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DESENTRAÑANDO LA REVOLUCIÓN DE LA ACUPUNTURA

En los albores del nuevo milenio todas las esperanzas 

estaban puestas en la revolución de la medicina, que pare-

cía inminente. Investigaciones realizadas entre 1997 y 2003 

indicaban que la acupuntura estaba a punto de incorporarse 

a la medicina común. Estas investigaciones mantenían la 

esperanza de una nueva medicina integral que combinara 

la fuerza intelectual de la medicina más avanzada con la 

intuición de la medicina alternativa. Fue en ese momento 

en el que las dos organizaciones gubernamentales más re-

nombradas del mundo (la Organización Mundial de la Sa-

lud (OMS) y los Institutos Nacionales de la Salud (NIH)) 

emitieron informes que aprobaban la acupuntura como una 

terapia efectiva para tratar ciertas afecciones. Aunque los 

NIH advertían que era necesaria más investigación, las con-

clusiones eran alentadoras: “Hemos obtenido resultados 

prometedores que muestran, por ejemplo, la eficacia de la 

acupuntura para tratar la náusea y los vómitos posoperato-

rios en adultos y el dolor dental posoperatorio

.

 Existen otras 

situaciones en las que la acupuntura puede ser útil como 

tratamiento complementario, como alternativa adecuada o 

como parte de un programa de gestión integral, tales como: 

adicción, rehabilitación tras una apoplejía, dolor de cabe-

za, dolores menstruales, codo de tenista, fibromialgia, do-

lor miofascial, osteoartritis, lumbalgia, síndrome del túnel 

carpiano y asma” (NIH Acupuncture Consensus Statement 

Online).

Esta aprobación tan general le abría las puertas a una 

nueva época en la medicina.

Estos documentos se continúan citando desde su publi-

cación como prueba de que la acupuntura debería integrarse 

en la práctica médica convencional. Los partidarios de la 

Ley de Cobertura Federal de la Acupuntura de 2009 (H.R. 

646), un proyecto de ley patrocinado por el representante 

de Nueva York Maurice Hinchey y que obliga al Medicare

a cubrir los tratamientos con acupuntura, continúan usan-

do la aprobación del informe de los NIH para justificar la 

inclusión de la acupuntura en el sistema sanitario público. 

Hinchey escribió una carta a sus compañeros del Congreso 

pidiéndoles que apoyaran el proyecto de ley H.R. 646, en 

la que se refería explícitamente a la supuesta aprobación de 

los NIH de la acupuntura: “Todos nosotros representamos 

a votantes que sufren dolor crónico, migraña, osteoartri-

tis, adicciones, síndrome del túnel carpiano, fibromialgia o 

que se están recuperando tras una apoplejía... ¿Sabían que 

los Institutos Nacionales de la Salud han descubierto que 

la acupuntura es un tratamiento efectivo para todas estas 

dolencias?”.

Mientras que en 1993, el año en que el proyecto de ley 

fue presentado por primera vez, solamente fue respaldado 

por otros cinco representantes, en 2006 ya contaba con el 

apoyo de 51 representantes (H.R. 646 Fact Sheet). A pesar 

de que la aprobación de esta propuesta es poco probable, 

muestra claramente el poder legitimador del comunicado 

de los NIH en 1997. Parece ser que este informe abrió las 

Los documentos de la OMS y los 

NIH basaron sus conclusiones en un 

corpus que muchos científicos hoy 

día consideran plagado de errores 

metodológicos

La acupuntura:

Una evaluación científica

Informe de situación elaborado por la oficina de 

política pública del “Center for Inquiry”

1

Parte II

Robert Slack, JR.

(Traducción de Amaranta Heredia Jaén)

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puertas a la incorporación de la acupuntura en nuestras ins-

tituciones sanitarias más importantes.

