba sus artí-
culos el propio Lovecraft.
Las falsedades de la astrología son como las cabezas
de la hidra de Lerna. Por cada una que cortamos,
aparecen dos en su lugar.
el esc
é
ptico
61
anuario 2016
La falsedad de la astrología.
Al editor del Evening News: ya que los astrólogos mo-
dernos son simples charlatanes que buscan engañar a los
ignorantes usando palabrería vulgar que saben que no es
cierta, sería muy fácil silenciar a su tribu a través de los
medios legales apropiados. En los últimos años, el gobier-
no de los Estados Unidos ha terminado con cientos de estos
atrevidos farsantes mediante los diligentes esfuerzos de los
inspectores postales.
Aún más difícil, sin embargo, es la tarea de ocuparse
de la minoría honesta de profetas de las estrellas que real-
mente creen en sus ridículas enseñanzas y que, por tanto,
pueden revestir sus falaces argumentos con la fuerza con-
vincente de un entusiasmo genuino, aunque mal enfocado.
A esta última clase pertenece nuestro astrólogo y dis-
tinguido autor local, el señor J. F. Hartmann, cuya larga y
elaborada carta en defensa de sus creencias apareció en el
Evening News del 7 de octubre. La honestidad del señor
Hartmann no puede ponerse en duda. Obviamente, es un
fanático y ciego devoto de la falsa ciencia de los astros y,
por ello, el más peligroso enemigo del conocimiento, ya
que parece considerar que es su deber difundir la perniciosa
superstición que él mismo defiende de manera candorosa.
En su reciente carta, poco nos cuenta el señor Hartmann
que no haya dicho antes; y, ante la escasa credibilidad de
sus argumentos, no debería ni haberme fijado en ella. Pero
me siento forzado a comentar algo más sobre sus argumen-
tos más repetidos: la ignorancia sobre la astrología que, ale-
ga, caracteriza a los astrónomos.
El señor Hartmann yerra gravemente cuando niega que
la astronomía pruebe la falsedad de la astrología. La astro-
nomía investiga las fuerzas e influencias que ejercen entre sí
los diferentes cuerpos en el espacio, midiendo con extremo
cuidado y exactitud cada mínima manifestación de energía.
Ninguna influencia relevante podría escapar a la atención
del astrónomo, ya que este ataca el problema desde todos
los ángulos y sigue con el mayor entusiasmo cada indicio
por el que pueda descubrir algún dato real. Los buenos
estudiosos, comparando los movimientos de los cuerpos
celestes con los asuntos variables de la humanidad, nunca
han encontrado ni el menor rastro de evidencia de que haya
conexión entre ambos, ni tampoco han descubierto ninguna
razón por la que debería haberla. Sin duda, la astrología
está basada por completo en los movimientos aparentes de
los cuerpos celestes que, como apunté en mi carta anterior,
son el simple resultado de la perspectiva del observador
desde este diminuto planeta que llamamos Tierra. Ningún
estudioso racional y sin prejuicios puede tolerar una “cien-
cia” sin ninguna base ni necesita “libros de texto sobre as-
trología”, como recomienda el señor Hartmann, para darse
cuenta de su absoluto sinsentido. El mismo señor Hartmann
parece poseer esos rasgos intelectuales que deplora en los
demás, pues tiene ciertamente el prejuicio de la creencia
en la astrología y es obvio que no ha estudiado más astro-
nomía que los astrónomos a los que censura por no haber
estudiado astrología. Un curso sencillo de astronomía haría
mucho en favor de que abandonara sus ideas medievales.
Su aseveración de que un astrónomo que estudiara el
tema con una mente abierta se convertiría a la astrología es
del todo ridícula. Sería más correcto decir que un astrólogo
sin prejuicios, y con una formación adecuada, abandonaría
rápidamente sus ideas supersticiosas. ¿Ha olvidado el se-
ñor Hartmann que el gran astrónomo danés Tycho Brahe
7
fue en sus comienzos un entusiasta y sincero creyente en
la astrología, y que terminó convenciéndose de su falsedad
después de haberla estudiado durante años? ¿O que el emi-
nente filósofo francés Gassendi
8
ahondó profundamente en
la astrología tradicional antes de aborrecerla?
Apenas podemos dar crédito a las profecías de las Efe-
mérides de Raphael que el señor Hartmann apuntó en su
primer artículo. Aunque resulta muy curiosa la coincidencia
concerniente al Titanic, la ambigüedad generalizada de la
predicción es evidente. El profesor George Lyman Kittred-
ge
9
, de la Universidad de Harvard, da ejemplos similares
sacados del almanaque de Zadkiel en su interesante libro
titulado El almanaque del viejo granjero
10
. En respuesta
a uno de mis razonamientos, el señor Hartmann pregunta:
“¿Cómo sabe usted que el oráculo de Delfos era confuso y
ambiguo?” Mi inquisidor haría bien en realizar un poco de
investigación elemental en historia clásica.
Como prueba suprema de su pseudociencia, el señor
Hartmann me invita a pedirle el tipo de comprobación que
me convencería de su verdad. Podría preguntarle acerca del
principio en que se basa para decir que los complejos y
erráticos destinos humanos puedan estar relacionados con
los movimientos aparentes de cuerpos inmensamente dis-
Retrato anónimo de H.P. Lovecraft en 1915 (Wikimedia Commons)
el esc
é
ptico
62
anuario 2016
tantes, que se mueven de acuerdo a leyes mecánicas y que
no ejercen ninguna influencia perceptible sobre la Tierra
aparte de la gravitatoria. Podría pedirle que explicara la na-
turaleza de esa fuerza celestial poderosa y misteriosa que,
según declara, determina nuestros actos y fortunas y que
aclarara por qué unos pocos sofistas de dudosa fiabilidad
dicen poseer la capacidad de detectar y estudiar en detalle y
sin instrumentos una especie de energía que ningún científi-
co ha detectado, incluso usando los aparatos más sofistica-
dos y sensibles. Pero estaría mostrando demasiado respeto
a un vulgar sistema de charlatanería si me tomara en serio
estos asuntos.
La perniciosa influencia de la astrología en la reputa-
ción de la astronomía resulta demasiado patente para que
el señor Hartmann pueda negarla mediante razonamientos.
Hace no mucho, alguien que había leído mis artículos sobre
astronomía me preguntó... ¡que si no elaboraba horóscopos
basados en el nacimiento! Y no es nada agradable para un
estudioso serio de los cielos que lo tomen por un vulgar
pitoniso.
