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De oca a oca
Félix Ares
Sobre ovnis,Sagan
y otras yerbas
A
estas alturas del siglo XXI hay pocas dudas de
que la mejor vacuna contra la pseudociencia es la
ciencia, y en ese sentido Carl Sagan ha sido una
de las personas que más ha contribuido a luchar contra las
primeras, sencillamente porque su programa de televisión
de divulgación cientÃfica, Cosmos: un viaje personal, puso
la ciencia al alcance de millones de personas. En aquella
serie se habló sin tapujos, por ejemplo, de la evolución.
Si tenemos en cuenta que todavÃa hoy en Estados Unidos
hablar de evolución es un tema tabú, no nos queda más
remedio que quitarnos el sombrero ante quien tuvo el valor
de hablar de este tema sin importarle los enemigos poderosos que se iba a crear. Pero hay varios problemas que
acechan a la divulgación cientÃfica. El primero es quedarse
en las anécdotas, como por ejemplo mencionar los nuevos
premios Nobel, o que no-sé-quién ha hecho una nueva vacuna contra el ébola, y no profundizar en que la ciencia
es un método con sus imperfecciones pero el mejor para
acercarnos a conocer el mundo. El segundo problema es
confundir ciencia con pseudociencia. La ciencia necesita
de la curiosidad y de la rebeldÃa, pero eso también lo tienen algunas pseudociencias. Muchas personas que creen en
temas pseudocientÃficos lo hacen por rebeldÃa y por curiosidad. ¿Dónde está la frontera? Los dos son rebeldes, los
dos son curiosos. Distinguir ciencia de pseudociencia no es
fácil. En un reciente viaje con personas mayores, hice un
pequeño sondeo y la mayorÃa pensaban que Cuarto Milenio
era un programa de divulgación cientÃfica. Para diferenciar
ciencia y pseudociencia se necesitan herramientas. Enseñar
el «kit del escéptico» o el «equipo de detección de camelos» en los institutos puede ser una de las principales herramientas para luchar contra la credulidad. Lógicamente, eso
deberÃa enseñarlo la filosofÃa y ya sabemos lo que quieren
hacer con esa asignatura nuestros lÃderes polÃticos. No sé
si inocentemente o porque saben que si enseñan el pensamiento crÃtico los jóvenes no se van a limitar a cuestionar
las pseudociencias, sino que también cuestionarán las instituciones, los partidos polÃticos, los sobornos a polÃticos, los
rescates bancarios, etc. ¿Es pura ignorancia o es el miedo al
pensamiento crÃtico?
Existe el llamado «backfire effect», el efecto del tiro por
la culata que, brevemente, consiste en que cuando uno tiene
el escéptico 10
Detalle de Declaration of Independence, de John Trumbull (Wikimedia Commons).
una cosmovisión muy clara, escuchar cualquier cosa que la
ataque no debilita dicha cosmovisión, sino que contribuye
a solidificarla. Creo que todos los que llevamos en la lucha
escéptica unos pocos años lo hemos sufrido. Cuando ante
algunas creencias mostramos las pruebas contundentes de
su error, el resultado es que los creyentes se reafirman en
sus creencias y todavÃa creen más. En su obra El mundo y
sus demonios1, Sagan nos da pistas para solventar el problema:
Y, sin embargo, la principal deficiencia que veo en el
movimiento escéptico está en su polarización. Nosotros
contra Ellos, la idea de que nosotros tenemos un monopolio sobre la verdad; que esos otros que creen en todas esas
doctrinas estúpidas son imbéciles; que si eres sensato, nos
escucharás; y si no, ya no hay quien te redima. Eso es poco
constructivo. No comunica ningún mensaje. Condena a los
escépticos a una condición permanente de minorÃa; mieninvierno 2016/17
tras que una aproximación compasiva que reconozca desde el principio las raÃces humanas de la pseudociencia y la
superstición podrÃa ser aceptada mucho más ampliamente.
Tras muchos años de tratar con las pseudociencias, ese
habÃa sido mi diagnóstico. Leerlo allÃ, tan bien escrito por
uno de los mejores divulgadores de ciencia que han existido, me dio una sensación ambivalente. Por un lado, un
gran pensador confirmaba mis ideas; por otro, hacÃa que
mis ideas ya no me parecieran tan originales. Algunos otros
antes que yo habÃan pensado lo mismo y lo habÃan escrito.
El problema es que yo no lo habÃa leÃdo. Una cura de humildad.
Algo muy similar me ha ocurrido con un libro que escribà en 1977: Ovnis: nuevas caras para los viejos dioses2.
Tras más de una década estudiando los ovnis, llegué a la
conclusión de que el fenómeno ovni era un movimiento religioso, muy similar al de los antiguos dioses, y establecÃa
paralelismos entre las apariciones medievales de la Virgen
y la de los alienÃgenas de hoy en dÃa. Mi sorpresa fue grande cuando leà en el mismo libro de Sagan las mismas ideas,
pero muy bien desarrolladas y añadiendo algunos datos bibliográficos que yo desconocÃa y que hacÃan mucho más
sólidos los argumentos.
Las sorpresas de leer ese libro de Sagan no se quedaron en los ovnis o en la parapsicologÃa, iban mucho más
lejos. Cada capÃtulo era un descubrimiento y un jarro de
agua frÃa a mi creencia de que habÃa pensado algo original. Casi todas las ideas que yo habÃa escrito estaban en él.
