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1. Introducción

La psicoterapia, según Wampold (2019), sería aquel 

tratamiento, fundamentalmente interpersonal, basado 

en principios psicológicos, entre un terapeuta entre-

nado y un cliente con una problemática, queja o tras

-

torno. El terapeuta utilizará la psicoterapia como un 

procedimiento para la resolución de la demanda, adap-

tándose al cliente/usuario en particular. Pero, ¿quién 

puede  ejercer  como  terapeuta?    En  muchos  países, 

inclusive España, la práctica de este procedimiento 

profesional y sanitario conlleva regulaciones estrictas, 

con especializaciones añadidas al grado en psicología, 

con competencias que deben acreditarse y con orga-

nismos que velan por el cumplimiento normativo.  

La psicoterapia cuenta con una regulación ética y 

deontológica, una normativa de obligado cumplimien-

to para los psicólogos colegiados. El terapeuta vela 

por los intereses de su cliente, evitando interferir en 

su libertad, acompañándolo en el proceso y dotándolo 

de recursos y estrategias. La aplicación de tratamien-

tos conlleva un acuerdo consensuado. Otros derechos 

serían el de la confidencialidad, el respeto a sus valo

-

res, a su ideología, a sus creencias, etc. Otra cuestión 

relevante y garantista se encontraría en abogar por 

tratamientos basados en evidencias. El artículo 18 en 

concreto señala que 

el psicólogo/a no utilizará medios o procedimientos 

que no se hallen suficientemente contrastados, dentro 

de los límites del conocimiento científico vigente. En 

el caso de investigaciones para poner a prueba técni-

cas o instrumentos nuevos, todavía no contrastados, 

lo hará saber así a sus clientes antes de su utilización.

(COP, 2010, p.4)

El artículo 51, en la misma línea, en relación a la 

publicidad, describe cómo el psicólogo ha de abste-

nerse de emplear denominaciones y títulos ambiguos 

que pueden inducir a error, así como no favorecer pro-

cedimientos de dudosa eficacia. Mientras, el artículo 

19 hace hincapié en que todo material estrictamente 

psicológico queda reservado al psicólogo/a, que se 

abstendrá de facilitárselo a terceros no competentes y 

garantizará también la custodia de los documentos.

Toda esta cuestión garantista, que dignifica nuestra 

profesión, contrasta con la dura realidad que encon-

tramos en las consultas con víctimas y familiares de 

relaciones sectarias. Resulta especialmente sangrante 

y paradójico que la mayoría de las vulneraciones a la 

libertad vinculadas al sectarismo se están desarrollan-

do en la actualidad en un contexto de pseudoterapia o 

de «terapia encubierta»; en tanto que muchos usuarios 

son manipulados creyendo que están ante una «terapia 

normalizada», o más, ante un «tratamiento innovador 

y superior a los abordajes convencionales».

Queremos centrarnos en dos aspectos esenciales 

que, entendemos, están siendo vulnerados, alejándose 

de los principios básicos de la psicoterapia: 

1) Actualmente, la psicoterapia también está siendo 

ejercida por muchas personas sin acreditación sanita

-

ria ni formación que las habilite, pseudoprofesionales 

sin titulación en psicología o psiquiatría. Muchos de 

ellos lo harán nombrándose a sí mismos con términos 

claramente ambiguos que, con frecuencia, transmiten 

al cliente la falsa idea de que disponen de una titu-

lación y una habilitación para su ejercicio. Puede ser 

muy fácil, especialmente para la ciudadanía en gene-

ral, confundir a un psicólogo «de verdad» con un pseu-

doterapeuta. Estos términos ambiguos son en muchas 

ocasiones empleados como una pura estrategia, para 

evitar ser acusados penalmente de intrusismo profe-

sional. Así nacen los «acompañantes emocionales», 

Constelando

Inhumanidad

José Miguel Cuevas Barranquero

Doctor en Psicología. Universidad de Málaga.

 

Cuando la psicoterapia provoca destrucción

Dossier

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los «terapeutas holísticos», los «

coaches

 espirituales», 

los «psicoterapeutas transpersonales» o un sinfín de 

pseudoprofesiones psicológicas.  Las palabras 

terapia

 

terapeuta

 parecen haberse prostituido, en muchas 

ocasiones  acompañadas  de  un  adjetivo  que,  supues

-

tamente, las convierten «en otra cosa»: «terapia equi-

na», «terapia acuática», «terapia regresiva»; «terapeu-

ta cuántica», «terapeuta tarotista» y un largo etcétera. 

Algunos de ellos, en un ejercicio de descaro sin pre

-

cedentes, admiten que «no son psicólogos», a la vez 

que señalan que su actividad es la de ser «terapeuta». 

¿En qué momento la terapia dejó de ser una actividad 

intrínsecamente psicológica?

