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Editorial Conspiración y negacionismo Félix Ares Presidente de ARP-SAPC E n este número de El Escéptico contamos con un artículo titulado "11-S: Teorías de la Conspiración" que me llama la atención. Ni qué decir tiene que yo sabía que había movimientos que negaban que el atentado contra las Torres Gemelas fuera obra de radicales islámicos, pero me ha sorprendido leer la cantidad de teorías conspiranoicas que hay. Me llama la atención algunas de las frases que dice el autor del trabajo, Julio Plaza del Olmo, como «A tal extremo llega la negación a todo lo que se considere oficial, que hay quien niega que en las Torres Gemelas se estrellaran sendos aviones». Quiero subrayar: «todo lo que se considere oficial». Yo, que he vivido en el franquismo estaba muy acostumbrado a que la versión oficial fuera falsa. Los No&Do y los telediarios te daban muchas pistas; ya sabíamos que si las noticias alababan al régimen eran falsas y por lo tanto, lo contrario era la verdad. He vivido en pleno negacionismo de lo que decían los medios oficiales y normalmente acertábamos: ni Fraga se bañó cerca de la zona donde cayó la bomba atómica de Palomares, ni nunca se construyó un tren de «alta velocidad» que uniera Madrid con Barcelona (en tiempos de Franco). Pero aquello era la España de charanga y pandereta. Una España sin prensa libre, donde un gobierno dictatorial mentía a la población. Lo que me sorprende es que estas conspiranoias surjan en un país con una democracia afianzada, como es Estados Unidos, y con una prensa libre. Locos siempre hay, eso no es preocupante. Incluso es bueno: se demuestra que los locos pueden expresarse en libertad. Lo que me sorprende es el enorme grado de seguimiento que tienen. Hace unos pocos años me llevé la terrible sorpresa de que cuando hablaba en las emisoras de radio con las que colaboraba, más de la mitad de los periodistas no se creía que el ser humano había llegado a la Luna. Los argumentos eran los que han sido tan magníficamente bien desmontados por Eugenio Manuel Fernández Aguilar en su libro La Conspiración Lunar de la colección ¡Vaya Timo! Y he tenido que discutir con ellos de que las vacunas no son el diablo que nos muestra una monja de Montserrat, que los móviles no son más perjudiciales que las señales que emite la televisión en UHF o que la homeopatía era una estupidez esférica es estúpida la mires por donde la mires. Insisto en que la discrepancia de una persona o dos me parece una prueba de madurez, una prueba de independencia de pensamiento. Lo que me sorprende es la cantidad de gente que cree idioteces. Admito que haya gente que crea bobadas que nos han llegado por la tradición, a fin de cuentas es bonito creer las historietas que nos contaban los abuelos; pero que haya tanta gente que crea imbecilidades que se han creado en los últimos años me produce urticaria. Una de ellas es esta del 11-S que nos ha llevado a que viajar en avión sea un martirio. En nuestro país prefiero ir en autobús a tener que sufrir la humillación de desnudarme en los aeropuertos. Uno se siente tentado a pensar que no tiene importancia. «¡Que crean lo que quieran!» Pero tras no creerse que dos aviones de pasajeros derribaron las Torres Gemelas se llega con la misma facilidad a que las vacunas son inventos inútiles de las multinacionales para aumentar beneficios, que los gobiernos ocultan que las redes wifi son el demonio en persona, que los transgénicos son una trampa de Monsanto para subyugar a los agricultores, que la OMS persigue el aumento de beneficios de las farmacéuticas, que las multinacionales ocultan los motores de agua y otras fuentes de energía baratas e ilimitadas, que la medicina científica es una falacia inventada por los ateos para evitar que la gente se cure confiando en dios y rezando, que las enfermedades son un castigo divino y que se curan portándose bien, que el cambio climático es un invento de los científicos para cobrar subvenciones, que el SIDA no está producido por un virus, que la agricultura que aporta nutrientes artificiales y fitosanitarios produce cáncer, o que modificar el código genético de una planta atenta contra dios y nos hace culpables de orgullo desmedido y de blasfemia. Por eso programas como Cuarto Milenio o Espacio en Blanco me ponen los pelos de punta, pues socavan todo el sistema de ciencia y tecnología, la idea de que hay multitud de personas que trabajan por el bien de la humanidad con unos sueldos ridículos, pero que lo hacen porque creen que van a aportar algo y lo hacen con pruebas, sometiéndose al método científico. Socavan todo lo que hay de altruista en el ser humano. Para acabar voy a reproducir unas frases del libro de Michael Specter titulado Denialism (Negacionismo): «[La] popularidad puede confundirse fácilmente con la autoridad. Ocurre cada día en Internet. Confundir popularidad con autoridad es uno de los sellos distintivos del negacionismo. La gente se siente confortada de formar parte de una multitud. El sentimiento de que temas complejos pueden resolverse por una especie de voto mayoritario, como si se tratara de una elección, ayuda a explicar el amplio apoyo a las «Medicinas Alternativas». También son la razón de que los movimientos antivacuna hayan sido tan exitosos. La democracia manda. Millones de personas toman suplementos antioxidantes. No es probable que esta tendencia cambie»... Y continúa: «El negacionismo es un virus, y los virus son contagiosos». 7 el escéptico