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ara disertar sobre los puntos en común y di-
ferencias entre laicismo y escepticismo, lo
primero que salta a la vista es que en ambos
casos nos referimos a movimientos sociales.
La historia de estos movimientos es larga, pero el
principal punto de inflexión es la Ilustración. De he
-
cho, lo anterior a ella podemos denominarlo
genea-
logía
, y es en la Ilustración cuando nacen y toman
cuerpo propio. Por tanto, ahí damos con un impor-
tante punto de encuentro entre ambos movimientos o,
visto al contrario, a partir de ese momento se dividen
sus caminos.
Laicismo
El laicismo es el movimiento que busca el esta-
blecimiento de las condiciones jurídicas, políticas y
sociales para el pleno desarrollo de la libertad de
conciencia.
Desde la perspectiva laicista, la libertad
de conciencia es la base de los Derechos Humanos,
¿por qué?, sencillamente porque sin ella el resto de
los DDHH no serían diferentes a los derechos de los
animales
(los no humanos, entiéndase), es decir, sin
la libertad de conciencia serían derechos otorgados,
en tanto que se pierde la capacidad de conocer y exi-
gir el ejercicio de los derechos propios. ¿O acaso han
sido manifestaciones de canes y felinos u otras espe-
cies las que han clamado por sus derechos para que el
Gobierno de España legisle sobre ellos? No, han sido
movimientos sociales animalistas, compuestos por
humanos, los que han reclamado estos derechos para
los animales, como han sido, son y serán humanos
quienes clamen por la defensa y ampliación de los
DDHH. Y es que la diferencia radica en la conciencia
en su doble acepción, tanto la relativa a la capacidad
de discernir el bien del mal, como la correspondiente
a la
consciencia
o conocimiento reflexivo de nuestro
propio ser, de la realidad que nos rodea, y cómo ac-
tuamos en ella.
Separación Iglesias-Estado, o del ámbito de lo
público y lo privado
El movimiento laicista se ha centrado histórica-
mente en la separación Iglesias-Estado, expresión en
positivo del anticlericalismo. Merece la pena seña-
lar la definición de
clericalismo
según la RAE, cito
1
:
«influencia excesiva del clero en los asuntos políti
-
cos». Solo implica estar en contra de tal exceso, pero
no implica antirreligiosidad, ni siquiera una censura
de toda opinión que pueda emitir la jerarquía ecle
-
siástica, sino meramente su excesiva influencia en
los asuntos comunes. Así, nos podemos encontrar
con casos de personas que, siendo creyentes, son an-
ticlericales, pero obviamente no son antirreligiosas,
y para muestra un botón: Redes Cristianas, organiza-
ción española de las y los «cristianos de base», es una
muy importante aliada de Europa Laica e integrante
del movimiento laicista, oponiéndose pública y ac-
tivamente a los excesos de la jerarquía católica, y lo
hace desde el seno del propio catolicismo.
Ahora bien, el laicismo no se restringe al anticle-
ricalismo. La separación Iglesias-Estado es instru-
mento
condicio sine qua non
para el pleno desarrollo
de la libertad de conciencia, pero en modo alguno es
suficiente. El establecimiento de las condiciones po
-
líticas, jurídicas y sociales para el pleno desarrollo de
la libertad de conciencia requiere mucho más, y de
Laicismo
y
escepticismo
Pablo Laguna Sánchez
Sociólogo. Europa Laica
El cruce de caminos entre dos movimientos que velan
por el imperio de la razón en el ámbito público
Dossier
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hecho este instrumento se enmarca en un principio de
la laicidad, que es la separación de la esfera o ámbito
de lo público y de lo privado.
En definitiva, hay que tener cuidado de no confun
-
dir la parte con el todo.
Neutralidad del Estado
Otro principio laicista elemental es la neutralidad
del Estado. El concepto de neutralidad es uno de los
más maltratados. Se utiliza en multitud de contextos
diferentes con una infinidad de acepciones que poco
tienen que ver en muchas ocasiones con las que reco-
ge la RAE en el DLE
2
.
La laicidad del Estado requiere la neutralidad res-
pecto a las convicciones particulares. Tradicional-
mente vendría a ser el no-confesionalismo del Esta-
do, sumado al trato de las organizaciones religiosas
igual que al de las no religiosas, es decir el trato no
privilegiado, y más aún, el trato no diferenciado. Pero
hay otras cuestiones que también deben considerarse
desde la noción laicista del concepto pues, como ya
hemos visto, el laicismo no se restringe a la cuestión
religiosa exclusivamente.