2) Lamentablemente, a veces tenemos al «enemigo 

en casa». Existen muchos psicólogos con titulación, 

incluso también colegiados, que, lejos de distanciar

-

se de las pseudoterapias, las abrazan y las practican 

dentro de su ejercicio «profesional». Psicólogos que 

desarrollan procesos repletos de «magia» y creencias, 

confiando los resultados a su fe en el método. Abor

-

dar la motivación y las causas de que estas personas 

desarrollen estas prácticas resultaría demasiado largo 

para el propósito de este artículo, si bien podríamos 

resumirlos en dos motivos importantes, que a veces 

también  se  dan  de  forma  conjunta.  El  primero,  un 

error de enfoque o de ignorancia científica: psicólogos 

formados en mágicos procedimientos que, como don 

Quijote, acaban eclipsados con sus nuevos «libros de 

caballería». En ellos, no será rara la mezcla de prácti-

cas psicológicas convencionales y efectivas con otras 

mágicas. El segundo motivo, probablemente menos 

habitual, pero también presente en la profesión, son los 

beneficios secundarios de aplicar pseudoterapias: «el 

interés». El psicólogo puede entender que esta «nue-

va propuesta» puede resultar atractiva para el cliente 

y que, por tanto, puede conllevar un mayor éxito labo-

ral y económico. Hay que considerar, adicionalmente, 

que en ningún momento los psicólogos pasan por un 

examen de «competencia mental»; o sea, que también 

podemos encontrarnos con casos de profesionales con 

graves psicopatologías que, en posesión de su titula-

ción y con los requisitos necesarios, pueden ejercer la 

profesión de una manera alterada por su particular y 

perturbada forma de entender el mundo.

Esta cuestión de la pseudoterapia no implica una 

cuestión de «agresión intencional», de hecho la ma-

yoría de pseudoerapeutas creerán estar haciendo «el 

mejor de los trabajos»; esa «buena fe» no contrarres

-

ta el peligro, puesto que se aplican «tratamientos» no 

evidenciados que pueden llevar, a veces accidental-

mente, a las peores consecuencias. En algunos casos 

también se riza el rizo y nos encontramos que algunos 

de estos «pseudoterapeutas» (con o sin titulación) em-

plean tales prácticas con un objetivo de sometimiento 

del cliente, en el sentido de que a veces, algunas de es-

tas metodologías también son usadas por personas con 

rasgos psicopáticos de la personalidad, por manipula-

dores cuyo objetivo central será maximizar su propio 

beneficio. Por otro lado, también nos encontramos con 

sectas coercitivas que en ocasiones desarrollan pseu-

doterapias, en tanto que pueden resultar atractivas para 

la captación, o por su poder y capacidad para vencer 

resistencias, para moldear al adepto o para generar 

cambios deseados por la jerarquía.

En todas estas prácticas pseudoterapéuticas, la ética 

y las consecuencias dañinas, la iatrogenia, serán una 

realidad evidente que hay que poner sobre la mesa.

2. El origen: algunas «semillas sectarias»

Aunque el origen de estas prácticas resulta mu-

cho más complejo, existen algunos tópicos, algunos 

Imagen de

Gerd Altmann

en Pixabay

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riesgos vinculados estrechamente a la problemática. 

Los denomino «semillas sectarias», ya no solo porque 

suelen estar presentes en la mayoría de sus practican-

tes, sino porque, desde mi punto de vista, los «prepa-

ra» y los hace más vulnerables a adoptar creencias y 

actividades peligrosas. 

Al igual que ocurre con la «escalada» del mal, en la 

que algunas personas van aceptando e interiorizando 

gradualmente nuevas prácticas lesivas y dañinas que 

las preparan para ir avanzando progresivamente en 

mayores desviaciones morales, también parece existir 

una especie de «escalada del magufismo», un ascenso 

progresivo del abandono de la capacidad crítica, en el 

que la persona incrementa gradualmente su capacidad 

para tolerar y aceptar lo irracional. Se puede comen-

zar por interiorizar pequeños esquemas aparentemen-

te inocuos que darán pie a que en el futuro se puedan 

aceptar  otras  creencias  ramificadas  más  inverosími

-

les. De esta manera, podemos entender que personas 

que han estudiado carreras universitarias, o que han 

pasado por cierta formación en ciencia (aunque les 

haya servido de poco), acaben aceptando, creyendo 

y, posteriormente, defendiendo activamente creencias 

más próximas al delirio que a la realidad. Es así tam-

bién fuera de grupos coercitivos, donde existen perso-

nas aparentemente normales que acaban convencidas 

por terceros (o por informaciones de terceros) de que 

entre nosotros viven «reptilianos» que pretenden con-

trolar a la humanidad, que la Tierra es plana, que es 

hueca (no creo que «plana» y «hueca» sea compatible 

simultáneamente), o que las élites nos envenenan asi-

duamente con 

chemtrails 

esparcidos por aviones.

