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el circo paranormal cuántica. Sin embargo, en este prodigioso salto lógico, el autor olvida un hecho demoledor: la mecánica cuántica explica el funcionamiento del mundo a escala subatómica, y sus predicciones se confirman experimentalmente, mientras que los fenómenos paranormales se resisten con pertinaz cabezonería al análisis. Aun así, el periodista cuenta, con todo el desparpajo del mundo, dando la sensación de haber realizado un cuidadoso estudio, cómo la telepatía -que en un principio podría pensarse que consiste en ondas electromagnéticas- no tiene nada que ver con éstas, postulando las siguientes propiedades: 1. La energía no disminuye en función de la distancia. Esta inocente afirmación viola nada menos que el principio de conservación de la energía (o bien da lugar a sorprendentes propiedades). 2. Trasciende los límites del tiempo y del espacio. Y por si fuera poco, viaja a velocidad infinita (o al menos enorme). Después de leer semejante sarta de despropósitos, el lector siente la tentación de completar el artículo con un poco de física de verdad. Por ejemplo, siguiendo la información contenida en el artículo, podemos definir un nuevo tipo de fuerza -la quinta, nada menos-, la fuerza pática. Las partículas asociadas a la interacción pática podrían llamarse patones, y del artículo podemos deducir algunas de sus sorprendentes propiedades: 1. Los patones son listos, inteligentes. Asumiendo que el principio de conservación de la energía siga siendo válido - aunque probablemente será refutado pronto en alguna prestigiosa publicación pseudocientífica-, el hecho de que no se atenúe con la distancia implica necesariamente que si un sujeto A envía un mensaje telepático a un sujeto B, todos y cada uno de los patones alcanzan al sujeto B, sin interactuar con ninguna partícula/objeto en su camino. Por cierto, se echa en falta un experimento con el sujeto B en movimiento, o un experimento en el que el sujeto A no sepa dónde se encuentra el sujeto B. ¿Serán los patones capaces de encontrarle? 2. Si el principio de conservación de la energía no es válido, entonces tenemos que los patones se multiplican espontáneamente a lo largo de su viaje, de manera que, independientemente de la distancia entre el emisor y el receptor, éste es alcanzado por el mismo número de patones. 3. Los patones viajan más rápido que la luz. Suponemos que su velociad no será infinita, pero, en cualquier caso, tiene que ser enorme. Sirvan como ejemplo los extraordinarios resultados de los experimentos de comunicación extraterrestre realizados por el grupo Aztlán. En ninguna parte, se menciona que tuvieran que esperar mucho tiempo para recibir las respuestas. Queda una incógnita en todo esto, y es cómo han medido la intensidad de la acción telepática y en qué unidades se mide. Es a todas luces necesario definir una unidad de medida. ¿Podemos hablar de energía telepática? ¿Produce ésta trabajo o vagancia? Falta, también, que los creadores de la teoría iluminen nuestras mentes y nos describan el patómetro, instrumento éste, se deduce, de complicado y sumamente ingenioso diseño, ya que, según el artículo de Garrido en Más Allá, la acción pática no se atenúa con la distancia, y de momento nadie ha refutado el principio de conservación de la energía. Por tanto, si los patones interactúan con el destinatario y solamente con él, no podemos hacer que Fulanita mande un mensaje telepático a Menganito y un intrumento situado junto a éste mida la intensidad del mensaje. Esto implicaría una interacción de los patones con el ERNESTO J. CARMENA 32 (Otoño 1998) el escéptico