No voy a seguir persiguiendo al señor Hartmann ni a
sus falsas artes. La astrología prospera con la persecución,
como bien sabía Juvenal cuando escribió en su Sexta sá-
tira: “Nemo mathematicus genium indemnatus habebit”
11
.
Mi único deseo es alertar a los lectores contra esas viejas
y enterradas falacias que de vez en cuando resurgen como
espectros de sus tumbas.
La astrología es un legado de de la ignorancia prehistó-
rica. Cuando nuestros ancestros primitivos veían que que
el movimiento del Sol a lo largo del Zodíaco influía en sus
asuntos por el cambio de estación que causa, o que los mo-
vimientos y fases de la Luna afectaban a la caza nocturna
por la mayor o menor presencia de su luz, era lógico que
se creyeran bajo el control directo de esos cuerpos. Cier-
tas estrellas aparecen en estaciones concretas, anunciando
aparentemente sucesos periódicos como la crecida del Nilo
o las lluvias otoñales, y los hombres de la remota antigüe-
dad, sin ningún tipo de instrucción, debieron de adquirir
con facilidad la falsa creencia de que las luminarias del cie-
lo anunciaban estos sucesos. Tiempo después, los antiguos
buscaron en los fenómenos del cielo explicaciones para to-
dos los fenómenos de la Tierra y asignaron arbitrariamente
una causa celeste para cada suceso terrestre. Naturalmente,
su sistema religioso se entremezcló con su esquema as-
trológico y cada dios gobernante fue identificado con un
planeta “gobernante”; de ahí viene nuestra actual nomen-
clatura planetaria.
Con un comienzo así, no es difícil explicar la prevalen-
cia de las creencias astrológicas en los tiempos antiguos y
medievales y, por otro lado, concluir que no es de esperar
que esas nociones sobrevivan en la era científica.
H. P. Lovecraft
598 Angell St., Providence, R.I.
8 de octubre de 1914
Nota de S.T. Joshi: Evening News, 45, No. 122 (10 de
octubre de 1914). Una respuesta algo desmedida a la carta
de Hartmann al editor del 5 de octubre, en la que Lovecraft
usa más las ofensas personales que los razonamientos para
exponer sus ideas.
La Astrología y el futuro
Al editor del Evening News:
Por desgracia, los profesores de la sublime Ciencia As-
trológica se han mostrado muy reluctantes en los últimos
tiempos a la hora de publicar sus predicciones. Esto se debe
al acoso que sufren por parte de individuos arrogantes, in-
tolerantes y materialistas, estudiosos de materias menos
nobles que la Astrología. Por ello, limitan su glorioso arte
a asuntos relativamente insignificantes, dando la impresión
de ser demasiado orgullosos para exhibir el completo es-
plendor de su poder a un mundo cínico, inculto e indigno.
De acuerdo con el señor Hartmann, su perspicaz cola-
borador, la información astrológica más acreditada que se
puede obtener actualmente es la que se publica cada año
en las Efemérides de Raphael; si bien este anuario erudito
pronostica eventos solo para el siguiente año, y se abstiene
de advertirnos de hechos que sucederán en un futuro más
remoto.
Dado que todas las profecías astrológicas están funda-
das en los movimientos exactos, eternos y constantes de
los cuerpos celestes; sus casas, exaltaciones, progresiones,
aspectos y tránsitos; sus oposiciones, trinos, cuartiles, sex-
tiles y conjunciones; y dado que mediante las matemáticas
podemos calcular sus movimientos ad infinitum; ¿por qué
los astrólogos de hoy en día se conforman con predicciones
a solo un año vista, en lugar de extender sus estudios para
los próximos siglos, o incluso hasta el mismísimo fin del
mundo? Es verdad que el diluvio universal predicho por
Stöffler
12
para el año 1524 no llegó a suceder, pero en la
actualidad contamos con métodos de cálculo mucho más
exactos y, sin duda, somos capaces de determinar eventos
futuros con un grado de precisión mucho mayor.
Servidor, que nació bajo el signo del planeta Mercurio,
ha empleado muchos años en el estudio astrológico, si-
guiendo en general los métodos de William Lilly
13
, y pres-
Un eclipse conjuncional de Mercurio y Saturno
indica que la lengua inglesa dejará de ser hablada en
Norteamérica en el año 2344.
el esc
é
ptico
63
anuario 2016
tando especial atención al futuro más remoto. Ya en 1897
predije el actual conflicto europeo, así como la anexión de
México a los Estados Unidos, la cual tendrá lugar el año
que viene, tras la anarquía resultante a consecuencia de la
derrota de Carranza a manos del general Villa
14
.
En mi obra inédita La historia del futuro he dejado escri-
tas muchas cosas sorprendentes, que no creerían si las re-
velara ahora. Pronostico eventos de naturaleza formidable
en el hemisferio occidental para los próximos 2000 años.
Un afortunado ascendente de Marte muestra que surgirá
un hombre cuya fama superará la de Julio César.
Veo cambios especialmente revolucionarios a punto de
ocurrir en el mismo estado de Rhode Island. En la conjun-
ción de Mercurio y Saturno indica que la lengua inglesa
dejará de ser hablada en Norteamérica en el año 2344. Por
entonces, el Emperador Teodoro IX de los Estados Uni-
dos reconquistará California a los japoneses mediante la
extraordinaria estrategia del mariscal de campo Patricio
Coeno. El tránsito combinado de Júpiter y Saturno sobre
los respectivos radicales Sol y Luna el 9 de marzo de 2448
es una evidencia incuestionable de que el monarca nortea-
mericano será derrocado en ese año, como resultado de una
revuelta popular dirigida por el general José Francisco Art-
mano, y se creará una nueva república; la capital se trasla-
dará desde la Ciudad de México de vuelta a Washington.
En Europa habrá profundos cambios. Una oposición de
Neptuno con el asteroide Ceres nos dice que, en 1916, la
presente guerra acabará con una victoria completa para los
Aliados, seguida por el desmembramiento de los Imperios
Austríaco y Alemán.
El Zar tomará Alemania y la Polonia austríaca, así
como toda Hungría. Francia recuperará Alsacia y Lorena.
Inglaterra se hará con las colonias alemanas, y establecerá
una base naval en el Báltico en Schleswig-Holstein.