Vamos a resumir algunas de tales «semillas» sectarias:

1) 

Nueva Era

: sería una especie de ideología, ya 

un tanto vetusta, que, inspirada en la astrología, pre-

coniza un cambio de era: caminamos hacia la «Era 

de Acuario». Un cambio que sostiene la creencia en 

un próximo profundo cambio de conciencia, una es-

peranza de hermanamiento de la humanidad y una 

vuelta a los orígenes (Cuevas, 2016). Esta vuelta su

-

pondría un mayor contacto con la naturaleza, siendo 

la «letra pequeña» un desprecio absoluto del progre-

so y la tecnología. En la práctica, un insostenible y 

falso ecologismo abogando por prácticas imposibles 

de implementar y un falso 

hippismo 

(las modas y los 

intereses económicos están también presentes), que 

también bebe de la pseudociencia, en tanto que suele 

recoger los consejos basados en creencias esotéricas a 

la par que rechaza las verdaderas soluciones. La Nue-

va Era enfatiza «lo emocional» frente a «lo racional»; 

rechaza las religiones tradicionales o, al menos, la re-

ligión católica, si bien abraza con firmeza creencias 

esotéricas y espirituales, así como también la influen

-

cia de otras religiones exóticas u orientales. Uno de 

los problemas más graves de la Nueva Era es su des-

confianza hacia la ciencia, lo que incluye un rechazo 

a la sanidad convencional y la apertura a nuevas for-

mas de consumo: pseudoterapias, alimentación «eco-

lógica», actividades recreativas en la naturaleza, etc. 

Sus creencias también suelen influir en los estilos de 

crianza, apegados a pedagogías «alternativas», nor-

malmente al margen de toda evidencia. En este senti-

do, suelen propugnar la creencia de que los menores 

deben aprender «por sí solos», resultando un estilo de 

crianza excesivamente permisivo o proteccionista, en 

la creencia de que cualquier corrección o castigo re-

presenta una forma de abuso traumatizante. También 

parece vinculada a la defensa del parto natural, sus-

tituyendo en ocasiones las matronas y demás perso-

nal sanitario por asistentas «doulas» (que pueden ser 

«creyentes» sin titulación sanitaria), que acompaña-

rán y «guiarán» a las futuras madres en el embarazo y 

parto, incluyendo también consejos de crianza u otras 

orientaciones. 

2) Conspiranoia

: es el arma perfecta para romper 

el pensamiento crítico. Prepara a la persona para des-

confiar,  especialmente  de  todo  aquello  relacionado 

con el poder. Instalar la conspiranoia puede resultar 

relativamente fácil, generando y generalizando la 

desconfianza  sobre  cualquier  cosa;  poniendo  sobre 

la mesa la idea de que detrás de todo está «la élite» 

Muchos usuarios son manipulados 

creyendo que están ante una «terapia 

normalizada», o más, ante un «tratamiento 

innovador y superior a los abordajes 

convencionales»

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que nos oculta cuestiones importantes y nos manipula 

a  su  antojo. Y  está  claro  que  existir  existirán  cons

-

piraciones reales, pues el ser humano tiene la virtud 

del engaño y la mentira y en tanto  que en la reali-

dad existen grupos de poder, también existirán inte-

reses ocultos. Pero más allá de tal realidad, inducir 

a la conspiranoia conlleva un gran poder para quien 

induce  tales  esquemas.  El  influenciado  conspiranoi

-

co se siente «alguien especial», alguien que accede a 

un nuevo conocimiento «vetado» a la humanidad. Un 

ser «elegido» que tiene el acceso a «la verdad», fren-

te al «rebaño social» que «vive en una mentira». ¿Y 

qué verdad le inducen?, pues la que cualquier grupo 

o persona conspiranoica (o interesada) pueda querer 

implantar. La conspiranoia contribuye a que la perso-

na, debido a su desconfianza en el sistema, se aparte 

y se aísle socialmente, lo que supone que tenga una 

menor accesibilidad a fuentes de información oficia

-

les, poniendo de relieve y ensalzando como verídicas 

las nuevas fuentes de conocimiento / adoctrinamien-

to de las que la persona bebe (aunque estas incluyan 

contenidos disparatados). Esta nueva fuente de infor-

mación se mueve cada vez más a través de las redes 

sociales, como grupos privados de Telegram, páginas 

en Facebook, foros de internet, blogs, etc. Resulta una 

estrategia ideal para cualquier secta o para cualquier 

charlatán: «el mundo te ha engañado, desconfía de to-

dos, el sistema está corrupto, las fuentes de autoridad 

en las que creías no sirven… pero no te preocupes, 

que estamos aquí para acompañarte, para informarte, 

para acercarte a la realidad y llevarte al éxito». 

3) Negacionismo

: muy conectado con la conspira-

noia. Implica la negación de un hecho a pesar de que 

existan evidencias que demuestren su realidad. En 

ciertas ocasiones, el negacionismo emerge del interés, 

como puede ocurrir con el afán de algunas corpora-

ciones de negar el cambio climático o con el recha-

zo de la teoría de la evolución por parte de algunas 

religiones (Marina, 2021). En otras, el negacionismo 

puede estar vinculado con características de persona-

lidad como la rigidez mental o la dificultad para tole

-

rar la incertidumbre o la ambigüedad, o bien con el 

poder que tienen creencias previas, que condiciona-

rían la negación de ciertas realidades en busca de «co-

herencia». El negacionismo también puede producir-

se dentro de un proceso de aceptación y conformidad 

con las creencias compartidas de un grupo al que se 

pertenece (real o virtual), dentro de una influencia so

-

cial normativa. De una forma u otra, el negacionismo 

contribuirá a que la persona se encuentre motivada 

a rechazar múltiples informaciones contrastadas, no 

tolerando evidencias contrarias a sus creencias y, en 

el sentido contrario, abrazando y aprendiendo faná-

ticamente argumentos que se posicionan en línea con 

sus nuevas creencias negacionistas. Aunque con la 

pandemia el negacionismo ha crecido notablemente, 

entrando con fuerza en un alto porcentaje de la pobla

-

ción, no es un fenómeno nuevo. Ya mucho antes cir-

culaban múltiples teorías contrarias a la vacunación 

de enfermedades o grupos que sostenían que el VIH/

SIDA no existe.

