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Artículo SOBRE LA LIBERTAD Y EL CONOCIMIENTO Carlos Chordá Navarro C onozco a personas que, cuando padecen trastornos leves como episodios alérgicos o dolor de garganta, acuden directamente a su farmacia y salen de ella con un producto homeopático. A veces trato de hacerles ver que están en un error, aunque cada vez soy más reacio a intentarlo: suelen interpretarlo como un ataque personal. De cualquier manera, al preguntarles porqué se deciden por la homeopatía, la respuesta es, aproximadamente, "porque me da la gana", una manera popular de hacer referencia a la libertad personal. No es de extrañar el éxito de la homeopatía. Por un lado, y por desgracia, es frecuente que en los despachos de farmacia se ofrezcan "remedios" homeopáticos incluso cuando no se piden; supongo que es cuestión de rentabilidad. Por otro, y aquí reside la clave, es muy poca la gente que conoce el fundamento teórico de la homeopatía, en el cual no voy a entrar pero que se puede resumir como una sabia combinación de nada y efecto placebo, si se me permite la redundancia. De hecho, cuando consigo explicarlo brevemente, muchos se sorprenden: "Ah, pero eso de la homeopatía ¿no era lo de curarse con hierbas?" De cualquier manera, tras años de "homeopatizarse", es muy difícil admitir que uno puede ser víctima de un engaño: "Pienso seguir con la homeopatía, porque me da la gana" (mientras te dicen esto te miran como si fueras un talibán); "porque me da la gana". Libertad, ¿no es cierto? A otra escala, también la gente utiliza su libertad para tratar de presionar a las administraciones en pos de la retirada de las antenas de telefonía de las ciudades, o de la prohibición de los cultivos transgénicos, o del cierre definitivo de todas las centrales nucleares, o... Y hacen bien, claro. Nuestros políticos tienen siempre la vista puesta en las próximas elecciones. Por eso, no es sorprendente que muestren tanta tendencia a tomar medidas populares, aunque esas medidas tengan bien poco de racionales. Sirva como triste ejemplo la reciente regulación de las desafortunadamente denominadas "medicinas alternativas" en la comunidad catalana (decreto 31/2007 del 30 de enero). Ahora bien, en los ejemplos citados, ¿realmente se está decidiendo libremente? Es evidente que para poder elegir debe haber varias opciones ("Puedes elegir compañera", dijo Dios a Adán tras crear a Eva). Pero para poder elegir haciendo auténtico uso de la libertad uno debe el escéptico La medicina homeopática fue `creada' por Samuel Hahnemann (1755-1843), publicándose en 1796. (Archivo) conocer las diferentes opciones. No simplemente saber cuáles son, sino qué son, qué significan, qué se esconde en ellas. "La verdad os hará libres" es una sentencia muy afortunada. Cuando uno no sabe qué hay detrás de cada opción no puede (aunque crea que lo hace) ejercer su libertad. Si uno piensa que es igual de eficaz, o incluso más, una píldora homeopática que una de ibuprofeno, puede decidirse por aquélla, pero desde luego no lo hace libremente; quien lucha denodadamente contra la instalación de una antena de telefonía móvil porque está convencido de que va a producir cánceres entre el vecindario, no lo hace libremente: está impedido por su desconocimiento. El conocimiento necesario consistiría, en el ejemplo de la homeopatía, en su base teórica y en los estudios clínicos concluyentes sobre su (carencia de) efectividad; en el de las antenas, en la naturaleza de las radiaciones electromagnéticas y en sus efectos sobre el organismo humano. No estaría de más, en ambos casos, saber que a menudo se citan conclusiones obtenidas en estudios que pretenden demostrar la efectividad de aquélla y la peligrosidad de éstas, estudios de los que lo mejor que se puede decir es que cuando se repiten por científicos independientes no hay manera de obtener los mis- mos resultados. Disponer de todos estos conocimientos, de toda esta información, conduciría, sin ningún género de dudas, a actitudes bien distintas a las consideradas, por no decir opuestas. Que falta mucho conocimiento, o de otra manera, que la ignorancia abunda, sea dicho esto con el máximo respeto, es evidente. No hay más que percatarse de la popularidad de las pseudociencias, o de los metros cuadrados de pseudohistoria en los estantes de las librerías. La cuestión es: ¿cuál es la causa de esa ignorancia? Posiblemente se trate de la conjunción de dos factores: en primer lugar, falta de información o, peor aún, una caótica mezcla de informaciones contradictorias, que suelen ser tratadas por los medios como igualmente válidas, en el marco actual del relativismo cultural, tan políticamente correcto. Y en segundo lugar, en una alarmante falta de interés ("creer es fácil, lo difícil es saber", una frase estupenda de la que me vais a perdonar- no recuerdo su autor). Los educadores, como el que esto firma, tenemos la obligación moral de incidir en ambos condicionantes. Sobre todo en el segundo, mostrando que la realidad es fascinante (y debe notarse que a nosotros nos lo parece) y, afortunadamente, comprensible. Debemos lograrlo cuando aún es tiempo, antes de que la entrada en la vida adulta haga a nuestros jóvenes oyentes demasiado conformistas. Y debemos, además de proporcionarles conocimientos (cuántos de ellos se irán olvidando con Página web de homeopatía.net, de la Dra. Concepción Calleja, favorable a este tipo de supuesta terapia, con el `lógico' apoyo de los laboratorios Boiron, dedicados a la venta de estos productos. (homeopatia.net) el tiempo), enseñarles sobre todo a dudar -no a no creer-, a buscar fuentes fiables de información, a contrastar, a saber que hay verdades absolutas y que por tanto no son opinables... Quizá ahora que se pone en marcha la asignatura de Educación para la Ciudadanía es el momento de hacer un hueco a esta manera de educar a nuestros hijos que no es otra cosa, si bien lo pensamos, que enseñarles a ser libres de verdad. el escéptico