Holanda entrará en guerra apoyando a Alemania y tras la
derrota será anexionada a Bélgica. Italia, habiendo luchado
valientemente junto a los Aliados, recibirá una gran parte
del territorio austríaco, y también se anexionará todo el
territorio albanés. Japón apenas tomará partido en la guerra,
y de hecho no se involucrará en excesivas hostilidades
hasta la Gran Invasión mongola de 2142. Prusia conservará
solo un pequeño territorio fuera de sus fronteras. Austria,
privada de Hungría, se unirá con Baviera, formando un
Imperio teutónico poderoso y próspero que conquistará
España en 2010, durante la sucesión de los Habsburgo al
trono español
15
.
El Káiser Guillermo y su familia serán exiliados a los
antiguos cuarteles de Napoleón de Longwood, en Santa
Elena, pero un poderoso ascendente de Marte en Escorpio
muestra que el primogénito del príncipe heredero escapará
en junio de 1937 y posteriormente gobernará como rey de
Prusia. Un doble cuartil progresado de Palas y Mercurio en
Tauro y Venus, junto con el de Juno en Libra, indica que
Rusia conquistará toda Europa en 1998, y que en 2142 los
mongoles invadirán Europa y América. Esta invasión dará
comienzo a una aterradora lucha entre las razas amarilla y
blanca, que durará dos siglos y medio, y finalizará con la
completa derrota de China y Japón y la conquista de sus
tierras.
Un descendiente de la constelación circumpolar Osa
Mayor, acompañada por una exaltación progresada del ra-
dical Leo en 2517, indica el derrocamiento del poder ruso
en Europa por los ingleses y el subsiguiente dominio con-
junto del planeta por los Estados Unidos e Inglaterra.
Con Urano estacionario en conjunción con la oposición
sextil de la séptima casa de Vulcano en Géminis el 18 de
agosto de 2814, pronostico una terrible plaga que aniquila-
rá a un cuarto de la población mundial.
Por último, y esto es lo más terrible de todo, la conjun-
ción del trino cuaternario de Marte, Mercurio, Vulcano y
Saturno en la Casa XIII progresada del signo de Cáncer
el 26 de febrero de 4954 destaca claramente como un mal
presagio para mostrarnos el terrible día en el cual la Tierra
perecerá indefectiblemente mediante una repentina e ines-
perada explosión de gases volcánicos de su interior.
Los incrédulos pueden mofarse de mis predicciones,
pero estos cálculos astrológicos están fundados en una
Ciencia tan antigua como la raza humana; una Ciencia que
ha resistido durante siglos todos los intentos de destruirla
por parte de escépticos e ignorantes.
¿No sería un camino más inteligente y más noble para
nuestros engreídos profesores y científicos el cesar en sus
vanas objeciones a la Astrología? ¿No deberían adecuar sus
vidas y acciones de acuerdo con lo infinito y lo inevita-
ble e inclinarse con la debida humildad ante los preceptos
probados en el tiempo de este venerable y sagrado tipo de
Verdad?
Isaac Bickerstaffe, JR.
South Main Steet, Providence, R.I.
Nota de S.T. Joshi: Evening News, 45, No. 123 (13 oc-
tubre 1914): 8 (como “La astrología y el futuro” por Isaac
Bickerstaffe Jr.). La primera de las tres sátiras de HPL bajo
seudónimo sobre Hartmann, escrita antes de que este últi-
mo tuviera oportunidad de replicar a “La falsedad de la as-
trología”. En este artículo, HPL utiliza el recurso de ofrecer
predicciones grotescas para un futuro lejano.
El cometa Delavan y la Astrología.
La influencia de los cuerpos cometarios en el horóscopo
humano es algo que, tristemente, han subestimado buena
parte de los astrólogos actuales. Y el pueblo iletrado, por su
parte, parece haber perdido la fe en la benéfica y maléfica
influencia que estos vagabundos y tenues cuerpos celestes
nos causan, de modo que se desdeña como superstición lo
que debería ser investigado como un fenómeno científico.
Ya Shakespeare conocía bien la importancia que tenía la
visita de un cometa, cuando escribió en su inmortal tragedia
Julio César: “Cuando muere un mendigo, no aparecen co-
metas; cuando muere un príncipe, los cielos se inflaman”
16
.
No me podía imaginar, cuando publiqué mis predic-
ciones astrológicas en el Evening News del pasado 12 de
octubre, los fascinantes mensajes interplanetarios que la
humanidad iba a recibir de la posición actual del cometa
Delavan, próximo a un Saturno en retrogradación, planeta
que es el mayor condicionante de nuestra fortuna. Al pro-
fesor Hartmann, sin embargo, reconocido líder del pensa-
miento astrológico en Nueva Inglaterra, parece que se le
pasaron por alto estas increíbles revelaciones celestes, por
más que nos ofrezca otras muchas verdades profundas en
el esc
é
ptico
64
anuario 2016
su magistral ensayo del 22 de octubre.
Para resumir: ¡He resuelto el trascendental problema del
futuro de la raza humana tras la destrucción de la Tierra
por una gran explosión volcánica el 26 de febrero de 4951!
Siempre me resultó difícil creer que nuestra noble y mor-
tal especie pudiese desaparecer de manera tan súbita, que
el fruto de incontables siglos de evolución se pudiera per-
der en un abrir y cerrar de ojos; sin embargo, ¿qué podría
hacer un verdadero astrólogo sino creer, cuando todas las
estrellas, soles, mundos, planetas, lunas, las constelaciones
y zodíacos señalan con su dedo implacable y sombrío el
inevitable fin del mundo?
Y es que el tránsito en retroceso alternante, calculado
para la proyección futura del cometa Delavan alrededor del
cuartil cuadrangular en su avance hacia la fuertemente in-
clinada y retrógrada órbita de Saturno, aclara al instante
esta desconcertante situación, a la vez que hace que todo
sea más simple y obvio, y devuelve al ser humano una es-
peranza sin la cual viviría descorazonado.
Como cualquier niño de colegio puede saber, las varia-
ciones en la dirección gravitacional de Saturno en la Casa
XXIII causan una profunda desviación en la trayectoria del
séptimo círculo interno del misterioso cometa conocido por
los astrólogos como XY4. Antes del descubrimiento del co-
meta Delavan, se pensaba que el XY4 no se acercaría a esa
parte del espacio hasta el año 4975, es decir, veintiún años
después de la destrucción del mundo, pero la influencia
separativa oculta del cuerpo recién descubierto introduce
un nuevo factor en nuestra cálculos y, por ello, en nues-
tras conclusiones. Por esta misma causa, podemos explicar
además otros importantes y hasta ahora oscuros datos sobre
el ascendente de la XVI benéfica de Júpiter sobre la XI y
maléfica de Marte en el año 4824.