Todas estas semillas permiten comprender que 

haya personas altamente motivadas para abrazar co-

rrientes pseudocientíficas y, al mismo tiempo, negar 

y oponerse a las evidencias científicas. Estas personas 

tenderán a desconfiar profundamente de la ciencia por 

considerar que está alineada con «el poder», del cual 

desconfían y al que consideran un enemigo. Por otro 

lado, suelen relacionar el sistema científico y la tec

-

nología con la industria y, por ello, con la destrucción 

ecológica (Marina, 2021).

3. Constelaciones familiares: cómo funcionan

Vamos a centrarnos en una de estas pseudoterapias, 

las constelaciones familiares (en adelante, CF).

A modo de «palabras clave», encontramos que las 

CF se han enmarcado dentro de la denominada 

Tera-

pia Gestalt

, si bien, también se relaciona con frecuen-

cia con la 

Psicología Transpersonal

.

Fueron creadas y desarrolladas por Bert Hellinger 

(2001, 2006, 2010) como un procedimiento de Tera

-

 Existen muchos psicólogos con titulación, 

incluso también colegiados, que, lejos 

de distanciarse de las pseudoterapias, 

las abrazan y las practican dentro de su 

ejercicio «profesional»

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pia Sistemática Familiar, que explicaría los problemas 

psicológicos de las personas en la transmisión genera-

cional. Los conflictos, las preocupaciones familiares, 

las culpas no asumidas y los comportamientos pro-

blemáticos viajarían y afectarían a sus descendientes 

futuros. El sufrimiento actual de la persona sería un 

síntoma consecuente de su intento de equilibrar, de 

forma inconsciente, todas las desgracias vividas por 

sus antepasados (Ruiz, 2019; Alonso, 2005). Esta 

transmisión,  más  allá  de  ser  fruto  de  una  influencia 

cultural, se transmitiría a través de una «energía su-

perior», el denominado «inconsciente colectivo», en 

el que estarían conectados todos los miembros de la 

familia (vivos y difuntos, sean estos conocidos o no 

por la persona). Se intuye por tanto un marco espiri-

tual, que se visualiza incluso más cuando entramos en 

su fundamentación teórica: las «leyes» u «órdenes del 

amor». La persona 

constelaría 

para «equilibrar» o res-

tablecer el orden familiar, para así poder recuperar su 

bienestar. Esto genera una gravísima falacia atributiva, 

en la que todos los problemas actuales, más que diri-

girlos a una responsabilidad interna o centrarlos a un 

medio más cercano y controlable, quedarían vincula-

dos a las historias traumáticas de sus antepasados. Se 

parte de la creencia de que, aunque el cliente podría 

desconocer su «trauma» del pasado, este sería el ver-

dadero detonante de todos sus problemas. Todo ello da 

pie a que en algunas CF puedan generarse y validarse 

dentro de la «terapia» distintas fantasías o delirios. La 

búsqueda personal de estos «traumas» podría resultar 

en «hallazgos» azarosos intensos (reales, exagerados o 

fantasiosos) que, a pesar de su improbable influencia 

actual, adquirirían la propiedad de «causa irrefutable», 

lo que alejaría a la persona de resolver sus verdaderos 

problemas, obviando otros posibles antecedentes más 

probables, más cercanos y controlables.

Esta cuestión puede resultar aún más grave, pues 

detrás de toda CF existe al menos un 

facilitador 

constelador

, que sería la persona responsable que va 

haciendo preguntas sobre la familia, explorando múlti-

ples opciones traumáticas acontecidas (enfermedades, 

fallecimientos prematuros, violaciones, abusos o mal-

tratos, exclusiones de miembros de la familia, etc.), lo 

que podría añadir una posible dirección e inducción 

dentro de un contexto muy sugestivo, en el que las 

emociones habitualmente fluyen con gran intensidad. 

El facilitador intervendrá exponiendo al participante 

unas supuestas «frases sanadoras»; también controlará 

el medio de representación, así como el espacio don-

de cada participante se ubica. También existen otros 

formatos con sus propias reglas, como algunos en que 

los participantes se guían y mueven en el escenario se-

gún su propio criterio. De hecho, otro formato bastante 

extendido es la realización de una CF simbólica que 

se  representa  a  través  de  figuras,  habitualmente  con 

muñecos articulados como los Playmobil o piezas de 

ajedrez.

