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Ooparts. Objetos fuera de su tiempo
Juan José Sánchez-Oro y Chris Aubeck
Ediciones Luciérnaga. Barcelona, 2015. 293 pp.
La vida a veces depara sorpresas impresionantes. Por
ejemplo, ir por la calle, doblar una esquina y encontrarse
de golpe con un amigo al que deseabas ver hace años.
O que la compañÃa de gas te mande una carta para decirte que bajarán los precios. O que una editorial como
Luciérnaga, que suele publicar libros de Clara Tahoces,
Bruno Cardeñosa y Lorenzo Fernández, de repente saque
a la venta un texto serio sobre ooparts, o sea, âartefactos fuera de lugarâ. Con esa palabreja se han definido en
el mundo del misterio aquellos extraños objetos que parecen demostrar que en el pasado existió una tecnologÃa
avanzadÃsima que solo podemos atribuir a visitantes del
espacio. Ya sabemos que nuestros predecesores humanos,
especialmente los de Asia, Ãfrica y América Latina, eran
idiotas y solo podrÃan mostrar algún grado de civilización
en la medida en que extraterrestres vinieran desde las estrellas para enseñársela.
Dejando de lado ese racismo que subyace a la idea de
los pedagogos visitantes interestelares, Ooparts. Objetos
fuera de su tiempo es una grata sorpresa o, si nos ponemos
por un minuto de parte de quienes buscan otro texto que
les confirme sus creencias más firmes, una estafa. Si en la
el escéptico 50
portada aparece una calavera de cristal, la máquina de Anticitera, un «avión» de Tolima y otras maravillas que demostrarÃan que en el pasado hubo astronautas entre nuestros ancestros, podemos sospechar que nos encontramos
ante otro de los libros que refritan historias ya publicadas
mil veces por Erich von Däniken, Peter Kolosimo, Robert
Charoux y otros autores de la llamada «astroarqueologÃa».
Pero no. El texto firmado por Juan José Sánchez-Oro
y Chris Aubeck es una meticulosa investigación, llena de
detalles y datos reveladores, que va desmenuzando, uno
por uno, los clásicos enigmas que llenan las revistas del
rubro y las webs de misterios. Los autores no perdonan
una: por su guadaña pasan el mapa de Piri Reis, las figuras de Acámbaro, las piedras de Ica, el astronauta de Palenque, los dogu japoneses, la baterÃa de Bagdad, el pilar
de Nueva Delhi y otra serie de presuntas evidencias de
la presencia de inteligencias extraterrestres en el pasado
o, quizás, de la existencia de civilizaciones avanzadas de
las que prácticamente no quedan rastros o, por qué no, de
otras humanidades cuyas memorias fueron borradas por
el paso de los años, excepto por esos pequeños registros,
esos ooparts.
Pero la verdad es que no hay nada de eso, y la dupla
Sánchez-Oro/Aubeck lo deja en claro no solo de forma
aleccionadora y clara, sino también contundente e irrefutable. Un libro como el que comentamos es una bocanada
de aire fresco y es preciso aplaudirlo a rabiar. Está escrito
desde la más profunda honestidad intelectual y nadie podrÃa acusar a los autores de ser escépticos radicales, que
es la forma que tienen algunos de desacreditar los ensayos
que no concuerdan con su visión del mundo. Acá estamos ante escritores que han ido, sin fanatismos, en busca
de una respuesta y en el camino fueron descubriendo que
las cosas suelen ser explicables cuando se cuenta con la
información adecuada. Eso, sin embargo, no quita magia
al mundo. Al contrario, encontrar soluciones y cerrar los
cÃrculos es una forma hermosa de ampliar la visión del
mundo, y nos deja las manos libres para ir a la caza del
próximo enigma. Quizás el siguiente sà será uno que nos
deje boquiabiertos a todos.
En resumen, un libro muy bien escrito, recomendable al ciento por ciento y que repasa, con meticulosidad
enciclopédica, algunos de esos misterios que tantos han
querido vender como imposibles de resolver y que tan pocos han presentado de la forma honesta en que lo hacen
aquà sus autores. Y si a Ediciones Luciérnaga le pasaron
un gol con el libro, enhorabuena. Por fin publicaron algo
que vale la pena. Si, al contrario, lo hicieron a sabiendas
de que estaban mostrando una visión del mundo que no
coincide para nada con la suya, semejante muestra de pluralismo merece un aplauso.
Diego Zúñiga C.
otoño 2016