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Dossier
Laicismo y
escepticismo
Pablo Laguna Sánchez
Sociólogo. Europa Laica
El cruce de caminos entre dos movimientos que velan
por el imperio de la razón en el ámbito público
P
ara disertar sobre los puntos en común y diferencias entre laicismo y escepticismo, lo
primero que salta a la vista es que en ambos
casos nos referimos a movimientos sociales.
La historia de estos movimientos es larga, pero el
principal punto de inflexión es la Ilustración. De hecho, lo anterior a ella podemos denominarlo genealogÃa, y es en la Ilustración cuando nacen y toman
cuerpo propio. Por tanto, ahà damos con un importante punto de encuentro entre ambos movimientos o,
visto al contrario, a partir de ese momento se dividen
sus caminos.
Laicismo
El laicismo es el movimiento que busca el establecimiento de las condiciones jurÃdicas, polÃticas y
sociales para el pleno desarrollo de la libertad de
conciencia. Desde la perspectiva laicista, la libertad
de conciencia es la base de los Derechos Humanos,
¿por qué?, sencillamente porque sin ella el resto de
los DDHH no serÃan diferentes a los derechos de los
animales (los no humanos, entiéndase), es decir, sin
la libertad de conciencia serÃan derechos otorgados,
en tanto que se pierde la capacidad de conocer y exigir el ejercicio de los derechos propios. ¿O acaso han
sido manifestaciones de canes y felinos u otras especies las que han clamado por sus derechos para que el
Gobierno de España legisle sobre ellos? No, han sido
movimientos sociales animalistas, compuestos por
humanos, los que han reclamado estos derechos para
los animales, como han sido, son y serán humanos
quienes clamen por la defensa y ampliación de los
DDHH. Y es que la diferencia radica en la conciencia
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en su doble acepción, tanto la relativa a la capacidad
de discernir el bien del mal, como la correspondiente
a la consciencia o conocimiento reflexivo de nuestro
propio ser, de la realidad que nos rodea, y cómo actuamos en ella.
Separación Iglesias-Estado, o del ámbito de lo
público y lo privado
El movimiento laicista se ha centrado históricamente en la separación Iglesias-Estado, expresión en
positivo del anticlericalismo. Merece la pena señalar la definición de clericalismo según la RAE, cito1:
«influencia excesiva del clero en los asuntos polÃticos». Solo implica estar en contra de tal exceso, pero
no implica antirreligiosidad, ni siquiera una censura
de toda opinión que pueda emitir la jerarquÃa eclesiástica, sino meramente su excesiva influencia en
los asuntos comunes. AsÃ, nos podemos encontrar
con casos de personas que, siendo creyentes, son anticlericales, pero obviamente no son antirreligiosas,
y para muestra un botón: Redes Cristianas, organización española de las y los «cristianos de base», es una
muy importante aliada de Europa Laica e integrante
del movimiento laicista, oponiéndose pública y activamente a los excesos de la jerarquÃa católica, y lo
hace desde el seno del propio catolicismo.
Ahora bien, el laicismo no se restringe al anticlericalismo. La separación Iglesias-Estado es instrumento condicio sine qua non para el pleno desarrollo
de la libertad de conciencia, pero en modo alguno es
suficiente. El establecimiento de las condiciones polÃticas, jurÃdicas y sociales para el pleno desarrollo de
la libertad de conciencia requiere mucho más, y de
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Pancarta mostrada en Madrid en una protesta contra la visita del papa a España. Imagen de Stéphane M. Grueso en Wikimedia Commons.
hecho este instrumento se enmarca en un principio de
la laicidad, que es la separación de la esfera o ámbito
de lo público y de lo privado.
En definitiva, hay que tener cuidado de no confundir la parte con el todo.
Neutralidad del Estado
Otro principio laicista elemental es la neutralidad
del Estado. El concepto de neutralidad es uno de los
más maltratados. Se utiliza en multitud de contextos
diferentes con una infinidad de acepciones que poco
tienen que ver en muchas ocasiones con las que recoge la RAE en el DLE2.