Otro grave riesgo de las CF, en sus formatos gru-

pales, es la exposición de datos e información privada 

del cliente delante de terceros. Y es que, además, las 

CF suelen realizarse entre desconocidos, a modo de 

«teatro terapéutico» con otros participantes, los 

repre-

sentantes

, que observan o que en un momento dado 

serán elegidos para representar el papel del familiar 

o ancestro que corresponda. Todo esto sin que los 

re-

presentantes

 conozcan realmente a las personas que 

supuestamente «interpretan» y en muchas ocasiones, 

dirigidos por el 

facilitador

. Los participantes de las CF 

afirman que las sesiones suelen ser muy sugestivas e 

intensas, que las personas salen muy «removidas» y 

con la percepción subjetiva de haber hecho un impor

-

tante «descubrimiento» con respecto a su problema. 

Dentro de la representación puede darse la exposición 

de «secretos inconfesables» (reales o no), así como la 

expresión pública de emociones intensas, llantos, gri-

tos, movimientos o posturas atípicas, toda una catarsis 

que compromete a la persona en público y, habitual-

mente, pasando por esta experiencia sin haber recibido 

un verdadero consentimiento informado. Esto, proba-

blemente, lo justificarán argumentando que «la sorpre

-

sa» resulta necesaria para reencontrarse con el equili-

brio mental. De hecho, muchas personas que pasan por 

Parece existir una «escalada del magufismo», 

un ascenso progresivo del abandono de 

la capacidad crítica, en el que la persona 

incrementa gradualmente su capacidad para 

tolerar y aceptar lo irracional

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esta pseudoterapia van descubriendo su funcionamien-

to sobre la marcha, o participando previamente, de for-

ma «voluntaria», en el papel de observadores o de «re-

presentantes». No resulta extraño que incluso tengan 

que pagar por este tipo de participación, ayudando al 

«terapeuta facilitador», pues supuestamente, también 

aprenderán de la experiencia y les dará la oportunidad 

de generar cambios internos. 

4. Otros aspectos controvertidos de las CF

La cosa no acaba aquí. Las CF y muchas afirma

-

ciones de Bert Hellinger no parecen haber envejecido 

nada bien, introduciendo en ellas elementos ideológi-

cos y «recomendaciones» peligrosas e intolerantes (e 

intolerables). A modo de alerta y resumiendo, vamos a 

describir algunas de  tales controversias. 

«La adopción es peligrosa»

Hellinger (2001) afirma que «la adopción es peli

-

grosa». Así, le expresaba a uno de sus seguidores: 

anular la adopción (…) no tienes ningún derecho. 

La adopción es una empresa peligrosa, y el que se in-

volucra en ella sin ningún motivo apremiante lo paga 

muy caro después, sacrificando a un hijo propio o a su 

pareja como compensación.

 (p.26)

Posteriormente, ante la reticencia de dicho padre 

adoptivo a cumplir con la «recomendación» de anular 

la  adopción,  Hellinger  continuó  dando  consejos  res

-

pecto a la formación religiosa del menor: «¿Por qué el 

hijo no puede ir con su padre? ¿Tienes miedo de que se 

haga musulmán? ¡Debería hacerlo!» (p.26).

«Es necesario aceptar con amor la primera rela-

ción sexual, incluso aun cuando esta haya sido nega-

tiva o incluso aunque haya sido forzada»

Hellinger expresa que existe una vinculación por el 

sexo, de modo que la primera relación sexual (bue-

na o mala, voluntaria o forzada) sería la prioritaria. 

Esta primera relación aparecería representada en las 

relaciones posteriores establecidas por la persona. Se-

gún las creencias de los consteladores, sería necesario 

«aceptar con amor» la primera relación, para de este 

modo, poder dar paso a posteriores relaciones exitosas. 

Imagínense el hecho de que una mujer violada tenga 

que «aceptar con amor» dicha relación para poder así 

disponer de relaciones exitosas en el futuro, tal como 

algunos seguidores de Hellinger han defendido, con 

gran polémica, en redes sociales. Este extraño orden 

de prioridades queda bien ilustrado en las publicacio-

nes de Hellinger:

H

ellinger

Tuviste una relación íntima con él ya 

antes de que se casara por primera vez.  

g

ertrud

: Sí.

H

ellinger

: Entonces tú eres su primera mujer. Tú 

tienes prioridad ante todas las demás. Una buena sen-

sación, ¿verdad?

g

ertrud

: Sí, sí, pero es difícil.

H

ellinger

: ¿Qué es tan difícil?

g

ertrud

Pues ahora no tengo la necesidad de tener 

esa sensación. Ahora ya no.

H

ellinger

: La prioridad no depende de lo que uno 

sienta.

g

ertrud

: ¿No?

H

ellinger

: Son realidades que existen indepen-

dientemente de los sentimientos.

(Hellinger, 2010, pp. 10-11)

«La mujer violada no es una víctima»

Siguiendo este mismo principio, Graciela del Cam-

po (diciembre de 2020), una «facilitadora» española 

de CF, hizo unas controvertidas manifestaciones en 

Imagen de Nataliya Vaitkevich en Pexels

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una publicación de Instagram que, como señalaba 

el Colegio Oficial de la Psicología de Madrid en un 

comunicado (15 de enero de 2021) suponían una in-

tolerable  vulneración  del  ordenamiento  jurídico  en 

materia de violencia de género, así como una posible 

apología del delito. Su cuenta tenía entonces más de 

25

.

