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En fin, que quizás habrá que esperar a la serie para que la reticente cámara de Carballal funcione. Hasta entonces, sus vagas explicaciones y su exhibición de conocimientos atlantes están muy lejos de ese protagonismo que, según él, la Atlántida merece en nuestras facultades de Historia. Comentario aparte merece un recuadro que complementa el artículo, titulado ¿Dónde está la Atlántida? y cuya autoría no consta. A la vista del contenido, más bien deberíamos decir que no ha sido reivindicado; al fin y al cabo, es un auténtico atentado contra la gramática y la ortografía. Y esta falta de reivindicación es una lástima, porque el autor merecería un puesto de honor en los anales de la confusión no sólo lingüística, sino mitológica. Tras mencionar a Platón, demostrándonos que no lo ha leído, el perpetrador del recuadro repasa diversas teorías sobre la ubicación de la Atlántida. Imputa por ejemplo - tal vez injustamente- a Spiridon Marinatos y Agnelos Galonopoulos la teoría de que la Atlántida fue sepultada por una erupción del Krakatoa. Si hasta ahora habíamos visto cómo muchas teorías magufas jugaban tranquilamente con las fechas, haciendo retroceder a su capricho las épocas de construcción de las pirámides egipcias o los templos mayas con el fin de que concordasen con sus disparates, debemos reconocer que es la primera vez que el salto se produce al revés. Si el autor del recuadro está en lo cierto, la Atlántida habría recorrido un bonito periplo en el espacio hasta situarse en las antípodas de su supuesta ubicación -Krakatoa se encuentra en el Pacífico- y en el tiempo, ya que la explosión de Krakatoa se produjo en 1883. La solución sea tal vez, como apunta el autor, la que propone el grupo español Hipergea, que afinó en su localización hasta la actual Thera. No sabemos cómo logró afinar tanto, puesto que por más que buscamos no logramos encontrar ninguna actual Thera. Santorin dejó de llamarse así hace varios siglos. Claro que no se puede estar en todo; bastante tienen estos investigadores con sus fantasías como para tener que conocer, además, la dura realidad. En fin; el autor termina citándonos leyendas -no lo dice, pero obviamente son leyendas de moderna invención- que sitúan la Atlántida en otros muchos lugares, entre ellos la desaparecida Tartessos. Esto último sería ya una especie de doble salto mortal con tirabuzón: un supuesto continente perdido, mencionado tan sólo a título de parábola por un filósofo griego, y que al parecer acabó sumergiéndose en las aguas, pasa a ser en realidad un floreciente imperio de la Edad del Bronce cuyos restos siguen apareciendo periódicamente y que ni siquiera se dio un bañito. Así, despojada de sus elementos, la leyenda de la Atlántida podría identificarse con cualquier cosa. En fin; quizás el anónimo autor del recuadro debiera recurrir a Paco Lobatón para que le ayude a localizar la mítica Atlántida. Porque si tiene que confiar en los resultados de su propia investigación... FERNANDO L. FRÍAS 1 Carballal, Manuel: Descubren en Canarias los muros sumergidos de la Atlántida. Karma.7 (Barcelona), Nº 286 (Diciembre 1997), 16-20. Ovnis fantasmas en Canarias Una de las más increíbles historietas que circulan en el mundillo ovni nacional en los últimos años tiene como protagonista a un grupo de soldados de reemplazo y como escenario Gran Canaria. Según cuentan diversos periodistas especializados en temas de misterio de publicaciones sensacionalistas, una noche de abril de 1991, un grupo de soldados de la Base Aérea de Gando fue despertado de su sueño por unos oficiales para cumplir una misión. Los radares del Escuadrón de Vigilancia Aérea número 21 habían detectado ecos no identificados al suroeste de la isla. Se trataba de una acción rápida. Embarcaron en un helicóptero Super-Puma del Servicio Aéreo de Rescate, y allá que se fueron nuestros