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os editores de la revista me han pedido una apor-
tación para el monográfico dedicado a Carl Sagan.
He decidido ampliar la propuesta a otras figuras del
escepticismo y hacerlo desde una reflexión nostálgica per-
sonal en una nueva serie («Un escéptico en mi buzón»),
que se intercalará con la serie habitual.
La gran figura del escepticismo mundial que me inició
en este campo nunca ha sido, por desgracia, digna de ilus-
tración filatélica. Me refiero, claro está, a Martin Gardner
y su Fads and Fallacies in the Name of Science (1952).
A este precursor trabajo le siguieron muchos más, la gran
mayoría traducidos al castellano, por suerte. No quiero ol-
vidar su gran contribución a la divulgación científica, muy
especialmente a las matemáticas, durante los 25 años que
escribió su columna de «Juegos Matemáticos» en la revista
Scientific American. En 1976 fue uno de los fundadores del
CSICOP y sería más o menos por aquellas fechas cuando
cayeron en mis manos sus reflexiones sobre lo paranormal.
Otro de los miembros fundadores del CSICOP fue el
aquí homenajeado Carl Sagan.
El primer libro de Sagan que cayó en mis manos fue
The Dragons of Eden – Speculations on the Evolution of
Human Intelligence (1977), en un paperback que compré
a finales de los años setenta en una librería francesa del
Paseo de Gracia de Barcelona (Fig. 1). Todavía conservo
aquel ejemplar (empezaba a soltarme en el inglés y su-
brayaba todas las palabras que desconocía… aunque luego
raras veces las buscaba en el diccionario). Me impresiona-
ron especialmente las referencias a hipotéticos dinosaurios
inteligentes, en base a los trabajos del paleontólogo cana-
diense Dale Russell, muy divulgados años más tarde. Justo
al poco tiempo empezaron los primeros «avistamientos»
de alienígenas reptilianos.
Ese nombre, Sagan, me sonaba, porque en diversos
libros ufológicos era descrito como un debunker. Aunque
por entonces todavía creía que algunos avistamientos de
ovnis podrían ser debidos a visitantes extraterrestres (no-
sotros acabábamos de visitar la Luna y me encantaba la
ciencia ficción), siempre me ha gustado conocer las ideas
Un escéptico en mi buzón
(Nueva Serie)
Carl Sagan
Luis R. González
Fig. 1
Fig. 2
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Fig. 3a
Fig. 3b
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de quienes no piensan como yo, pues son los únicos de
quienes podré aprender algo novedoso. Y así fue.
La vinculación de Sagan con los platillos volantes ve-
nía de lejos. Siempre se mostró escéptico de estas historias
modernas, aunque él mismo defendió en su libro de 1966,
Vida inteligente en el Universo, que algunas leyendas su-
merias podrían indicar una visita extraterrestre a nuestro
planeta en tiempos históricos
1
. Pese a su escepticismo, Sa-
gan defendió en sus inicios que el fenómeno ovni debía ser
estudiado por los científicos, dado el interés que desperta-
ba entre el público. Ese mismo año 1966 Sagan formó par-
te del comité encargado de evaluar el Proyecto Libro Azul,
desarrollado por las fuerzas aéreas norteamericanas para
investigar los platillos volantes. Se señaló la ausencia de
un estudio científico del asunto y se recomenzó un proyec-
to realizado desde ambientes universitarios, la posterior
comisión Condon. El culmen de su contribución ufológica
fue el simposio de la Asociación Astronómica Americana
en 1969, donde Sagan insistió en un tratamiento equilibra-
do del asunto y, junto a conocidos escépticos como Donald
Menzel, se permitió participar a defensores como James
McDonald y J. Allen Hynek. Las charlas y el posterior de-
bate fueron recogidos por el propio Sagan en el libro de
1972, UFO’s A Scientific Debate. Yo conseguí un ejemplar
años más tarde y todavía lo releo de vez en cuando
2
.
Pero hablemos de sellos. En febrero de 2008, desde la
propia Universidad de Cornell (donde Sagan organizó un
curso de pensamiento crítico hasta su muerte) se propuso
que los servicios filatélicos estadounidenses emitiesen un
sello en su honor. Llegaron a realizarse hasta tres bocetos
(Fig. 2).
La propuesta nunca llegó a ver la luz postal… al menos
en los Estados Unidos. Para entender el porqué, debemos
comentar otras facetas más conocidas de la vida de este
astrónomo.