000 seguidores y exponía una imagen con la si-

guiente frase:

La mujer violada no es una víctima eligió ese des-

tino como parte del proceso de sanación del sistema 

familiar.

Y que continuaba así en el texto bajo la imagen:

Detrás de una violación hay una dinámica incons-

ciente familiar oculta que trata de poner orden y equi-

librar el sistema familiar…

La mujer violada es la que se «ofrece» o se «sacri-

fica» por amor ciego a alguien de su sistema familiar 

para devolver el equilibrio.

Te pongo un caso real: una mujer odiaba a los 

hombres y no quería saber nada de ellos, aunque es-

taba casada con uno. Su marido abusaba sexualmente 

de la hija de ambos. La hija se ofrecía al padre para 

evitar que este se fuera y abandonara a la madre. El 

deseo de la hija de que sus padres estuvieran juntos 

y de demostrarle a su madre que se puede amar a los 

hombres será permitiendo ser abusada por su propio 

padre.

La publicación contaba con 678 «me gusta» en la 

noche del 9 de enero de 2021 (RIES, 10 de enero de 

2021). Según la versión de su misma autora, había 

sido retirada por Instagram, señalando que, aunque 

podría  haberse  malentendido,  reflejaba  lo  que,  para 

ella, era realidad.

(Niña) «

Soy una fulana, y yo misma tengo la cul-

pa del abuso; vosotros no tenéis por qué tener nin-

guna mala conciencia

»

El incesto también fue abordado por Bert Hellin-

ger, proponiendo unas ideas difíciles de sostener ética 

o legalmente (Hellinger, 2010, p. 160):

H

ellinger

: Cuando la niña se acerca de esta ma-

nera a otros adultos, con ello les dice a los padres: 

«Soy una fulana, y yo misma tengo la culpa del abuso; 

vosotros no tenéis por qué tener ninguna mala con-

ciencia». Es nuevamente el amor de la hija el que se 

expresa en ese comportamiento. Si así se lo explico a 

la hija, también en este contexto se sabe buena. Siem

-

pre hay que buscar el amor. Una vez llegado al amor, 

también se encuentra la solución.

d

agmar

: Donde yo no noto en absoluto este amor 

es en los casos de pornografía infantil.

H

ellinger

: Este tipo de objeciones te impide el ac

-

ceso.

«

Cuando un niño es abusado, uno se pregunta 

cómo puede ser que con 4 o 5 años esté atrayendo 

esta situación

»

Interpretaciones parecidas continúan en la actuali-

dad. Así, en enero de 2022, Federico Paz Miguens, 

constelador, 

coach 

espiritual y terapeuta Gestalt (e 

in-

fluencer

, con más de 86 mil seguidores en Facebook 

y 48 mil seguidores en Instagram) ofrecía un discur-

so execrable en torno al abuso sexual infantil en uno 

de sus videos (Noticias.perfil.com, 15 de febrero de 

2022):

Cuando un niño es abusado, uno se pregunta cómo 

puede ser que con 4 o 5 años esté atrayendo esa situa-

ción [...]. No cualquier niño llama sexualmente a un 

adulto. Son solo cierto tipo de niños, con cierto tipo 

de energías.

 En el vídeo, que luego eliminó, continuaba:

Estar en un lugar de perpetrador es horrible. 

Cuando uno la caga, le hace mal a otro, se está vic-

timizando también. El perpetrador es víctima, y la 

víctima es perpetradora, pero está culpando al otro 

y no haciéndose responsable de que a esa violación 

la atrajo.

Las diferencias culturales, base de conflictos

En sus bases también menciona el problema de las 

«diferencias culturales», señalando que tales diferen-

cias iniciarían luchas entre sus miembros, para así 

ocupar la posición más alta. O sea, que las diferencias 

culturales serían origen de conflictos y competiciones 

(Vega, 2022).

El negacionismo contribuirá a que la persona 

se encuentre motivada a rechazar múltiples 

informaciones contrastadas, no tolerando 

evidencias contrarias a sus creencias

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El orden del amor exige que la mujer (y sus hijos) 

sigan al marido 

Continuando con más recomendaciones cargadas 

de creencias ideológicas controvertidas, Hellinger 

(2010) señala que los hijos deben seguir al padre, o 

que la madre debe seguir al marido. Expresa literal-

mente (Hellinger, 2012, p. 258):

el orden del amor en la relación entre marido y 

mujer, y en la familia, por regla general exige que la 

mujer siga al marido. Es decir, que lo siga en lo que 

respecta a su familia, a su idioma ―si es que habla 

otro idioma―, a su cultura, quizá incluso a su reli

-

gión; y también quiere decir que ella les permite a los 

hijos que sigan al padre en este mismo sentido. 