soldados a la playa de Taurito o Diablito, cuestión que no queda clara en las informaciones -escasas y fragmentarias- que los autores antes citados han suministrado a lo largo de estos años. Habiendo llegado a la zona en cuestión, los ocho soldados comenzaron a ver una serie de siluetas y sombras, mientras el helicóptero, que esperaba estático en lo alto, era sobrevolado por extrañas luces. Y, cuando los soldados se encontraban muy cerca de las sombras, se inició un tiroteo contra las mismas, pero las balas no parecían hacerles efecto: era como si las traspasaran. Las sombras desaparecían y volvían a aparecer, siendo nuevamente cosidas a tiros. Cuando se lanzaban bengalas luminosas, las sombras desaparecían. Llegaron a rodear una de las sombras, pero no dispararon por miedo a herirse entre ellos. Un perro adiestrado se acobardo... Uno de los soldados asegura que todo aquello duró unos 45 minutos y, durante media hora, estuvimos pegando tiros. La historia finaliza trucando los subfusiles Cetme para que no se descubriera que habían sido disparados y con la amenaza de los oficiales a los reclutas de que guardaran silencio en relación con lo vivido (amenaza que no sirvió de mucho): la peripecia se repetiría dos semanas después. En el curso de varias visitas a la isla de Gran Canaria, mostré las informaciones publicadas a diversas autoridades militares del Ejército del Aire. Como me imaginaba, negaron los hechos, pero no sólo eso. Dando por supuesta la realidad de los mismos, la operación llevada a cabo no tenía ni pies ni cabeza. Era irracional y disparatada. Así no habría actuado el Ejército del Aire en una operación similar. Entre los militares consultados por el autor de estas líneas, se encuentra el coronel Pedro Arcas, jefe de la Oficina de Relaciones Públicas del Mando Aéreo de Canarias, quien, después de sonreírse mientras leía las referencias, espetaba: Esto es absurdo. Reacción muy similar a la del coronel Enrique Pina, jefe de la Base Aérea de Gando, en entrevista mantenida en marzo de 1996. Posteriormente, se realizaron otras consultas, entre ellas, al Escuadrón de Vigilanel escéptico (Junio 1998) 47 cia Aérea número 21, donde no consta nada en este sentido. También, al 802 Escuadrón del Servicio Aéreo de Rescate, cuyo comandante jefe, Angel Valcárcel, me comentó: Respecto al testimonio relatado en su día por el joven que cumplía el servicio militar en la Base Aérea de Gando, no procede ningún tipo de comentario por la irracionalidad e inverosimilitud no del propio fenómeno en sí, que no se entra a valorar, sino de la forma y medios con que actuaron las unidades indicadas. Usemos la lógica. ¿Es acorde al sentido común que unos soldados de reemplazo se líen a tiros en una playa de madrugada contra unas sombras que que aparecen y desaparecen, y además durante media hora? ¿Nadie oyó los disparos? En una playa pública, fuera la de Tauro o las pequeñas calas de Taurito y Diablito, donde ya en 1991 había campings durante todo el año y donde abundan las embarcaciones deportivas; en fin, una zona densamente poblada por multitud de turistas -todo el sur y suroeste grancanario- y donde, a la voz de ¡Abran fuego!, nuestros aguerridos soldados de reemplazo - recalco - vaciaron sus cargadores en todas direcciones, exponiéndose a que hubiera algún periodista -en este caso, no ufológico- por las inmediaciones y a causar un enorme problema al Ejército. ¿Es tan estúpido nuestro Ejército del Aire? ¿Tiene todo esto algún sentido? ¿Qué nos queda? Sombras, sombras, y más sombras... RICARDO CAMPO PÉREZ ¿Cerebros implantados? Si la realidad del fenómeno ovni hubiese sido llevada ante un tribunal de justicia, hace tiempo que habría sido probada como algo absolutamente cierto. Con esta sensacional frase, que abre su artículo titulado Implantes: ¿Una sutil arma alienígena?, Salvador Freixedo nos deja bien claras dos cosas: su condición de fervoroso