Tenemos suerte de estar viviendo una genuina revolución sanitaria, aunque ésta no tenga nada que ver con la medicina de tintes espirituales. Esta modesta revolución tiene un gran alcance y se la conoce como Medicina Basada en Pruebas⁷ (EBM, en sus siglas en inglés). La Medicina Basada en Pruebas es la tendencia hacia una atención sanitaria que intenta aunar, en el mayor grado posible, la práctica clínica con los datos empíricos. Las facultades de Medicina partidarias de la EBM forman a médicos preparados para incorporar las investigaciones más punteras a su aplicación de la medicina. Se intenta minimizar al máximo la antigua confianza en las “impresiones clínicas”, cuando el médico prescribía los tratamientos basándose en sus recuerdos de lo que había funcionado en el pasado. Los médicos entrenados en la EBM son imparciales al elegir lo que mejor funciona, ya que no están comprometidos ideológicamente con ninguna terapia en particular. Esta revolución, aunque ha sido completamente ignorada por los medios de comunicación, representa la culminación histórica de la medicina científica. Esta revolución representa la vanguardia científica en la formación y la práctica médicas, la cual nos guía hacia un futuro en el que los médicos tratarán a los pacientes basándose en hechos demostrables y no en aquello que esperan que funcione.
Gracias a todos los análisis realizados con la medicina científica, los médicos modernos pueden adentrarse en el cuerpo humano de manera tan fascinante como cualquier sistema de curación espiritual. (A menudo nos referimos a un novedoso tratamiento médico como “prodigioso” o “milagroso”, prueba del asombroso avance de la medicina). Si hubiéramos tenido la capacidad de medir los procesos biológicos con precisión, no hubiéramos inventado sistemas de curación especulativos como la acupuntura, ya que habrían sido totalmente innecesarios. ¿Se hubiera inventado la acupuntura de haber existido los hemogramas, las resonancias magnéticas y las pruebas funcionales respiratorias? Fue la inhabilidad humana para comprender y describir con exactitud el funcionamiento del cuerpo humano antes de la Edad Moderna lo que nos llevó a crear teorías médicas sobrenaturales. El futuro de la medicina no se encuentra en aquellos sistemas que inventamos por necesidad cuando no teníamos conocimientos científicos. Su futuro está en desarrollar métodos cada vez más precisos que nos permitan medir, analizar y corregir patologías.
Da la impresión de que al menos una parte de la comunidad médica ha olvidado que el espectacular éxito de la medicina moderna se debe al respeto por las pruebas científicas
Gracias a nuestros progresos en la comprensión de las causas biológicas de las enfermedades y de los tratamientos, hemos mejorado de manera sorprendente nuestra salud y nuestra longevidad. Por otra parte, el auge de las especulaciones precientíficas sobre las enfermedades supone una vuelta atrás a un oscuro pasado. Esto parece indicar que al menos una parte de la comunidad médica ha olvidado que el espectacular éxito de la medicina moderna se debe al respeto por las pruebas científicas. Solemos caer en el error de pensar que la medicina convencional es un conjunto de tecnologías, cuando lo que realmente caracteriza a la medicina convencional, a la medicina científica, es un conjunto de preceptos. El principal precepto de la medicina moderna es aquel que defiende que las prácticas clínicas han de ser juzgadas con criterios consistentes, evaluables, imparciales y replicables. La medicina convencional no es perfecta, pero ha prolongado la vida de miles de millones de personas durante su rápido desarrollo. La mejor manera de superar las limitaciones de la medicina actual es no volver a remedios caseros del pasado como la acupuntura. Las lagunas en el conocimiento médico a las que tanto tememos no se deben rellenar con campos energéticos, meridianos y astrología, sino con unos conocimientos sometidos a un canon único, aquellos que llamamos científicos. Alcanzaremos la solución gracias a una persecución prudente pero resuelta de la verdad científica, incluso si para ello hemos de dejar atrás algunas de nuestras falacias más románticas.