Un ejemplo. El Estado, en su concepción weberia
-
na, es el que tiene el monopolio legítimo de la violen-
cia física. La concepción racional conlleva que el uso
de la misma debe estar reglamentado y controlado.
Todo lo que termina concretado en la conformación
de los cuerpos policiales y los militares (aunque no
todos los Estados cuentan con los segundos y, en mi
opinión, ojalá ninguno los tuviese). Pues bien, desde
el laicismo se puede asumir la existencia de un ejérci
-
to por motivos de seguridad, pero lo que no se puede
asumir es el militarismo, es decir, la injerencia de las
fuerzas armadas en la conducción política del Estado,
y tampoco la imposición a la sociedad de los valores
y categorías castrenses.
Escepticismo
Para definir el movimiento escéptico, me remitiré
a los fines de las principales asociaciones de este mo
-
vimiento en España:
ARP-Sociedad para el Avance del Pensamien-
to Crítico (ARP-SAPC)
: impulsa el desarrollo de la
ciencia, el pensamiento crítico, la educación científi
-
ca, el uso de la razón y el laicismo; promueve la in-
vestigación crítica de las afirmaciones paranormales
y pseudocientíficas desde un punto de vista científico
y racional, y divulga la información sobre los resulta-
dos de estas investigaciones entre la comunidad cien-
tífica y el público en general.
El
Círculo Escéptico
tiene como finalidad princi
-
pal fomentar la práctica del escepticismo, entendien-
do por este el pensamiento crítico y racional, como
herramienta indispensable para la comprensión del
mundo y la toma de decisiones en la vida diaria. Con-
sideramos que una posición intelectual crítica es la
mejor herramienta para desenvolvernos en las reali
-
dades natural y social, ante la creciente multiplicidad
de discursos con pretensión de verdad absoluta que
los medios de comunicación difunden.
Claramente, los movimientos laicista y escéptico
están emparentados hasta tal punto que incluso una
de las asociaciones escépticas incluye el laicismo ex-
plícitamente entre sus fines.
De estas definiciones podemos extraer que el mo
-
Pancarta mostrada en Madrid en una protesta contra la visita del papa a España. Imagen de Stéphane M. Grueso en Wikimedia Commons.
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vimiento escéptico promueve el pensamiento crítico,
y esto es fundamental también para el laicismo.
La crítica
La defensa del laicismo implica la defensa de la
libertad de expresión, de opinión, y la libertad de crí-
tica, esto es: poder decir lo que no me gusta de las
creencias de los demás.
Hay un mito muy extendido que es el de la supues-
ta obligación de respetar todas las opiniones. Pues
no, las opiniones son criticables. Se debe respetar a
las personas, no las ideas
Aquí viene el laicismo a defender que cada cual
pueda creer lo que le dé la gana, esté o no fundamen-
tado, o así sea una tontería. Pero también viene a de-
fender que cualquiera pueda criticar cualquier creen-
cia. Confrontar ideas y convencerse mutuamente,
llegar a un punto común o constatar las diferencias.
Pseudociencias
No todas las opiniones son iguales: evolución y
creacionismo no se pueden poner en la misma balan-
za, pues una es ciencia y la otra no.
Cuando el creacionismo pretende demostrarse de
forma «científica», estamos ante un caso evidente de
pseudociencia
. Pero estamos hablando de un conjun
-
to de dogmas, es decir, principios innegables, ante los
que no importa cuánta evidencia se les oponga, pues
solo tienen ojos y oídos para aquello que corrobore
sus proposiciones. Esto se opone a los principios más
básicos de la ciencia.
Pero es que el creacionismo va más allá, y plantea
su homologación a la evolución en el sistema educa-
tivo y que se enseñe en pie de igualdad. Esto es tan
absurdo como plantear clases de terraplanismo como
alternativa a las de geografía.
Aquí es cuando el laicismo viene a separar lo pú-
blico de lo privado. Y es que tanto el creacionismo
como el terraplanismo son creencias a la búsqueda
de una base que las sustente más allá de la religión,
mientras que la evolución es una teoría científica, que
se ha demostrado capaz de explicar la realidad me-
jor que cualquier otra teoría. Hablamos de ciencia
vs
.
pseudociencia, o en estos casos incluso anticiencia,
y solo la primera tiene cabida en el ámbito público.
