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un servicio público, sino todo lo contrario: no dudan en recurrir a la imbecilidad con tal de hacer negocio. El nacimiento de Millennium es buena muestra de ello. Vía Digital es una sociedad participada mayoritariamente por Telefónica (35%), pero en cuyo accionariado están presentes RTVE (17%), TV3 (5%) TeleMadrid (4%) Canal 9 (2%) y TVG(2%), cadenas que los españoles soportan con sus impuestos y cuyos contenidos rozan en muchos casos la telebasura, que, como denunciaron el 28 de noviembre numerosas organizaciones y particulares, es una forma de televisión caracterizada por explotar el morbo, el sensacionalismo y el escándalo como palanzas de atracción la audiencia. La existencia de este nuevo canal dedicado a la divulgación de lo paranormal evidencia que los gestores televisivos no tienen ningún tipo de escrúpulos a la hora de recurrir a un género que, como advirtió el comentarista político Federico Abascal al día siguiente de hacerse público el Manifiesto contra la telebasura, produce, por un lado, el entontecimiento progresivo e involuntario de un sector de la población y, por otro, el entontecimiento voluntario, desganado y hasta irritado de otro sector. Y, lo que en este caso es más grave, Millennium nació mes y medio después de que numerosas asociaciones de consumidores, vecinales, sindicales y otras -ARP incluida-, además de decenas de intelectuales, suscribieran el manifiesto antes citado con la intención de suscitar un debate social que permita llegar a proponer un código ético de regulación de los contenidos televisivos para limitar al máximo la difusíón de, entre otras cosas, mensajes esotéricos, milagreros y paranormales, presentados de forma acrítica y en el mismo plano de realidad que los argumentos científicos. Telefónica y sus socios públicos y privados ya han emitido su veredicto: mientras haya gente que quiera consumir basura, Vía Digital se la proporcionará. Así, sin más. Poco importa que desde tribunas autorizadas se haya apoyado la necesidad de poner coto a la telebasura, que, acertadamente, el periódico El País (29 de Noviembre de 1997) calificó de producto perfecto de cierto estilo de vida que se ha puesto en boga. Y es reflejo exacto de esa oscilación entre el amarillismo periodístico, la espectacularización de la información, más o menos tergiversada, y los intereses, torticeros o legítimos, de quienes mueven ese instrumento de poder [la televisión]. Lo de Vía Digital no es que sea sorprendente -las televisiones públicas españolas nunca se han caracterizado por sus principios deontológicos-, pero sí indignante. Porque no sólo hace oídos sordos a un sentir generalizado entre los consumidores y la intelectualidad, sino que financia su embrutecedor proyecto con el dinero de todos los contribuyentes. Y eso es una burla al ciudadano por parte de los máximos responsables de los gobiernos que controlan los canales públicos que forman parte del accionariado de la empresa auspiciada por Telefónica. Ante fenómenos como el de Millennium, que se justifican exclusivamente en hacer negocio al precio que sea, sólo cabe manifestar desde estas páginas el más absoluto rechazo. Y animar a todos aquéllos que se sientan insultados por Vía Digital y sus socios a que se pongan en contacto con ARP para articular una respuesta contundente frente a quienes, desde instituciones públicas, se presentan como defensores del interés general y optan por el negocio de la irracionalidad, del engaño. ERNESTO J. CARMENA el escéptico (Junio 1998) 9