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que es muy respetuoso. Por ejemplo, los autores afirman, con notable autocomplaciencia, que cualquier científico podría con poco esfuerzo adquirir el mismo nivel de conocimiento y capacidades que un profesor universitario de cualquier disciplina de humanidades, mientras que a la viceversa sería poco menos que imposible. Uno de los puntos en contra de este libro es el lenguaje, excesivamente académico y elitista, y en muchos casos pedante. Uno no sabe si dejarse llevar por una leve antipatía hacia los autores, que a veces parecen excesivamente paternalistas y despreciativos en exceso de las materias humanísticas. Por otra parte, es innegable que está escrito con gran elegancia y precisión, y que muchas veces se puede confundir con paternalismo lo que es una carga enorme de ironía -muy sutil, eso sí-. Más de una vez me he encontrado sonriendo ante algunos de los retruécanos, especialmente abundantes en la sección dedicada al feminismo. Por otra parte, ninguna de las pullas desciende en ningún momento al ataque ad hominem; se mantiene en todo momento la más estricta cortesía. ¿Tiene éxito el libro al denunciar las posiciones absurdas e irracionales de un sector muy amplio de la izquierda académica? En mi opinión, sí ¿Es ésta una obra de cabecera para todo aquél interesado en las guerras de la ciencia? Quizá no. Su interés resulta indudable, pero hay varios puntos en su contra. El más importante es, probablemente, que no tiene traducción al español, al menos por el momento. Por otro lado, el estilo es demasiado árido y enrevesado para mantener el interés de aquéllos cuyos intereses no estén muy centrados en los temas que se abordan. Lo que Sokal consiguió centrándose en el absurdo de las proposiciones posmodernistas, Gross y Levitt lo han diluido en demasía, mezclándolo con un exceso de ensayo ideológico que a cualquier no
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estadounidense le resultará sólo vagamente familiar. Higher superstition es un libro erudito, brillante y minucioso, muy útil para hacerse una idea de las tendencias posmodernistas en el mundo académico estadounidense; pero también demasiado restringido y de lectura difícil. Es muy recomendable para todo el que esté interesado en la evolución de las guerras de la ciencia, especialmente si quiere profundizar en el lado estadounidense de la cuestión, y no tan recomendable para quien no tenga mucho tiempo ni se sienta especialmente fascinado por el fenómeno del posmodernismo y sus extraños conceptos de la ciencia.
ADELA TORRES
Atrapados en Magonia
a ufología ha llegado a un callejón sin salida. Ya no da más de sí. "El conjunto de incidentes ovni auténticos no se distingue de los que se encuentran en los ficheros de casos explicados, lo que indicaría que ambos grupos tienen una naturaleza similar", reconocía recientemente Vicente-Juan Ballester Olmos.1 Sobra decir que, "si ambos grupos tienen una naturaleza similar", la ufología se queda sin objeto de estudio. Claro que Ballester Olmos hacía seguidamente una peculiar interpretación de la conclusión a la que han llegado varios estudiosos por separado tras comparar ovnis auténticos con ovnis identificados: "Sin embargo, a pesar de llevar treinta años estudiando esta materia, no estamos en situación de zanjar la cuestión. Porque si bien es cierto que casi todo se explica, uno de cada diez casos se resiste a ser clasificado".
1
L
Ballester Olmos, Vicente-Juan [2000]: "Ovnis. El enigma que nunca existió". Muy Especial (Madrid), Nº 45 (enerofebrero), 28-33.
