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Un escéptico en mi buzón (3) Sir Arthur C. Clarke Luis R. González S i la vez pasada hablamos de Isaac Asimov, era imperativo que el siguiente fuese el inglés Arthur Charles Clarke (1917-2008), por la conocida rivalidad existente entre ellos. Clarke y Asimov fueron buenos amigos, e incluso llegaron a establecer el conocido como «Tratado de Park Avenue» por el cual Asimov reconocÃa que Arthur C. Clarke era el mejor escritor de ciencia ficción en el mundo (reservándose para sà el segundo lugar), mientras que Clarke debÃa aceptar que Asimov era el mejor divulgador cientÃfico del planeta (quedando él en segundo lugar). Isaac Asimov estableció sus famosas tres Leyes de la Robótica en 1942, y no fue hasta veinte años más tarde que Clarke se tomó la revancha al establecer sus tres leyes en el libro Perfiles del futuro: una investigación de los lÃmites de lo posible (1962): Primera Ley de Clarke: Cuando un distinguido cientÃfico de edad madura afirma que algo es posible, es casi siempre correcto. Cuando afirma que algo es imposible, es muy probable que esté equivocado. Fig. 1 el escéptico 60 Clarke define el adjetivo maduro: En fÃsica, matemáticas y astronáutica significa mayor de treinta; en otras disciplinas la decadencia senil se pospone a los cuarenta. Por supuesto, existen gloriosas excepciones; pero como cualquier investigador recién salido del colegio sabe, cientÃficos de más de cincuenta no son buenos salvo para sesiones de pizarrón, y deben ser apartados del laboratorio a toda costa. En 1979, Asimov quiso añadir su corolario: Cuando el público se agrupa en torno a una idea denunciada por distinguidos aunque ancianos cientÃficos y apoya esa idea con gran fervor y emoción, esos distinguidos aunque ancianos cientÃficos, a pesar de todo, tienen razón. Años más tarde, Asimov ofreció una nueva versión: Si una herejÃa cientÃfica es ignorada o rechazada por el público, existe alguna posibilidad de que sea correcta. Si una herejÃa cientÃfica es apoyada emocionalmente por el público en general, casi seguro que está equivocada. Segunda Ley de Clarke: La única manera de desFig. 2 Invierno 2018/19 Fig. 3 Fig. 4 cubrir los lÃmites de lo posible es aventurándose un poco hasta lo imposible. Tercera Ley de Clarke: Cualquier tecnologÃa suficientemente avanzada es indistinguible de la magia. En este punto, Clarke decidió parar, pues tres leyes fueron suficientes para dos Isaacs, Newton y Asimov; sin embargo, al revisar en 1999 el texto original de Perfiles, le pudo la inmodestia y añadió: Cuarta Ley de Clarke: Para cada experto existe otro de igual experiencia y opuesto. Addenda: En el Apéndice 2 de The Odissey File (1984) se afirma la 69ª Ley de Clarke: Leer manuales de computadora sin el hardware es tan frustrante como leer manuales de sexo sin el software. Aunque ya hemos hablado en esta serie de diversas emisiones filatélicas dedicadas a 2001 (El Escéptico, nos 12, 19, 35 y 42), la primera aparición de la efigie de Clarke en un sello fue en una hojita bloque de 2009 (Fig. 1), emitida por Guinea Bissau sobre los avances en las telecomunicaciones. Invierno 2018/19 Fig. 5 La contribución cientÃfica más importante de Clarke apareció en un artÃculo publicado en la revista WÃreless World en Octubre de 1945: su idea de que los satélites situados en una órbita geoestacionaria (a unos 36 000 km de la Tierra) resultarÃan ideales para las comunicaciones a larga distancia. Aunque no está tan claro que dicha idea haya servido realmente de inspiración para los satélites reales y, como reconocÃa el propio Clarke, de alguna forma ya habÃa sido propuesta con anterioridad (por ejemplo, por Hermann Oberth en 1923), lo cierto es que dicha órbita ha sido bautizada como el «cinturón de Clarke». El 19 de agosto de 1964 se lanzó el SYNCOM 3, satélite geoestacionario utilizado para la primera retransmisión de televisión a través del PacÃfico: las Olimpiadas de Tokio. Lo vemos aquà (Fig. 2) en uno de los sellos con vitola emitidos por el gobierno de la región yemenà de Seiyun en 1964. No obstante, su influencia se ha dejado sentir en otros inventos modernos. AsÃ, Sir Tim Berners-Lee, 61 el escéptico el padre de internet, señala que su inspiración le llegó tras leer el relato de Clarke «Marque F para Frankenstein» (1963). En su obra Cita con Rama (1973), Clarke imaginó un «Proyecto Spaceguard», un sistema para detectar y vigilar los asteroides que pudiesen chocar contra la Tierra. Cuando se implementó un sistema similar en 1996, fue bautizado con ese mismo nombre, como homenaje al autor. Por todo ello, han sido muchos los homenajes que se le han prestado. La reina Isabel II le concedió el tÃtulo de sir en mayo del 2000. Un dinosaurio australiano descubierto en 1994 fue bautizado con su nombre en 2003: Serendipaceratops arthurcclarkei (ver El Escéptico, 40). Serendip es uno de los antiguos nombres de Ceilán, residencia de Arthur C. Clarke desde mediados de