Las pruebas, sin embargo, nos alejan inexorablemente de 

la posición defendida por la OMS y los NIH. Los documen-

tos de la OMS y los NIH basaron sus conclusiones en un 

corpus que muchos científicos hoy día consideran plagado 

de errores metodológicos. El investigador Edzard Ernst ca-

lificó el informe de la OMS como “probablemente la visión 

general más exageradamente optimista” sobre la acupuntura 

(Ernst, 2006, 129). Esta recopilación incluía muchas inves-

tigaciones realizadas en China, país donde el gobierno co-

munista está muy interesado en promover la acupuntura. En 

general, las investigaciones chinas tenían muy poca calidad, 

y algunas de ellas exigían mejoras sanitarias escandalosas, 

lo que debería haberlas excluido de la recopilación (Ernst y 

Sigh, 71-72).

El estudio de los NIH ha sido duramente criticado por 

la composición del comité revisor, compuesto mayoritaria-

mente por personas que practicaban la acupuntura o la de-

fendían. En el comité no fue incluido ningún investigador 

que hubiera publicado algo negativo sobre la acupuntura 

(Sampson, Wallace). El estudio de los NIH se vio afectado 

por un problema metodológico que afecta a todas las in-

vestigaciones  sobre  acupuntura:  la  dificultad  de  encontrar 

un  placebo  adecuado.  Crear  un  placebo  en  acupuntura  es 

mucho más difícil que darle a un grupo pastillas de verdad 

y al otro pastillas de azúcar, ya que esta técnica implica la 

sensación de que te pinchen la piel con agujas (Ernst y Sing, 

68). Para conseguir unos resultados precisos, tanto el grupo 

que recibe el tratamiento como el grupo control han de creer 

con la misma convicción que están siendo tratados. Hace 

mucho tiempo que los científicos saben que el efecto pla-

cebo es muy potente en la percepción del dolor. Un estudio 

realizado por Henry K. Beecher y publicado en 1955 en el 

Journal of the American Medical Association señalaba que, 

de media, el efecto placebo representa el 35% de mejora en 

los síntomas, con porcentajes que oscilan entre el 21% y el 

58% dependiendo de la afección (citado en Lasagna, 1236).

Cada vez resulta más claro que el verdadero responsable 

del optimismo que generó la mayor parte de las investiga-

ciones sobre acupuntura publicadas entre los años seten-

ta y los noventa [del siglo XX] fue el efecto placebo. Sin 

embargo, desde que se consiguieron agujas placebo en la 

última década (agujas que se retraen igual que los cuchi-

llos para espectáculos), los investigadores han empezado a 

evaluar los efectos terapéuticos de la acupuntura de manera 

más precisa. Como resultado, se han desmantelado prácti-

camente todas las reivindicaciones de la acupuntura. El es-

tudio de 1997 de los NIH se puede leer on-line y ahora lleva 

la siguiente advertencia: “Este estudio tiene más de cinco 

(Foto: Adrigu, www.flickr.com/photos/97793800@N00/)

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años y su único valor es de naturaleza histórica. Debido al 

carácter acumulativo de las investigaciones en medicina, 

inevitablemente existe nueva información en este campo 

de conocimiento [...]. Probablemente parte de este material 

esté anticuado y, en el peor de los casos, sea erróneo” (NIH 

Acupuncture Consensus Statement Online).

Aquellos que quieren promocionar el poder curativo de 

la acupuntura, y el de la medicina tradicional en general, en-

cuentran fácilmente estudios que muestran que la acupuntu-

ra reduce el dolor e incrementa la movilidad de las personas 

si las comparamos con otras que no reciben ningún trata-

miento. Un periodista, después de leer un estudio en el que 

se comparan los resultados positivos de un tratamiento con 

acupuntura con los de ningún tratamiento, puede concluir 

que existen “pruebas alentadoras” de su efectividad. Pero 

éste es un criterio inadecuado a la hora de medir cualquier 

terapia médica. Una interpretación más precisa de estos es-

tudios muestra que la acupuntura no ha logrado demostrar 

ningún beneficio evidente más allá del grupo de control. La 

mayoría de los de los estudios más recientes sugieren ro-

tundamente que los efectos positivos de la acupuntura se 

deben principalmente a una predisposición optimista pre-

concebida. El estudio de las últimas publicaciones revela 

dos cuestiones: que los resultados de la acupuntura real son 

muy parecidos a aquéllos de la acupuntura placebo y que, 

para muchas afecciones, el efecto positivo de la acupuntura 

es inexistente.