Ciencia
Hablamos de pseudociencias, e incluso de anti-
ciencia, pero antes de seguir adentrándonos en ese
fangoso mundo, culminemos nuestro repaso concep-
tual. ¿Qué es la ciencia? Puede parecer una perogru-
llada, pero si vamos a hablar de oposición o intrusio-
nes ilegítimas en la misma, debemos tener claro de
qué estamos hablando cuando hablamos de ciencia,
y así podremos dejar en claro de qué no estamos ha
-
blando.
Según la RAE, es el «conjunto de conocimientos
obtenidos mediante la observación y el razonamien-
to, sistemáticamente estructurados y de los que se
deducen principios y leyes generales con capacidad
predictiva y comprobables experimentalmente».
Por tanto, al hablar de ciencia estamos hablando de
conocimiento, de comprobar, de ser capaces de supe-
rar un proceso de crítica, en definitiva, de tener fun
-
damentos. En otras palabras, la ciencia es el conjunto
de conocimientos construidos con una metodología
rigurosa y que son capaces de explicarnos la realidad
de forma que podamos comprender el pasado y hacer
predicciones con un determinado nivel de certidum-
bre. Aclarado esto, ya estamos en condiciones de se-
guir profundizando.
Razón y decisiones estatales
Ambos movimientos, el laicismo y el escepticis-
mo, comparten la defensa de la racionalidad. Exigen
que la razón impere en el ámbito público y que las
decisiones públicas, las políticas públicas, estén ba-
sadas en decisiones racionales.
Es del todo impropio que se financien pseudocien
-
cias con fondos públicos, sea por activa o por pasiva.
Esto incluye ya no solo la financiación directa, sino
que tampoco entren en los pliegos criterios como el
El laicismo es el movimiento que busca
el establecimiento de las condiciones
jurídicas, políticas y sociales para el pleno
desarrollo de la libertad de conciencia
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La defensa del laicismo implica la defensa
de la libertad de expresión, de opinión, y la
libertad de crítica, esto es: poder decir lo que
no me gusta de las creencias de los demás
que hace unos años sacó el gobierno canario para
una obra pública, y que fue denunciado por Izquier-
da Unida por incluir entre los criterios el
feng shui
3
como elemento que sumaba puntos para ganar la li-
citación.
Estas prácticas no pueden tener cabida en la sa-
nidad y educación públicas. Especialmente las pseu-
doterapias no pueden tener cabida en las cartas de
servicios de la sanidad pública, como tampoco en las
titulaciones académicas. En la Universidad solo cabe
estudiar las pseudociencias desde la óptica de la cien-
cia de las religiones, la historia y demás disciplinas,
como de hecho se estudia. Pero de ninguna manera
pueden sus postulados formar parte de ningún currí-
culo ni curso avalado por una universidad (pública o
privada, pero especialmente de las primeras).
El caso universitario
UNI Laica, Asociación por la Defensa de una Uni-
versidad Pública y Laica, que forma parte de Europa
Laica, viene trabajando desde hace más de una déca
-
da contra la intromisión de todo tipo de conviccio-
nes particulares en el ámbito universitario público.
Además de la existencia de capillas católicas, cursos
de formación de catequistas, misas convocadas ofi
-
cialmente, festividades patronales confesionales de
Escuelas y Facultades, en la universidad española tie-
nen presencia las más variopintas pseudociencias y
pseudoterapias. Así por ejemplo, hace unos años UNI
Laica denunció un curso de constelaciones familia-
res en la Facultad de Psicología de la Universidad de
Granada con nada menos que ocho créditos ECTS,
el cual fue inmediatamente cancelado por el decano,
al que se felicitó por su diligente actuación en salva-
guarda del rigor propio de su institución. Pero tam-
bién se han encontrado carísimos cursos de taichí
4
y
reiki
en los que se afirmaba que estas pseudoterapias
podían curar hasta el cáncer. Y así hasta el día de hoy
en que se siguen denunciando estos y otros cursos
sobre reflexología y demás supercherías.
No es de recibo que se otorgue ningún tipo de aval
universitario a estas prácticas, debiendo ser la Uni-
versidad justamente quien nos iluminase cual faro
ante semejantes engaños.