los años 50, y dio origen a una bella palabra, serendipia, definida como âdescubrir, por accidente o sagacidad, algo que no se estaba buscandoâ. También lleva su nombre el asteroide 4923 (el asteroide 2001 ya habÃa sido adjudicado a un fÃsico alemán casi desconocido llamado Albert Einstein). Y en 2010, la isla de Santo Tomé le dedicó una hojita bloque calificándolo de humanista, junto a Bertrand Russell y Nelson Mandela (Fig. 3). En 2017, con ocasión del centenario de su nacimiento, fueron varios los paÃses que pusieron en circulación emisiones sobre su persona. Por ejemplo, la república ex soviética de Kirguistán, en el Asia central (Figs. 4 y 5) y dos paÃses africanos, Malà (Figs. 6 y 7) y Sierra Leona (Figs. 8 y 9). En 2018 se cumplió el cincuentenario de la pelÃcula que lo catapultó a la fama. Extrañamente, solo un organismo postal, el de la británica isla de Man (situada entre Gran Bretaña e Irlanda), ha realizado una emisión al respecto. Pero eso sÃ, con todo lujo de parafernalia e incluso una caja en forma de monolito (Figs. 10 y 11). A propósito de la pelÃcula, merece contarse aquà una anécdota. Kubrick y Clarke se encontraron por vez primera en persona durante la apertura de la Feria Mundial de Nueva York, el 22 de abril de 1964, Fig. 6 el escéptico 62 y encajaron de inmediato, pese a sus estilos de vida contrapuestos (por ejemplo, Kubrick era noctámbulo mientras Clarke se acostaba temprano). En su biografÃa, Clarke comenta: «Stanley estaba en riesgo de creer en los platillos volantes. Quiero pensar que llegué justo a tiempo para salvarlo». Y justo entonces vieron un ovni⦠La noche del 17 de mayo de 1964, ambos estaban en el balcón del apartamento de Kubrick en Nueva York, relajándose tras una dura jornada. HabÃa luna llena. Sobre las 21 horas, un objeto más brillante que las estrellas circundantes apareció en el cielo. Les dio tiempo incluso a seguirlo con el telescopio de aficionado que el director tenÃa allà mismo. El punto luminoso pareció detenerse sobre Manhattan durante casi un minuto y completó el circuito desapareciendo por el norte. Clarke pensaba que podÃa tratarse del ECHO 1, el primer satélite pasivo de comunicaciones âun gran globo metálico donde se rebotaban las señales de radio⦠y la luzâ, pero en el periódico (¡Qué tiempos aquellos en que los periódicos incluÃan la hora de paso de los satélites!) decÃa que su paso serÃa mucho más tarde, sobre las 23:03. Clarke quizá no las tenÃa todas consigo, porque en su biografÃa confesó que aquello le pareció demasiada coincidencia, llegando a pensar: «quizá ellos estén tratando de impedir la pelÃcula». Por su parte, Kubrick llegó incluso a rellenar uno de los formularios del Proyecto Libro Azul1 sobre el avistamiento. Cuando la Fuerza Aérea contestó, se deshizo el misterio. El periódico estaba equivocado, el punto luminoso era efectivamente el ECHO 1 (Fig. 12). Mientras Clarke aseguró hasta el final de su vida que habÃa visto muchos ovnis (para regocijo de muchos en internet que no se molestan en verificar la cita completa), también añadÃa que, en todos y cada uno de los casos, pudo finalmente identificarlos sin margen de duda. De hecho, en la década de los noventa actuó como presentador de tres series de documentales de la televisión británica sobre nuestro «Mundo Misterioso». DistinguÃa, imitando la famosa tipologÃa del Dr. Fig. 7 Invierno 2018/19 Fig. 8 Fig. 9 Fig. 10 Fig. 11 Hynek para los ovnis, entre tres niveles de misterios: Del primer tipo: Aquellos fenómenos misteriosos para nuestros ancestros pero que en la actualidad han sido satisfactoriamente explicados, como los eclipses. Del segundo tipo: Fenómenos todavÃa inexplicados, pero sobre los que existen pistas que apuntan a su posible explicación. Por ejemplo, los llamados rayos en bola. Fig. 12 Del tercer tipo: Fenómenos para los que todavÃa no se dispone de una explicación racional. Entre los mismos, Clarke mencionaba las «lluvias» de animales o algunos de los llamados «poderes paranormales». Como explicaba en el prólogo del libro aparecido a modo de guÃa ampliada de los documentales2: No tenÃamos ningún sesgo o lÃnea filosófica particular, pero querÃamos ser honestos con nuestra audiencia. No Ãbamos a engañarlos creando falsos misterios u ocultando explicaciones ya disponibles⦠Pero tampoco Ãbamos a «desmitificar», excepto cuanto el tema lo mereciese; incluso entonces, tratamos de minimizar al máximo los comentarios editoriales, dejando la decisión final al espectador. Y cuando, como ocurrió en alguna ocasión, el misterio se volvÃa mayor cuanto más investigábamos, no tuvimos ningún reparo en admitir nuestro total asombro. Me parece una actitud correcta. Notas: 1 El Proyecto Libro Azul, de la Fuerza Aérea Estadounidense (1952-1969), buscaba determinar si los ovnis constituÃan una amenaza para la seguridad. 2 «Foreword», en John Farley & Simon Welfare (1987), Arthur C. Clarkeâs Chronicles of the Strange and Mysterious. Invierno 2018/19 63 el escéptico