—  Revisión sistemática: Edzard Ernst, en su trabajo, 

excluye un gran número de estudios que utilizan una meto-

dología dudosa e incluye el 54% de los que no están adecua-

damente aleatorizados. Concluye: “Las nuevas agujas pla-

cebo permiten llevar a cabo experimentos con un grupo de 

control adecuado y a ciegas tanto para los pacientes como 

para los evaluadores [...]. De los 13 estudios llevados a cabo 

hasta la fecha, nueve no muestran ninguna diferencia signi-

ficativa entre la acupuntura real y la falsa en los resultados 

directos. Por tanto, la mayor parte de estos experimentos 

sugieren que los efectos de la acupuntura podrían deberse 

principalmente al efecto placebo.

—  Resumen de los últimos estudios sobre náusea y 

dolor: “En síntesis, si evaluamos rigurosamente la acupun-

tura, las pruebas a favor de su uso en tratamientos contra 

la náusea son contradictorias. Para el alivio del dolor, las 

pruebas no van más allá de su efecto placebo. En la actua-

lidad no hay ninguna prueba verosímil que apoye el uso de 

la acupuntura en el tratamiento de cualquier otra afección” 

(Marcus y McCullough, 1232).

— Dolor asociado a la artritis de rodilla: “Experimen-

tos con un grupo de control sometido a acupuntura placebo 

muestran que la acupuntura tiene beneficios clínicos irrele-

vantes a corto plazo en el tratamiento de la osteoartritis de la 

rodilla. Experimentos con un grupo de control formado por 

personas en la lista de espera (que representaban el grupo de 

control no tratado) sugieren beneficios clínicos relevantes, 

aunque puede que se deban al efecto placebo o a las expec-

tativas” (Manheimer et al.)

—  Revisión sistemática: “Sin embargo, al aplicar un 

criterio de inclusión más estricto, encontramos que ninguno 

de los 35 estudios respaldaba la acupuntura, principalmente 

porque los estudios aleatorizados y a doble ciego eran muy 

escasos. Por otra parte, seis estudios con más de 200 pacien-

tes en experimentos aleatorizados y a doble ciego mostraron 

pruebas consistentes de la inexistencia de beneficios” (De-

rry et al.).

— Dolor de espalda: “En pacientes con dolor de lumba-

go crónico, la acupuntura ha sido más efectiva en reducir el 

dolor que la ausencia de tratamiento, mientras que no hay 

diferencias significativas entre el uso de la acupuntura y el 

de la acupuntura mínima, es decir, la inserción superficial de 

agujas en puntos incorrectos” (Brinkhaus et al., 450).

A pesar de la prudente prosa de estos estudios, queda 

claro que esta terapia no logra reunir los cánones básicos 

de eficacia. Todas estas pruebas no apoyan la idea de que 

nuestro sistema sanitario pueda fortalecerse al incluir la 

acupuntura, sino que cuestionan a voces por qué el gobierno 

federal se ha gastado millones de dólares en integrar este 

tratamiento en hospitales y facultades de medicina sin prue-

bas que lo apoyen.