La laicidad del Estado requiere la neutralidad respecto a las convicciones particulares. Tradicionalmente vendrÃa a ser el no-confesionalismo del Estado, sumado al trato de las organizaciones religiosas
igual que al de las no religiosas, es decir el trato no
privilegiado, y más aún, el trato no diferenciado. Pero
hay otras cuestiones que también deben considerarse
desde la noción laicista del concepto pues, como ya
hemos visto, el laicismo no se restringe a la cuestión
religiosa exclusivamente.
Un ejemplo. El Estado, en su concepción weberiana, es el que tiene el monopolio legÃtimo de la violencia fÃsica. La concepción racional conlleva que el uso
de la misma debe estar reglamentado y controlado.
Todo lo que termina concretado en la conformación
de los cuerpos policiales y los militares (aunque no
todos los Estados cuentan con los segundos y, en mi
opinión, ojalá ninguno los tuviese). Pues bien, desde
el laicismo se puede asumir la existencia de un ejército por motivos de seguridad, pero lo que no se puede
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asumir es el militarismo, es decir, la injerencia de las
fuerzas armadas en la conducción polÃtica del Estado,
y tampoco la imposición a la sociedad de los valores
y categorÃas castrenses.
Escepticismo
Para definir el movimiento escéptico, me remitiré
a los fines de las principales asociaciones de este movimiento en España:
ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento CrÃtico (ARP-SAPC): impulsa el desarrollo de la
ciencia, el pensamiento crÃtico, la educación cientÃfica, el uso de la razón y el laicismo; promueve la investigación crÃtica de las afirmaciones paranormales
y pseudocientÃficas desde un punto de vista cientÃfico
y racional, y divulga la información sobre los resultados de estas investigaciones entre la comunidad cientÃfica y el público en general.
El CiÌrculo EsceÌptico tiene como finalidad principal fomentar la praÌctica del escepticismo, entendiendo por este el pensamiento criÌtico y racional, como
herramienta indispensable para la comprensioÌn del
mundo y la toma de decisiones en la vida diaria. Consideramos que una posicioÌn intelectual criÌtica es la
mejor herramienta para desenvolvernos en las realidades natural y social, ante la creciente multiplicidad
de discursos con pretensioÌn de verdad absoluta que
los medios de comunicacioÌn difunden.
Claramente, los movimientos laicista y escéptico
están emparentados hasta tal punto que incluso una
de las asociaciones escépticas incluye el laicismo explÃcitamente entre sus fines.
De estas definiciones podemos extraer que el mo29 el escéptico
vimiento escéptico promueve el pensamiento crÃtico,
y esto es fundamental también para el laicismo.
La crÃtica
La defensa del laicismo implica la defensa de la
libertad de expresión, de opinión, y la libertad de crÃtica, esto es: poder decir lo que no me gusta de las
creencias de los demás.
Hay un mito muy extendido que es el de la supuesta obligación de respetar todas las opiniones. Pues
no, las opiniones son criticables. Se debe respetar a
las personas, no las ideas
Aquà viene el laicismo a defender que cada cual
pueda creer lo que le dé la gana, esté o no fundamentado, o asà sea una tonterÃa. Pero también viene a defender que cualquiera pueda criticar cualquier creencia. Confrontar ideas y convencerse mutuamente,
llegar a un punto común o constatar las diferencias.
Pseudociencias
No todas las opiniones son iguales: evolución y
creacionismo no se pueden poner en la misma balanza, pues una es ciencia y la otra no.
Cuando el creacionismo pretende demostrarse de
forma «cientÃfica», estamos ante un caso evidente de
pseudociencia. Pero estamos hablando de un conjunto de dogmas, es decir, principios innegables, ante los
que no importa cuánta evidencia se les oponga, pues
solo tienen ojos y oÃdos para aquello que corrobore
sus proposiciones. Esto se opone a los principios más
básicos de la ciencia.
Pero es que el creacionismo va más allá, y plantea
su homologación a la evolución en el sistema educativo y que se enseñe en pie de igualdad. Esto es tan
absurdo como plantear clases de terraplanismo como
alternativa a las de geografÃa.
Aquà es cuando el laicismo viene a separar lo público de lo privado. Y es que tanto el creacionismo
como el terraplanismo son creencias a la búsqueda
de una base que las sustente más allá de la religión,
mientras que la evolución es una teorÃa cientÃfica, que
se ha demostrado capaz de explicar la realidad mejor que cualquier otra teorÃa. Hablamos de ciencia vs.
pseudociencia, o en estos casos incluso anticiencia,
y solo la primera tiene cabida en el ámbito público.