De todo ello deducimos fácilmente que el 29 de junio
de 4898, es decir, casi 56 años antes de la gran catástrofe,
el cometa XY4 hará una visita amistosa al globo terráqueo
para llevarse, montada en su cola, a toda la raza humana.
Los gases anestésicos que componen el cometa nos man-
tendrán en un estado de letargo mientras viajamos por el
espacio, lo que nos permitirá viajar rumbo al perihelio y
ser depositados sanos y salvos en el planeta Venus, tan pa-
recido a la Tierra por su tamaño, y en el que la humanidad
vivirá para siempre en paz y prosperidad, pues la ecuación
cuadrática procesional de Ariel y Calisto en Sagitario de-
muestra que los actuales habitantes de Venus son muy su-
periores en su intelecto a nuestra raza terrenal, y además
destacados expertos en Astrología.
Cuando nuestros remotos descendientes se asienten en
este pueblo de alumbrados, nos desharemos sin duda de
nuestra obstinada y escéptica devoción a eso que se llama
razón o sentido común, y que entorpece tristemente nuestro
progreso en las ramas más elevadas y místicas del aprendi-
zaje espiritual.
Es evidente, por ello, que todos los cálculos astrológicos
más allá del año 4898 se deben hacer no para la Tierra, sino
para Venus, donde la humanidad residirá desde entonces.
Ya he empezado mi trabajo en este sentido, y he logrado
hacer ciertas predicciones hasta el año 5025. Así, me parece
que, por desgracia, algunos fragmentos de la explosión te-
rrestre del año 4954 caerán en el planeta Venus y provoca-
rán enormes desastres. Uno de ellos causará lesiones graves
al señor Nostradomo Artmano
17
, un descendiente directo de
nuestro talentoso profesor Hartmann. El señor Artmano, sa-
bio astrólogo, será golpeado en la región craneal por un
grueso tratado de Astronomía, proyectado desde la Biblio-
teca Pública de Providence, y su mente se verá tan afectada
por la conmoción cerebral que ya no volverá a ser capaz de
apreciar los divinos preceptos de la Astrología.
El 5012 se producirá otro hecho desafortunado, pues el
trígono que formará Neptuno con Umbriel
18
el 3 de enero
de ese año indica que un malvado individuo llamado Ser-
viss introducirá entre la gente un arte falso y pernicioso
llamado lógica, lo que provocará grandes estragos en las
nobles doctrinas de la Verdad astrológica.
Cuando me adentre más en los misterios de nuestro re-
moto futuro, trataré de mantener informado al público de
mis avances. Pero hasta entonces, debo dejar campo libre al
trabajo experto y brillante del profesor Hartmann.
Isaac Bickerstaffe, Jr.
En Providence, a 24 de octubre de 1914.
Nota de S.T. Joshi: Otra sátira en la que hace una parodia
de la astrología para predecir acontecimientos del futuro
lejano, en este caso a raíz del reciente descubrimiento del
cometa Delavan (Véase May Sky, nº1, p. 113) para revisar
la predicción de Bickerstaffe acerca de la extinción de la
raza humana, como se cita en Astrology and the Future.
La caída de la Astrología
Al editor del Evening News:
Leyendo la respuesta algo tardía del Sr. Hartmann a mi
carta al Evening News del 10 de octubre, me impresiona
el resentimiento que este astrólogo parece abrigar contra
mí por lo que considera un trato injusto por mi parte. Pu-
diera ser que mi desprecio hacia las pueriles falacias de la
astrología me haya llevado a un trato demasiado cáustico
Es evidente que todos los cálculos astrológicos más allá
del año 4898 se deben hacer no para la Tierra, sino para
Venus, donde la humanidad residirá desde entonces.
el esc
é
ptico
65
anuario 2016
hacia mi oponente, aunque podría asegurarle que respeto la
sinceridad de sus opiniones y admiro el espíritu con que de-
fiende su pseudociencia. En la presente carta me esforzaré
por evitar este tono contra el que el Sr. Hartmann protesta
tan enérgicamente; en su lugar, intentaré la nueva experien-
cia de suspender mis ataques y asumir una actitud defen-
siva, procurando simplemente justificar el actual rechazo
global de la astrología por parte del público inteligente.
La astrología fue coetánea de la astronomía. Como ya se-
ñalé en un artículo anterior, es de hecho el resultado natural
de la contemplación de la bóveda celeste por parte de una
raza joven y poco desarrollada. En tiempos muy antiguos
tuvo gran importancia para la ciencia, por el estímulo que
supuso para la observación y el estudio cuidadoso y preciso
de los cuerpos celestes. El conocimiento astronómico en
Caldea se debía enteramente, de hecho, al celo de sus as-
trólogos. De este modo, antes de la llegada de la moderna
exactitud científica, los verdaderos y falsos estudios de los
cielos coexistían en perfecta armonía. Si una de ellas de-
biera tener prioridad sobre la otra, la favorecida debería ser
la astrología. A lo largo de la Edad Media y en los inicios
de la época moderna, la astrología disfrutó de su condición
de respetada rama del conocimiento. Todo monarca tenía
su astrólogo al que remitían todos los asuntos de estado,
ya fuera en período de guerra como de paz. Sin embargo,
algunas de las mentes más entusiastas del Renacimiento
penetraron en el especioso espacio exterior y descubrieron
la falta de solidez de esta arte, aun así ampliamente practi-
cada por todas las clases, y sobre todo por los astrónomos.
Kepler, aunque descartaba las más triviales y absurdas de
sus nociones, defendía tenazmente la verdad subyacente a
la Astrología y dio a conocer su postura en un panfleto titu-
lado De Fundamentis Astrologiae Certioribus (1602). Lord
Bacon y Sir Thomas Browne
19
creían igualmente en la in-
fluencia de los cielos. Aún en el reinado de Carlos II, pocos
empezaban a dudar de la autenticidad de la astrología; y el
celebérrimo William Lilly
20
, aunque probablemente fuera
un charlatán consciente, fue reconocido como intelectual
de alto nivel e incluso llegó a ser convocado en una ocasión
por el Comité de la Cámara de los Comunes para predecir
el resultado de un proyecto de ley.
Así, podría considerarse que, hasta el descubrimiento de
pruebas contrarias concluyentes, la astrología no encontró
oposición ni por parte de los astrónomos ni del público ge-
neral. Y a pesar de que ningún hombre de ciencia era capaz
de encontrar tampoco una razón para creer que fuera ver-
dadera, se aceptó en el mismo plano de igualdad que otros
estudios serios. La única intolerancia y prejuicio ciego que
la astrología soportó provino de la Iglesia. Pero esta hostili-
dad no se extendió a todos sus aspectos, y no tiene relación
con el posterior derrocamiento de este arte por motivos ra-
cionales.