INTEGRIDAD CIENTÍFICA EN LA INVESTIGACIÓN SOBRE 

LA ACUPUNTURA

El planteamiento de una hipótesis plausible y demostra-

ble representa la piedra angular de la ciencia moderna. Sin 

embargo, la mayor parte de los usos de la acupuntura no 

se han fundado en la bioquímica. Se supone que sus efec-

tos positivos se deben a los reajustes en la canalización del 

chi, una fuerza sobrenatural que no puede conceptualizarse 

ni a través de la física ni de la biología. La hipótesis del 

chi se basa en una concepción metafísica de la acupuntu-

ra, una forma de entender la enfermedad completamente 

acientífica, en contra de nuestra mejor tradición médica. La 

teoría tradicional de la acupuntura se ha visto malograda 

debido a ciertos estudios que muestran que la acupuntura es 

igualmente efectiva aunque se aplique mal. Por ejemplo, un 

reciente estudio sobre el dolor de espalda mostraba que la 

ubicación de las agujas resultaba irrelevante en términos de 

resultados clínicos (Cherkin et al., 2008). En este estudio, 

agujas insertadas arbitrariamente resultaron igual de efecti-

vas que las colocadas en los meridianos correctos. Esto sería 

lo equivalente a un medicamento que funcionara igual de 

bien sin importar qué cantidad o con qué frecuencia lo to-

máramos (Novella, Steven, Science-Based Medicine blog). 

Otro estudio desveló que el profesional ni siquiera necesita 

insertar la aguja, sino que basta con presionar la punta con-

tra la piel, lo que producirá los mismos resultados. Todavía 

más sorprendente resulta otro estudio que demostró que pre-

sionar palillos de dientes contra la piel es igual de efectivo 

(Haake et al.).

La mayoría de los estudios más re-

cientes sugieren rotundamente que 

los efectos positivos de la acupun-

tura se deben principalmente a una 

predisposición optimista preconce-

bida

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La teoría tradicional de la acupuntu-

ra (aquélla que postula que las agu-

jas pueden modificar el flujo de chi 

en el interior de nuestro cuerpo) no 

tiene ninguna validez científica

La teoría tradicional de la acupuntura (aquélla que pos-

tula que las agujas pueden modificar el flujo de chi en el 

interior de nuestro cuerpo) no tiene ninguna validez cientí-

fica. Esta hipótesis depende de la existencia de una fuerza 

energética que no puede ni verse ni medirse, por lo que re-

sulta indemostrable y totalmente especulativa. Es decir, la 

hipótesis no es “falsable”, usando el término acuñado por 

el filósofo de la ciencia Karl Popper. No puede probarse ni 

negarse. La teoría tradicional de la acupuntura sostiene que 

la ubicación de las agujas en el cuerpo es un factor crucial, 

mientras que la investigación demuestra que toda esta teoría 

no tiene ningún fundamento. La práctica de la acupuntu-

ra tradicional se basa en una teoría que es manifiestamente 

falsa y para la que no hay espacio en la medicina moderna.

Algunos partidarios de la acupuntura han tomado una 

decisión prudente al abandonar todo el lastre metafísico 

de la acupuntura tradicional y desarrollar lo que han lla-

mado  la  “acupuntura  clínica  occidental”  (White,  33).  Es-

tos investigadores sostienen que los potenciales beneficios 

terapéuticos de la acupuntura se deben a la “liberación de 

péptidos  opiáceos  y  serotonina”  y  a  otros  efectos  fisioló-

gicos (íbid., 33). Esta hipótesis intenta explicar la acupun-

tura en términos biomédicos, el único camino válido para 

integrar la acupuntura en la práctica médica convencional. 

Aunque esta interpretación de la acupuntura la sitúa en pie 

de igualdad en el terreno teórico con otras teorías, también 

socava duramente su concepción como arte holístico de sa-

nar que requiere una consideración especial. Si la acupun-

tura se puede explicar en términos de procesos fisiológicos, 

¿por qué hay que integrarla? ¿Se diferencia acaso de otras 

formas de medicina manipulativa como la electroestimula-

ción del tejido muscular o la fisioterapia reforzada? Una te-

rapia que se puede explicar con procesos convencionales es 

convencional. Cuando la acupuntura se explica en términos 

biomédicos, su reivindicación del estatus de “alternativa” 

pierde toda su fuerza. Como mucho, se la podría considerar 

una contribución menor a una limitada subárea dentro de la 

medicina relativa a la musculatura.