Ciencia
Hablamos de pseudociencias, e incluso de anticiencia, pero antes de seguir adentrándonos en ese
fangoso mundo, culminemos nuestro repaso conceptual. ¿Qué es la ciencia? Puede parecer una perogrullada, pero si vamos a hablar de oposición o intrusiones ilegÃtimas en la misma, debemos tener claro de
qué estamos hablando cuando hablamos de ciencia,
y asà podremos dejar en claro de qué no estamos hablando.
Según la RAE, es el «conjunto de conocimientos
obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se
deducen principios y leyes generales con capacidad
predictiva y comprobables experimentalmente».
Por tanto, al hablar de ciencia estamos hablando de
conocimiento, de comprobar, de ser capaces de superar un proceso de crÃtica, en definitiva, de tener fundamentos. En otras palabras, la ciencia es el conjunto
de conocimientos construidos con una metodologÃa
rigurosa y que son capaces de explicarnos la realidad
de forma que podamos comprender el pasado y hacer
predicciones con un determinado nivel de certidumbre. Aclarado esto, ya estamos en condiciones de seguir profundizando.
Razón y decisiones estatales
Ambos movimientos, el laicismo y el escepticismo, comparten la defensa de la racionalidad. Exigen
que la razón impere en el ámbito público y que las
decisiones públicas, las polÃticas públicas, estén basadas en decisiones racionales.
Es del todo impropio que se financien pseudociencias con fondos públicos, sea por activa o por pasiva.
Esto incluye ya no solo la financiación directa, sino
que tampoco entren en los pliegos criterios como el
El laicismo es el movimiento que busca
el establecimiento de las condiciones
jurÃdicas, polÃticas y sociales para el pleno
desarrollo de la libertad de conciencia
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que hace unos años sacó el gobierno canario para
una obra pública, y que fue denunciado por Izquierda Unida por incluir entre los criterios el feng shui3
como elemento que sumaba puntos para ganar la licitación.
Estas prácticas no pueden tener cabida en la sanidad y educación públicas. Especialmente las pseudoterapias no pueden tener cabida en las cartas de
servicios de la sanidad pública, como tampoco en las
titulaciones académicas. En la Universidad solo cabe
estudiar las pseudociencias desde la óptica de la ciencia de las religiones, la historia y demás disciplinas,
como de hecho se estudia. Pero de ninguna manera
pueden sus postulados formar parte de ningún currÃculo ni curso avalado por una universidad (pública o
privada, pero especialmente de las primeras).
El caso universitario
UNI Laica, Asociación por la Defensa de una Universidad Pública y Laica, que forma parte de Europa
Laica, viene trabajando desde hace más de una década contra la intromisión de todo tipo de convicciones particulares en el ámbito universitario público.
Además de la existencia de capillas católicas, cursos
de formación de catequistas, misas convocadas oficialmente, festividades patronales confesionales de
Escuelas y Facultades, en la universidad española tienen presencia las más variopintas pseudociencias y
pseudoterapias. Asà por ejemplo, hace unos años UNI
Laica denunció un curso de constelaciones familiares en la Facultad de PsicologÃa de la Universidad de
Granada con nada menos que ocho créditos ECTS,
el cual fue inmediatamente cancelado por el decano,
al que se felicitó por su diligente actuación en salvaguarda del rigor propio de su institución. Pero también se han encontrado carÃsimos cursos de taichÃ4 y
reiki en los que se afirmaba que estas pseudoterapias
podÃan curar hasta el cáncer. Y asà hasta el dÃa de hoy
en que se siguen denunciando estos y otros cursos
sobre reflexologÃa y demás supercherÃas.
No es de recibo que se otorgue ningún tipo de aval
universitario a estas prácticas, debiendo ser la Universidad justamente quien nos iluminase cual faro
ante semejantes engaños.