creyente en la ufo48 (Junio 1998) el escéptico logía, y su absoluta ignorancia de la práctica procesal.1 Y si estas dos impresiones, al basarse en la lectura de una sola frase, pueden parecer algo apresuradas, a lo largo del artículo Freixedo se reafirma en lo primero -su inquebrantable credulidad - y amplía lo segundo -demostrando que su enciclopédica ignorancia abarca la gran mayoría de las parcelas del conocimiento humano-. Freixedo parte de la base de que los extraterrestres no se conforman con hacer guarrerías con las víctimas de sus abducciones, sino que, por si eso fuera poco, se dedican a implantarles lo que el autor llama biochips, que son partículas que en la práctica van desde simples piedrecitas o trozos de metal hasta acumulaciones de grasa o pelos malformados. El origen real es indiferente: de lo que se trata es de hacerlos pasar por auténticos implantes extraterrestres. Claro; uno podría objetar, por ejemplo, que no todas las supuestas víctimas de no menos supuestas abducciones presentan esos implantes. No hay problema. El intrépido Freixedo acude a Andrija Pujarich, que, desde su autoridad de doble candidato al premio Nobel por su condición de genial inventor en el campo de la electrónica, nos informa de que existen implantes fuera del espectro visual físico y sólo pueden ser vistos por algunos humanos especialmente sensitivos. Esperemos, dicho sea de paso, que sean más sensitivos que el propio Pujarich, que se ha dejado engañar sistemáticamente por Uri Geller, el cirujano psíquico Arigo y, en general, cualquier charlatán medianamente hábil que se le ha cruzado en el camino. El caso es que, con esta afirmación, las evidencias judiciales que postulaba el propio Freixedo pasan a engrosar las filas de los fenómenos celosos,2 como las hadas y los gnomos, los íncubos y súcubos, o los pitufos y los hombrecillos verdes de la nevera.3 Fenómenos del tipo existen, pero sólo los puedo ver yo. Eso sí, la mención a Pujarich, además de añadir un nuevo elemento humorístico al artículo, sirve para colocar la fotografía de Salvador Freixedo, en una pose digna de un profeta anunciando el Apocalipsis. A su lado, Pujarich partiéndose de risa. Afortunadamente, no todos los implantes son tan etéreos y elusivos. Freixedo nos cuenta también la asombrosa historia de cómo David E. Pritchard, doctor en Física por Harvard y profesor en el MIT, utilizó los recursos de su laboratorio para investigar el implante que se había extraído a un tal Price. Después de mostrarnos las características de la maquinaria empleada, y de hacernos ver el enorme interés que para las instituciones Es una lástima que Freixedo no sepa inglés; en caso contrario, se habría dado cuenta de que reproduce un informe médico relativo a un implante que resulta ser un coágulo formado por células epidérmicas degeneradas científicas presentan estos tipos de implantes, Freixedo concluye diciendo que, ¡ay!, en el caso concreto de esta persona no se pudo llegar a ninguna conclusión acerca del implante. ¡Craso error! En realidad, no se pudo llegar a ninguna conclusión que respalde las majaderías de Freixedo; en realidad, dicho implante -ubicado en el pene del tal Price- resultó ser una acumulación de pelo, cristales de orina y esperma seco. Claro que decir esto quedaría muy feo en un artículo de estas características -no por lo del pene, obviamente-. Por cierto que es una lástima que Freixedo no sepa inglés; en caso contrario, se habría dado cuenta de que reproduce un informe médico relativo a un implante que resulta ser un coágulo formado por células epidérmicas degeneradas y producido por una lesión. Cualquiera podría pensar que con la sarta de disparates hasta ahora expuestos -y los que el lector puede imaginarse- el delirio de Freixedo había llegado a su culminación. Pues no es así. A continuación, el investigador se lanza a una desquiciante especulación acerca de la finalidad