El Center for Inquiry (CFI) cuestiona la existencia de una 

clase especial de medicina llamada “alternativa”, ya que la 

única premisa bajo la que se aceptan sus beneficios terapéu-

ticos está basada en la bioquímica más corriente. El resto de 

las explicaciones recurren a lo metafísico y se rechazan de 

manera categórica. Al fin y al cabo, la acupuntura ha de reu-

nir las mismas condiciones que cualquier otra terapia para 

ser aceptada como tal: demostrar con números que afecta de 

manera relevante a ciertos procesos bioquímicos. Sin em-

bargo, si los efectos de la acupuntura son puramente bioquí-

micos, ¿por qué necesita un apoyo especial? Despojada de 

su aura de espiritualidad, la acupuntura se convierte en el 

arte de insertar agujas vacías en cualquier parte del cuerpo. 

El  CFI  no  acepta  la  categoría  forzada  de  “medicina  inte-

gral” ya que creemos que no hay nada que integrar. Si una 

(Foto: www.flickr.com/photos/superfantastic)

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terapia tiene efectos positivos (y las pruebas sugieren que la 

acupuntura no los tiene) la explicación no es mística, sino 

totalmente corriente. La acupuntura se merece sobrevivir o 

desaparecer por sus propios méritos.

A menudo, los partidarios de la acupuntura argumentan 

que no es justo juzgar esta terapia con los mismos paráme-

tros reduccionistas con los que se evalúa la medicina oc-

cidental. Para los defensores de la medicina alternativa, el 

éxito de la terapia no se observa en la disminución de la 

patología, sino en un estado global de bienestar. Argumen-

tan que las investigaciones no logran medir estos efectos 

holísticos de terapias como la acupuntura. Un artículo pu-

blicado por la Facultad de Medicina de la Universidad de 

Carolina del Norte, en Chapel Hill, hace la distinción entre 

la “validez interna” de un tratamiento y su “validez externa” 

(citado en Marcus y McCollough). Esta distinción hace pen-

sar que los tratamientos que no pueden basarse en los datos 

de las investigaciones podrían justificarse simplemente con 

ciertas impresiones clínicas. 

De manera similar, el mayor defensor de la medicina al-

ternativa en este país, el Dr. Andrew Weil, a menudo de-

fiende un sistema similar de doble rasero para evaluar las 

pruebas. “Enseño y pido a la gente que usen unos paráme-

tros variables para evaluar las pruebas”, afirma Weil en una 

historia sobre la medicina complementaria y alternativa 

(CAM) en el U.S. News & World Report. “Cuanto mayor 

sea la capacidad para hacer daño, más exigentes han de ser 

los parámetros para medir las pruebas” (Camarow, 2008). 

Aunque esta afirmación contiene una loable preocupación 

por la seguridad de los pacientes, también sugiere que las 

terapias alternativas deberían juzgarse de manera más per-

misiva, y además da a entender que las terapias alternativas 

son intrínsecamente más seguras. Siguiendo esta lógica, ha-

bría que dar preferencia a los tratamientos que tengan un 

menor efecto fisiológico. No hay ninguna razón que haga 

pensar que la acupuntura bien aplicada no sea segura

(Ernst, 131; Kaptchuk, 380). Las pruebas demuestran que la 

acupuntura es casi absolutamente incapaz de producir tanto 

buenos como malos resultados. De que sea inofensiva, aun-

que espiritualmente evocadora, no se deduce que haya de 

ser evaluada de manera diferente.

El Center for Inquiry coincide por completo con los edi-

tores del The New England Journal of Medicine cuando re-

claman un sólo canon científico: “No podemos aceptar dos 

tipos diferentes de medicina: convencional y alternativa. 

Tan sólo tenemos la medicina que se ha probado adecuada-

mente y la que no lo ha sido, la medicina que funciona y la 

que puede que sí o puede que no” (Angell y Kassirer).

La idea de que la acupuntura necesita asilo político den-

tro de la medicina convencional supone una amenaza a la 

integridad científica. La pregunta que hemos de hacernos es 

la de cómo trataríamos la acupuntura si no fuera un remedio 

popular chino de 3000 años de antigüedad. ¿Qué ocurriría 

si hubiera surgido en un laboratorio convencional de los Es-

tados Unidos? Si así hubiera sido, ¿se la seguiría evaluando 

con unos parámetros divergentes y financiando su integra-

ción en la práctica médica convencional?