Ahora bien, desde el escepticismo se va más allá, y
se promueve de forma activa la investigación crÃtica
de las afirmaciones paranormales y pseudocientÃficas, como veÃamos que recogen los fines de las asociaciones escépticas. Ahà estriba una gran diferencia
entre ambos movimientos, y es que, igual que puede
haber creyentes de religiones que sean laicistas, también puede haber creyentes en afirmaciones paranormales y pseudocientÃficas que lo sean igualmente sin
contradicción alguna. Sà serÃa contradictorio, en cambio, ser creyente y escéptico, y es que al creer se está
renunciando a la crÃtica de la creencia en cuestión.
En sÃntesis, desde el laicismo:
1. Defendemos que todo el mundo tiene derecho a
creer en la astrologÃa, el diseño inteligente, asà como
en el unicornio rosa invisible, el dios cristiano, el musulmán o cualquier otro tipo de convicción religiosa
o de otra naturaleza. Esto forma parte de la libertad
de conciencia, que concebimos como abarcadora de
la libertad de pensamiento, ideológica y de religión.
2. Defendemos el derecho a que no se le imponga
a nadie ninguna creencia o convicción particular.
3. Defendemos el derecho a criticar todas las convicciones, del tipo que sean.
4. Defendemos la separación de la esfera pública
y la privada, perteneciendo a la privada las convicciones particulares y por tanto no debiendo invadir la
esfera pública.
Es decir:
1. Tengo derecho a creer lo que me dé la gana.
2. Tengo derecho a que no me impongan creencias.
3. Pero no tengo derecho a que mis creencias estén
exentas de crÃtica.
4. Y no tengo derecho a ningún privilegio público
por mis creencias o para mis creencias: mis creencias
me las tengo que pagar yo.
Desde el escepticismo se comparte todo esto y se
La defensa del laicismo implica la defensa
de la libertad de expresión, de opinión, y la
libertad de crÃtica, esto es: poder decir lo que
no me gusta de las creencias de los demás
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añade la investigación crÃtica de las afirmaciones paranormales y pseudocientÃficas, para su desmentido,
desmitificación... para desenmascararlas.
Un vistazo sociológico
Desde hace unas décadas asistimos a la expansión
del conjunto de las pseudociencias y especialmente
las pseudoterapias, a la vez que se suceden transformaciones en las religiones tradicionales para adaptarse a las nuevas formas del capitalismo.
En sus periódicos ciclos de crisis económicas, el
capitalismo se ha ido reestructurando, incorporando
en su maquinaria mercantilista cada vez más dimensiones de la sociedad, y la espiritualidad y religiosidad no han escapado a ello. AsÃ, las religiones tradicionales cada vez dan más cabida a la compatibilidad
de creencias múltiples, abriéndose a lo que llamo el
«supermercado de las religiones». En este súper, sin
necesidad de dejar de ser creyente (del catolicismo,
por ejemplo, ya que estamos en España), una persona puede también tomar sesiones de reiki, yoga (con
su discurso mágico, más allá de su interesante ejercicio fÃsico), o reflexologÃa podal. Esto antes no era
asÃ, pues desde el catolicismo (siguiendo con nuestro ejemplo) se condenaba fuertemente la brujerÃa, y
baste mencionar a Torquemada. A su vez, todas esas
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creencias, que no conforman religiones en sentido estricto, sà que se imbrican en el movimiento de la Nueva Era (New Age), que acoge todas las pseudociencias, pseudoterapias y negacionismos que se puedan
imaginar. Estas nuevas (y no tan nuevas) creencias
también cuentan con adeptos y propagandistas que
no dudan en buscar privilegios en el ámbito público,
generando nuevas formas de vulneración del principio de laicidad.
Ante esta realidad, se torna imprescindible el establecimiento de nuevas vÃas de colaboración entre los
dos movimientos que velan por el imperio de la razón
en el ámbito público. El devenir de la historia nos ha
traÃdo a un nuevo cruce de caminos de ambos movimientos. Renovemos, pues, los lazos entre laicismo y
escepticismo.
Notas:
1 (http://lema.rae.es/drae/?val=clericalismo
2 http://lema.rae.es/drae/?val=neutral
3 Pseudociencia que defiende, sin base racional,
que la ocupación «armónica» de los espacios interiores de un edificio tiene una influencia beneficiosa en
la salud de las personas que lo ocupan (N. del E.).
4 Entiéndase aquà el taichà aplicado como pseudoterapia, no como arte marcial o simple actividad
deportiva
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