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M utaciones. Somos un producto más de una serie de errores por malas copias. Y de sexo, mucho sexo. Creer que el ser humano evolucionó sin un plan preconcebido, como el resto de los animales y que el surgimiento de las diferentes especies fue un proceso lento, aunque inteligible racionalmente y no predeterminado, tal vez no sea fácil de asimilar, pero con algo de esfuerzo se puede llegar a entender (dadas las pruebas abrumadoras), excepto --sin duda-- por algunos, para los que parece ser un trabajo excesivo. ¿Sólo malas copias y sexo? ¿Sólo? Un buen ejemplo de esa dificultad podemos hallarla en el actual presidente de los EEUU, George Bush hijo, que ha defendido el interés de fomentar la enseñanza de la teoría del diseño inteligente en las escuelas de su país (al igual que mucha otros líderes políticos ultraconservadores, cuya fuerza se basa en su apoyo en los grupos religiosos más fundamentalistas y más nacionalistas). Y, en el fondo, ello es lógico, para él nunca la presencia o ausencia de una prueba racional le ha merecido el más mínimo crédito ni le ha supuesto el menor problema a la hora de tomar una decisión, Para los fundamentalis- por drástica que ésta fuera. La fe en la cretas de cualquier signo, encia es más fuerte que cualquier prueba en todo está en un libro. Y contra. Cambiar el nombre a las cosas, para que parezcan cosas diferentes, tampoco le es si está en uno solo un obstáculo. E D I T O R I A L ¿quién precisa dos? A Osama Bin Laden le pasa igual, él también debe creer en teorías como las creacionistas o (ya puestos) como las del diseño inteligente (más que en la de la evolución, seguro). Y eso que sus actos --y sus consecuencias--, son una buena prueba de que el diseño ese, muy probablemente, no puede ser demasiado avispado... Afortunadamente, la reacción del mundo de la ciencia y de los juzgados, como se puede ver en el informe especial incluido en este número de El Escéptico, ha puesto un pequeño freno a la expansión de esta hipótesis en las escuelas estadounidenses por un tiempo. Pero el trabajo continúa y ni en Europa -- España incluida obviamente-- estamos a salvo, como se ve en el artículo de E. Molina. El reto parece estar para ellos, ahora, en infiltrarse en la educación, como algunos de sus teóricos defienden. No creen que deban perder las escuelas, ya que es la base para que la noche perdure y, como un virus, van a ir mutando en la forma de presentar sus teorías hasta que acaben por encontrar un hueco por el que colarse. No olvidemos que el sueño de la razón produce monstruos, y que es un deber de todos estar atentos a la filtración de las teorías religiosas en los centros educativos, especialmente si se hacen pasar como científicas. Posiblemente, no hay nada peor que un supuesto justo que tiene prisa. Especialmente cuando todas sus respuestas están en un solo libro, en uno solo, interpretado por él sólo o por algunos pocos (muy elegidos) entre los innumerables que lo interpretan (no que lo critican). Y si todo está en un solo libro ¿quién precisa dos? Como siempre ha sido, no dependerá de un juez ni de un legislador que gane o muera la ciencia esta guerra que dura siglos, sino de la acción constante y clara de unos ciudadanos preocupados honradamente por la correcta evolución del pensamiento y de la educación de sus hijos. Y en esa partida, debemos jugar todos, en todo momento. Alfonso López Borgoñoz