La caída de la astrología fue el resultado inevitable del
progreso intelectual, de los nuevos descubrimientos de la
ciencia, de la mejora de los métodos de razonamiento, de
un análisis más riguroso de la historia y del escrutinio de
las profecías de los astrólogos desde una perspectiva más
juiciosa. Estaba claro que muy pocas de las predicciones
astrológicas se cumplían ni siquiera de manera aproxima-
da, que casi todos los pronósticos eran expresados con un
estilo vago e impreciso que podría ser interpretado de casi
cualquier manera, que los astrólogos más exitosos eran
obviamente impostores que llegaban a sus conclusiones a
través de meras aunque perspicaces conjeturas o profun-
dos conocimientos de la naturaleza humana, y que aque-
llos que practicaban la astrología más honestamente eran
los que más destacaban también por sus errores. Al mismo
tiempo, estudiosos serios perfectamente familiarizados con
la astrología y sus métodos comenzaron a darse cuenta de
su total absurdo. Vieron que el propio principio fundamen-
tal para hacer horóscopos se basa en una mera alegoría: la
analogía del nacimiento de un hombre con la salida de una
estrella. Observaron que las diversas cualidades atribuidas
a los distintos planetas y a sus posiciones en el zodíaco se
basaban en los dioses y monstruos mitológicos de los que
los planetas y las estrellas tomaban su nombre. No solo se
vio que las predicciones astrológicas eran falsas, sino que
los métodos empleados para hacerlas también lo eran. Ade-
más, no se encontró razón por la que los cielos debieran de
ninguna de las maneras influir o predecir las vidas o el des-
tino de la humanidad. ¿Qué excusa, entonces, podría tener
alguien para adherirse a una creencia no fundamentada por
la más mínima prueba y que no posee la menor sombra de
verosimilitud?
Aun no habiendo una evidencia directa en contra de la
astrología, la completa ausencia de pruebas a favor hubie-
ra sido suficiente para abandonarla. La astrología tuvo una
Fotografía del cometa Delavan (Wikimedia Commons)
el esc
é
ptico
66
anuario 2016
muerte natural y honorable; y si el mundo se hubiera con-
tentado con dejarla descansar en paz, nunca se hubiera con-
vertido en objeto de desprecio y burla. Pero la avaricia de
los charlatanes y los caprichos de los excéntricos la mantu-
vieron viva ante los ojos de un público al que las creencias
no le bastan, y que no puede ser más que desdeñoso con un
arte que se sabe superado. Los primeros críticos de la astro-
logía estaban familiarizados con sus principios, y de su es-
tudio tan solo obtuvieron más argumentos para ser usados
contra ella; de modo que dicho estudio fue abandonado por
los lúcidos tan pronto como su falsedad quedó bien demos-
trada. Y es que sería ridículo perder la vida acumulando in-
formación que es bien sabido que es falsa y que entorpece-
ría seriamente la adquisición de un conocimiento real. No
podemos perder nuestro precioso tiempo repitiendo todos
los errores de nuestros antepasados; debemos aprovechar
sus meteduras de pata, y evitar lo falso en favor de la ver-
dad. Por lo cual autores reputados, editores e instituciones
de enseñanza deberían cesar de divulgar las falacias de la
astrología, y la actual generación no debe dudar en declarar
su absoluto desdén por tal materia. Ha sido refutada tantas
veces por personas versadas en estos misterios que, incluso
aunque la astronomía no fuera suficiente para tildar de fal-
sa la astrología, no debería ser necesario redundar en ello.
¿Por qué no pide el Sr. Hartmann que refutemos lo antiguo
y abandonemos una vez más la teoría del universo de Pto-
lomeo?
Permítanme ahora estudiar en mayor detalle algunas de
las afirmaciones de mi adversario. Declara con cierta serie-
dad que “cuando los médicos dicen que las fases de la Luna
influyen en sus pacientes, los astrónomos no mienten”. Ni
siquiera necesito contestar que ningún astrónomo actual da-
ría crédito a tan absurda afirmación, como tampoco lo haría
ningún médico cabal.
Otro de los párrafos del Sr. Hartman que es realmente
asombroso es aquel en el que cuenta que, salvo uno, todos
los libros de astronomía de nuestra biblioteca pública dan a
entender a sus lectores que las órbitas planetarias son cir-
culares. He leído casi todos los volúmenes en cuestión, y
puedo afirmar que ninguno de ellos podría transmitir tal idea
a ninguna persona inteligente. La naturaleza elíptica de las
órbitas es lo bastante conocida como para poder ser ocultada
incluso por el más impreciso de los libros.
El Sr. Hartmann me pregunta, en relación con mi denun-
cia del “típico astrólogo moderno”, al que tildo de saltim-
banqui, qué entendería yo por un astrólogo antiguo o ex-
traordinario. En la medida en que los antiguos astrólogos
daban mayor o menor crédito a sus propias predicciones, yo
los llamaría algo así como “científicos equivocados”; mien-
tras que en el caso de estos extraños y modernos profetas,
como es el caso del propio Sr. Hartmann, creo que ya dedi-
qué demasiado espacio a su fanatismo en mi carta anterior.
Antes de concluir, me gustaría comentar la curiosa pro-
puesta de la etimología de la palabra superstición que hace
el Sr. Hartmann. Resultará imposible encontrar tal cúmulo
de sinsentidos en las autoridades que cita, pues cualquier
persona con estudios sabe que la palabra viene directamente
del latín y no del griego. Superstición viene del latín supers-
tare que a su vez deriva de super, ‘sobre’, y stare, ‘detener-
se’; el significado implícito sería ‘detenerse ante algo con
gran asombro o reverencia’. Toda esta información se ob-
tiene del diccionario Webster’s Unabridged, que puede ser
convenientemente consultado. De todas formas, no alcanzo
a ver por qué la etimología del término puede interesar al Sr.
Hartmann más que la propia acepción actual, bien conocida
por todos.
Como ven, me he esforzado aquí en tratar seriamente un
tema que apenas puede ser contemplado sin echarse a reír.
Debo justificar esta absurda gravedad en el sobrio y celoso
tono de los argumentos de mi oponente.
H.P.Lovecraft
A 15 de diciembre de 1914
Nota de S.T. Joshi: Intento de una refutación severa a
las afirmaciones del Sr. Hartmann sobre la astrología, tal y
como se presentaron en A Defense of Astrology (pág. 344).
