Recomendamos la lectura de este artículo en formato pdf, respetando su maquetado original.
Para ello pinche en la imagen de la primera página que aparece arriba.
Para facilitar su difusión, proporcionamos también la versión del artículo en texto, pero tenemos que advertirle que su extracción ha sido realizada por herramientas automáticas y puede que no conserve completamente la composición original.
Enlace al artículo en html (en nueva ventana): Ciencia: Razón y magia
Texto plano (desmaquetado) del artículo : Mostrar el texto plano (segunda vez esconde)
Artículo El escepticismo en el Año de la Ciencia CIENCIA: RAZÓN Y MAGIA Las pseudociencias están situadas en el terreno de la irracionalidad, pero disfrazadas para parecer actividades científicas. El lector podrá encontrar el original en: http://suplementos.laopinion.es/ciencia/material/pdf/2008/11/29112008.p…. Manuel Toharia El conocimiento científico ha sido siempre una consecuencia inevitable de la curiosidad del ser humano por el mundo que le rodea. Incluso cuando éramos apenas unos monos listos que comenzaban a andar sobre dos patas, ya comenzábamos a distinguirnos de las demás especies vivientes por una capacidad única en todos los seres de la Biosfera: la de preguntarnos ¿por qué? La ciencia sigue hoy el mismo esquema. Pero desde el hombre prehistórico ha sido tan enorme el caudal de conocimientos acumulado que casi hemos dejado ya de ser conscientes de esa capacidad nuestra por mostrar curiosidad, y perdemos mucho más tiempo estudiando lo que otros aprendieron antes que aprendiendo por nuestra propia cuenta a base de responder a los sempiternos porqués que nos surgen a cada paso. En ese proceso epistemológico de muchos milenios, la humanidad ha sabido encontrar muy diversas respuestas a sus preguntas. No todas ellas atendían a la racionalidad sino que eran a menudo la expresión de ese ser irracional que también llevamos dentro. Lo cual se comprende fácilmente en el hombre primitivo: ante el misterio de la vida, la enfermedad y la muerte, bajo el fragor de la naturaleza desbocada y generalmente enemiga, los humanos prehistóricos debían sentir no sólo un respeto imponente sino auténtico pavor. Es probable que las respuestas racionales que encontraron las mentes más lúcidas se entremezclaran con las más irracionales, basadas en seres superiores y eventualmente protectores --dioses--, mecanismos incomprensibles y más allá de lo natural --magias-- y demás ideas ajenas a la experimentación y el raciocinio. días. Hemos adquirido conocimientos de todo tipo, que unas veces eran llevados a la práctica --instrumentos, tecnologías-- y otras sólo satisfacían nuestra curiosidad o nuestro placer --ciencia fundamental, artes--, pero siempre conviviendo con creencias inverificables, sustentadas a menudo en el temor de las gentes y utilizadas como instrumento de dominio por parte de determinados poderes --magos, sacerdotes...--, en obvia connivencia con los poderes temporales, civil y militar.No otro sentido tenía la consulta a los arúspices por parte de los generales antiguos antes de las batallas, o la erección de templos majestuosos en honor de divinidades jamás contempladas. La ciencia y la magia han caminado juntas durante buena parte de la historia de la humanidad. La astrología, sin ir más lejos, seguramente es tan antigua como el mismísimo Homo sapiens.Y las religiones han ido mostrando posturas diversas, incluso cambiantes, frente al fenómeno emergente de la ciencia racional.Aunque siempre se opusieron, incluso violentamente, porque los saberes menoscababan su poder al desvelar misterios antes inexplicables. El ejemplo de Galileo es suficientemente significativo. y ambas dimensiones del ser humano --creencia y ciencia-- no tienen por qué ser incompatibles (Teilhard de Chardin puso la primera piedra en ese edificio conceptual). Otras religiones más ancladas en el pasado --hoy diríamos integristas-- llegan a negar lo que la ciencia demuestra cuando esas demostraciones se oponen a lo que dictan sus creencias. Es muy frecuente este fenómeno en las confesiones recientes de EE.UU. En cuanto a las magias, la mayoría de ellas han gozado y siguen gozando de buena salud, y no sólo en las sociedades más pobres o incultas. Es probable que los humanos no seamos capaces de renunciar a la dimensión irracional que quizá seguimos albergando como recuerdo de nuestro pasado animal. ¿Cómo, si no, explicar la vigencia en nuestra sociedad de magos, curanderos, brujos, echadores de cartas, videntes y demás practicantes de las más antiguas y modernas mancias? Y casi peor es lo de las pseudociencias, situadas en el terreno de la irracionalidad pero disfrazadas --por lenguaje, comportamiento e incluso de personas que recibieron una sólida formación científica-- para parecer actividades científicas. En las sociedades occidentales existen numerosos practicantes, y defensores, de estas falsas ciencias. Y aunque nunca el saber humano alcanzó tan altas cotas como hoy día, las religiones, las magias y las pseudociencias siguen conviviendo, con mejor salud que nunca, con el mundo moderno, cuyas tecnologías y avances científicos resultan casi milagrosos. Quizá los humanos no seamos del todo racionales. A lo mejor nunca podremos desprendernos de un grado, mayor o menor, de esa irracionalidad que caracteriza a los demás animales. 29 En la actualidad, ha sido tan enorme el aumento reciente de nuestro caudal de conocimientos que resulta difícil mantener, con visos de racionalidad, muchos de los postulados mágicos o religiosos que antes parecían imprescindibles.Algunas religiones evolucionadas, como la Católica, han abjurado recientemente de errores pasados y aceptan los avances de la ciencia: para ellas, la fe tiene mecanismos mentales muy Y el proceso se ha mantenido hasta nuestros diferentes a los del conocimiento racional el escéptico