Ahora bien, desde el escepticismo se va más allá, y
se promueve de forma activa la investigación crítica
de las afirmaciones paranormales y pseudocientífi
-
cas, como veíamos que recogen los fines de las aso
-
ciaciones escépticas. Ahí estriba una gran diferencia
entre ambos movimientos, y es que, igual que puede
haber creyentes de religiones que sean laicistas, tam-
bién puede haber creyentes en afirmaciones paranor
-
males y pseudocientíficas que lo sean igualmente sin
contradicción alguna. Sí sería contradictorio, en cam-
bio, ser creyente y escéptico, y es que al creer se está
renunciando a la crítica de la creencia en cuestión.
En síntesis, desde el laicismo:
1. Defendemos que todo el mundo tiene derecho a
creer en la astrología, el diseño inteligente, así como
en el unicornio rosa invisible, el dios cristiano, el mu-
sulmán o cualquier otro tipo de convicción religiosa
o de otra naturaleza. Esto forma parte de la libertad
de conciencia, que concebimos como abarcadora de
la libertad de pensamiento, ideológica y de religión.
2. Defendemos el derecho a que no se le imponga
a nadie ninguna creencia o convicción particular.
3. Defendemos el derecho a criticar todas las con-
vicciones, del tipo que sean.
4. Defendemos la separación de la esfera pública
y la privada, perteneciendo a la privada las convic-
ciones particulares y por tanto no debiendo invadir la
esfera pública.
Es decir:
1. Tengo derecho a creer lo que me dé la gana.
2. Tengo derecho a que no me impongan creencias.
3. Pero no tengo derecho a que mis creencias estén
exentas de crítica.
4. Y no tengo derecho a ningún privilegio público
por mis creencias o para mis creencias: mis creencias
me las tengo que pagar yo.
Desde el escepticismo se comparte todo esto y se
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añade la investigación crítica de las afirmaciones pa
-
ranormales y pseudocientíficas, para su desmentido,
desmitificación... para desenmascararlas.
Un vistazo sociológico
Desde hace unas décadas asistimos a la expansión
del conjunto de las pseudociencias y especialmente
las pseudoterapias, a la vez que se suceden transfor-
maciones en las religiones tradicionales para adaptar-
se a las nuevas formas del capitalismo.
En sus periódicos ciclos de crisis económicas, el
capitalismo se ha ido reestructurando, incorporando
en su maquinaria mercantilista cada vez más dimen-
siones de la sociedad, y la espiritualidad y religiosi-
dad no han escapado a ello. Así, las religiones tradi-
cionales cada vez dan más cabida a la compatibilidad
de creencias múltiples, abriéndose a lo que llamo el
«supermercado de las religiones». En este súper, sin
necesidad de dejar de ser creyente (del catolicismo,
por ejemplo, ya que estamos en España), una perso
-
na puede también tomar sesiones de
reiki
, yoga (con
su discurso mágico, más allá de su interesante ejer
-
cicio físico), o reflexología podal. Esto antes no era
así, pues desde el catolicismo (siguiendo con nues-
tro ejemplo) se condenaba fuertemente la brujería, y
baste mencionar a Torquemada. A su vez, todas esas
creencias, que no conforman religiones en sentido es-
tricto, sí que se imbrican en el movimiento de la Nue-
va Era (
New Age
), que acoge todas las pseudocien-
cias, pseudoterapias y negacionismos que se puedan
imaginar. Estas nuevas (y no tan nuevas) creencias
también cuentan con adeptos y propagandistas que
no dudan en buscar privilegios en el ámbito público,
generando nuevas formas de vulneración del princi-
pio de laicidad.
Ante esta realidad, se torna imprescindible el esta-
blecimiento de nuevas vías de colaboración entre los
dos movimientos que velan por el imperio de la razón
en el ámbito público. El devenir de la historia nos ha
traído a un nuevo cruce de caminos de ambos movi-
mientos. Renovemos, pues, los lazos entre laicismo y
escepticismo.
Notas:
1 (http://lema.rae.es/drae/?val=clericalismo
2 http://lema.rae.es/drae/?val=neutral
3 Pseudociencia que defiende, sin base racional,
que la ocupación «armónica» de los espacios interio-
res de un edificio tiene una influencia beneficiosa en
la salud de las personas que lo ocupan (N. del E.).
4 Entiéndase aquí el taichí aplicado como pseu-
doterapia, no como arte marcial o simple actividad
deportiva