Finalmente, Hartmann abandonó la discusión y no volvió
a contestar ni a este artículo ni a las últimas sátiras de HPL
bajo el seudónimo de Bickerstaffe.
La verdad sobre Marte
El rasgo más vago y menos definido de Marte son los lla-
mados canales, unas alineaciones oscuras extremadamente
angostas que cubren la superficie del planeta como si de una
red se tratara.
Fueron descubiertas en 1877 por el milanés Schiaparelli,
y han recibido gran atención desde entonces al relacionarlas
con la fantasiosa idea de que corresponden a canales gigan-
tes, construidos a mano por unos inteligentes habitantes de
aquel planeta.
Hay en verdad algo curioso en la rectitud casi matemáti-
ca de esas líneas, en los oscuros puntos circulares llamados
“oasis” que marcan sus intersecciones, y en los aparentes
cambios de una estación a otra; pero son tan débiles y di-
fíciles de apreciar que su mera existencia ha sido puesta en
duda hasta hace poco, cuando se pudieron fotografiar con
éxito algunos de ellos.
Los canales cambian periódicamente, tal vez con las es-
taciones del año marciano. La inmensa escala a la que están
La caída de la astrología fue el resultado inevitable del
progreso intelectual.
el esc
é
ptico
67
anuario 2016
“construidos”, que sobrepasa cualquier trabajo humano co-
nocido, se explica por la menor gravedad en Marte.
La verdadera naturaleza de los canales es materia de
fuerte discusión, aunque fue Percival Lowell
21
, un observa-
dor con un excelente telescopio situado en el limpio aire de
Flagstaff, Arizona, quien desarrolló la elaborada teoría que
afirma que los canales, que van desde los casquetes polares
hacia el centro del planeta en líneas absolutamente rectas,
fueron construidos por los habitantes de Marte.
¡Qué carentes de fundamento pueden llegar a ser la ma-
yoría de esas especulaciones!, probablemente lo sean, no
siendo, en cualquier caso, imposible que seres vivos de
algún tipo pudieran habitar sobre la superficie de marte.
Queda, sin embargo, a la imaginación del lector o del inge-
nioso novelista retratar su apariencia, tamaño, inteligencia
y hábitos.
En estos días en que nuestro planeta se presenta tan con-
vulso por las absurdas hostilidades de sus insignificantes
moradores, resulta relajante volverse hacia el vasto y etéreo
cielo azul y contemplar otros mundos, cada cual con sus sin-
gulares y pintorescos fenómenos, donde no puede resonar
ningún eco de las disensiones o aflicciones terrestres.
Nota de S.T. Joshi: Phoenician, 1, No. 3 (otoño de 1917):
8. Una copia casi literal de una sección de “Marte y los as-
teroides” (Pág. 291), con un toque más sensacionalista al
poner en mayúsculas la referencia a los posibles habitantes
de Marte.
El cáncer de la superstición
1. Alcance generalizado de la superstición. Presencia en
todas las fases de nuestra vida cotidiana. El presente es una
época de “ismos”. Los hombres se han vuelto locos y están
persiguiendo fantasmas. Aceptación universal de alguna
fase u otra entre ignorantes. Regiones (Kentucky, etc.) y
clases (marineros, etc.) especialmente afectadas. Casos sor-
prendentes de superstición entre personas aparentemente
formadas. Falta de toda base científica —que persiste solo
a través de la indolencia mental de aquellos que descuidan
asimilar y correlacionar los resultados de la ciencia mo-
derna—. Efectos nocivos de la superstición. Necesidad de
difundir, amplia y sistemáticamente, una campaña guber-
namental de refutación —trabajo hasta ahora descuidado
porque los escritores académicos competentes piensan que
la superstición es indigna de ser tenida en cuenta, mientras
que los que sí la toman tan en serio como para combatir-
la son generalmente divulgadores escasamente formados
y poco convincentes—. La actitud adecuada es una inda-
gación comprensiva: datos psicológicos y científicos del
máximo interés. El punto culminante: lo absurdo de la su-
perstición en comparación con el estado avanzado del saber
moderno.
2. Todas las ideas supersticiosas y religiosas se deben al
esfuerzo del hombre primitivo para asignar causas a los fe-
nómenos naturales que lo rodeaban. Ignorante de cualquier
causa y efecto salvo su propia voluntad en la realización
de acciones de la vida cotidiana, no puede concebir nin-
guna causa de fenómenos naturales, aparte de los antojos
de seres invisibles tras las apariencias observadas. Ejem-
plos: truenos, terremotos. Ningún acto puede concebirse
sin motivo cuasi-humano (los dioses deben estar contentos,
enojados, hambrientos, etc.). Naturalmente, estas torpes
explicaciones sirven no solo para explicar la naturaleza,
sino también para asegurar la buena fortuna, influir en el
Destino, y evitar el mal. Quizás el rasgo más característico
de la magia y la superstición es su esfuerzo por influir en
los poderes de la naturaleza.
3. Siendo demasiado primitivo como para crear una
cosmogonía generalizada, el hombre de aquella época atri-
buyó a diferentes deidades cada tipo de fenómeno que ob-
servaba; generalmente creyendo que todos los objetos de la
naturaleza, ya fueren orgánicos o inorgánicos, tenían una
personalidad definida o alma propia. Esta creencia se llama
“animismo”. Ejemplo: Fetichismo africano. Ver Frazer
22
.
4. A medida que crecía la mente y la capacidad de obser-
vación del hombre, aprendía más detalles sobre el funcio-
namiento de los fenómenos naturales; viéndose obligado a
convertir su idea de un espíritu regulador para cada clase
de fenómeno en un gran cuerpo mitológico con el fin de
explicar el funcionamiento visible de las distintas manifes-
taciones de la naturaleza tal y como se veían ahora.
5. Y, al mismo tiempo, también se estaban expandiendo
la imaginación humana y la facultad poética. El hombre
no solo veía nuevos detalles en el funcionamiento de los
fenómenos naturales, sino que se inventaba detalles y prin-
cipios que no existían, basados en analogías imaginarias.
La transmisión y repetición de cuentos de manera imper-
fecta da lugar a omisiones, amplificaciones, distorsiones y
a versiones a veces paralelas; este irregular proceso, por
Boceto de Cthulhu original de Lovecraft, 1914 (Wikimedia Commons)
el esc
é
ptico
68
anuario 2016
lo general, crea detalles especiales (a menudo altamente
irracionales e incluso contradictorios) que con el tiempo se
vuelven más o menos estandarizados como el folclore po-
pular. Ejemplo: Historia de cualquier superstición.