¿Qué importancia tiene que no hayamos podido explicar ese caso si no se diferencia en nada de los otros nueve? Ninguna; pero la actitud del ufólogo valenciano es un signo evidente del estancamiento en el que vive la ufología, del que también es buena muestra la última obra de Antonio Ribera, decano de los divulgadores españoles de la creencia en los platillos volantes. Ribera demostró hace dos años con Abducciones, un libro dedicado a los secuestros de humanos por parte de alienígenas, el agotamiento al que ha llegado el discurso ufológico: contaba, por enésima vez, las mismas historias de siempre con la habitual ausencia de sentido crítico. Al igual que Ballester pasa por alto que no haya nada que distinga los casos auténticos de los explicados, el veterano ufólogo catalán olvida sistemáticamente que casi todos los avistamientos que sigue publicitando como reales ya no se los cree nadie, que son más falsos que una moneda de chocolate. Aunque de distinta generación y tendencia, ambos estudiosos personifican el anquilosamiento en el que se ha sumido la ufología por el deseo de sus cultivadores de creer más allá de las pruebas. A los 80 años, Ribera vuelve ahora a la carga con unas memorias epistolares de título pretencioso Cartas de tres herejes- que se venden poco menos que como una obra de consulta obligada para los historiadores. "En un futuro no muy lejano -afirma Javier Sierra en el prólogo-, cuando los historiadores del mañana deseen acercarse al envés de aquellos herejes que lucharon a brazo partido por sacar a la luz temas de la máxima trascendencia como el de los ovnis, recurrirán sin duda a este libro como fuente inagotable de inspiración". Una vez más, el director de la revista Más Allá confunde sus deseos con la realidad. Ni los ovnis son un asunto de "la máxima trascendencia"; ni a Ribera, Aimé Michel y Jacques Vallée se les puede calificar
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de herejes que hayan luchado "a brazo partido" por nada; ni este libro puede ser considerado una "fuente inagotable de inspiración". Cartas de tres herejes es, siendo generosos, una obra para completistas, para aquéllos que, aunque ello conlleve perder tiempo y dinero, llevamos lustros observando lo que ocurre en ese submundo de los seguidores de los platillos volantes intrigados por las causas que llevan a personas en apariencia inteligentes a dejarse seducir por la irracionalidad. El libro es una recopilación de parte de la correspondencia que mantuvo desde principios de los años 60 el ufólogo español Antonio Ribera con los franceses Aimé Michel y Jacques Vallée. Un intercambio epistolar, intenso entre los dos primeros y ocasional entre Ribera y Vallée, que si algo revela es la enorme credulidad de los protagonistas, sus ansias de grandeza y su escasa evolución intelectual en más de tres décadas. Que estos autores sean, todavía hoy en día, considerados como primeras espadas de la ufología mundial sólo demuestra que consiguieron lo que perseguían: hacerse con el equivalente intelectual al minuto de gloria de Andy Warhol, convertirse en autoridades, aunque fuera de un campo marginal. Cartas de tres herejes aporta muy poco a la historia de la ufología española, aunque sí saca a relucir algunas ruindades y aspectos de la personalidad de los protagonistas como el afán de Ribera por abrirse las puertas de publicaciones extranjeras o lograr que sus libros se editen en otros países, la credulidad desmedida de Michel -que abarca desde el espiritismo y la telepatía hasta el convencimiento de que Ellos, los extraterrestres, dirigen los destinos del ser humano- y la diplomacia y frialdad de Vallée. Una carta que Ribera dirige a Michel el 4 de julio de 1966 resulta esclarecedora, por ejemplo, respecto a la altísima opinión que tienen de sí mismos ambos ufólogos, y los que dicaban las misivas a hablar de lo humano y lo divino: desde el modo de vida en su mundo hasta cómo allí también se encarnó Jesucristo, pasando por páginas y páginas de jerga pseudocientífica sobre todas las ramas del saber. En este fraude cayeron Ribera y, en menor medida, Michel, así como una larguísima lista de aficionados a los platillos volantes.2 El momento cumbre del montaje de Ummo fue la creación de una serie de fotos de un avistamiento de una nave ummita sobre Madrid, que dio lugar al libro Un caso perfecto, de Ribera y Rafael Farriols. A la hora de enjuiciar el caso de las cartas de los ummitas, en Cartas de tres herejes sale a la luz no sólo la nula capacidad crítica de Ribera -"es necesario aceptar que su origen es extraterrestre", escribe el 22 de septiembre de 1976- y de Michel "se trata de uno de los más grandes enigmas de la historia", afirma el 29 de julio de 1979-, sino también el empecinamiento de la ufología española en su conjunto por obviar que fue una revista escéptica la que desenmascaró ese fraude. Sierra, en sus comentarios a pie de página, vuelve a falsear lo sucedido, presentando como descubridores del montaje de José Luis Jordán Peña a quienes no lo fueron, e ignorando a sabiendas que la confesión de Jordán Peña como autor del fraude de Ummo se publicó como primicia en La Alternativa Racional, revista editada por ARP. Este epistolario incompleto -faltan misivas- es un producto de su tiempo que debería haber permanecido oculto en el baúl de los recuerdos, porque, ante todo, refleja la pobreza intelectual que caracteriza a la ufología desde siempre, además de su inmovilismo. Si en un principio los tres autores implicados se acercaron a los ovnis con curiosidad, pronto se transmutaron
2
Ribera, Antonio [1999]: Cartas de tres herejes. Prologado por Javier Sierra. Ediciones Corona Borealis. Madrid. 303 páginas.
después han seguido sus pasos. "Estoy en vías de traducir un libro sobre Galileo y Newton y me he sentido conmovido por la similitud que existe entre los investigadores de punta de aquella época y los investigadores de punta actuales", escribe el español. Obviamente, entre "los investigadores de punta actuales", están Michel y él mismo. Esta vieja cantinela de caracterizarse como adelantados a su tiempo ha sido esgrimida por casi todos los practicantes de pseudociencias para justificar el desdén hacia la ciencia oficial, para no dar pruebas de nada y presentarse como mártires incomprendidos. Además de la obsesión de Ribera por defender a capa y espada que los platillos volantes vienen de Marte y por deducir un plan de exploración alienígena del alineamiento de avistamientos sobre el mapa, el episodio que coloca al autor barcelonés más allá de cualquier viso de racionalidad es el que se refiere al conocido como misterio de Ummo. En los años 60, contactados y ufólogos españoles empezaron a recibir unas cartas cuyos autores se presentaban como extraterrestres del planeta Ummo y de-
Jordán Peña, José Luis [1993]: "Ummo: otro mito que hace `crash'". La Alternativa Racional (Zaragoza). Nº 29 (Verano), 18-21.