Sagan estuvo asociado con el programa espacial nortea-
mericano desde sus inicios. Como asesor de la NASA con-
tribuyó en muchas de las misiones con sondas robóticas
que exploraron el sistema solar, proponiendo y diseñando
experimentos destinados sobre todo a la búsqueda de vida.
Tanto el bloque filatélico como la hojita souvenir emiti-
dos el 20 de diciembre de 2006 por Guinea Conakry (Fig.
3) incluyen la efigie de Sagan, en relación a la exploración
de Marte. Aunque él se relacionó sobre todo con las son-
das Viking, aquí aparece junto a la más reciente Pathfinder,
porque tras su amartizaje en 1996, la sonda fue renombra-
da como la Sagan Memorial Station en su honor. Nótese
que los dos sellos del bloque dedicados a cada personaje
presentan distinta orientación.
Por otro lado, aunque nunca se relacionó específica-
mente con la exploración del Sol, en Diciembre de 2007,
Guinea Conakry volvió a incluir a Sagan en una de sus
emisiones conmemorando el Año Internacional de la He-
liofísica (Fig. 4).
No hay dos sin tres. El mismo país africano volvió a
incluir la efigie de Sagan en una de sus emisiones de 2012,
dedicada a la primera misión orbital norteamericana, la
Friendship 7, tripulada por John Glenn en 1962 (Fig. 5),
aunque la relación de Sagan con la misión o con Glenn no
sea evidente. A pesar de ello, la imagen escogida, con su
gran sonrisa, nos recuerda su faceta de divulgador y lo bien
que supo transmitir a todos los telespectadores el sentido
de la maravilla y la pasión por la ciencia, especialmente en
su inolvidable serie Cosmos – A Personal Voyage (1980).
En España se estrenó el 15 de julio de 1982 en la primera
cadena de TVE, y lo recuerdo como si fuese ayer.
Con ocasión del lanzamiento de las sondas Pioneer 10 y
11 a principios de los años 70, destinadas a la exploración
de Júpiter y Saturno pero que luego continuaron su viaje
fuera del Sistema Solar, Sagan concibió la idea de incluir
en las mismas un mensaje universal que pudiese llegar a
ser comprensible para cualquier inteligencia extraterrestre
Fig. 4a
Fig. 4b
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que se tropezase con él. La famosa placa también figura en
diversas emisiones filatélicas, como por ejemplo en la hoja
bloque paraguaya de muestra de la figura 6.
La última faceta que me gustaría destacar de Carl Sagan
es su interés por la búsqueda de inteligencia extraterrestre
(el proyecto SETI). Fue uno de los fundadores de la Plane-
tary Society, el mayor grupo mundial de interesados por el
espacio, con más de 100.000 miembros. La hojita bloque
del archipiélago caribeño de San Vicente y las Granadinas
de la figura 7 sirve para ilustrarlo. Y la foto del planetólogo
es la misma que una de las propuesta fallidas para el sello
norteamericano.
Sus ideas al respecto se plasmaron en muchos artículos
y muy especialmente en la ficción, con su magnífica no-
vela Contact (1985). Jodie Foster protagonizó la versión
cinematográfica del mismo título en 1997. Por desgracia,
Carl Sagan no vivió para verla. Yo no me canso de hacerlo
(y de releer la novela, que también lo merece).
En el año 2000, con todos los fastos del milenio, la isla
de Palaos (en el Pacífico) lo incluyó como uno de los vein-
te visionarios del siglo XX, en compañía de figuras como
Marie Curie, Walt Disney, Sigmud Freud, Nikola Tesla,
Stephen Hawking o Booker Washington. Curiosa selec-
ción… casi tanto como las grandes gafas que lo adornan
(Fig. 8).
Notas:
1
Años después, en su libro La conexión cósmica (Plaza & Ja-
nés, 1978) descartó totalmente que los mitos sumerios pudieran
estar basados en extraterrestres.
2
La idea de Sagan como debunker siguió viva tras su muerte.
En uno de los episodios de la magnífica serie televisiva Dark Skies
(1996-97), Sagan era reclutado por el gobierno norteamericano
para ocultar la existencia de los extraterrestres, en línea con las
tesis conspiracionistas de la series. Y en 2016, aprovechando su
aniversario, algún espabilado ha publicado un libro defendiendo
tal absurdo: http://thesaganconspiracy.com.
Fig. 5
Fig. 7
Fig. 6
Fig. 8