La adicción se crea cuando la madre desprecia al 

marido

Son múltiples las «recomendaciones» controverti-

das, al margen de cualquier  principio científico  que 

las avale, como cuando señala que las adicciones tie-

nen  como base el hecho de que la madre del adicto 

ha despreciado a su marido (Hellinger, 2010. p. 257):

Quisiera decir algo acerca de la adicción. La adic-

ción se crea cuando la madre desprecia al marido, 

y le transmite al hijo la idea de que no viene nada 

bueno del padre, sino solo de ella. En consecuencia, 

el hijo toma tanto que le hace daño. La adicción es la 

venganza del hijo. Se venga de la madre por no poder 

tomar nada del padre. Por tanto, la adicción se cura 

cuando también el padre le da al hijo, y cuando el hijo 

toma del padre; siempre con la mirada puesta en la 

madre…

CF, Nueva Era y Religión

Un elemento interesante sería la relación entre las 

CF y la Nueva Era. Vega (2022) apunta cómo Hellin-

ger cita al gurú Osho, conocido líder —ya fallecido— 

de una secta. Una de estas ideas sería la de creer que 

resolver problemas supone «reflotar al niño que todos 

llevamos dentro», o «sanar al niño interior».

También se hace mención a conceptos religiosos o 

espirituales como los «movimientos del espíritu o del 

alma». Hay que tener en cuenta en estas influencias 

que Hellinger fue teólogo, ejerciendo 16 años como 

sacerdote con zulúes en Sudáfrica (Ruiz, 2019).  Ade-

más, tal como señala Vega (2022), la aplicación de 

las CF establece un gran paralelismo con las fases de 

transformación de la conciencia descritas por la auto-

ra cumbre de la Nueva Era: 1) Despertar, 2) Explora-

ción del Yo, 3) Integración de la Energía y Conexión 

con el «todo» y 4) Conspiración (Ferguson, 1985).

En definitiva, la práctica, según queda descrita en 

los propios manuales de Hellinger (2010, 2006, 2001), 

está cargada de subjetividad y de controversias, de

-

sarrollando  consejos  y  directivas  que  parecen  darse 

«sobre la marcha», muy vinculadas a las creencias, 

valores e ideología de su autor y con una fundamen-

tación teórica que dista de ser falsable o contrastable 

científicamente.  Se asemejaría más a una práctica ba

-

sada en creencias que a un verdadero procedimiento 

terapéutico. 

5. Conclusiones: riesgos y daños

En definitiva, nos encontramos con una pseudote

-

rapia,  las  CF,  basada  en  las  argumentaciones  subje

-

tivas de su creador, Bert Hellinger, que no han sido 

contrastadas empíricamente y cuyas bases teóricas 

distan de ser premisas falsables. Esto a sus practi-

cantes y defensores probablemente les importe poco, 

desarrollando el método y aplicando la pseudoterapia 

en supuestos contextos terapéuticos. En este sentido, 

se desarrollan habitualmente con la apariencia de ser 

un método psicológico innovador, con principios con-

trastados, eficaz y «sin riesgos». 

Desgraciadamente, los riesgos y daños existen, al 

menos según mi experiencia en consulta con víctimas 

y familiares de adeptos a sectas. Por supuesto, como 

decíamos al inicio, habrá practicantes que no hayan 

sufrido iatrogenia, que estén satisfechos con el proce-

dimiento y que su «uso» no haya derivado en daños 

o problemáticas reseñables. No se pone en duda esta 

posibilidad, puesto que, aunque cualquier pseudotera-

pia conlleva un potencial dañino, como ocurre con el 

uso de las drogas, ello no implicaría en sí mismo un 

perjuicio para todos sus consumidores. Por otro lado, 

Otro grave riesgo de las CF, en sus formatos 

grupales, es la exposición de datos e 

información privada del cliente delante de 

terceros. Y es que, además, las CF suelen 

realizarse entre desconocidos

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dado que son procedimientos sugestivos y muy inten-

sos emocionalmente, es muy probable que el placebo 

haga su aparición, lo que puede explicar cierta mejo

-

ría temporal en muchos de sus practicantes. Esta pre-

sencia de «experiencias» y «testimonios» positivos no 

resta la presencia de otros sumamente negativos que 

parecen estrechamente vinculados a esta experiencia 

pseudoterapeutica. 

Resumamos algunos de estos riesgos:
1) 

F

alacia

 

atributiva

: todo el peso del problema 

suele recaer en los traumas acontecidos en genera-

ciones pasadas, posicionando el problema fuera de la 

persona, quedando esta como una especie de «vícti-

ma» de circunstancias en las que no ha participado 

activamente o sobre las que no tiene más control que 

«entender» o «comprender» para así, supuestamente, 

sanar. Esta distorsión puede conllevar una infantili-

zación del cliente; es una «víctima» y no tiene res-

ponsabilidad alguna en sus problemas, que, siempre, 

los han generado otras personas de su entorno o sus 

antepasados.

2) 

a

tribución

 

delirante

: se establece una relación 

causa/efecto entre acontecimientos del pasado (de la 

familia o de familiares fallecidos, incluso desconoci-

dos) y la problemática actual. Esto puede dar pie a 

creencias delirantes o fantasiosas que no se sostengan 

a la luz de la evidencia empírica. 