6. La más básica correlación Naturaleza-Mito es simi-
lar en todas las razas y culturas, no importa cuán lejanas
sean, aún incluso si una nunca hubiera oído hablar de la
existencia de la otra. Esto se debe a que la reacción del
cerebro humano a las fuerzas universales de la naturaleza*
son siempre las mismas. Ejemplos: mitos paralelos entre
aztecas en México y otras culturas de Europa y Asia. Ver
Mitos de Fiske y creadores de mitos.
7. Pero hay que recordar que en el caso de que no fueran
fenómenos generales o universales, el tipo de mito inven-
tado también dependerá en gran medida de la naturaleza
de la raza involucrada y de la naturaleza geográfica de su
hábitat; es decir, una raza frívola o pensante, retrasada o
inteligente, poco imaginativa o poética, o un país cálido o
frío, una región agitada por terremotos o inundaciones, con
fuertes lluvias o poca lluvia, etc. Ejemplos de Fiske: mitos
y creadores de mitos.
8. Además, en cuanto entran en contacto distintas razas,
ya sea por conquista, comercio, proximidad o por informes
de viajeros, comienzan a prestarse mitologías unos a otros;
adaptando naturalmente los cuentos a sus propias condicio-
nes raciales y geográficas. Por tanto, un cuento cualquiera
originado por una tribu o raza puede adquirir un gran nú-
mero de variantes, ya que pasa de boca en boca, de tribu en
tribu, modificado en cada repetición y siempre distorsiona-
do para adaptarse a las condiciones que prevalecen en cual-
quier tribu que la adopte. Ejemplos: los cuentos de hadas
comunes en el folclore germánico, su paralelismo con los
mitos clásicos
23
, y su indudable origen en la antigua India.
Compárese con la propagación de la lengua. Todas las len-
guas arias han derivado de una fuente común. Fiske-Mitos
y M. M. Trench-Estudio de Palabras
24
.
9. Un conocimiento aún más avanzado de los fenómenos
naturales, junto con una mejorada capacidad de raciocinio
desarrollada por la evolución y por el enfrentamiento cara
a cara con la naturaleza, animales salvajes y otras tribus
humanas, fue proporcionando gradualmente una compren-
sión sobre cómo funcionaban ciertos fenómenos naturales;
por tanto, al aparecer la civilización, la parte inteligente de
la raza comenzó a desechar sus más pueriles creencias en
la existencia de personalizaciones tras los fenómenos na-
turales. Ganó terreno la idea de que las fuerzas que gober-
naban la Naturaleza (fuerzas religiosas —fueran estas las
que fueren— concebidas de manera distinta por diferen-
tes razas) se debían principalmente a leyes inmutables y
sin intervención directa, excepto en algunos pocos casos
inusuales clasificados como “milagros”. En este punto, la
religión se separa de la superstición. Y esta última, abonada
por una clase de gente cada vez menos inteligente a medi-
da que pasaba el tiempo, adquiría un elenco extravagante
y fantástico que no habría tenido si se hubiera sometido
a un severo análisis por parte de mentes más despiertas o
por la organizada disciplina de la ortodoxia. Tendió a de-
sarrollarse en localizaciones pequeñas y a fragmentarse en
diversas versiones rivales, y quizás contradictorias entre sí.
Al mismo tiempo iba recibiendo aportaciones ocasionales
de la religión dominante, que corría paralela, adoptando en
ocasiones ideas religiosas de una forma degradada o po-
pularizada. (Viernes Santo, creencias, etc.). Enciclopedias-
Religión-Magia-superstición. Ver “La Rama Dorada”.
10. Las supersticiones tuvieron un crecimiento posterior
entre personas ignorantes e irracionales del mismo modo
que en tiempos primitivos, debido a que los elementos que
intervenían eran idénticos: mentes desinformadas sin racio-
cinio que se enfrentaban a fenómenos naturales que temían,
no entendían, y sobre los que deseaban influir. Los nuevos
descubrimientos y desarrollos (nuevas costumbres o modos
de vida cotidianos) provocaron nuevas supersticiones entre
los ignorantes exactamente por el mismo principio con el
que se desarrollaron las primeras.
11. Por tanto, toda raza y cultura tiene un inmenso baga-
je de superstición de masas, una combinación de: 1) creen-
cias primarias comunes a toda la humanidad; 2) creencias
particulares en la historia de la cultura; 3) préstamos y
adaptaciones, tanto antiguas como recientes, de otras cul-
turas; 4) adopciones de la religión dominante; y 5) acuña-
ciones recientes de nuevos fenómenos en la experiencia
de la cultura. Las partes de este cuerpo de mitos tienden
a interactuar unas sobre otras y a producir una especie de
homogeneidad en cuanto al tono y ambiente, que en oca-
siones provocan modificaciones de algunas de las creen-
cias en cuestión. Este conjunto de supersticiones, siempre
divididas en clases, cada una de las cuales conserva ciertas
características y detalles muy persistentes, se transmite a
generaciones sucesivas ligeramente coloreadas mediante
adiciones en el curso de la repetición, pero siendo fiel en
lo general a las líneas tradicionales. Resulta imposible con-
siderar todas las supersticiones, pero en la medida que a
nosotros respecta, solo las de nuestras razas europeas son
de importancia vital.
Aunque entre las razas europeas individuales cada una
tiene su mitología particular, todas están tan estrechamen-
La más básica correlación Naturaleza-Mito es similar
en todas las razas y culturas, no importa cuán lejanas
sean.
el esc
é
ptico
69
anuario 2016
te conectadas culturalmente, pues con frecuencia adoptan
la del vecino, por lo que podemos suponer con razón la
existencia de una cosa así como un fondo colectivo de
superstición europea, que podemos considerar como
una unidad dividida en distintos apartados según el tema
(brujería, astrología, espiritismo, etc.), independientemente
de las líneas nacionales. Ahora prepárense para tratar las
supersticiones individualmente en el orden que se desee.