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en simples creyentes capaces de tragarse cualquier fiasco con tal de seguir publicando libros y artículos. Entraron en Magonia persiguiendo a las hadas del siglo XX y quedaron atrapados en un mundo imaginario sin querer darse cuenta siquiera de ello hasta que fue demasiado tarde. Y no son los únicos.
LUIS ALFONSO GÁMEZ
Filipinos en su sitio
an on the Moon (1999) es el título de la película dirigida por Milos Forman en la que se narra la biografía del provocador showman estadounidense Andy Kaufman -conocido en España por su papel de Latka Gravas en la serie televisiva Taxi-, quien murió en 1984 de cáncer de pulmón. Desde un punto de vista escéptico, hay que felicitar a quienes han hecho esta película por una contundente secuencia que aparece al final. Kaufman era devoto de la Meditación Trascendental -aunque, según dice uno de los personajes, con él no parecía funcionar-, así que no es de extrañar que, además de a la radioterapia convencional, también recurriera a la medicina alternativa para curar su cáncer y en la pantalla le veamos recubierto de gemas de colores para eliminar su energía negativa. Aquello no funcionó y, después de ver un documental televisivo sobre los cirujanos psíquicos, viajó a Filipinas, donde fue tratado exitosamente por Ramon Jun Labo. Fallecía de ese cáncer dos meses después. La cirugía psíquica es una de las actividades más repugnantes de lo paranormal. Aquí en España, es inevitable recordar la actuación en 1993 de Stephen Turoff -alias doctor Kahn- en el programa Otra Dimensión, presentado por Félix Gracia. La revista Más Allá apoyó expresamente el montaje y, además de promocionar a Turoff con entrevis-
M
tas, publicó reiteradamente la dirección de su centro, llegando incluso a incluir un número de cuenta corriente para aportaciones económicas. Que estos cirujanos psíquicos aparezcan con frecuencia en las revistas paranormales es coherente. Sí, reconocen que los tejidos extraídos son de pollo u otros animales..., pero hay curaciones, tal vez operan en el plano astral, los fraudulentos ocultan a los verdaderos... En fín, lo de siempre. Como ejemplo, mencionaremos a Fernando Jiménez del Oso, quien se "benefició del arte incomprensible" de Alex Orbito y las fotos -obviamente, sin ningún encuadre comprometedor- de esta operación aparecieron en la ya desaparecida revista Espacio y Tiempo en marzo de 1993. Lo que resulta descorazonador es que en una serie documental -por otra parte, excelente- de TVE sobre la expedición de Malaespina se mostrara a los actuales cirujanos psíquicos terminando con la consabida muletilla de que juzgase el espectador. Afortunadamente, también podemos mencionar que el mago Anthony Blake, quien, en un programa de gran audiencia como el Un, dos, tres... duplicó los trucos de estos desaprensivos, en aquella ocasión no terminó el número con su frase "lo que acaban de ver es producto de su imaginación", sino que aclaró expresamente que se trataba de un truco. Volvamos a Man on the Moon. Kaufman llega a Filipinas en busca del milagro. La cámara entra en la clínica, donde se ve a una larga fila de enfermos pagar en efectivo antes de ser operados. El curandero realiza su manipulación con uno de los pacientes: se lava las manos en agua ensangrentada, se las seca, las introduce en el abdomen del enfermo, brotando sangre, y, cuando las retira, extrae algo que parece tejido. Cuando yo vi la película, el público lanzó exclamaciones de asombro. Pero, cuando es Kaufman quien va a ser operado, Forman nos muestra bien clarito el modus operandi. Al
Imágenes reales de la supuesta operación a la que fue sometido Kaufman.
Man on the Moon [1999]. Dirigida por Milos Forman. Guión de Larry Karaszewski y Scott Alexander. Producida por Jersey Films/Cinehaus Production. Interpretada por Jim Carrey, Danny DeVito, Courtney Love y Paul Giamatti.
secarse las manos, el cirujano psíquico toma entre los pliegues de la toalla una bolsita que oculta entre sus dedos y, al volver a colocarlas sobre el cuerpo, rompe la bolsita y así parece que brota sangre. Dobla los dedos de una mano simulando introducirla en el cuerpo y la otra mano extrae los tejidos que en realidad estaban en la bolsita. Secuencia tan sencilla como demoledora. Veanla, la película les gustará... ¡Incluso a los que odian a Jim Carrey!
EDUARDO GIMÉNEZ GONZÁLEZ
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