Por ejemplo, escribà un artÃculo que titulé: «La divulgación
cientÃfica clave para la democracia del siglo XXI». Estaba
muy contento de aquel trabajo hasta que vi que Sagan no
solo se me habÃa adelantado sino que lo habÃa hecho mucho
mejor que yo y encima me decÃa que esa idea ya estaba en
la mente de Thomas Jefferson y otros padres de la Constitución estadounidense.
En el tema de la divulgación cientÃfica, que ha sido mi
profesión durante unos cuantos años, hice junto con mi
equipo cosas que nos parecieron muy originales; pero resulta que ya las habÃa escrito Sagan. Uno de los párrafos de
Sagan nos dice:
Yo sostengo que la divulgación de la ciencia tiene éxito si, de entrada, no hace más que encender la chispa del
asombro. Para ello basta con ofrecer una mirada a los descubrimientos de la ciencia sin explicar del todo cómo se
lograron. Es más fácil reflejar el destino que el viaje. Pero,
si es posible, los divulgadores deberÃan intentar hacer una
crónica de los errores, falsos principios, puntos muertos y
confusiones aparentemente sin remedio que aparecieron en
el camino. Al menos de vez en cuando, deberÃamos proporcionar la prueba y dejar que el lector extraiga su propia
conclusión.
Casi, casi son las mismas palabras que yo dirigà a los
propietarios del museo de la ciencia en el que trabajaba,
primero para eliminar ciertos errores que tenÃan sobre la
misión de aquel centro y segundo para justificar ciertas
conferencias. Yo no lo habÃa leÃdo, pero Sagan ya lo habÃa
escrito.
La lectura de este libro me ha hecho ir mucho más allá;
me ha mostrado que los padres de la Constitución de Estados Unidos, hijos de la ilustración europea, pusieron los
invierno 2016/17
cimientos para una auténtica democracia y que en ellos la
libertad de pensamiento y el pensamiento crÃtico eran fundamentales. Si no he entendido mal, Sagan dice que sin
pensamiento crÃtico no hay democracia.
Y si no logramos que el espÃritu crÃtico cale en nuestros
estudiantes, perderemos muchas posibilidades de mejorar
nuestra calidad y cantidad de vida:
También me gustarÃa que dejásemos de producir estudiantes de instituto poco curiosos, carentes de espÃritu
crÃtico y de imaginación. Nuestra especie necesita, y merece, una ciudadanÃa con la mente despierta y abierta y una
comprensión básica de cómo funciona el mundo. Sostengo
que la ciencia es una herramienta absolutamente esencial
para toda sociedad que tenga la esperanza de sobrevivir
hasta el próximo siglo con sus valores fundamentales intactos... no solo la ciencia abordada por sus practicantes,
sino la ciencia entendida y abrazada por toda la comunidad humana. Y, si eso no lo consiguen los cientÃficos,
¿quién lo hará?.
Cuando estudiaba el fenómeno de los ovnis, una de las
primeras cosas que me llamó la atención de los ufólogos
serios era su tendencia a separar los ovnis auténticos de
los falsos y luego hacer estadÃsticas sobre los primeros.
Recuerdo que algunos autores decÃan sobre los ovnis auténticos con aterrizaje cosas como que eran circulares, de
unos seis metros de diámetro, con ventanas y tres patas.
Las estadÃsticas eran impecables. El problema que yo veÃa
era el del etiquetado. ¿Quién decidÃa que un ovni era auténtico? El que hacÃa la estadÃstica. Yo denuncié aquel modo
de funcionar haciendo un poco de caricatura: el investigador que cree que los ovnis son circulares y de seis metros
de diámetro va a considerar más frecuentemente verdaderos los ovnis circulares de seis metros de diámetro y falsos
los demás; por lo tanto, a la hora de hacer estadÃsticas, la
mayorÃa de sus ovnis son circulares y de seis metros de
diámetro. Una vez más, Sagan también lo tiene en cuenta:
Si pudiera prestar atención a algunos resultados e ignorar otros, siempre serÃa capaz de «demostrar» que hay
algo excepcional en mi racha. Esta es una de las falacias
de nuestro equipo de detección de camelos; la enumeración de circunstancias favorables. Recordamos los aciertos
y olvidamos los errores.
Voy a terminar con otro párrafo de este libro que me ha
recordado la importancia del escepticismo:
El escepticismo tiene por función ser peligroso. Es un
desafÃo a las instituciones establecidas. Si enseñamos a
todo el mundo, incluyendo por ejemplo a los estudiantes
de educación secundaria, unos hábitos de pensamiento escéptico, probablemente no limitarán su escepticismo a los
ovnis, los anuncios de aspirinas y los profetas canalizados
de 35 000 años. Quizá empezarán a hacer preguntas importantes sobre las instituciones.
Tal vez, como colofón al tÃtulo de bachillerato, los alumnos deberÃan prometer lo que Thomas Jefferson: «Prometo
utilizar mis facultades crÃticas. Prometo desarrollar mi independencia de pensamiento. Prometo educarme para poder hacer mi propia valoración».
1
2
Editorial Planeta. Barcelona 2000.
No publicado.
11 el escéptico