12. (Conclusión) Resumen. La superstición, tanto si es
realmente antigua o de origen más tardío, es el resultado
exclusivo de procesos mentales primitivos: la misma
vieja actitud ignorante enfrentándose a lo desconocido e
intentando hallar explicaciones, favores, salvaguardias e
incursiones hacia el futuro. Ausencia de toda racionalidad
básica: procesos totalmente ajenos y hostiles al espíritu
de la ciencia moderna y la reflexión intelectual. También
hostiles a todas las religiones aceptadas, pues contradicen
sus principios de relación de poderes divinos con la
humanidad, por lo que la existencia de lo sobrenatural en
la religión no puede ser utilizada como una confirmación
de las creencias supersticiosas. Daño y necesidad de una
refutación ya mencionados. ¿Qué refutación mejor que la
amplia difusión de los hechos que rodean sus fuentes y su
historia? Urge publicitar estos asuntos: la sustitución de
una ciega aceptación por el estudio y por una inteligencia
despierta liberará al hombre de una pesada y viejísima
carga.
* El Sol, la Luna, las mareas, el viento, el trueno, la luz y la
oscuridad, las nubes, etc.
† La religión expresa una relación emocional real del hombre
con el infinito, mientras que la superstición continúa explicando
falsamente fenómenos cuya causa natural ya se conoce.
Nota de S.T. Joshi: La Hermandad Oscura y Otras Piezas
(Sauk City, WI: Arkham House, 1966), pp 246-61. Texto
derivado de la AMS (JHL). Sinopsis de HPL para un libro que
combate la superstición, por encargo de Harry Houdini; el trabajo
fue interrumpido por la repentina muerte de Houdini, el 31 de
octubre de 1926. Su colega, CM Eddy, Jr., trató posteriormente de
desarrollar esta sinopsis.
Notas:
1 Roberto García Álvarez, H.P. Lovecraft: El caminante de
Providence. GasMask Editores. 2016.
2 *Richard Anthony Proctor (1837-1888), científico británico,
autor de trabajos como Essays on Astronomy (1872) y The Moon
(1886).
3 Society for Promoting Christian Knowledge, sociedad
anglicana creada en 1698 para fomentar la educación cristiana en
todo el mundo, funciona en la actualidad esencialmente como una
editorial de libros de temática religiosa.
4 Seudónimo del astrólogo inglés Richard James Morrison
(1795-1874), autor de varios libros y un almanaque, el Zadkiel’s
Almanac referido por HPL, donde exponía sus predicciones para
cada año.
5 Seudónimo del astrólogo inglés Robert Cross Smith (1795-
1832). Editó entre 1827 y 1832 sus profecías anuales en The
Prophetic Messenger, serie que continúa aún hoy tras su muerte
con el nombre de Raphael’s Ephemeris, referencia fundamental de
la astrología moderna y, en especial, de la anglosajona.
6 *HPL se refiere a Thomas Hines, Jr., a quien había criticado en su
carta de 1906 al Providence Sunday Journal, “No Transit on Mars”.
7 Importante astrónomo danés del siglo XVI. Describió una
supernova, desterró el origen meteorológico de los cometas, hizo
una primera aproximación al heliocentrismo y diseñó diversos
aparatos científicos. Consideró la astrología como una charlatanería,
aunque, pese a lo dicho por HPL, investigaciones recientes no
han podido confirmar esa presunta aceptación de la misma en sus
primeros trabajos.
8 Pierre Gassendi (1592-1655), filósofo, astrónomo y sacerdote
francés, seguidor del atomismo materialista. Opositor activo a
la astrología, sostuvo una fuerte polémica con el astrólogo Jean-
Baptiste Morin, quien reaccionó prediciendo sin acierto su pronta
muerte.
9 *George Lyman Kittredge (1860-1941), The Old Farmer and
His Almanack (1904). Véase S.T. Joshi, Lovecraft’s Library: A
Catalogue, rev. ed., Hippocampus Press, 2002: p. 504; y Selected
Letters, Arkham House, 1965-76, vol. 2, p. 174).
10 El Old Farmer’s Almanac, es el equivalente en Estados Unidos
al Calendario Zaragozano, las cabañuelas o las témporas usados
en España: métodos tradicionales no científicos de predicción
meteorológica, muy usados antaño en el medio rural.
11 *‘Un astrólogo que no haya estado en prisión no tendrá
ninguna reputación’ Juvenal, Sátiras, VI, 561.
12 *Johann Stöffler (1452-1531), astrólogo alemán y estudioso
del astrolabio. HPL obtiene la información sobre él del artículo
“Astrología” (de Jules Andrieu) en la novena edición de la
Enciclopedia Británica.
13 *William Lilly (1602-1681), astrólogo británico y autor de
almanaques como el Merlini Anglici Ephemeris (1644-1681).
14 *Durante la Guerra Civil Mexicana, el líder revolucionario
Francisco “Pancho” Villa (1878-1923) luchó contra las fuerzas
lideradas por Venustiano Carranza (1859-1920). Carranza derrotó
a Villa en la Batalla de Celaya en 1915, gobernando desde entonces
México como presidente constitucional hasta poco antes de su
muerte.
15 La Casa de Habsburgo, que tras extinguirse su línea en España
en 1700 (la Casa de Austria) solo perduró en el este de Europa y
en Italia.
16 *Shakespeare, Julio César, Acto II, Escena segunda.
17 Vemos que este apellido lo cita HPL varias veces para distintos
personajes ficticios: antes ha aparecido en José Francisco Artmano,
un general norteamericano del futuro.
18 Una de las lunas de Urano.
19 Francis Bacon (1561-1626), padre del empirismo, pensaba
que, limpiando toda la carga de superstición que arrastraba, se
podría encontrar algo de cierto en la astrología si se estudiaba
mediante la razón y el conocimiento científico. Thomas Browne
(1605-1682), polifacético escritor inglés, dedicó buena parte de su
obra al esoterismo.
20 Famoso astrólogo inglés (1602-1681), trató de conciliar la
astrología con sus fuertes convicciones cristianas.
21 Adinerado norteamericano (1855-1916) aficionado a la
astronomía, defendió en un principio el origen artificial de los
canales marcianos, lo que suponía un planeta habitado por una
civilización inteligente. Acabó aceptando la evidencia.
22 *Sir James George Frazer (1854-1941), antropólogo británico
y autor de La Rama Dorada (The Golden Bough: A Study in Magic
and Religion, 1890 [2 vols.], 1907-15 [12 vols.], trad. española
de 2011, Fondo de Cultura Económica, México), un hito en la
antropología de la religión.
23 Aquí quizá se está haciendo eco del mito del origen griego
de la cultura aria, existente en la época, dándole veracidad, lo que
podría tener relación con las ideas racistas que, en ocasiones, se han
atribuido a HPL.
24 *Richard Chenevix Trench (1807-1886), teólogo británico y
autor de The Study of Words (‘Sobre el estudio de las palabras’)
(1851).