3) 

a

lejamiento

 

de

 

soluciones

 

reales

: establecer 

una falsa atribución con una pseudoexplicación fun-

cional  del  problema,  unido  a  una  posible  mejoría 

sintomática (efecto placebo), puede llevar a que el 

participante deje de buscar soluciones reales a su pro

-

blema. Hay que tener en cuenta que las CF se aplican 

a trastornos psicológicos, así como también a proble-

mas de otra índole: problemas económicos, enferme-

dades, etc.  Algunos de estos pueden revertir de forma 

natural con el tiempo (independientemente de que se 

apliquen o no CF), pero probablemente otros sigan 

perdurando  y  no  se  les  busca  una  solución  eficaz  y 

basada en evidencias.   

4) 

l

a

 

culpa

 

la

 

tiene

 

mi

 

Familia

: otro riesgo asocia-

do es cargar de forma irresponsable contra familiares, 

atribuyéndoles culpas injustas, lo que puede derivar 

en un aislamiento del medio familiar (o de la pareja). 

Este aislamiento puede ser accidental (iatrogenia) o, 

peor aún, interesado por el mismo facilitador. No re-

sulta raro, tenemos en consulta a múltiples personas 

aquejadas que relatan cómo su pareja, después de una 

CF o de la aplicación de distintos métodos pseudote-

rapéuticos, «decide» dejar la relación. Curiosamente, 

en algunos de esos casos, tras el abandono, se estable-

ce una nueva relación: con el mismo facilitador/a o 

con personas vinculadas a este mismo entorno. 

5) 

l

os

 

abusos

 

sexuales

 

a

 

veces

 

son

 

considerados

 

Funcionales

 

o

 

que

 «

deben

» 

ser

 

perdonados

 

y

 «

acep

-

tados

 

con

 

amor

»

: tal como se ha descrito en el apar-

tado anterior, la doctrina parece justificar al agresor 

y revictimizar a la víctima, llegando a considerarla 

culpable del abuso sufrido.  

6) 

d

eFensa

 

de

 

roles

 

basados

 

en

 

la

 

ideología

 

del

 

patriarcado

 

y

 

de

 

creencias

 

retrógradas

: como se ha 

descrito en el apartado anterior, se muestran muchos 

elementos ultraconservadores y patriarcales (sostie-

nen que el progenitor varón ha de tener una posición 

prioritaria en el sistema familiar). Además, muchas 

«recomendaciones» y directrices están basadas en las 

creencias subjetivas de su autor, no en evidencias em

-

píricas. 

Nos encontramos con casos en los que se dan to-

dos estos riegos. En algunos se han llegado a atribuir 

graves abusos a familiares. Tales abusos (maltratos fí-

sicos, psicológicos o incluso sexuales) han emergido 

dentro de un contexto «terapéutico» (sin que nunca 

antes se hubieran relatado). En algunos de estos casos 

particulares no se encuentran pruebas objetivas de ta

-

les abusos, más allá del relato y la vivencia subjetiva 

descrita por la supuesta víctima, que habitualmente 

cree  con  firmeza  que  tales  hechos  traumáticos  fue

-

ron reales. En ocasiones, hay descripciones reales del 

pasado que son sacadas de contexto o que han sido 

Imagínense el hecho de que una mujer 

violada tenga que «aceptar con amor» dicha 

relación para poder así disponer de relaciones 

exitosas en el futuro, tal como algunos 

seguidores de Hellinger han defendido

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exageradas dentro de la terapia, llevando al extremo 

un hecho aislado o atribuyendo falsas intenciones per-

versas a un hecho real (por ejemplo considerar que si 

un padre alguna vez se rozó accidentalmente con su 

hija al pasar por un lugar estrecho, este sería un hecho 

intencional y perverso para satisfacerse sexualmente; 

o que si alguna vez puso a su hija sobre sus piernas, lo 

hizo con intenciones sexuales). En estos casos, la in-

ducción de creencias y la sugestión están muy presen-

tes, llevando a la persona a valorar como algo posible 

relatos de atrocidades por parte de padres, pareja, u 

otros familiares. Algunos de estos casos han revertido 

en terapia, pudiendo reconocer la sugestión a la que 

fueron expuestas. Otros siguen siendo castigados, su-

friendo las consecuencias de tan graves acusaciones.

También encontramos personas que después de 

unas CF han llegado a sufrir brotes psicóticos. Algu-

nas de ellas, sin haber tenido un historial previo de 

problemas de salud mental. Algunos de tales casos, 

alejados de las CF y reconducidos con una terapia de 

verdad, han conseguido retomar una vida normal.

Por último, considero que sería necesario que des-

de los colegios oficiales de psicólogos y desde las ins

-

tituciones sanitarias, académicas y gubernamentales 

tendría que desarrollarse una postura inequívoca y 

activa contraria a las pseudoterapias, independiente-

mente de que el que las practique sea o no un psicó-

logo colegiado. Tales pseudoterapias dañan a clientes 

(o a «clientes en potencia»), y además generan una 

imagen  distorsionada  de  la  psicología  y  del  trabajo 

que desarrollamos los psicólogos. Una imagen carga-

da de pensamiento mágico, superchería y peligrosas 

controversias, en contraste con la verdadera filosofía, 

práctica y rigurosidad científica que debería caracteri

-

zar a la psicología. 

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