Edición 2012 - Número 259
Mauricio-José Schwarz
(Artículo publicado originalmente en la bitácora El retorno de los charlatanes).
Más historias ejemplares de jueces que no creen que los padres tengan derecho a matar a sus hijos.
El pasado 1º de junio se informó que el juez Richard White, de la Suprema Corte australiana, ordenó que se le practicara una transfusión a una niña de 4 años enferma de leucemia y a la que sus padres estaban dispuestos a dejar morir. La muerte, según la oncóloga pediátrica Petra Ritchie, podría haber ocurrido en 4 semanas, mientras que la transfusión le daría a la niña una oportunidad de sobrevivir.
Esto es relevante sobre todo hoy, cuando la leucemia es curable en una gran cantidad de casos, igual que muchas otras formas de cáncer... y no gracias a las religiones o a pseudomedicinas disfuncionales como la homeopatía, sino a la medicina basada en evidencias comprobables.
Lo alucinante es que el padre de la niña ha sido capaz de decir que él y su esposa "quieren el mejor tratamiento posible" para su hija, pero no admiten el uso de sangre porque "nos adherimos a estrictos principios de la Biblia y uno de ellos es abstenerse de la sangre".
Afortunadamente, el caso fue a dar a manos del mismo juez que hace dos años, por primera vez en la historia de Australia, ordenó legalmente que se realizara una transfusión de sangre a otro niño víctima de padres fanáticos.
No ocurrió lo mismo con un joven de 22 años afectado por anemia falciforme, que el 16 de junio se supo que se había dejado morir en el Reino Unido, ejerciendo, por supuesto, el derecho de todo ser humano a dejar de vivir... aunque en su caso la decisión no fuera libre, sino condicionada por supersticiones lamentables.
Pero si es alucinante que unos padres estén dispuestos a ver morir a sus hijos por sus creencias religiosas, lo más alucinante es el origen de estas creencias, que habitualmente los medios no mencionan.
Una secta decimonónica
Lo que hoy conocemos como los Testigos de Jehová es una secta cristiana surgida en la década de 1870 en los Estados Unidos. Sus principios los inventó Charles Taze Russell, un tendero que decidió que él podía interpretar la Biblia según lo que Dios realmente había querido decir.
A partir de un grupo de estudio de la Biblia, la secta decidió, entre otras cosas, que el fin del mundo (o, más bien, el fin del mundo tal y como lo conocemos, lo que en inglés tiene las curiosas siglas TEOTWAWKI) y el establecimiento del reino de Dios en la Tierra eran algo inminente.
De hecho, la evangelización de los Testigos de Jehová que todos hemos sufrido, cuando se nos planta en la cara su publicación "Atalaya" (originalmente "The Zion Watchtower", fundada y publicada por Taze Russell), se debe a la interpretación bíblica de que la principal razón de existir de cada adepto es convencer a otros de que se inscriban en la secta.
Para complacer a su dios, el grupo de estudio de Taze Russell se convirtió poco a poco en una iglesia independiente, con su propia visión heterodoxa de la mitología cristiana. Y dado que el mundo como lo conocemos estaba a punto de terminar, se hicieron cálculos bíblicos y Charles profetizó el fin del mundo en 1878. Dado que el mundo no se acabó entonces, revisó sus cuentas y volvió a predecir la segunda venida de Cristo en 1914 y luego en 1916. Si Russell no hizo más predicciones se debió a que murió inesperadamente precisamente en 1916.
Sus adeptos retomaron la estafeta y volvieron a hacer cálculos e interpretaciones, anunciando el fin de los tiempos sucesivamente en 1918, 1925, 1932, 1941 y 1975, después de lo cual decidieron que la fecha sólo la conocía su dios. Lo cual no impidió que algunos adeptos lanzaran otra predicción para 1994 y hubo rumores para 2004.
Tan ocupados estaban en saber cuándo se acababa el mundo y cómo rescatar las raíces del cristianismo originario, que los Testigos de Jehová no tuvieron la idea de que sus adeptos deberían negarse a recibir transfusiones sino hasta 1945.
Según su creencia, esto se debe a que el Génesis 9:4 permite comer animales, pero no con su sangre (esto es la base, por cierto de las prácticas de sacrificio animal halal de los musulmanes y kosher de los judíos, donde se desangra a los animales para que estén "puros" y puedan comerse). También que el Levítico 17:10 reitera que se cortará de entre su pueblo a quien coma sangre, y Hechos 15:29 que ordena que los creyentes se abstengan de consumir cosas sacrificadas a los ídolos y sangre.
Las tres citas bíblicas rechazan que se coma sangre (refiriéndose claramente a sangre de animales), pero se interpretan caprichosamente para que signifiquen que no se puede transfundir sangre humana.
Como siempre ocurre con las interpretaciones sin más bases que la convicción personal, los mismos Testigos de Jehová no se ponen de acuerdo con el alcance de la prohibición. La iglesia permite algunas transfusiones autólogas (no todas), es decir, las que se hacen con la propia sangre, y fracciones menores de la sangre (pero ni plasma, ni glóbulos blancos o rojos, ni plaquetas). Aunque hay integristas más radicales que rechazan esta opción.
Quien se somete a una transfusión no sólo se expone a algún castigo más o menos vago en un futuro más o menos lejano o postmortem, sino que se considera un apóstata y se le aplica el ostracismo social e incluso económico. Esto puede ser verdaderamente aterrador en una secta en la que se tiende a vivir en comunidad y excluyendo a todos los no adeptos como seres en el mejor de los casos equivocados y destinados a no disfrutar a Dios, y en el peor de los casos subhumanos endemoniados.
De hecho, una de las creencias básicas de los Testigos de Jehová es que Dios prohíbe la mezcla de religiones, algo que resulta sumamente conveniente para obligar al cumplimiento de las disposiciones de la jerarquía de la secta.
Y es que, al menos en Estados Unidos, el tema de las transfusiones es tan importante para los Testigos de Jehová que tienen oficinas de enlace con hospitales para buscar médicos dispuestos a tratar pacientes sin transfundirles sangre, a cualquier coste, y tienen organizados Grupos de Visitas a Pacientes que supervisan a los Testigos de Jehová hospitalizados para que no pequen.
Y, por supuesto, no espere usted que los Testigos de Jehová practiquen la caridad cristiana donando sangre para salvar las vidas de otros que no crean lo mismo que ellos.
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